Comentario de Prov 13,7-8
1. 1. Se acaba de leer a vuestros oídos la sagrada Escritura. Ella o, mejor, por su medio, Dios que me manda que me dirija a vosotros, me ha exhortado a buscar con vosotros y a exponeros qué es y qué significa este pasaje leído: Hay quienes afectan ser ricos sin tener nada, y hay quienes se humillan siendo ricos 1. No hay que pensar ni creer de ninguna manera que, con referencia a estas riquezas de que se jactan los soberbios -me refiero a estas visibles y terrenas-, la Sagrada Escritura no se haya preocupado de advertirnos o bien que no las tengamos con algo grande, o bien que no temamos poseerlas. «¿Qué le aprovecha al hombre -dice alguien- afectar ser rico si no tiene nada?» A éste tiene en su punto de mira la Escritura para reprenderle. Pero ni siquiera se ha de admirar, o imitar, o tener por grande a aquel al que parece haber alabado, si se piensa en riquezas temporales y terrenas. Y hay -dice- quienes se humillan siendo ricos. Con razón nos desagrada la persona que, no teniendo nada, presume ser rico. ¿Qué decir? ¿Nos agrada quien, siendo rico, se humilla? Tal vez nos agrade no porque es rico, sino porque se humilla.
2. 2. Asumamos también esto: no es indecoroso, ni deshonesto, ni inútil que las Santas Escrituras nos hayan querido recomendar a los ricos humildes. Nada hay que temer tanto en las riquezas como el orgullo. Además, el apóstol Pablo advierte en estos términos a Timoteo: Manda -dice- a los ricos de este mundo que no sean orgullosos 2. No le asustaron las riquezas, sino la enfermedad de las riquezas. Esta no es otra que un gran orgullo. En efecto, grande es el alma que, viviendo entre riquezas, no la tienta esta enfermedad; es mayor que sus riquezas el alma que las vence, no porque las desprecie, sino porque no las desea. Grande es, por tanto, el rico que no se considera grande por ser rico. Por el contrario, quien por esta razón se considera grande, es orgulloso e indigente: rebosa en su carne, en el corazón mendiga; está hinchado, no lleno. Considera dos odres; uno está lleno; el otro, inflado; ambos son igual de grandes, pero no están igualmente llenos. Si lo miras, te engañas; si lo cuelgas, verás que el lleno se maneja con dificultad y que el inflado se levanta con rapidez.
3. Manda -dijo- a los ricos de este mundo 3. Si añade: de este mundo, es porque los hay que no son de este mundo. ¿Quiénes son éstos? Aquellos que tienen por jefe y cabeza a aquel de quien se dijo: Siendo rico, se hizo pobre por nosotros. Pero si sólo lo fue él, ¿cuál fue su utilidad? Mira lo que sigue: para que con su pobreza nos enriqueciéramos nosotros 4. Pienso que la pobreza de Cristo no nos aportó dinero, sino justicia. ¿De dónde procede su pobreza? De haberse hecho él mortal. Por lo tanto, las riquezas auténticas consisten en la inmortalidad. Habrá verdadera abundancia allí donde no existirá indigencia alguna. 3. Así, pues, como nosotros no habríamos podido llegar a ser inmortales si Cristo no se hubiese hecho mortal por nosotros, por eso siendo rico, se hizo pobre. No dice: «se hizo pobre habiendo sido rico en otro tiempo», sino: siendo rico, se hizo pobre: asumió la pobreza, pero sin perder su riqueza. Internamente era rico, externamente pobre. Dios oculto en su riqueza, hombre manifiesto en la pobreza. Mira sus riquezas: En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios. Esta estaba en el principio junto a Dios. Todo fue hecho por ella 5. ¿Existe alguien más rico que aquel que hizo todas las cosas? El rico puede poseer dinero, pero no puede crearlo. Puesto que habían de ser recomendadas estas sus riquezas, considera su pobreza: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros 6. Con su pobreza hemos sido enriquecidos, puesto que se rompió el saco de nuestros pecados gracias a la sangre que manó de su carne, porque la Palabra se hizo carne para habitar en medio de nosotros. Gracias a su sangre nos despojamos de los vestidos de iniquidad para vestirnos con la estola de la inmortalidad 7.
4. Los buenos fieles son todos ricos. Nadie se desprecie; aunque sea pobre en el almacén, es rico en la conciencia. Quien es rico en la conciencia duerme más tranquilo sobre la tierra que el rico en púrpura. Purificado el corazón de todo delito, no le despierta ninguna preocupación maligna. Guarda en tu corazón las riquezas que te aportó la pobreza de tu Señor. Más aún, ponlo como tu guardián. Para que no desaparezcan de tu corazón las riquezas que te dio, guárdelas quien te las dio. 4. Así, pues, todos los buenos fieles son ricos, pero no ricos de este mundo. Además, ni ellos mismos experimentan sus riquezas; las experimentarán después. La raíz está viva pero, durante el invierno, aun el árbol verde es semejante al seco. Durante el invierno, tanto el árbol seco como el verde están desprovistos del honor de las hojas; uno y otro están desprovistos del honor de los frutos. Llegará el verano y distinguirá a los unos de los otros. La raíz viva produce hojas y se llena de frutos; la seca permanecerá estéril en verano como en invierno. Y así, para aquella se prepara el granero 8; a ésta se le aplica el hacha, para enviarla al fuego, una vez cortada 9. De igual manera, nuestro verano es la llegada de Cristo: nuestro invierno, es la ocultación de Cristo; nuestro verano, su revelación. Por esto, a los árboles buenos y fieles dirige el Apóstol esta recomendación: Pues estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios 10. Muertos, sí; pero muertos en apariencia, porque vivos en la raíz. Espera el verano que ha de venir, cuando continúe y diga: Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros apareceréis con él en la gloria 11. Estos son ricos, pero no de este mundo.
5. Sin embargo, tampoco han sido despreciados los ricos de este mundo. También a ellos los ganó con su pobreza quien, siendo rico, se hizo pobre por nosotros 12. Pues si los hubiese despreciado y no hubiese querido contarlos en el número de los suyos, el Apóstol no hubiese ordenado a Timoteo lo siguiente: Manda a los ricos de este mundo que no sean orgullosos 13. Entre quienes son ricos en la fe, los hay que son ricos de este mundo. Dales órdenes, puesto que también ellos se han hecho miembros de aquel Pobre. Diles lo que temes en ellos a causa de las riquezas: no sean orgullosos, ni pongan su esperanza en riquezas inseguras 14. 5. De ahí le viene el orgullo al rico: de poner su esperanza en riquezas inseguras. En efecto, si mirase en actitud de sabio su inseguridad, nunca se ensoberbecería, sino que estaría siempre con el temor a cuestas. Cuanto más rico fuera, tanto más se preocuparía, incluso con relación a esta vida, no sólo con relación a la otra. En las turbulencias del mundo muchos pobres se hallaron más seguros; en cambio, muchos fueron buscados y capturados por ser ricos; muchos lamentaron haber tenido riquezas que en ningún modo pudieron mantener siempre; muchos se arrepintieron de no haber seguido el consejo de su Señor, que dijo: No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y herrumbre los corroen y donde los ladrones socavan y roban. Amontonaos más bien un tesoro en el cielo 15. No os digo que los perdáis, sino que los cambiéis de lugar. Cuando perdieron no sólo sus bienes sino también a sí mismos por causa de ellos, muchos que no quisieron seguir el consejo se arrepintieron de no haber obedecido. Manda a los ricos de este mundo que no sean orgullosos 16 y se cumplirá en ellos lo que hemos escuchado en los Proverbios de Salomón: Hay quienes siendo ricos se humillan 17. Ello es posible, pensando en las riquezas temporales. Sea humilde: encuentre mayor gozo en ser cristiano que en ser rico. No se infle, no se envanezca. Mire al hermano pobre; no tema llamarse hermano del pobre. Por muy rico que sea, más rico es Cristo, quien quiso que fuesen sus hermanos aquellos por quienes derramó su sangre.
6. 6. Mas, para que no digan los ricos que no saben qué hacer con sus riquezas, el Apóstol mandó a Timoteo que los orientase con un consejo, no sólo que los reprimiese con un precepto. Después de decir: Ni pongan su esperanza en riquezas inseguras, para que no pensasen que no les quedaba esperanza alguna, añadió: sino en el Dios vivo, que nos concede todo con abundancia para que lo disfrutemos 18: los bienes temporales para usar de ellos, los eternos para gozar de ellos. Mas ¿qué han de hacer de sus riquezas? Sean ricos -dijo- en buenas obras, den con facilidad 19. Para esto son útiles las riquezas, para que no tengas dificultad en dar. El pobre quiere, pero no puede; el rico quiere y puede. Den con facilidad, repartan con los demás, atesoren para sí una buena base para el futuro, a fin de conseguir la verdadera vida 20. Pues esta vida es falsa. Engañado por esta falsedad, aquel que vestía púrpura y lino despreciaba al mendigo ulceroso que yacía junto a su puerta. Pero este, lamido por los perros, adquiría para sí un tesoro eterno en el seno de Abrahán y, si no abundaba en riqueza, sí en piadosa y excelente voluntad. Aquel rico que se creía grande por vivir envuelto en púrpura y lino, una vez muerto, fue sepultado en el infierno. ¿Y qué encontró? Una sed eterna; llamas que no se apagaban. A la púrpura y al lino les sucedió el fuego. Ardía aquella túnica de la que no podía desprenderse. A los banquetes sucede la sed y el deseo de una gota de agua caída del dedo del mendigo, igual que éste deseaba las migajas que caían de la mesa del rico. Pero la necesidad de aquél era pasajera; el tormento de éste permanece 21. Consideren esto los ricos de este mundo y no sean orgullosos. Den con facilidad; repartan con los demás, atesoren para sí una buena base para el futuro -donde están los verdaderos ricos, pero no de este mundo- a fin de conseguir la verdadera vida 22.
7. 7. Así, pues, tal vez cuando la Escritura dice: Hay quienes afectan ser ricos sin tener nada 23 pensaba en los andrajosos que son soberbios. Si es difícil tolerar a un rico orgulloso, ¿quién tolerará un pobre orgulloso? Mejores son los que, siendo ricos, se humillan. Sin embargo, la Escritura atestigua que se refiere a otras riquezas, pues añadió a continuación: Sus riquezas son el rescate del alma del varón; el pobre no resiste las amenazas 24. Debemos pensar en un pobre con no sé qué otra clase de pobreza y en un rico con no sé qué otro tipo de riquezas. Son más profundamente ricos los ricos en el corazón, llenos de fortaleza, exuberantes de piedad, pletóricos de caridad, ricos consigo mismos, ricos en su interior. Hay quienes afectan ser ricos siendo pobres 25: se creen justos siendo injustos. En esas riquezas debemos pensar. La Escritura manifestó por qué dijo: Sus riquezas son el rescate del alma del varón 26. «Comprende -dijo- qué riquezas encarezco. Al decir yo: Hay quienes afectan ser ricos sin tener nada y hay quienes siendo ricos se humillan 27, pensabas en aquellas riquezas temporales, terrenas y visibles; pero yo no me refiero a ellas. A cuáles me refiero lo digo a continuación: Sus riquezas son el rescate del alma del varón» 28. Por tanto, de los que no han rescatado su alma, pues son malvados pero, hipócritamente, pretenden parecer justos, es de quienes se dice: Hay quienes afectan ser ricos sin tener nada. Quieren parecer justos sin tener en el almacén de la conciencia el oro de la justicia. Aquellos, sin embargo, de quienes se dijo: Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos 29, están llenos, siendo tanto más humildes cuanto más ricos.
8. 8. ¿Por qué buscas las riquezas que halagan los ojos humanos y carnales? Brilla el oro, pero más la fe. Elige qué vas a tener en tu corazón. Procura estar lleno dentro, donde Dios ve tu riqueza, aunque no el hombre. No debes despreciar lo que tienes dentro porque el hombre no lo vea. ¿Quieres comprobar, que hasta para los ojos de los malvados brilla más la fidelidad que el oro? ¿No alaba el amo avaro al esclavo fiel? Dice que no hay cosa más valiosa que él; más aún, atestigua que no tiene precio. «Tengo un esclavo -dice- que no tiene precio». ¿Esperas que te diga por qué? Quizá danza bien, o tal vez es un cocinero excelente. No se trata de eso. Escucha la alabanza de algo interior: «Nada hay -dice- más fiel». ¿Te agrada a ti, hombre, el esclavo fiel y tú no quieres ser siervo fiel para Dios? Ves que tienes a tu esclavo; piensa también que tienes un amo. A tu esclavo lo pudiste comprar, no crear; tu Señor te creó con su palabra y te redimió con su sangre. Si te envileciste en perjuicio tuyo, recuerda tu precio. Y si lo has olvidado, lee el Evangelio, el libro que te debe instruir. Amas tú la fidelidad en tu esclavo y ¿no puede buscarla tu Señor en el suyo? Da tú lo que exiges de los demás. Da a quien es superior a ti lo que te produce gozo si te lo da el inferior a ti. Amas al esclavo que fielmente guarda tu oro: no desprecies al Señor que misericordiosamente custodia tu corazón. Todos, por tanto, tienen ojos para alabar la fidelidad, pero sólo cuando exigen que se la guarden a ellos. Pues cuando se la exigen a ellos, cierran los ojos; no quieren ver cuán hermosa es. ¿O acaso por una necedad estúpida no quieren darla para no perderla, del mismo modo que cualquiera teme dar el dinero porque, si lo da, se queda sin él? No es así como se da la fidelidad; se da y se retiene. Más aún, aunque resulte extraño decirlo, si no se da, no se tiene.
9. 9. Sus riquezas son el rescate del alma del varón 30. Con razón insultó Dios a aquel rico lleno de vanidad. Lo hizo para amonestarnos a que no imitemos el proceder de aquel a quien, sobreviniendo una época de abundancia de frutos, le turbó más la abundancia que la escasez 31. Pensó para sí y se dijo: ¿Qué haré? ¿Dónde almacenaré mi cosecha? 32 Y después de muchos apuros y angustias, al final creyó haber encontrado qué hacer. Pero era una decisión vana: la ideó la avaricia, no la prudencia. Destruiré -dijo- mis depósitos viejos, que son pequeños, y construiré otros mayores y los llenaré. Entonces diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes, sáciate y regocíjate. (Dios) le dice: Necio 33; eso eres precisamente allí donde piensas mostrarte sabio. ¿Qué dijiste, idiota? «Digo a mi alma: Tienes muchos bienes, sáciate». Esta noche se te quitará el alma; esto que has preparado, ¿para quién será? 34 ¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si es en detrimento de su alma? 35 Por tanto, sus riquezas son el rescate del alma del varón 36. Estas riquezas no las poseía aquel hombre vano e idiota. No rescataba su alma con limosnas; almacenaba frutos perecederos. El que iba a perecer -repito- recogía frutos perecederos, no donando nada al Señor hacia el que tenía que emigrar. ¿Qué cara pondrá en el juicio cuando comience a escuchar: Tuve hambre, y no me diste de comer 37? Pues deseaba saciar su alma con banquetes superfluos y excesivos; lleno de soberbia, despreciaba tantos y tantos vientres vacíos de los pobres. No sabía que los estómagos de los pobres eran más seguros que sus depósitos. Lo que escondía en sus depósitos tal vez lo robarían los ladrones; si, en cambio, lo hubiese escondido en el vientre de los pobres, sería digerido en la tierra, pero lo guardaría con más seguridad en el cielo. En conclusión: Sus riquezas son el rescate del alma del varón 38.
10. 10. ¿Y cómo sigue? El pobre no resiste las amenazas 39. El pobre, es decir, la justicia vacua, la que no tiene dentro la plenitud del espíritu, ni ornamentos ni utensilios espirituales; la que carece de todo aquello que no se ve con los ojos, pero que se percibe mejor con la mente. Al no tener esto dentro, no resiste las amenazas. Cuando le dice algún poderoso: «Di esto contra mi enemigo, profiere falso testimonio para oprimir y dominar a tal persona», tal vez intenta resistir: «No lo hago, no quiero cometer pecado». La negativa dura hasta que el rico comienza a amenazarle. Pero como es pobre, no resiste las amenazas. ¿Qué significa que es pobre? Que carece de las riquezas interiores que poseyeron los mártires, quienes despreciaron todas las amenazas del mundo por la verdad y la fe en Cristo. Nada perdieron de su corazón, y en el cielo ¿cuánto encontraron? El pobre, pues, no resiste las amenazas 40. No puede decir «no lo hago» a un rico que le fuerza a proferir un falso testimonio en daño de otro. No tiene en su interior qué responder, no tiene consistencia ni lleno su tesoro interior; no es tal que diga -pues carece de fuerza para ello-, no es tal que diga: «¿Qué me puedes hacer tú que me amenazas? A lo máximo, quitarme lo que tengo. Me privas de lo que voy a dejar; me quitas lo que, aunque no me lo quites, es posible que lo pierda aún en vida. De mi arca interior nada pierdo. Cuando me amenazas con quitarme lo que poseo en mi interior, es verdad que quieres quitármelo. Pero aquello otro puedes quitármelo y quedarte con ello; mas si con tus amenazas me quitas la fidelidad, yo la pierdo, pero tú no la tendrás. Por tanto, no hago lo que me propones ni me preocupan tus amenazas. Puedes también cometer la crueldad de exiliarme de la patria: me dañarías solamente si me exiliases a donde no puedo encontrar a mi Dios. Quizá hasta podrás quitarme la vida: derribada esta casa carnal 41, me marcho como inquilino sano y salvo, y llegaré seguro a aquel a quien guardo fidelidad y entonces ya nunca te temeré. Mira, pues, con qué me amenazas para inducirme a proferir un falso testimonio. Me amenazas con la muerte, sí, pero la del cuerpo 42. Más temo al que dijo: La boca que miente da muerte al alma» 43. Quien está lleno y repleto de esas riquezas, da esta respuesta u otras más contundentes, a quien le presenta tales amenazas. Pero el pobre no resiste las amenazas 44.
11. 11. Seamos, pues, ricos y temamos ser pobres. Busquemos llenar nuestro corazón con las riquezas de quien es verdaderamente rico 45. Si tal vez alguno de vosotros entra dentro de su corazón y no encuentra allí estas riquezas, llame a la casa del rico, esté como piadoso mendigo a la puerta de aquel rico, para que se haga rico con sus donaciones. En verdad, hermanos míos, debemos confesar al Señor nuestro Dios nuestra pobreza, nuestra miseria. La confesaba el publicano, que ni se atrevía a levantar los ojos al cielo 46. Como hombre pecador, no tenía con qué levantar sus ojos. Miraba su vaciedad, pero reconocía la plenitud del Señor; sabía que venía sediento a la fuente. Mostraba sus fauces resecas, piadosamente sacudía los pechos que iban a llenarse. Señor -dijo, dándose golpes de pecho y volviendo sus ojos a la tierra-, ten compasión de mí, pecador 47. Pienso que en cierto modo ya era rico cuando pedía y pensaba estas cosas. Pues si todavía era completamente pobre, ¿de dónde sacaba las piedras preciosas de esta confesión? Pero descendió del templo justificado, con mayor abundancia y más lleno. El fariseo, por el contrario, subió a la oración y no pidió nada. Subieron -dice- al templo a orar 48. Uno pide, el otro no pide. Pero ¿cómo ora uno de ellos? Hay quienes se consideran ricos sin tener nada 49. Señor -dice-, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: injustos, ladrones, adúlteros; ni como este publicano. Ayuno dos veces en sábado; doy los diezmos de todo lo que poseo 50. Se jactó; estaba hinchado, no lleno. Se consideró lleno sin tener nada. El otro, que ya tenía algo, se reconoció pobre. Para no decir otra cosa, poseía la piedad por la que se confesaba pecador. Descendieron ambos. Pero el publicano -dijo- descendió justificado y no el fariseo 51. Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado 52.