SERMÓN 47

Traductor: Pío de Luis, OSA

Las ovejas (Ez 34,17-31)

1. 1. Las palabras que hemos cantado contienen nuestro reconocimiento de que somos ovejas de Dios. No somos importunos al pedir con lágrimas la misericordia de aquel de quien somos ovejas. Hemos dicho: Lloremos ante el Señor que nos hizo porque él es el Señor Dios nuestro 1. Para que nadie pierda la esperanza de que sus llantos puedan ser escuchados, hemos recordado a Dios cierta obligación de atendernos: Porque él es el Señor Dios nuestro, el que nos hizo. Él es nuestro Dios; nosotros, el pueblo de sus pastos y las ovejas de sus manos 2. En cuanto hombres, los pastores, o los granjeros, dueños de sus animales, no hicieron las ovejas que poseen, ni crearon las ovejas que apacientan. El Señor nuestro Dios, en cambio, en cuanto Dios y creador que es, se hizo las ovejas que posee y a las que apacienta. Ni otro creó las que él apacienta, ni otro apacienta las que él creó. Lloremos en su presencia, pues no estamos en el bien mientras estamos en este mundo perecedero. Nuestras lágrimas se secarán 3 cuando llegue el momento de agradar al Señor en el país de los vivos; y cantaremos las alabanzas de quien nos libró de las cadenas de la muerte 4, libró nuestros pies de la caída, nuestros ojos de las lágrimas, para agradar al Señor en el país de los vivos 5, puesto que es difícil agradarle en el país de los muertos 6. También aquí existen modos de agradarle: suplicando su misericordia para con nosotros, absteniéndonos, en cuanto podamos, de los pecados y, en la medida en que no podamos, reconociéndolos y llorándolos. En esta vida nos encontramos a la espera de otra, llorando en esperanza; mejor, llorando en la realidad, pero gozando en esperanza 7.

2. Habiendo reconocido, pues, en este cántico que somos sus ovejas, el pueblo de sus pastos, las ovejas de sus manos, escuchemos lo que nos dice en cuanto ovejas suyas. En el texto previo, la lectura hecha ayer 8, hablaba a los pastores; en la que hemos escuchado hoy habla a las ovejas. En consecuencia, aquellas palabras suyas yo las escuchaba con temor, vosotros con tranquilidad. ¿Y qué decir de las que hemos escuchado hoy? ¿Acaso va a ser al contrario: yo con tranquilidad, vosotros temblorosos? De ninguna manera. En primer lugar, porque, aunque soy pastor, el pastor escucha tembloroso no sólo lo que se dice a los pastores, sino igualmente lo que se dice a las ovejas. Si escucho sin preocupación lo que se les dice a ellas, es que me traen sin cuidado 9. Además -y esto ya lo he dicho a vuestra Caridad- en mi persona hay que considerar dos cosas: una, que soy cristiano; otra, que estoy al frente de vosotros. Por el hecho de estar al frente de vosotros, se me cuenta entre los pastores, si soy bueno; por el hecho de ser cristiano, soy también oveja como vosotros. Sea que el Señor hable a los pastores, sea que hable a las ovejas, me conviene oír todo con temblor, para que no se aleje de mi corazón la solicitud, para llorar en presencia del Señor que nos hizo 10.

3. Escuchemos, pues, hermanos, qué corrige el Señor en sus ovejas díscolas y qué les promete. Y vosotras -está escrito-, ovejas mías, esto dice el Señor Dios 11. En primer lugar, hermanos, quien piense cuán grande es la felicidad de pertenecer al rebaño de Dios, aun en medio de estas lágrimas y tribulaciones, se procura un gran gozo. En efecto, no está dentro de su rebaño aquel a quien los lobos pueden atacar o cuyo sueño pueden sorprender los depredadores. Tú, que apacientas a Israel 12, se dijo del mismo de quien se afirma: No dormitará ni dormirá el guardián de Israel 13. Él vigila sobre nosotros, ya estemos despiertos, ya durmamos. Si a un animal doméstico le ofrece seguridad su pastor humano, ¡cuál no deberá ser la nuestra, siendo Dios quien nos apacienta, porque nos apacienta él y, además, porque también nos hizo!

4. Única es la preocupación que se nos impone: escuchar la voz del pastor. Estamos ahora en el tiempo de escuchar, porque él aún no ha asumido su tarea como juez. El que habla, ahora calla. Habla a través de los mandamientos, calla en cuanto juez. Por esto dice en cierto lugar: He callado, ¿acaso voy a callar siempre? 14 ¿Cómo ha callado, síesto mismo lo dijo hablando? Quien dice he callado, no calla, porque el mismo decir he calladoimplica no callar. Te oigo, pues, hablar en tantos mandamientos, en tantos hechos figurados, en tantas páginas, en tantos libros; te oigo, por fin, aun en el mismo decir he callado, ¿acaso voy a callar siempre? 15 ¿Cómo, pues, has callado? «Porque no digo todavía: Venid benditos de mi Padre, recibid el reino 16. Y todavía no digo a los otros: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles 17. Y estas mismas palabras aún no las digo como si las anticipara». La última sentencia la ha de dictar el juez y la ha de escribir en la tablilla con su propia mano, después de la cual ya no habrá más juicio; las partes no la oyen, la sentencia se dicta estando ellos fuera de la sala. Ambas partes están atónitas y pendientes de saber contra quién o a favor de quién saldrá dicha sentencia. Grande es el silencio del juez, razón por la que al tribunal se le designa como secretarium. Grande es el temor de los encausados; ignoran qué piensa él, qué escribe. El juez es hombre, y hombres son aquellos a los que juzga. En cambio, aquí el juez es el Señor, Dios nuestro, y nosotros el pueblo de sus pastos y las ovejas de sus manos 18. Y con ser él creador y nosotros criatura, él inmortal y nosotros mortales, él invisible y nosotros visibles, no quiso que se nos ocultase la sentencia última que ha de dictar al final de los tiempos. Nadie que quiere condenar dice con anticipación «condeno», ni nadie que quiere golpear dice «golpeo».

4. 5. Gran delicadeza, gran misericordia, gran mansedumbre la suya: pero si no abusamos de su paciencia para aumentar nuestra maldad; si no multiplicamos nuestros pecados -con los que él carga- como para acrecentar el peso a fin de que cargue con uno mayor él al que no fatiga la carga. Nuestros pecados, que todavía perdona porque aún los soporta, manifiestan su paciencia y aumentan la carga que le ponemos. ¿Ignoras -dice- que la paciencia de Dios te conduce al arrepentimiento? 19 Se trata de la paciencia llamada taciturnidad, refiriéndose a la cual dice: He callado, ¿acaso he de callar siempre? 20 Por ello, después de recriminar a algunos y decirles: Tú que predicas que no hay que robar robas; tú que dices que no hay que adulterar adulteras 21, etc., añade: ¿O acaso desprecias las riquezas de su bondad y longanimidad22 Como él es bondadoso, magnánimo, porque ve y hace la vista gorda, porque ve y aguanta, ¿piensas que es malvado? ¿Ignoras que la paciencia de Dios te conduce al arrepentimiento? Mira también si va a callar siempre el que calla ahora. -dice- conforme a la dureza y a tu corazón impenitente, atesoras ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, que pagará a cada uno según sus obras 23. Está callado, pues; pero ¿va a callar siempre? Asimismo dice después de haber enumerado algunos pecados: Esto hiciste y he callado; es decir, esto hiciste, y no me vengué. Pensaste una maldad: que me haré semejante a ti 24. En verdad, muchos lo piensan. Cuando ven que obran el mal y no les sobreviene ningún mal, no sólo se complacen en sus malas acciones, sino que hasta piensan que agradan a Dios. Su impiedad llega a tanto que el malvado, impío y desconsiderado, juzga que Dios es semejante a él. Y mientras Dios, con sus amonestaciones, enseñanzas, exhortaciones y correcciones, busca que se le asemeje, no sólo no se las ingenia para ser él semejante a Dios, sino que pretende que Dios sea semejante a él: una iniquidad mayor que los pecados de los que no se corrige. Pensaste una maldad: que me haré semejante a ti. ¿Cómo sigue? Te argüiré 25. ¿Por qué ello? He callado; ¿acaso he de callar siempre? Por tanto, hermanos, puesto que esta palabra proveniente de la boca de Dios 26 me estremece a mí y a vosotros -dado que todos tenemos en él una esperanza fundada, todos debemos temer igualmente que, ofendiéndole, no lleguemos a encontrar lo que esperábamos, sino que experimentemos lo que hemos despreciado-, escuchemos todos como ovejas de Dios, mientras habla el que calla, mientras nos amonesta y aún no nos juzga quien nos hizo, mientras hay tiempo para escucharle, mientras nos es posible también leer su palabra.

5. 6. Y vosotras -dice- ovejas mías, esto dice el Señor Dios: Ved que yo juzgo entre oveja y oveja, y entre los carneros y los machos cabríos 27. ¿Qué hacen aquí los machos cabríos en el rebaño de Dios? Están en los mismos pastos, en las mismas fuentes; esos machos cabríos, destinados a estar a la izquierda, están mezclados con las ovejas destinadas a estar a la derecha. En un primer momento se tolera a los que luego serán apartados: y aquí se ejercita la paciencia de las ovejas a semejanza de la paciencia de Dios. Llegará el momento de la separación que hará él: los unos, a la izquierda; los otros, a la derecha. Ahora él calla, tú quieres hablar. Mas ¿por qué digo que quieres hablar? Porque él calla: calla en cuanto que no juzga ni castiga, no en cuanto que no corrija. Él aún no separa, y tú ya quieres separar. El que sembró tolera que se mezcle la cizaña. Si, en cuanto trigo, quieres hallarte limpio antes de la bielda, mal te aventará tu pésimo viento. Supongamos que hubiera sido lícito a los siervos decir: ¿Quieres que vayamos y recojamos la cizaña? 28 Se les indigestó ver la cizaña y lamentaron verla mezclada con tan buena cosecha. Y dijeron: ¿No sembraste buena semilla? ¿Cómo, pues, apareció la cizaña? 29 Él se lo explicó; sin embargo, no permitió que la arrancaran antes de tiempo 30. Aunque los siervos mismos estaban molestos con la cizaña, con todo pidieron el consejo y la orden del dueño. Les disgustaba que la cizaña se hallase en la cosecha; pero los siervos veían que, si hacían algo por su propia cuenta, incluso el arrancar la cizaña, ellos mismos serían contados entre la cizaña. Esperaron que el dueño se lo mandase, esperaron el mandato de su rey: ¿Quieres que vayamos y la recojamos? 31 Él dijo: No, indicándoles el motivo: No sea que, al querer recoger la cizaña, arranquéis también el trigo 32. Calmó su indignación y no los dejó con el sufrimiento. Cosa grave parecía a los siervos que hubiese cizaña entre el trigo, y ciertamente lo era. Pero una cosa es estar en el campo y otra reposar en el granero. Tolera; para esto has nacido; tolera, pues tal vez te toleran a ti. Si siempre fuiste bueno, ten misericordia; si alguna vez fuiste malo, no lo olvides. ¿Y quién es siempre bueno? Si Dios te examinara atentamente, más fácil le resultaría a él descubrir que eres malo ahora que a ti demostrar que siempre fuiste bueno. Así, pues, hay que tolerar esta cizaña entre el trigo, los machos cabríos entre los carneros, los cabritos entre las ovejas. ¿Qué dice él acerca del trigo? En el tiempo de la siega -está escrito- diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, atadla en haces para quemarla; mi trigo, en cambio, guardadlo en el granero 33. Pasará, pues, la promiscuidad en el campo; vendrá la separación en el momento de la siega. El Señor exige ahora de nosotros la paciencia que manifiesta el mismo al decirte: «Si en verdad yo quisiera juzgar ahora, ¿sería mi juicio injusto? Si yo quisiera juzgar ahora, ¿acaso podía equivocarme? Si, pues, yo, que siempre juzgo rectamente y que no puedo equivocarme, retardo mi juicio, ignorando tú cómo has de ser juzgado, ¿te atreves a juzgar antes de tiempo? Ved, hermanos, cómo a aquellos siervos que querían arrancar la cizaña antes de tiempo no les permitió que lo hicieran ni siquiera en la siega. Dice, en efecto: En tiempo de la siega diré a los segadores 34. Nodice: «Os diré a vosotros». Entonces qué, ¿serán los siervos mismos los segadores? No. Pues, exponiendo todo con detalle, dice: Los segadores son los ángeles 35. Tú,hombre vestido de carne, que arrastras la carne, o que tal vez no eres más que carne, es decir, carne en el cuerpo y carnal en el espíritu, ¿te atreves a usurpar antes de tiempo un oficio ajeno que ni siquiera en la siega será tuyo? Esto respecto a la separación de la cizaña. ¿Qué dice de los machos cabríos? Cuando venga el hijo del hombre y todos los ángeles de Dios con él, se sentará en el trono de su gloria, se congregarán en su presencia todos los pueblos, y los separará como el pastor separa las ovejas de los machos cabríos 36. Vendrá y los separará; vendrá la siega, y ellos serán separados. Ahora, pues, no es el tiempo de la separación, sino el de la tolerancia. Y no digo esto, hermanos, para que dormite el afán de corregir; al contrario, para no llegar a aquel juicio como incautos, y para no encontrarnos de repente a la izquierda, como ciegos que descuidaron su ceguera, hay que imponer la disciplina, pero sin anticipar el juicio.

7. Entonces, ¿qué dice el Señor? Ved que yo juzgo entre oveja y oveja, y entre los carneros y los machos cabríos 37. Yo soy quien juzga. Gran seguridad, hermanos; es él quien juzga; estén seguros los buenos. Ningún adversario corrompe a su juez, ningún abogado lo envuelve, ningún testigo lo engaña. Pero cuanto más seguros están los buenos, tanto más deben temer los malos. Quien juzga no es uno a quien se le oculte algo. ¿Acaso Dios, en el momento del juicio, buscará testigos para saber quién eres tú? ¿Cómo puede equivocarse sobre quién eres tú el que sabe lo que ibas a ser? Te interrogará a ti; no a otro sobre ti. El Señor -dice- interroga al justo y al impío 38. Te interroga a ti, no para saber algo por ti, sino para confundirte. Teniendo, pues, un juez tal, al que nadie engañará ni en contra ni a favor nuestro, actuemos de tal manera que no temamos el juicio venidero, sino que lo esperemos y deseemos. ¿Acaso el trigo teme ser llevado al granero? Al contrario, lo desea vehementemente y suspira por ello. ¿Acaso las ovejas temen que las pongan a la derecha? Al contrario, nada les parece más largo que la espera hasta ese momento. Estos, cuando oran, dicen con toda su alma y con toda sinceridad: Venga tu reino. En cambio, ante estas palabras tiembla el corazón del hombre malvado y titubea su lengua. ¿Cómo dices venga tu reino 39? Vendrá ciertamente: ¿cómo te encontrará? Compórtate de tal manera que ores seguro. Y si existe en tu conciencia algo de extravío o de pecado, tienes la medicina en la misma oración: Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores 40. Dios quiso que fueses deudor, pero teniendo también tú un deudor. Al pecar te haces enemigo de Dios, pero pon atención no sea que tú tengas también un enemigo. Perdona y se te perdonará 41. Lo que haces tú que puedes hallarte en pecado, esto mismo hará en ti quien no podrá ser acusado de pecado alguno. Si, en cuanto hombre pecador, no perdonas a quien ha pecado contra ti; si no ves en éste tu propia condición; si, por lo demás, no te asusta la caída de tu fragilidad, ¿qué hará contigo quien juzga con la seguridad propia de aquel que nunca peca?

7. 8. Hay que trabajar en pro de una conciencia limpia. Y si tal vez queda algún escrúpulo, anticipémonos con la confesión. Acabamos de oír en el salmo cuando lo cantamos: anticipémonos con la confesión 42. Anticipémonos nosotros, no sea que se anticipe él. A nuestra confesión no sigue su venganza, si, después de reconocer tu maldad, no recaes en ella. Anticípate tú antes de que se anticipe él. Que ha de venir, es cierto. Saldrás perdedor, si no deseas lo que ha de venir, pues ha de llegar aunque tú no lo quieras. ¿Acaso vas a retrasarla porque rechaces su venida? Como él conocía la hora en que iba a ser juzgado, así conoce también la hora en que debe juzgar. Él vendrá; tú mira cómo serás entonces. ¿Hay en ti hoy algún escrúpulo de conciencia? Confiésalo hoy, renuncia a él: hoy se te perdona, hoy quedas libre de él. No tienes motivo para decir: «Dios retarda el perdón». No retardes tú el aplicar la medicina. Tienes algo en tu alma que te angustia; y si te angustia, te molesta también. Si en tu casa hubiese una piedra que molesta a tus ojos, mandarías quitarla del medio, sobre todo si fueses a recibir a algún huésped algo más respetable que tú. Cuando invocas a Dios, le llamas para que venga a ti. ¿Cómo va a venir a ti si no has limpiado el lugar para recibirlo? ¿Eres acaso incapaz de sacar de tu corazón lo que tú mismo te hiciste? Invócale a él para que lo limpie; invítale a él a entrar. De todos modos, haz ahora lo que has de hacer; ahora, mientras habla en cuanto que te amonesta y calla en cuanto que no te juzga.

8. 9. Habló aquí de los machos cabríos, de los carneros y de un juicio entre unos y otros. ¿Y qué les dice? ¿Acaso no os basta el pacer buenos pastos? Pisoteabais con vuestras pezuñas lo que quedaba de vuestros pastos; bebíais el agua que manaba -es decir, la limpia y tranquila- y enturbiabais la restante con vuestras pezuñas; y mis ovejas pastaban lo pisado por vuestras pezuñas y bebían el agua enturbiada por vuestros pies 43. ¿Qué es esto? Los pastos de Dios son buenos y limpias sus fuentes. Consta en las Santas Escrituras. ¿Quiénes son, pues, los que beben allí el agua tranquila, y pastan lo limpio, y pisotean lo demás y enturbian el agua, para que las otras ovejas pasten la hierba pisoteada y beban el agua enturbiada? Veis también que esto desagrada al pastor, el cual, mientras eso acontece, dice: Yo juzgo entre oveja y oveja 44, precisamente para que no acontezca. Hay muchos que aprenden con tranquilidad y enseñan entre alborotos y que, teniendo un maestro paciente, se ensañan con el que aprende. ¿Quién no advierte con qué tranquilidad nos enseña la Escritura misma? Llega alguien, lee los mandamientos de Dios; los lee y los comprende; tranquilamente los comprende bebiendo de la fuente tranquila, pastando en lo tierno y limpio. Viene otro a escuchar algo salido de su boca. Se indigna, se altera, echando a veces en cara la lentitud de quien tarda algo más en comprender, y, turbándolo, hace que entienda aún menos lo que había podido oír tranquilo.

10. El que diga esto, hermanos, no significa que no se haya de corregir alguna vez la dureza, pues también la verdad sumamente tranquila lo hace al decir: ¡Oh insensatos y lentos de corazón para comprender! 45 Pero debe hacerse con aquel amor mediante el cual queremos introducir en los hombres una inquietud, para infundirles el esfuerzo por mantener la atención y tal vez para disipar la nube de su mente, fruto de sus negocios mundanos. Quizá por pensar en cosas inútiles, no pueden oír lo que es útil. Además, aunque alguno perciba personalmente en sí mismo esta lentitud (interior), es justo reprochársela para que ruegue a Dios que le libre de ella y le otorgue la verdad. También tenemos que reprocharnos nuestra negligencia si, a causa de ella, no entendemos lo que escuchamos; y, si persiste esa lentitud, una vez que se le ha reprochado, tenemos un motivo para rogar a Dios. No hay que censurar a tales maestros. Pero quienes lo hacen con amargura y envidia pisotean los pastos y enturbian las fuentes. Lo que tal vez conocen quieren conocerlo de modo que no lo conozcan otros. Hombres de mente maligna, llenos de celo infernal, lívidos no en el cuerpo, sino en el corazón, lo leyeron y comprendieron. Cuando se les pregunta, responden: «¿Tanto interés tienes en que yo te confíe estas cosas a ti? ¿Eres tú digno de leer y escuchar estas cosas?» ¿Por qué enturbias el agua? La fuente mana para los dos. ¿Por qué pisas hierba que es común? No fuiste tú quien hizo llover para que brotase.

9. 11. Hay otro aspecto en estas palabras que puede entenderse de una forma razonable. Hay hombres que creen que, viviendo rectamente, les basta la buena conciencia, y apenas se preocupan de lo que otros piensen de ellos. Ignoran que si una persona ve a otra de recta conciencia vivir con cierta negligencia, juntarse a cada paso con cualquiera y dondequiera, sentarse a comer carnes consagradas a un ídolo -pues sabe que no es nada-, como la conciencia de aquella es débil, se siente impulsada no a algo que haya averiguado, sino a algo que sospecha 46. Pues ningún hombre, igual a ti, hermano tuyo, puede entrar en tu conciencia, que Dios conoce. Esté tu conciencia a los ojos de Dios, y tu vida a los de tu hermano. Si él, sospechando algo malo de ti, se turba y se siente impulsado a hacer algo que cree que haces tú, puesto que vives de esta forma, ¿de qué sirve que el vientre de tu conciencia haya bebido agua pura, si él, por tu vida descuidada, la bebe turbia?

12. Cuando se corrige a esas personas para que no obren de esa forma, las oyes respondernos y decirnos: «Dijo el Apóstol: Si quisiera agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo 47». También aquí enturbias el agua y pisoteas los pastos. Pon mayor atención, no sea que también enturbies el agua para ti mismo. Dice el Apóstol: Si quisiera agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo. Lo acepto de todas todas; reconozco gustosamente que es frase del Apóstol. ¿Pero no has leído en él este otro texto: Agradad a todos en todo, como también yo agrado a todos en todo, no buscando lo que es de mi provecho, sino lo que aprovecha a todos, para que se salven 48? ¿No oíste tampoco al mismo Apóstol decir: No seáis tropiezo para los judíos y griegos, ni para la Iglesia de Dios 49? ¿Tampoco escuchaste este tercer texto: Pues nos cuidamos de hacer el bien no sólo ante Dios, sino también ante los hombres 50? Dice aquél: «Exponme, pues, cómo he de entender estas afirmaciones distintas y hasta contrarias. En un lugar, el Apóstol dice: Si quisiera agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo 51; en otro, él mismo afirma: Agradad a todos en todo, como yo agrado a todos en todo 52. En un texto afirma: Nuestra gloria es el testimonio de nuestra conciencia 53, y en otro: Nos cuidamos de hacer el bien no sólo ante Dios, sino también ante los hombres 54». Si lo oyes tranquilamente, si no te enturbias el agua de tu mente, quizá logre exponértelo en la medida de mi capacidad. Hay hombres, jueces temerarios, detractores, chismosos, murmuradores, inclinados a sospechar lo que no ven, inclinados también a jactarse de lo que ni sospechan. Contra esos tales, ¿qué nos queda, sino el testimonio de nuestra conciencia 55? Por otra parte, hermanos, tampoco buscamos nuestra gloria en aquellos a quienes queremos agradar, ni debemos buscarla, sino la salvación de ellos, para que, viviendo santamente, no se extravíen si nos siguen. Sean imitadores nuestros si nosotros lo somos de Cristo 56; pero si nosotros no somos imitadores de Cristo, séanlo ellos. Él mismo apacienta a su rebaño y, juntamente con todos los que lo apacientan bien, es uno solo, porque todos están en él. No buscamos nuestra utilidad cuando queremos agradar a los hombres. Pero nos alegramos con ellos cuando les agrada lo que es bueno, pensando en su utilidad, no en nuestra dignidad. Está claro contra quiénes dijo el Apóstol: Si quisiera agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo 57. Está claro también a causa de quiénes dijo: Agradad a todos en todo, como yo agrado a todos en todo 58. Una y otra cosa es clara, tranquila, limpia, no enturbiada. Tú limítate a pastar y a beber, no a pisotear y a enturbiar.

13. También has oído al mismo Señor Jesucristo, maestro de los apóstoles: Brillen vuestras obras delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos 59, es decir, que os ha hecho como sois. Pues Nosotros somos el pueblo de sus pastos y las ovejas de sus manos 60. Sieres bueno, sea alabado quien te hizo bueno, no tú, que por ti mismo no podrías sino ser malo. ¿Por qué quieres cambiar la realidad de modo que, cuando realizas algún bien, quieres que te alaben y cuando haces algún mal quieres que se le reproche al Señor? Quien dijo: Brillen vuestras obras delante de los hombres 61, élmismo dijo en el mismo discurso: No practiquéis vuestra justicia delante de los hombres 62. Pero como te parecían contrarias estas afirmaciones en boca del Apóstol, te parecen también en el Evangelio. Si no enturbias el agua de tu corazón y reconoces aquí la paz de las Escrituras, también tú estarás en paz con ellas. Si, por el contrario, no quieres estar en paz con ellas, entras en litigio contigo mismo, pero ellas no pierden la paz interna. Pensando en aquellos que, jactándose, se alaban ante los hombres y airean sus obras buenas, de modo que ponen el fin de las mismas en que los hombres los alaben y, en cierto modo, hasta consideran la alabanza que reciben de los hombres como la recompensa debida a las mismas, dijo el Señor: En verdad os digo, ya recibieron su recompensa 63. Contra ellos se dice: Guardaos de practicar vuestra justicia delante de los hombres. Por ello continúa: para ser vistos por ellos 64. Su intención no llegó más allá; su finalidad halló su meta aquí. No hagáis así delante de los hombres lo que hacéis de bueno, para ser vistos por ellos, como si el fin de vuestro buen obrar fuera el ser vistos por ellos. No obréis así para ser vistos por ellos. En la frase no se puso como fin de las buenas obras el que os vean los hombres, ante quienes quiere que se realicen; lo que se dice es: Brillen vuestras obras delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras 65. No se paró ni se quedó aquí, sino que de aquí te elevó a lo alto y te quitó a ti de ti -pues te caerías si te mantuvieses en ti- y te puso en donde estés seguro. Vean -dice- vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos 66. No te irrites porque el glorificado es él. Mantente en él y serás glorificado en él. Para que no se gloríe carne alguna -dice el Apóstol- en su presencia 67. Entonces, ¿permaneceremos sin gloria? No, pues él mismo dice: Quien se gloríe, que se gloríe en el Señor 68. Eltestimonio de nuestra conciencia es gloria para nosotros, porque está en él. Pues si nuestra gloria es para agradarnos a nosotros mismos, y quedar satisfechos con nosotros mismos, quien se agrada a sí mismo agrada a un hombre sumamente necio.

14. Preocupémonos, hermanos, no sólo de vivir santamente, sino de hacerlo también en presencia de los hombres; no busquemos sólo tener la conciencia en paz; en cuanto sea posible a nuestra debilidad y a la frágil atención humana, procuremos no hacer nada que pueda inducir a mala sospecha al hermano débil, no sea que, comiendo nosotros hierba y bebiendo agua limpias, pisoteemos los pastos de Dios, y las ovejas débiles coman la hierba pisoteada y beban el agua turbia. ¡Ay de aquel, pensando en el cual dice el Señor: Yo juzgo entre oveja y oveja 69!

10. 15. Con la mente puesta en estos, les dice el Señor Dios: Ved que yo juzgo entre la oveja fuerte y la oveja débil 70. Añada algo más. Ya hemos oído lo que dice a propósito de quienes pisotean la hierba y enturbian las aguas. Oigamos otro género de mal, mal enorme. A continuación no hace mención alguna de los machos cabríos. Los mencionó una sola vez, para que sepamos que existen. Él los conoce bien. Luego habla como sí sólo hubiera ovejas. Primero habló desde su punto de vista; luego, desde el nuestro. Sepan las ovejas que hay machos cabríos y que al final serán separados: al presente mi distinción es, en cierto modo, entre oveja y oveja. Sólo mediante la predestinación y la presciencia conoce él quiénes son ovejas y quiénes machos cabríos. Él solo, que pudo predestinarlos porque tenía presciencia. Ahora que todos están bajo la señal de Cristo y todos se acercan a la gracia de Dios, te consideras oveja; quizá Dios te conoce como macho cabrío. No obstante, lo que oyes óyelo como oveja: Ved que yo juzgo entre la oveja fuerte y la oveja débil 71.

16. Puesto que empujabais con vuestros flancos y hombros, y embestíais con los cuernos, y oprimíais a toda oveja que flaqueaba, hasta que la echabais fuera 72. ¿Quién no entiende esto? ¿Quién no se estremece? Si no hay ovejas fuera, se trata de un caso hipotético. Si, por el contrario, lloramos el que muchas ovejas anden fuera extraviadas, ¡ay de aquellos por cuyos hombros, flancos y cuernos ha tenido lugar eso! Nadie lo haría sino las ovejas fuertes. ¿Quiénes son las fuertes? Las que presumen de sus fuerzas. ¿Quiénes son las fuertes? Las que se glorían de su justicia. Los que separaron las ovejas, los que las echaron fuera no fueron sino los que se proclamaron a sí mismos justos. Son hombros que se atreven a empujar porque no pujan por la carga de Dios; los flancos perversos son los amigos que conspiran, sociedad de obstinados; los cuernos levantados, la soberbia exaltada. Empuja con los flancos y hombros, cornea, manda fuera lo que no has comprado. La causa de todo ello es, sin duda, que piensas que tú eres justo y los demás injustos; que no era justo que el justo estuviese con los injustos, es decir, que era indigno que el trigo estuviese entre la cizaña, que las ovejas pastasen entre machos cabríos, hasta que llegase el pastor que no se equivoca al separar. ¿Eres tú el ángel que arranca la cizaña 73? No te reconocería como ángel que la arranca ni aunque hubiera llegado ya la siega. Antes de ella, ni tú ni nadie es verdadero ángel. Quien designó a los segadores, designó también el tiempo. Pueden los hombres considerarse también ángeles. Quizá hasta encontremos en las Escrituras que se llamó ángeles a hombres; yo, sin embargo, espero el tiempo de la siega 74. Te puedes asignar nombre de ángel, pero no puedes anticipar el tiempo de la siega. Por lo tanto, falsamente dices que lo eres, puesto que aún no ha llegado el tiempo de serlo. Por tanto, cuando llegue y sean enviados los verdaderos segadores, no sé dónde te encontrarán, si listo para ser limpiado y escondido en el granero o para ser atado y arrojado al fuego. Digo «quizá» porque no me atrevo a juzgar. Ahora me duele que estés fuera. Ignoro si entonces vas a estar dentro.

17. Ahora, mientras vives, escucha un testimonio de otro pasaje de la Escritura consignado para ti, y no quieras arrancar la cizaña cuando aún no es tiempo; por el contrario, vuelve a entrar mientras aún es tiempo. Dice otro texto de la Escritura divina: El hijo malo se llama a sí mismo justo 75. Estos son tus hombros, tus flancos y tus cuernos. Estás desdichadamente fuerte; ¡cuánto mejor sería que estuvieras débil! Desdichadamente estás fuerte, pero no sano. Un demente desdichadamente fuerte golpea hasta al médico. Te llamas perfecto, para así hacerte defectuoso. ¡Cuánto mejor, cuánto más útil te resultaría ser débil para que te llevase a perfección quien conocía que eres imperfecto 76! Al apóstol Pablo, vaso de elección 77, para que no se envaneciese con sus revelaciones -lo que no nos atreveríamos a decir si no le creyéramos a él mismo que lo afirma-, dijo: Para que no me envanezca por la grandeza de las revelaciones, se me dio el aguijón de mi carne, el ángel de Satanás, que me abofetea 78. Decía que era abofeteado para que no levantase los cuernos. Por lo cual -dice- rogué al Señor que me lo quitara. Y me dijo: Te basta mi gracia, pues la fuerza se perfecciona en la debilidad 79. ¡Cuánto más útil es la debilidad que se hace fortaleza que la firmeza que empuja a las ovejas, que las manda por los aires para echarlas fuera! Eres, pues, un mal hijo; te proclamas justo. El hijo malo se declara a sí mismo justo, pero no lavó su salida 80. Escuchad, hermanos míos, esta sentencia, breve por el número de sus palabras, pero inmensa por el peso de la verdad. Se declara justo para salir y expulsar. Se declara justo, pero es malvado: por ello no lavó su salida. ¿Qué es no lavó? No purifica, no justifica, no disculpa. ¿Por qué te separaste? ¿Por qué saliste? ¿Por qué te tiembla el corazón cuando oyes en los libros divinos: Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros 81, sies que aquella desdichada fortaleza, por la que empujas, impeles y avientas a las ovejas, hace temblar a tu corazón? Cuando oyes: Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros, quien hablaba estaba sin duda dentro de la Iglesia. La Iglesia está extendida por todo el orbe. ¿Qué haces tú fuera? Tampoco soy yo quien anuncia a la Iglesia extendida por todo el orbe: la anunciaron los profetas 82, los apóstoles, el mismo Señor la anunció extendida por toda la tierra 83. Cuando se leía el salmo, hemos escuchado: No rechaza el Señor a su pueblo. Como si se preguntase ¿a qué pueblo?: Porque en sus manos están -dice- los confines de la tierra 84. Él no lo rechaza, y tú lo empujas. Lo empujas, lo avientas, lo excluyes; los tildas de traidores, pero no pruebas que lo sean. Estos son los cuernos de uno que los levanta al aire, no la mansedumbre de uno que apacienta. Ved que el pueblo de Dios en los confines de la tierra; ved que el pueblo de Dios, que gime y llora ante el Dios que lo creó 85, dice en el mismo salmo al Señor ante quien llora: Desde los confines de la tierra clamé a ti cuando se acongojaba mi corazón 86. Mira cómo se humilla en la congoja de su corazón. ¿Qué dice que se le concedió? Sobre la piedra me ensalzaste 87. Me ensalzaste sobre la piedra que es Cristo, no me precipitaste desde el monte de Donato. Vete ahora y levanta tus cuernos al aire, extiende los flancos, infla tus hombros, empuja a las ovejas y di: «Soy justo». Te responderá la Escritura: «Eres malvado, no justo». El hijo malo se llama justo a sí mismo 88. Si eres justo, ¿por qué sales afuera? ¿Por qué echas afuera? ¿Qué haces fuera con los que arrojas afuera? En cuanto oveja has huido de los machos cabríos. Mejor es para ti ser separado de ellos por el pastor, y ser puesto a la derecha, que ser confundido con ellos a la izquierda. Ellos eran machos cabríos; tú, oveja; tenías que haber pastado con ellos. ¿En qué te habían molestado los pastos, en qué las fuentes? Por último, ¿en qué te había ofendido el pastor, que temporalmente mezcló los dos rebaños, que pudiendo separar con justicia cuando quisiera, dejó para el final la separación? Si hiciera ahora la separación, en ningún modo erraría. Él la retrasa hasta el final y tú separas antes del tiempo. No esperas al final del tiempo, tú que ignoras cuándo llegará tu final. ¿Por qué digo esto? Porque acusaste falsamente a los que acusaste de ser machos cabríos? Pues si los hubieras acusado con razón, no te habrías separado. El que tú te hayas separado los declara a ellos inocentes. Supongamos que eran cizaña; ¿por qué quisiste separarla antes de tiempo? Tenías que haber sido trigo mezclado con ella, haber echado raíces en el mismo campo; ser regado con la misma lluvia. ¿Por qué, pues, saliste? ¿Encuentras acaso un motivo? A los que acusas no los dejas convictos. Saliendo antes de tiempo y separándote, eres tú mismo quien queda convicto. Advierte que eres un hijo malo: te declaras justo tú mismo, pero no lavas tu salida. No te digo: «Quien entregó los libros fuiste tú», aunque si lo dijera, lo probaría con facilidad. Pero no quiero decirlo, porque lo hicieron los tuyos, no tú. No te imputo los hechos ajenos, ni siquiera los de los tuyos. Pongo mi atención solamente en tu obra personal. Te recrimino el que estés fuera. Dejo de lado completamente todas las cosas que se pueden decir contra vosotros. Paso por alto vuestras borracheras, vuestras usuras de menor o mayor grado. Paso por alto las bandas y furia de los circunceliones. Paso por alto todas estas cosas y muchas otras que no puedo enumerar. Quizá no todos los vuestros hacen estas cosas. Quien entre vosotros no comete ninguna de estas fechorías; quien sienta que le desagradan las que tienen lugar entre vosotros, acérquese, hable él. No le recrimino ningún delito que hayan cometido otros; sólo lave su salida. Ves que se le dice con razón: El hijo malo se llama justo a sí mismo. Lodice el Señor, que dice la verdad: El hijo malo se llama a sí mismo justo. No lodigo yo; lo dice él. Si quiere que yo lo tenga por justo, aporte buenos frutos dentro de la paz católica, guárdelos en la paz católica, pues no hay fruto donde no hay tolerancia. Y traerán el fruto -dice- con tolerancia 89. ¿Quieres decir cómo te ha caído encima una granizada? Escucha otro texto: ¡Ay de aquellos que perdieron la tolerancia! 90

18. Considerad ahora que alguien -cosa que sucede a menudo- piensa dónde ser cristiano. Se sintió impulsado a ser cristiano; advierte que el género humano acude al nombre de Cristo. Quiere ser cristiano sin buscar en ello ningún interés temporal; no quiere serlo para ganarse un amigo superior a él, para tener acceso a la mujer deseada, para eludir algún vasallaje propio de este mundo, aunque muchos que entran con estos fines, una vez dentro, se corrigen. Pero pensemos en alguien que piensa en su alma y que quiere ser cristiano. Pone sus ojos donde ve que hay dos partidos, busca las causas por las que unos se separaron de otros. Responden ellos: «Como justos que somos, nos hemos separado de los pecadores», como si hablasen a un ciego, que oye lo que dicen pero no ve lo que hacen. Si, viendo sus costumbres y aquellas cosas que poco antes enumeré, les dijera: «Ya que os declaráis justos y pretendéis haberos separado por eso mismo, decidme -os ruego- ¿por qué se hallan entre vosotros tales y tales?»; ellos, tal vez, puesto que no se atreven a negarlo, porque lo que se les dice está a la vista de todos, responderán: «Hay entre nosotros tales personas, pero ¿acaso somos todos así?» Estupenda respuesta. Para estar fuera con pecadores, ¿por qué no te quedaste dentro? La recompensa de tu separación debió ser el no convivir con ellos. Si al hallarte fuera estuvieras libre de aquellos de quienes finges haber huido, en cierto modo soportaría tu separación. Este que desea ser cristiano advierta, pues, dónde está el cristiano: a los que pretendieron separarse de los pecadores los ve en medio de una multitud de pecadores. A su vez, fíjese en la Iglesia de Cristo, que vive conforme a una norma aprobada por las costumbres del género humano, en conformidad a las cuales puede ciertamente juzgar él también de algún modo, aunque venga del mundo. Ve aquí a algunos sobrios, a algunos borrachos, a unos que alimentan a los pobres, a otros a los que les apetece robar las cosas ajenas y cosas semejantes. Esto lo ve aquí, como lo ve también allí. Fíjese ahora en Dios, vea qué dice de su Iglesia. Advierte que Dios presenta a su Iglesia como extendida por toda la tierra; advierte que Dios dice en la parábola de la cizaña: El campo es este mundo 91. El campo no es África, sino este mundo. Hasta el momento de la siega, en todo el mundo crece el trigo y en todo el mundo crece la cizaña -el campo es el mundo, el sembrador el hijo del hombre, segadores los ángeles 92, no los jefes de los circunceliones-; no crece la cizaña y disminuye el trigo, sino que uno y otro crecen hasta la siega. ¿Qué siega? Escúchale: La siega es el fin del mundo 93. Él oye bien esto y, juzgando rectamente, ¿qué dice? «No entraré en ese grupo cismático. Me quedaré aquí, y seré bueno en nombre de aquél de quien seré bueno. Seré bueno, no haciéndome yo bueno a mí mismo, sino esperando que me haga él; no llamándome bueno y justo, sino deseando que me lo llame él». Entra; se hace católico. Ved que él lavó su ingreso, lava tú tu salida. No puedes: El hijo malo se declara justo y no lavó su salida 94.

11. 19. Puesto que empujabais con vuestros flancos y hombros, y embestíais con los cuernos, y oprimíais a toda oveja que flaqueaba, hasta que la echabais fuera.Pero yo salvaré mis ovejas 95. Como hay que despreciar la maldad y crueldad de aquellos, así hay que alabar la misericordia de nuestro pastor, la misericordia de nuestro Dios: salvará a sus ovejas. Hermanos míos, aunque cuando decimos que Dios salva a sus ovejas, lo hace quizá sirviéndose de sus siervos más pequeños o incluso de siervos indignos; escuchen ellas la voz de su pastor y síganle 96. No busquen la Iglesia según lo que dicen los hombres; búsquenla según lo que dice Dios, búsquenla según lo que dice Cristo. A quien él llama impío es impío, a quien llama justo es justo, a quien llama oveja es oveja y a quien llama macho cabrío eso es. Él es la verdad; hable él; búsquese la Iglesia en sus palabras. Dinos, Señor, ¿dónde está tu Iglesia? Y él responde a todos: «¿Sabéis dónde estoy yo?» Respondan todos: «En el cielo, a la derecha del Padre 97». Es la fe íntegra: ésta enseñé, ésta sembré, pero la sembré por el mundo. Cuando me confesáis que estoy en el cielo -dice- sin duda os viene a la mente aquel salmo: Elévate sobre los cielos, Dios 98. ¿Buscáis la Iglesia? Leed lo que sigue: Y sobre toda la tierra, tu gloria. Hermanos, donde se dijo: Elévate sobre los cielos, Dios, refiriéndose a Cristo en su resurrección y ascensión, allí mismo continúa: Y sobre toda la tierra, tu gloria. El esposo está en el cielo; la esposa, en la tierra. Él, sobre todos los cielos; ella, sobre toda la tierra. ¡Oh, hereje!, crees lo que no ves porque está en el cielo y niegas lo que ves en la tierra. Diga, pues, esto; dígalo y ojalá sea escuchado y salve a sus ovejas. Pero yo -dice- salvaré a mis ovejas, y ya no caerán en la perdición, y juzgaré entre oveja y oveja 99.

20. Y suscitaré para ellas un único pastor 100. ¿Nohabía dicho él mismo en la anterior lectura: Yo las apacentaré? 101 Ahora suscita un único pastor el mismo que las apacienta. ¿O quizá, en el pequeñísimo intervalo entre las lecturas, se sintió afectado por el tedio de apacentar y suscitó un pastor a quien recomendar el cuidado de las ovejas para estar él tranquilo? Escuchemos a qué pastor se refiere y allí entenderemos cómo el mismo pastor, aun después de suscitado este otro pastor, él mismo las apacienta y sólo él. Suscitaré para ellas un único pastor y las apacentará mi siervo David, él las apacentará 102. Que la profecía se refiere a Cristo, que viene a los hombres mediante la estirpe de David 103, lo habéis comprendido inmediatamente si conocéis la cronología. El profeta Ezequiel vivió en el tiempo de la cautividad que tuvo lugar con la trasmigración del pueblo a Babilonia. Desde el tiempo de David hasta el momento de esta trasmigración se sucedieron catorce generaciones 104. Mirad cuánto tiempo después dice: Y David las apacentará. Siesto se hubiese dicho en tiempo de Noé, o en tiempo de Abrahán o de Moisés, o al menos en el tiempo del mismo Saúl, a quien sucedió en el trono David, con razón entenderíamos que se dijo del mismo David, hijo de Jesé que él había de ser el pastor del rebaño de Dios, pues como rey le fue confiado aquel pueblo. En el tiempo en que habla, David ya había reinado, ya había salido de esta vida, ya se había añadido al número de los padres, ya descansaba como merecía 105. ¿Por qué dice, pues, suscitaré a David y le haré el único pastor para ellas 106, sino porque llama David a aquel que viene del linaje de David 107? ¿Cómo Dios nos depara un pastor? ¿Quién es el pastor único? Y las apacentará mi siervo David. Antes nos apacentaba él; ahora nos apacienta su siervo David. ¿Por qué habló como si se tratara de otro? Cuando él apacentaba, Dios apacentaba. Y cuando Dios apacentaba, lo hacían el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo. Ahora es suscitado y constituido como si se tratase de otro pastor, pero no es otro. No es otro, según la condición divina; porque, en su condición divina, él y el Padre son un único Dios. En la condición de siervo es suscitado como si fuera otro pastor para apacentar las ovejas, porque el Padre es mayor 108. Escucha al único que apacienta, a Cristo que apacienta: Yo y el Padre somos una sola cosa 109. Escucha cómo es suscitado Cristo, que apacienta: El Padre es mayor que yo 110. Uno solo es quien apacienta, porque, existiendo en la condición divina, no juzgó una rapiña ser igual a Dios 111. Essuscitado para que apaciente porque se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo 112. También esto lo atestiguan las mismas palabras: Las apacentará mi siervo David 113. Siervo: en la condición de siervo; siervo, porque se anonadó tomando la condición de siervo; hecho semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz 114. Suscítelo para que apaciente. Por lo cual Dios -dice- lo exaltó de entre los muertos y le dio un nombre por encima de todo nombre 115. Suscitado ya su siervo David, suscitada ya la condición de siervo que puso a su derecha 116, le dio un nombre sobre todo nombre. Mira cómo apacienta, en qué gran extensión lo hace: Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos 117. ¡A qué angosta región empujas, herética vanidad, al dueño de tan vastas posesiones! ¿O es que te fías tanto de tus soberbios hombros y de tus cuernos que no reúnes las ovejas junto al pastor, sino que aún intentas echar fuera del rebaño al pastor mismo? Las apacentará mi siervo David. Oíd,ovejas, a David, que os apacienta. Oíd la voz de David vuestro pastor, no la voz de los ladrones, no el aullido de los lobos. Las apacentará mi siervo David 118. Él las apacentará. ¡Ohrealidad digna de encarecimiento! Él las apacentará. Nadie fuera de él diga que las apacienta: Él las apacentará. Quien quiera apacentarlas, apaciéntelas en él porque él las apacentará. Poco antes decía Dios: Yo las apacentaré. Ahora dice: Él las apacentará. Responda el Hijo y díganos: «Una y otra cosa se dijo con razón: Yo y el Padre somos una sola cosa 119. Quien dice yo las apacentaré, no miente al decir él las apacentará; y cuando dice él las apacentará, no miente al afirmar yo las apacentaré». ¿No crees -dijo- que yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí? Felipe, quien me ha visto a mí, ha visto también al Padre 120. Con razón se dice yo las apacentaré; con razón se dice él las apacentará. Distinguir no es separar: Él las apacentará. No os asustéis, ovejas. No os abandona quien dijo él las apacentará. Apacienta Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; Dios mismo las apacienta. Pero había que distinguir la condición de siervo, no separarla, enajenarla ni constituirla como otra persona. El creador tomó en sí la criatura, pero no se cambió el Creador en criatura. Asumió lo que no era, no perdió lo que era.

12. 21. Las apacentará mi siervo David. Él las apacentará, y será para ellas pastor, y yo, el Señor, seré para ellas Dios 121. Prestad atención, hermanos. Ved la unidad de la divinidad y la distinción entre las personas, para no decir que el Hijo es Padre ni que el Padre es Hijo.Ved que dijo Él las apacentará quien poco antes había dicho yo las apacentaré. Y seré -dice- para ellas pastor, y yo, el Señor, seré para ellas Dios. Exponnos esto, Señor. Nadie enturbie el agua. Bebamos el agua limpia que mana de la misma fuente. ¿Por qué aparentaste distinguir al decir: Él será para ellas pastor y yo seré Dios, como si él fuera nuestro pastor y tú nuestro Dios? ¿Por qué, Señor? ¿No eres tú nuestro pastor y no es él nuestro Dios? Escucha serenamente, sé manso para oír la palabra, a fin de que puedas entender. Tal vez me está oyendo ahora algún oído que piensa cosas contrarias y, corrompido por herético veneno, se ría de mí porque digo que el Padre y el Hijo son un solo Dios, a pesar de que no se ríe de que tantos millares de hermanos tengan un alma sola 122 y me diga: «Advierte que Dios dice claramente: Será para ellas pastor mi siervo David, persona en que tú has entendido una referencia a Cristo, sin que se pueda entender de otra manera, aduciendo como razón que todo eso se dijo una vez muerto David. Cristo, pues, será para ellas pastor; yo, el Señor -dice-, seré para ellas Dios. Uno es pastor; otro, Dios. Así, pues, explícame qué significa: Yo las apacentaré. ¿Quién decía: Yo las apacentaré 123?»Sin duda era Dios quien hablaba y decía yo las apacentaré. De la misma manera que no apartó a Cristo de la función de apacentar al decir yo las apacentaré, tampoco separó a Cristo de la divinidad cuando dijo yo seré su Dios. He aquí que son pastor tanto Cristo como el Padre. Como el Padre es Dios, Cristo es Dios también. Como no separas al Padre de Cristo pastor, así tampoco separes a Cristo de Dios Padre. El Padre tiene con el Hijo la misericordia de apacentar; el Hijo tiene con el Padre la igualdad de la divinidad. Pero si no lo hubiese expresado de esta forma juzgarías que el mismo es el Padre que el Hijo. Por lo tanto, te indicó tanto la unidad de la divinidad como la distinción de las personas, para que al decir: Él las apacentará y yo seré para ellas Dios, no separándose del Hijo que apacienta ni separando al Hijo de su condición de Señor, entiendas en el Padre al Hijo Dios y en el Hijo al Padre Pastor. Yo, el Señor -dice-, seré para ellas Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellos 124. ¿Por qué en medio de ellos? Porque la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros 125. Príncipe en medio de ellos. En consecuencia, también mediador entre Dios y los hombres 126, porque es Dios con el Padre y hombre con los hombres. No es mediador un hombre ajeno a la divinidad; no es mediador Dios ajeno a la humanidad. He aquí el mediador: la divinidad sin la humanidad no es mediadora; la humanidad sin la divinidad no es mediadora. Pero entre la divinidad sola y la humanidad sola, es mediadora la divinidad humana y la divina humanidad de Cristo. 13. Y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo, el Señor, he hablado 127; no ha sido no sé qué hereje. Yo, el Señor, he hablado.

22. Les dejaré como testamento la paz 128 mediante aquel que dice: Mi paz os doy, mi paz os dejo 129. Este es el testamento de nuestro padre, el testamento de la paz. Cualquier herencia admite división entre los herederos; la herencia que es la paz no se puede dividir: nuestra paz es Cristo. La paz hace de dos cosas una sola, no dos de una: Él es nuestra paz -dice-, quien hizo de los dos (pueblos) uno solo 130. Es el testamento de Dios: la herencia es la paz. Poséanla concordemente los coherederos, no la dividan con sus disputas. Les dejaré como testamento la paz: estad despiertos, herejes; escuchad de boca del pastor el testamento de la paz, venid a la paz. Enfureceos contra los emperadores cristianos porque invalidaron vuestros testamentos en vuestras casas: ved cuán adecuada es la pena. ¿Qué significa que vuestro testamento no tiene vigencia en vuestra casa? ¿Qué significa eso? ¿Es gran cosa? Este haceros sufrir es un aviso, aún no la condenación. Pues con el testamento de la paz Dios quiso mostrarse compasivo. Lamentas que tu testamento no tenga validez en tu casa. Sin duda has de morir, y desconoces qué ha de pasar después en ella. En aquel día -dice- perecerán todos sus pensamientos 131, y no volverá a conocer su lugar 132. Sin saber lo que va a pasar en tu casa cuando hayas muerto, lamentas que no tenga en ella validez tu testamento. Cristo, aunque murió, resucitó 133 y desde lo alto del cielo se ha mantenido vigilante para que mantenga validez su testamento. Que tu dolor te haga despertar, que tu sufrimiento te lleve a enderezarte. Sabes que un palo con una torcedura inoportuna suele ponerse al calor. Que ese dolor te enderece. No es todavía la llama del fuego eterno; igual que si fuese calor hogareño se ha aplicado a tu corazón torcido como amonestación para que se enderece. Experimenta el dolor; con toda razón te duele que tu testamento no tenga vigencia en tu casa. Tu corazón es la casa de Dios. Sí quieres que esté vigente en tu casa tu testamento, ¿por qué no quieres que tenga validez el de Dios en la tuya? Dejas a tus hijos paredes, y sufres si ves que ellos van a dividirlas de forma distinta a como tú habías propuesto. ¡Cuánto te preocupas, cuánto te inquieta una casa de mínimo valor, un techo que acabará derrumbándose! ¡Cómo te resistes, en cuanto te es posible, a una fiebre altísima, a una enfermedad que te aplasta, a la misma muerte que llama a tus puertas, anhelando decir tus últimas palabras para mantener tu testamento! ¡A cuántos versados en derecho consultas, cuántos fraudes buscas para que sea válido tu testamento contra la misma ley del emperador! Inmediatamente te responde Dios: «No maquines más fraudes, no andes a la caza de fórmulas fraudulentas. ¿Quieres que tenga validez tu testamento? Tenga validez en ti el mío. Te duele que lo que tú has adquirido lo usurpe otra persona distinta de la que tú quieres. ¿Qué decir de mi herencia tan amplia, tan llena de amor paterno? En tu descendencia serán benditos todos los pueblos 134. Esto lo dije yo a mi siervo -te dice Dios- y él lo creyó aun sin verlo 135: tú lo estás viendo y lo niegas. Advierte que él conservó el testamento redactado; tú lo rasgas una vez abierto. El testamento se conservó cuando se oyó; se abrió cuando se cumplió. Hasta que llegó a tus manos, se conservó el testamento. Sin duda, tú quieres ser heredero. ¿Acaso tu coheredero disputa contigo, diciendo: «Toma tú esta parte, yo aquella», o: «Toma tú la menor y yo la mayor»? No dice: «Dividámosla conjuntamente», sino «poseámosla conjuntamente, ya que ésta es la voluntad del testador». Ábrelo y léelo. Pero tú gritas: «Que no se haya quemado fue obra mía; yo lo guardé para que no ardiese». ¿Lo guardaste tú para que no se quemase? Ábrelo y ve que conservaste lo que te va a hacer arder a ti; aunque, ¡lejos de mí creer que lo haya conservado quien advierto que no lo cumple! Les dejaré como testamento la paz 136.

14. 23. Y exterminaré las bestias feroces de la tierra 137. Las bestias son los enemigos del testamento de paz. De ellas se dice en otro salmo: Increpa a las bestias del cálamo 138. ¿Quiénes son las bestias del cálamo? Las bestias que se oponen a la Sagrada Escritura, escrita con el cálamo. Exterminaré las malas bestias de la tierra: y habitarán en el desierto en esperanza 139. ¿Qué es en el desierto? En la soledad. ¿Qué es en la soledad? En el interior de la conciencia; soledad grande, porque ningún hombre transita por ella y ni siquiera la ve. Habitemos allí en esperanza, puesto que aún no en la realidad. Porque todo lo nuestro, pero lo exterior, fluctúa entre las tempestades y tentaciones del mundo. Hay, sin embargo, un desierto interior, donde hemos de preguntarnos por nuestra fe. Preguntemos si existe dentro la caridad. Veamos si no suenan solamente los labios, sino también el corazón, cuando decimos: Perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores 140. Sísuena la verdad, si decimos la verdad donde ningún hombre ve, allí está el desierto en el que descansar en esperanza. Pasará toda esta tribulación, y lo que era esperanza se hará realidad, y todo lo nuestro hallará descanso. Porque ya seremos transparentes para nosotros mismos, y no habrá ningún pensamiento como oveja escondida. Entonces tampoco será un desierto la conciencia, porque todos se conocerán a sí mismos y no tendrán pensamientos que queden desconocidos cuando llegue el Señor e ilumine lo escondido de las tinieblas: manifestará los pensamientos del corazón y entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza 141. Ahora, en cambio, ves dos hombres atribulados, pero no tienes acceso a su corazón. Tal vez a uno le remuerda la conciencia, mientras que el otro descansa en ella como en un desierto. Y habitarán en el desierto en esperanza; y tendrán sueño 142, es decir, descanso; como si sus sentidos estuvieran abstraídos de todo estrépito mundano, descansan en su interior, en los riachuelos. En esa soledad interior hay algunos riachuelos que manan de la memoria, que sacan licores divinos de la mente de quien posee y cultiva la Escritura. Si mandas a la memoria, puro, limpio y santo, lo que leíste, lo que oíste, cuando comiences a descansar en aquel desierto interior, es decir, en la buena conciencia, se licua en el interior de tu mente, mana en cierto modo el recuerdo de la palabra de Dios, descansas con los demás en esperanza y dices: «Es verdad, me va bien, tal es mi esperanza, esto me prometió Dios, no miente, estoy seguro». Esta seguridad es el sueño en los riachuelos. Y tendrán sueño en los riachuelos 143.

24. Y les daré la bendición alrededor de mi colina 144. Sea monte o sea colina, sintámonos a gusto en torno a ella. La colina es Cristo mismo, pues él está en medio de nosotros, de modo que nosotros estamos en torno a él. Ya antes había dicho: David será príncipe en medio de ellos 145. Yporque príncipe, por eso mismo colina: suave, no de arduo ni difícil ascenso, pero sólo si los pies no parten del abismo. Y les daré la bendición alrededor de mi colina y haré descender la lluvia a su debido tiempo 146, la lluvia de la palabra de Dios. Hay también una lluvia mala, que derriba la casa construida sobre arena; gran cosa es que la resista una casa fundada sobre arena 147. Pues se trata de la lluvia de la tentación, que busca derribar, no regar la tierra. La lluvia que el Señor dice que hará descender no es de este tipo. Pues ¿qué es lo que dice? Serán lluvias de bendición 148. La mención de la lluvia te había hecho sospechar: serán lluvias de bendición, no de tentación. Serán lluvias de bendición.

25. Considera también para qué aprovecha esa lluvia. Darán su fruto los árboles del campo 149. El campo: cierta llanura, lugares no escarpados, una vida sin excesiva dificultad. Llamó campo a cierta comodidad de esta vida, sin nada de arduo, de fatigoso y difícil. Tal es la vida de muchos fieles de la Iglesia de Dios: tienen cónyuges, hijos, casas propias. Son como árboles en el campo y no tuvieron fuerzas para ascender por ningún tramo escarpado. Con todo, reciban la lluvia; también estos árboles darán su fruto 150. El fruto de estos árboles es: Reparte tu pan con el hambriento, recibe en tu casa al necesitado que no tiene techo 151. A tales árboles decía el Apóstol: No busco la dádiva, sino que exijo el fruto 152. Y los árboles del campo darán su fruto: aunque no sea el mejor, darán cierto fruto propio. Y la tierra dará su fruto: la tierra entera. Y habitarán en su tierra 153. Los campos, las colinas, los montes darán sus productos. ¿Qué puede producir el campo? ¿Qué puede producir la colina? ¿Qué el monte? Sépalo el único agricultor. Y habitarán en su tierra en esperanza. Ya veis que nos promete lo que en este tiempo nos da. Al decir en esperanza, entiendo que se refiere todavía a este tiempo. Pues, cuando hayamos llegado a lo prometido, ya no habrá esperanza, sino que existirá la realidad misma.

25. 26. Y sabrán que yo soy el Señor cuando yo rompa las gamellas de su yugo 154: las gamellas que los estrangulan. Rompe, Señor, las gamellas con las que los herejes estrangulan a los débiles. ¿Qué hay tan angosto y apretado por la gamella como «No oigáis a Cristo, oídme a mí»?. Aparta la gamella, déjame respirar. No sé lo que estás diciendo. Escucho la voz de mi pastor: Por todos los pueblos, comenzando por Jerusalén 155. Permíteme seguir al pastor. ¿Por qué me aprietas? Quita la gamella de mi cuello, tomaré el yugo suave de mi Señor 156. Él oye esto, pero aprieta. Señor, el hereje no quiere eliminar la gamella; rómpela tú. La cruz del Señor eleva hacia arriba, la gamella del hereje oprime hacia abajo. Pero serán quebrados: Cuando rompa las gamellas de su yugo. Quieren imponer su dominio a los hombres, pretendiendo que estén bajo ellos, no bajo Dios. Cuando rompa las gamellas de su yugo: Y les libraré de las manos de quienes los reducían a esclavitud 157. ¿Qué es los reducían a esclavitud? Los forzaban a pecar, puesto que todo el que comete pecado es siervo del pecado 158. Ved, hermanos, hasta qué punto les han persuadido, que dicen: «Ellos darán cuenta de nosotros. Nosotros somos ovejas. Les seguimos adonde vayan». ¿Eres oveja? Escucha al pastor, no al lobo.

27. Y ya no los devastarán más los pueblos 159. No faltan en ningún pueblo: unos aquí, otros allí; no son los mismos allí que aquí, pero no faltan quienes estrangulan con las gamellas a los fieles ni aquí ni allí. Están divididos entre sí, pero todos se unen contra la unidad. La unidad nunca disiente de sí misma, sino que en todo lugar lucha contra los que disienten de ella, en todo lugar se fatiga. Pero en el desierto hay descanso. Y ya no los devastarán los pueblos, y las bestias de la tierra ya no los devorarán 160. Escuchando la voz del pastor se librarán de los dientes de los lobos. No los devorarán las bestias del cálamo, queriendo acomodar las Escrituras a su modo de pensar, apartando sus oídos de los textos manifiestos, queriendo que se les escuche a ellos, no a las Escrituras. Y las bestias de la tierra no los devorarán, y habitarán en esperanza 161. Ved cuántas veces muestra que lo que ahora promete, lo promete para aquí; Dios habla de cosas que muestra aún aquí. Y no habrá quien los aterrorice 162. ¿Cómo no habrá quien los aterrorice? Con toda certeza no habrá. Confío en el Señor 163. Cuando el hombre empieza a decir: Alabaré en Dios el hablar, alabaré la palabra en el Señor 164, no en mí, ellos la alaban en sí mismos, diciendo: «Creed lo que os decimos». Nosotros alabamos la palabra en el Señor diciendo: «Creamos lo que nos dice el Señor». No habrá quien nos aterrorice, porque en Dios alabaré el hablar, en el Señor alabaré la palabra; he esperado en Dios, no temeré lo que me haga el hombre 165. No habrá quien los aterrorice 166.

28. Y les suscitaré una plantación de paz 167. Un testamento de paz, una plantación de paz. Germine lo que planta Dios y arránquese lo que ha plantado el hereje. Lo que plantó Dios de sí mismo, de su Iglesia; de sí mismo, en el cielo; de la Iglesia, en la tierra; de sí mismo, por encima de los cielos; de la Iglesia, por toda la tierra; esto ha plantado Dios. En cambio, «Ven aquí, quédate en el partido de Donato; sólo en África se halla la Iglesia» no lo plantó Dios; no reconozco en ello la planta de Dios. Hay que arrancar lo que hablas, no hay que regarlo. Y les suscitaré una plantación de paz: y ya no habrá quienes perezcan de hambre en la tierra 168. En verdad, hermanos, existe hambre; investigad y ved cuánta hambre pasan. Y lo que es peor, tienen el alimento ante la boca, pero no lo comen; como les pasa con frecuencia a los enfermos, que mueren de desgana, no porque les falte qué comer, sino porque no quieren hacerlo y sienten náuseas. También las Escrituras dicen esto. Tanto aquí como allí suena el salmo: Harán memoria y se volverán al Señor todos los confines de la tierra, y le adorarán en su presencia todas las familias de la tierra 169. Ve que el alimento está servido en la fuente. Si estuvieras sano y comieras, ¿quedarías ahí? Y ya no habrá quienes perezcan de hambre en la tierra, y ya no llevarán la maldición de los pueblos 170. En verdad, hermanos, la Iglesia se ha ensalzado tanto en el nombre de Cristo, que todos los maldicientes están ya confundidos y no se atreven a maldecir. Contra nosotros ya no tienen qué decir sino: «¿Por qué no estáis de acuerdo entre vosotros?» Los gentiles que permanecieron paganos,no teniendo qué decir contra el nombre de Cristo, objetan a los cristianos el desacuerdo entre ellos. Por lo tanto, los herejes que pasen a la Católica, no tendrán este oprobio de los pueblos, ni cargarán con la maldición de la disensión, porque permanecen en la raíz de la unidad, en la plantación de la caridad. No llevarán la maldición.

16. 29. Y sabrán que yo soy el Señor su Dios y ellos mi pueblo, casa de Israel -dice el Señor Dios- 171. Aquí están las ovejas, aquí también la viña. Cuando Isaías hablaba de la viña, recriminando a cierta viña mala, para que no dijera: «No he entendido», expuso al final: La viña del Dios de los ejércitos es la casa de Israel 172. Así no podían replicar: «No se dijo de nosotros, sino de no sé qué viña». Del mismo modo aquí, después de haber hablado sobre las ovejas, al final, para que nadie diga: «Quizá haya otras ovejas de Dios no sé dónde, a las cuales cuida Dios, y yo no las conozco» -aunque es absurdo para el sentido humano que hayan pensado estas cosas-, aquel pastor, compadeciéndose de los débiles, no pasó por alto tales pensamientos y expuso clarísimamente quiénes eran sus ovejas: Y vosotros, mis ovejas y ovejas de mis rebaños, sois hombres 173. Pero ¿qué hombres? ¿Todos? No. Pues dichoso aquel cuya esperanza es el Señor, su Dios 174. Y: ¡Cuán bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón! 175 Dichoso el varón cuyo Dios es el Señor 176.

30. Dios está por encima de todos. Sin embargo, no sé por qué no es fácil que uno se atreva a decir «Dios mío», a no ser el que cree en él y le ama; él sí dice «Dios mío». Te lo has apropiado; esto agrada a aquel de quien eres. Con la dulzura de tu afecto y con amor seguro y confiado, dile sin más: «Dios mío». Lo dices seguro, dices la verdad, puesto que es tuyo y no has intervenido para que no sea también de otro. En efecto, no dices: «Dios mío» como dices «mi caballo». El caballo es tuvo, no de otro. Dios es tuyo y de quien diga «Dios mío» como lo dices tú. Uno y otro dicen: «Dios mío» y «Dios mío». Él es de todos, se da a todos conjuntamente para que gocen de él, estando íntegro en todos, íntegro en cada uno. Pues los que dicen «Dios mío» no se lo dividen entre sí. Si esta palabra, que profiero con mi lengua y con el sonido continuo de letras y sílabas llega íntegra a cada uno, sin que se lo dividan entre sí quienes la oyen; si la palabra, que suena físicamente a los oídos del cuerpo, más claramente de cerca y más débilmente de lejos, la reciben íntegra todos los que la escuchan, sin dividirla entre sí sílaba a sílaba, sino recibiéndola todos entera, ¿cuánto más poseerán todos por igual al Dios omnipresente, que llena todo, no más claramente lo cercano y más débilmente lo lejano, sino que se extiende con poder de uno a otro confín y dispone todo con suavidad 177? Esta luz, hermanos míos, ciertamente corpórea, brilla desde el cielo, surge, se pone, gira, cambia de un lugar a otro; sin embargo, caminan con ella y ella dirige los ojos de todos; la poseen igualitariamente los ojos de todos, sin dividirla. Ningún rico estableció límites para ella, ni el que se anticipó a ver con ella excluyó o redujo los ojos del pobre. Diga el pobre: «Dios mío»; diga el rico: «Dios mío ». Aquel tiene menos, éste tiene más, pero dinero, no a Dios. Para llegar a Dios, el rico Zaqueo regaló la mitad de su patrimonio 178; Pedro abandonó sus redes y la barca 179; la viuda dio dos pequeñas monedas 180; el más pobre alargó un vaso de agua fría 181; el absolutamente pobre y necesitado él mismo, donó solamente su buena voluntad 182. Dieron diversas cosas, pero llegaron a lo mismo, porque no amaron cosas diferentes. Igualmente, también vosotros, hombres, ovejas de Dios, ovejas del rebaño de Dios, no os preocupéis por vuestras diferencias temporales, porque unos se hallen revestidos de dignidad y otros no; unos con dinero, otros sin él; porque unos sean bellos corporalmente, otros menos bellos; unos agotados por la edad, otros jóvenes, otros niños, otros varones, otros mujeres. Dios está igualmente presente en todos. Junto a él tiene más espacio quien más aporte no dinero, sino fe. Y vosotros, hombres, sois mis ovejas -dice-, ovejas de mi rebaño. Y yo vuestro Dios -dice el Señor Dios- 183. ¡Dichosos nosotros con tal posesión y con tal posesor! Pues él nos posee a nosotros y nosotros le poseemos a él. Él nos posee para cultivarnos; nosotros le poseemos para adorarle. Pero nosotros le adoramos en cuanto Dios, él nos cultiva como a su campo. Él nos cultiva para que demos fruto; nosotros le adoramos para dar fruto 184. Todo redunda en beneficio nuestro; él no necesita de nosotros. Te daré -dice- como heredad y posesión tuya los confines de la tierra 185: ved que somos posesión suya; El Señor -dice- es la porción de mi heredad y de mi copa 186: ved que es posesión nuestra. Pero con una distinción: Vosotros sois hombres; yo, el Señor, vuestro Dios -dice el Señor Dios nuestro- 187.