David y Goliat (1 Sam 17), y el desprecio del mundo
1. 1. Para curar y sanar toda clase de enfermedad del alma, nuestro Dios y Señor, preparó múltiples medicamentos a partir de las Santas Escrituras. Leer las lecturas divinas es como sacar del anaquel aquellos que, por mi ministerio, se aplicarán a nuestras heridas. En efecto, confieso que no soy uno de los auxiliares del médico -por cuyo medio él se digna sanar a otros- que personalmente no tenga necesidad de ser curado. Si acudimos a él, si nos entregamos a él enteramente para que nos cure, sanaremos todos. Se han leído muchas cosas, grandiosas y necesarias. Aunque todas sean de esa condición, algunas están, sin embargo, más ocultas en las Escrituras para solicitar a los investigadores; otras, en cambio, se ponen a la vista y a la luz para que curen a quienes las deseen. Este salmo contiene grandes misterios. Si quisiera tratarlos uno por uno, temo que no lo soporte nuestra común debilidad, ya sea por el calor que hace en esta época, ya por las fuerzas físicas, ya por la lentitud de vuestra inteligencia, ya también a causa de mi propia incompetencia. Así, pues, gustaremos unas pocas cosas; las que juzgo suficientes para cumplir nuestro ministerio y para satisfacer el deseo de vuestra caridad.
2. 2. En primer lugar, el título del salmo es: A Goliat 1. Los que no carecen de instrucción acerca de las Sagradas Escrituras, aquellos a los que les gusta frecuentar esta escuela, los que no aborrecen, como los alumnos desesperanzados, al maestro y prestan atención a los lectores en la iglesia, y los que abren el recipiente de su corazón a lo que fluye de la Escritura divina; los que no se dedican dentro de estos muros a arreglar los asuntos de su casa ni se deleitan en chismes de barrio, de modo que se reúnen aquí para hallar con quienes hablar frivolidades, no con quienes escuchar cosas útiles; los que no aman hablar de asuntos ajenos descuidando los suyos; lo que no asisten con estos fines y asisten frecuentemente, no desconocen el significado del título de este salmo: A Goliat, porque saben quién fue este sujeto. Sin embargo, pensando en otros que al menos ahora prestan atención, aunque en otras ocasiones no la presten o que tal vez acostumbraron a sofocar en su corazón la semilla, es decir, la palabra útil, con las espinas mundanas -las preocupaciones por los asuntos mundanos 2-, voy a referir también estos hechos, aunque son antiquísimos y muy conocidos para quienes suelen estar atentos y se dedican al estudio de las letras divinas.
3. 3. Goliat fue un filisteo, uno de tantos forasteros, es decir, extranjeros que combatían a los hijos de Israel en aquella época 3. Mas por aquel mismo tiempo, el santo David, autor de este salterio, mejor aún, mediante el cual el Espíritu Santo nos lo regaló, era un joven que, aún en su tierna edad, siendo apenas un muchacho, apacentaba las ovejas de su padre. Sus hermanos de más edad, ya adultos, eran soldados y formaban parte del ejército del rey. Enviado por sus padres, les llevó algo de la casa para sus necesidades. Y de esta manera se encontró en tiempo de guerra en el ejército sin ser aún soldado, pero servidor y hermano de los soldados. Entonces se presentó el mencionado Goliat, de enorme estatura física, diestro en el manejo de las armas, formidable atleta, lleno de jactancia, quien orgullosamente retó a un duelo al pueblo enemigo. Es decir, propuso que uno, elegido entre los israelitas, saliese a combatir con él, de modo que se decidiera el resultado de la guerra luchando sólo ellos dos, habiendo pactado y acordado con anterioridad que si uno de los dos vencía, se otorgase la victoria a la parte de la que procedía. El rey de Israel, el del pueblo judío, era Saúl. Este estaba angustiado y sudaba, buscando dentro de sus huestes alguien similar a Goliat, y no encontraba a nadie semejante a él ni en fortaleza ni en osadía y capacidad de provocación. Envuelto en estos sudores, David, un muchacho aún, se atrevió a plantar cara a Goliat, confiando no en su fortaleza, sino en el nombre de su Dios. Se lo comunicaron al rey, basándose no tanto en su atrevimiento de adolescente como en la confianza que inspiraba su piedad. Tampoco el rey dijo que no, ni lo rechazó. Viendo al osado adolescente, comprendió que en él había algo de la divinidad y que aquella tierna edad no podía presumir de tales cosas sin una inspiración del cielo. Accedió de buen grado, y David salió contra Goliat.
4. 4. Todos los que formaban el ejército de donde había salido David confiaban solamente en Dios; los otros, en cambio, tenían toda su esperanza en la fortaleza de un solo hombre. Pero ¿qué es el hombre, sino lo cantado en este salmo: El hombre se asemejó a la vanidad, y sus días pasan como una sombra 4? La esperanza de los segundos era vana, porque estaba puesta en una sombra que pasa. David fue armado buscando cierta igualdad por las armas, ya que era desigual en edad y fuerza. Las armas viejas, sin embargo, no le servían de ayuda, antes bien eran una carga para sus pocos años. A esto se refiere lo que anticipó la lectura del Apóstol que precedió al salmo y que decía: Despojaos del hombre viejo, y revestíos del nuevo 5. No quiso David la vejez de las armas, y las rechazó. Dijo que le eran una carga porque le dificultaban los movimientos. Él quería ir al combate libre de toda impedimenta, fuerte no en sí mismo, sino en el Señor; armado más con la fe que con la espada.
5. Sin embargo, habiéndose quitado la armadura, eligió un medio con que luchar y ello no sin un significado. Pues veis como dos vidas luchando entre sí: una, la vieja, significada en los extranjeros; otra, la nueva, en los israelitas. En aquella parte, el cuerpo del diablo; en ésta, una prefiguración de Jesucristo. 5. Cogió cinco piedras del torrente, del río, las metió en su cuerna de pastor de que se servía para ordeñar y con esta armadura se presentó al combate 6. Las cinco piedras simbolizaban la ley, pues esta se contiene en los cinco libros de Moisés. En la ley misma hay diez saludables mandamientos, a los cuales sirven todos los demás. La ley, en consecuencia, está prefigurada tanto en el número cinco como en el diez. Por eso David luchó con el cinco y cantó con el diez, diciendo: Te cantaré con el arpa de diez cuerdas 7. Con todo, no le arrojó las cinco piedras, sino que cogió solamente una. En el número de piedras quiso significar el número de libros; en la única piedra, la unidad de los que cumplen la ley, pues la unidad, es decir, la caridad, cumple la ley. Por eso él sacó del torrente cinco piedras. ¿Qué significaba en aquella ocasión el torrente?
6. En la Escritura no es uniforme el significado de las cosas. También esto debe tenerlo en cuenta vuestra santidad para comprender otras reglas de manera que escuchéis al lector con capacidad de aprender. Lo que está escrito alegóricamente en las Escrituras no significa siempre lo mismo. No siempre el monte significa al Señor, ni tampoco la piedra o el león. Ni siempre significa algo bueno, ni siempre algo malo; depende de los pasajes de la Escritura, teniendo en consideración las restantes circunstancias de la lectura misma. Como en muchos millares de palabras o discursos las letras se repiten siempre las mismas sin aumentar, las palabras son infinitas, pero el número de letras es limitado. Nadie puede enumerar las palabras; sí, en cambio; las letras de las que se compone la multitud de las palabras. Cuando una letra se pone en diversos contextos y cuadra en uno preciso, no está al servicio de una única realidad. ¿Qué cosa tan opuesta como Dios y el diablo? Sin embargo, una y otra palabra comienzan con la letra «d»: tanto Dios como diablo. Como la letra cuadra en distintos lugares, yerra y es bastante absurdo y de mente pueril quien, al leer, por ejemplo, la letra «d» en el nombre de Dios, temiese ponerla en el nombre del diablo, como si con ello injuriase a Dios. Del mismo modo, quien sin formación escucha las divinas Escrituras y oye, para no salirnos de este ejemplo, que ha de entenderse alegóricamente la palabra río en aquel texto: La corriente del río alegra la ciudad de Dios 8 -el texto se refiere a la inundación del Espíritu Santo, de la que en otro lugar dice el profeta: Se embriagarán de la abundancia de tu casa y les darás a beber del torrente de tu placer 9-; quien, repito, entienda siempre el río como referido a algo bueno y lo alabe y se deleite en ello, este mismo se asustará cuando en otro lugar se le diga que el río significa a los hombres que pasan, entregados a las cosas temporales, fluyendo también ellos con el amor de las cosas pasajeras. Como había aceptado que en otro pasaje río significaba algo bueno, sufre una gran turbación. Así se vuelve mudo en cuanto a las Escrituras se refiere, igual que se hace mudo en el ámbito de las letras el que no quiere poner las mismas letras en otras palabras, sino que las asigna sólo a aquellas en las que las conoció antes.
7. 7. Si vuestra santidad ha captado esto, os he dicho una cosa, a mi parecer, de gran utilidad y que os ayudará mucho no sólo para escuchar mis exposiciones y, además, para entender las mismas Escrituras, de donde tomo lo que os expongo. Así, pues, el río del que David cogió las cinco piedras, no significó nada bueno en aquella circunstancia. Sé que a algunos les puede venir a la mente que también aquel río significa algo bueno; es el caso de que alguno quisiera ver simbolizado en él el bautismo, de modo que las piedras sacadas del bautismo, es decir, los hombres bautizados, disponen de gran fortaleza contra el diablo, significado por Goliat. Sin embargo, en el número cinco tenemos el criterio de interpretación: como había dicho, la ley está significada en el número cinco, en atención a los cinco libros de Moisés. ¿Qué significa el que las piedras hayan sido tomadas del río y puestas en la cuerna pastoril? Ya dije que, con la venida de nuestro Señor Jesucristo, la ley se sustituyó por la gracia, para que el diablo fuese verdaderamente vencido. Porque, ¿qué cosa significa mejor la gracia que la abundancia de leche? Se recogieron aquellas piedras del río. El río significa el pueblo inestable, entregado a los negocios temporales, amante de lo que es pasajero y que por el ímpetu de sus apetencias ilícitas, se sumerge en el mar de este mundo. Así era el viejo pueblo de los judíos. Había recibido la ley; pero la pisoteaba, pasaba por encima de ella y era arrastrado al mar como un río que discurría sobre aquellas piedras. En realidad, aquellas piedras no servían al río de gaviones para acotar su cauce. Si hubieran servido para eso, significarían la fuerza opresiva de la ley y a los que, habiendo comenzado a fluir tras sus placeres y apetencias ilícitas, llegados a los preceptos de la ley, se detienen y refrenan el ímpetu de sus pasiones. No eran de esta clase aquellas piedras, pues estaban inmóviles en medio del río y sobre ellas discurría el agua, igual que el pueblo pecador pasaba por encima de la ley. Por esto, el Señor sustituyó la ley por la gracia; es decir, tomó del río las piedras y las guardó en la cuerna de pastor.
8. 8. Por tanto, piense en la gracia quien quiera cumplir la ley. Los diez mandamientos del arpa de diez cuerdas son los mismos que tenía el viejo pueblo, pero lo oprimían mediante el temor. No tenían la caridad, obra de la gracia, sino el temor 10. Los mandamientos del Señor eran penosos para aquel pueblo, que era incapaz de llevarlos a cumplimiento con amor. Lo intentaba, pero la pasión torcida lo vencía. Así, pues, cuando alguien da el salto hacia la gracia, no va a cumplir otros preceptos distintos, sino que con ella cumplirá los que antes no podía cumplir. La fuerza no está en los preceptos, sino en la gracia de Dios pues, si estuviera en ellos, los cumpliría. El que pasa a Cristo, pasa del temor al amor y comienza a poder ya con el amor lo que con el temor no podía. Y quien se azoraba cuando vivía en el temor, no lo hace al vivir en el amor. Por tanto, como al decir: te salmodiaré con el arpa de diez cuerdas 11, David significa al hombre que pasa a la gracia, cantar la gracia en los diez mandamientos es cumplirlos con alegría.
9. 9. Para que sepáis, hermanos, que es la gracia quien los cumple, nadie debe presumir de sus propias fuerzas. Cumplirlos equivale a presumir de la gracia de Dios. Dios te llama y te ordena que los cumplas, pero él da las fuerzas para que puedas cumplir lo que te manda. Por tu parte debes aportar la fe suficiente para humillarte con la inundación de la gracia, a fin de que supliques a Dios, no presumas de nada tuyo, te despojes de Goliat y te revistas de David. A esto se refiere lo que se dice en el mismo salmo que ya había empezado a comentar: ¿qué es el hombre? 12 Es una advertencia para que no presuma de sí mismo. Ved, pues, cómo canta contra Goliat, que presumía de sí mismo, y te recomienda a David, que, apareciendo débil ante los hombres, tenía en Dios la máxima firmeza. ¿Qué es el hombre? Y dice lo que es el hombre: Puesto que te has manifestado a él 13. Todo lo que es el hombre radica en que Dios se le manifiesta; pues, si no se le revela, el hombre no es nada. ¿Qué es un hombre a quien Dios no se le ha manifestado? El hombre se asemejó a la vanidad; sus días pasan como una sombra 14. Luego, ¿qué es el hombre, puesto que te has manifestado a él, y el hijo del hombre, pues le aprecias? 15 ¿Qué quiere decir le aprecias? Que te agradó escogerlo y colocarlo en un puesto muy alto y sublime en virtud de tu bondad, no de sus merecimientos.
10. 10. Busca qué es lo que el hombre tiene de propio; encontrarás el pecado. Busca qué tiene de propio el hombre; hallarás la mentira. Borra el pecado, y todo lo que encuentres en el hombre es don de Dios. Por lo tanto, no ame el hombre lo que es suyo. También a esto puede referirse lo que dice el Apóstol: no busque nadie lo que es suyo 16. Algunas veces las personas oyen esto de boca de los lectores y se animan a robar lo ajeno. Es de importancia saber quién te dice: «No busques lo que es tuyo». A veces lo dice un mal consejero; otras veces, un buen maestro. Dios es el buen maestro. Por tanto, cuando oyes que él dice «no busques lo que es tuyo», no lo tomes en el sentido en que suele decirse. Lo que Dios te aconseja es algo bueno. Lo que decíamos: «busca lo que es tuyo», se refiere a tu pecado. Así, pues, si no buscas el pecado, no buscas lo que es tuvo. No busques la mentira y no buscas lo que es tuyo. La verdad procede de Dios; la mentira, de ti mismo.
11. 11. Cuando el diablo de vez en cuando sugiere alguna cosa, él aprisiona al que consiente, pero no fuerza al que no quiere. Él no seduce o arrastra a nadie, sino al que encuentra ya semejante de alguna manera a él. Encuentra a alguien que desea algo, y el deseo abre la puerta a las insidias del diablo. Advierte que él teme algo, y le amonesta a huir de lo que ve que teme; le amonesta a conseguir lo que ve que desea. Él accede al hombre por estas dos puertas: la del deseo y la del temor. Ciérralas y de este modo cumples lo que decía el Apóstol en la lectura de hoy: No deis lugar al diablo 17. Con estas palabras quiso decir el Apóstol que, si el diablo entra y toma posesión, es porque el hombre le dio la oportunidad de poder entrar.
12. Puesto que no es nada el hombre a quien Dios no se le ha manifestado y a quien no estima, Dios le da su gracia. Esta gracia encuentra en él algo punible y le perdona todo cuando se reconoce pecador, para coronarlo, si cree. 12. ¿Qué encontró Dios en los hombres cuando vino, sino algo que condenar? Así es, hermanos; pensad y ved que tanto en el pueblo israelita como entre los gentiles no encontró nada que no fuese merecedor de castigo. Por lo tanto, quiso descender a los pecadores en forma humilde 18, no en condición de juez, circunstancia en que les ahorra el castigo, para otorgarles antes la misericordia del perdón de sus pecados y así mostrar luego su severidad con el castigo de los mismos. No abusemos, es decir, no usemos mal de su misericordia, y no experimentaremos su severidad. Así, pues, todo lo que es el hombre radica en que se le manifiesta Dios, en que le otorga su gracia, de la que presumía David. Goliat, en cambio, orgulloso, hinchado, engreído de sí mismo, de sus fuerzas, de entrada depositó sobre su sola persona el peso de la victoria plena de todo el ejército de que formaba parte. Y como todo orgullo se caracteriza por la desfachatez de cara, fue derribado por la piedra que le llegó a la misma frente. Así quedó en nada la frente que encerraba la desfachatez de su orgullo y venció la que llevaba la humildad de la cruz de Cristo.
13. 13. Por lo mismo, también nosotros llevamos en la frente la señal de la cruz. ¿Quién lo entiende? Os digo esto, hermanos, porque son muchos los que se signan con ella y no quieren entender. Dios busca realizadores de sus signos, no meramente pintores. Si llevas en la frente la señal de la humildad de Cristo, lleva también en el corazón la imitación de su humildad. Dije también, hermanos, que da entrada al diablo el que le abre las puertas del deseo y del temor. Pero ¿de qué deseo y de qué temor se trata? Pues nosotros deseamos el reino de los cielos y tememos el infierno. Pero de la misma manera que aquellas puertas, el deseo de las cosas temporales y el temor de las penas también temporales arrastran frecuentemente a la maldad y dan paso al diablo, así el deseo de las cosas eternas y el temor de las penas igualmente eternas hacen lugar en el corazón a la palabra de Dios.
14. 14. Seré, pues, breve, hermanos: si queremos vivir santamente, amemos más lo que nos promete Dios que lo que nos promete este mundo; asimismo, temamos más aquello con que nos amenaza Dios que aquello con que nos amenaza este mundo. ¿Acaso es mucho o muy largo lo que os he dicho? Se te presenta la tentación de cometer algún fraude; quieres cometerlo para conseguir dinero. Dios promete a los que no roban el reino eterno de los cielos; a ti te vence el deseo del dinero. Pero ¿quién hay que no desee el reino de los cielos? Sin embargo, el desear más lo terreno es pecar; pecar es preferir lo presente, no creer lo aún futuro; preferir lo que ve el hombre y no desear lo que promete Dios, siendo así que lo que el hombre ve se nos puede quitar de delante de los ojos, puede perderse aun después de poseído; pero lo que nos promete Dios de momento no puede contemplarse con los ojos del cuerpo, y cuando alguien llegue a obtener esas promesas no teme ya perderlas, porque nadie hay más poderoso que el que se las concedió. Por lo tanto, hermanos, adheríos con el amor a las promesas de Dios, y así no os vencerán los deseos de este mundo.
15. 15. De nuevo llega la tentación del temor. Alguien te dice: «Aduce en mi favor un falso testimonio». Primero te promete algo; y si no te ha camelado, si tal vez antepones las promesas de Dios al ofrecimiento de los hombres, no te vence la codicia. Te tienta con amagos y comienza a amenazarte con cosas horribles. Quizá es uno de los poderosos de la ciudad, uno de los potentados de este mundo; parece que es capaz de llevar a cabo sus amenazas. Te vence el temor del mal inminente, del que ciertamente podría librarte Dios, si esto le pareciese que iba a ser para tu bien; y, si no quisiera apartarlo de ti, deberías comprender que no permitiría que te sucediera si no supiera que era de utilidad para ti. El mismo Dios apartó el fuego de tres muchachos 19. ¿Acaso ha cambiado Dios porque no libró de la espada a los mártires? El Dios de los tres muchachos y el de los macabeos era el mismo. Los primeros se libraron del fuego; los segundos fueron atormentados con él 20; sin embargo, unos y otros vencieron gracias al Dios eterno. No apreciaron los unos su vida temporal ni los otros se dejaron doblegar por amenazas temporales.
16. 16. Por lo tanto, no tengas miedo al hombre que te amenaza. Pues ¿qué es el hombre? Se asemejó a la vanidad, sus días pasan como una sombra 21. En consecuencia, o no te hará daño y pasará aquella sombra antes que pueda hacer llegar hasta ti su aguijón, pues Dios es poderoso 22. O, si le fuera permitido dañarte, dañará temporalmente a tu sombra, es decir, a lo que tú tienes de transitorio, a tu vida temporal, a tu vida antigua. Porque hasta el momento mismo de la muerte arrastramos algo del hombre viejo 23. Aquel puede dañarte en tu vida temporal, pero nadie puede quitarte la vida eterna; te podrá quitar la impedimenta que aquí te retiene; pero te unirás a Dios, con quien ya estabas unido por la fe que antecede, por la caridad.
17. 17. Por ello se dice con gran finura en los salmos acerca del hombre malvado: como navaja afilada has hecho el engaño 24. De esta forma se burla de él el Espíritu de Dios. ¿Qué es lo que advierte en la navaja? No que los hombres puedan perecer por medio de ella, sino el fin para el que fue hecha. Fue fabricada para afeitar. ¿Qué cosa existe más superflua en el cuerpo que los pelos? ¡Con qué diligencia, con qué esmero, con cuánto cuidado, con qué atención se afila para que corte el pelo! De igual forma se comporta el malvado: se aparta, piensa, repiensa, vuelve a pensar, acumula engaño sobre engaño, busca artificios, prepara ayudantes, compra falsos testigos: afila la navaja. ¿Qué va a hacer con el justo, sino afeitarle lo superfluo?
18. 18. De esta forma, hermanos, si queréis estar preparados para cumplir la voluntad de Dios -cosa que os recomiendo y que me recomiendo antes a mí mismo; más aún, nos lo recomienda a todos quien habla con seguridad-, si queremos estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, no amemos lo pasajero de esta vida, no pensemos que es felicidad lo que así se denomina en este mundo. Esto mismo creían aquellos extranjeros: ponían toda su felicidad en lo temporal y toda su dulzura en una sombra, no en la luz misma, no en la realidad misma. Por tanto, prestad atención a la conclusión de este salmo, titulado A Goliat. Son palabras clarísimas, en un lenguaje tan sumamente sencillo que no requiere ni intérprete ni comentarista. Por la misericordia de Dios aparecen de tal manera que nadie puede decir: «Mira, esto lo dijo como quiso, lo interpretó según su ingenio, lo entendió como le dio la gana». Están escritas así para que nadie encuentre excusas. Fueron puestas por David que hablaba, es decir, por la nueva vida, la vida de Cristo, vida que se nos dio por él, mofándose de la vida vieja, la felicidad vieja de los hombres, la de los que colocan su esperanza en ella, la de los que la consiguen y la de los que se gozan en ella.
19. 19. Con frecuencia vemos a hombres justos que se fatigan en este mundo y a pecadores que viven en él felizmente. Y como si Dios estuviese durmiendo, despreocupado de los asuntos mundanos, éstos se endiosan a menudo impunemente, mientras que, la mayor parte de las veces, a aquellos los quebranta la enfermedad, llegando a pensar que de nada les sirve vivir santamente, porque no tienen aquello en que parecen abundar los pecadores, criminales e impíos 25. Y cuantas veces piden a Dios que les conceda tales cosas, como si de algo grande se tratase, tantas veces yerran, y hay que estar en guardia para que no se entreguen en valía del propio deseo. Pues está escrito: Dios los entregó a los deseos de su corazón 26. Dios se muestra propicio cuando no escucha en cuanto al dar al que pide cosas superfluas y frívolas, pero le escucha en cuanto a su salud, precisamente no concediéndole lo que le pide. ¿Quién no sabe, en efecto, por qué los hombres piden eso? Los hombres buscan de Dios el tener estas cosas para consumirse en sus lujurias, en frivolidades y en espectáculos demenciales.
20. 20. Muéstrame un hombre mundano, que pida a Dios riquezas 27 y las obtenga, y observa cómo le siguen innumerables lazos de muerte. Con ellas oprime al pobre, con ellas un hombre mortal se ensoberbece sobre otro igual a él, busca de los hombres vanos honores. Para conseguirlos les regala diversiones malignas y fuentes de deseos inmorales. Compra juegos y osos, regala sus bienes a los bestiarios, mientras Cristo padece hambre en los pobres. ¿Qué necesidad hay de continuar, hermanos? Pensad vosotros en lo que yo callo: ¡qué mal usan los hombres de las cosas superfluas cuando viven en la abundancia de todo! ¿No sería mejor, cuando el hombre es tal que puede usar así de la abundancia de bienes presentes, que Dios se la quitara o no se la diera? ¿No sería en ese caso un acto de misericordia?
21. 21. Y dirá alguno: «Obré bien, no sustraje nada a nadie, y no me escuchaste. De lo que poseo doy a los pobres; a nadie quité nada. Te lo suplico, concédemelo». Pides una casa de campo como si ello no significara que otro se queda sin ella. Si se te dijera: «Vende tu casa de campo», te asustarías como ante una maldición y lo tomarías como una injuria. Guardas rencor dentro de ti porque oíste que un te invitaba a venderla: ¡como si pudieras comprar la que deseas, a no ser que otro la venda! Y así, si vender es un mal, cuando tanto deseas y suspiras por comprar, buscas un mal para otro. Es un bien encontrar una cartera repleta de dinero perdida en la calle y, al recogerla, exclamas: «Me la puso Dios a la mano», como si pudieras encontrar algo sin que otro lo haya perdido. ¿Por qué no deseas mejor los bienes encerrados en aquellos tesoros, que, sin angustia alguna, todos pueden poseer juntamente contigo? Deseas el oro; desea mejor la justicia; el oro no lo puedes conseguir si otro no lo pierde. Abrazad ambos la justicia y dilataos ambos con ella.
22. 22. Pero volvamos al salmo para que vuestra caridad comprenda que son extranjeros los que juzgan que no hay otra felicidad que la presente. ¿Piensas que eres digno de que Dios te conceda todas estas cosas? Piensa en cómo usas de ellas. Si no te las ha concedido, sábete que es de provecho para ti el que no te las dé el Padre bueno. Porque también cuando tu hijo llora para que le des un cuchillo hermoso y con mango de oro, por mucho que patalee, no le das ese instrumento con que puede herirse. Sálvame, Señor, de la mano de los hijos de extranjeros, cuya boca ha proferido vanidades y cuya diestra es diestra de maldad 28. Y explica qué se entiende por vanidad y qué por derecha. Entiende por derecha de maldad la felicidad de este mundo. No porque no se encuentre en los buenos; pero estos, cuando la poseen, la poseen en la mano izquierda, no en la derecha. En la mano derecha tienen la felicidad eterna; la temporal, en la izquierda. El deseo de los bienes y felicidad eternos no debe mezclarse con el deseo de las cosas temporales, es decir, de la felicidad presente y temporal. A esto se refiere: Ignore vuestra mano izquierda lo que hace la derecha 29. Por eso, su derecha es derecha de maldad 30.
23. 23. Escuchad en qué sentido han hablado vanidad y en qué sentido tienen una derecha de maldad. Escuchémoslo todos; os es de provecho. Escuchadlo y no digáis que no lo habéis oído, pues se ha dicho al criado: Tú debías haber dado, y yo pediría cuentas 31. También dije ayer que nosotros somos siervos que damos, pero es otro el que exige. Nuestras hermanas, al no querer escuchar, parece que no quieren admitir al que les pide cuentas. Pierden el tiempo, hermanos míos; nadie se lleve a engaño. Una cosa es no haber recibido y otra muy distinta no haber querido recibir. Quien rechaza el don de Dios, él mismo se hace culpable de ese rechazo. Como se dijo al siervo administrador: ¿Por qué no diste? 32, así se dirá al siervo en beneficio del cual el otro fue constituido administrador: ¿Por qué no lo recibiste? Si no hubiera habido quien diese, tendrías excusa; si, por el contrario, se hacen oír lo lectores, aunque callen los comentadores; si por doquier se predica la palabra de Dios y se ha dicho con razón: Su voz se extendió por toda la tierra 33, y si el calor de la palabra de Dios se expande por todos los lugares y no hay quien se esconda de su calor 34, no habrá qué replicar a la hora del juicio de Dios. 24. Hermanos, escuchemos y actuemos; si queremos que haya esperanza para nosotros, no pongamos disculpas. A menudo el mendigo que te pide una moneda te está cantando a la puerta los mandamientos de Dios.
24. Escuchemos, pues: Cuya lengua ha hablado vanidad y su diestra es diestra de maldad 35. Ved la felicidad del mundo en la que ponían su esperanza los que han hablado vanidad y cuya diestra es diestra de maldad. Así empieza a decir: Sus hijos son como renuevos bien arraigados 36. Es una felicidad lícita. No ha hablado ni de engaños, ni de perjurios, rapiñas o crímenes: ha hablado de la felicidad de quienes apenas dañan a nadie. Y si ésta ha de ser despreciada, ¿cómo hay que llorar a los que también cometen rapiñas, robos, crímenes, homicidios, adulterios y demás cosas, que hasta la misma felicidad mundana condena?
25. 25. Ved cómo quiere que sea el hombre de vida nueva, cómo quiere que sea el hombre que pertenece a las cuernas pastoriles, a la gracia de Dios y a la leche de que nos nutrimos. Prestad atención ya: Sus hijos son como renuevos bien arraigados, sus hijas están adornadas a semejanza del templo 37. Quizápor esto no nos querían escuchar las hermanas. Escúchennos, pues, quieran o no, y aprendan a venir al templo con la humildad de David, no con la soberbia de Goliat. Pero ¿acaso hay que exponer esto? ¿Acaso resulta oscuro? Hablan los hombres vanidades y se les considera extranjeros. No pertenecen a la herencia de Cristo, al reino de aquel a quien decimos Padre nuestro 38: se les tiene por extranjeros. ¿Y a qué llaman felicidad? Sus hijos, como renuevos bien arraigados 39: como descendencia de descendencia. «Tiene muchos hijos, multitud de nietos; en caso de muerte, está tranquilo». ¡Como si un desastre no pudiese acabar con miles de hombres! Sus hijos, como renuevos bien arraigados. Concedamos que tiene hijos como renuevos bien arraigados. ¿No sucede muchas veces que un incendio en el bosque abrasa también los renuevos cercanos a él? Sus hijas están adornadas a semejanza del templo 40. Pasemos deprisa por aquí, pues hay que tener consideración con el pudor femenino. Reconozcan más bien ellas mismas qué es lo que tienen cuya sola mención nos saca los colores. Sus hijas están adornadas a semejanza del templo. Sus graneros están repletos, rebosantes de frutos de toda especie 41. Como decimos de quienes nadan en la abundancia: «No tiene sitio para más; no sabe cuánto tiene». Se llena una despensa y aún sobran frutos; abundan las posesiones, revientan las despensas de esto y de lo otro 42.
26. 26. Sus ovejas son fecundas, se multiplican con sus partos 43. Entran pocas; paren y salen muchas: se multiplican con sus partos. Elaño anterior eran tantas; este año tantas. Se goza y se alegra: se ensoberbece Goliat y, endiosado con esta felicidad, reta a un combate: «¿Quién puede conmigo? ¿Quién se atreve a luchar conmigo?» ¿No dicen esto los hombres que nadan en la abundancia? ¿No lo piensa diariamente cada uno en su interior? Posee un poco más que su vecino; acaso no dice también: «¿Quién me puede?»; o «si mi vecino me injuria, ¿no le mostraré quién soy?» Mira si no es un Goliat, que reta a un combate. Pero se adelanta David sin ninguna arma de guerra, provisto solamente de unas pocas piedras: derribe él, es decir, el hombre justo, toda soberbia, como lo hicieron los mártires, quienes derribaron a los injustos. Estos eran vencidos en el momento en que parecían ser vencedores: cuando en ellos era vencido el diablo, su jefe.
27. 27. Considerad aquella otra felicidad: Sus ovejas se multiplican con sus partos, sus bueyes están bien cebados. No hay brecha en la cerca 44. Esta suele hacerse con piedras. No hay brecha alguna ni lugar de salida en la cerca: todo está entero, todo perfecto, todo en plenitud. Tampoco hay griterío en sus plazas: no hay discusiones, no hay alboroto. Daos cuenta qué felicidad describe: la de quienes apenas dañan a nadie, para que nadie se diga a sí mismo: «Esto lo dijo de quienes roban las cosas ajenas». No se refiere a esto; de eso hace mención en otro lugar, pues está claro que los delincuentes tienen que ser castigados. De aquí deben comprender el castigo que les espera, cuando es reprobado y catalogado entre los hijos de los extranjeros cualquier persona que, aunque no daña a otros, usa con soberbia y sin moderación de esas cosas. Tampoco buscaba los frutos ajenos aquel rico a quien sus campos dieron una gran cosecha, y quien, encontrándose agobiado por no tener donde almacenar sus frutos mundanos 45 y no viendo a los pobres en quienes podía almacenarse un tesoro para el cielo, dijo: Destruiré mis graneros; haré otros mayores y los llenaré 46. ¿Con qué, sino con frutos que eran suyos? Y diré a mi alma: tienes muchos bienes, sáciate. Pero Dios le dijo: Necio, esta misma noche se te arrebatará el alma, ¿para quién van a ser los bienes que has amasado? 47 Hermanos, de la misma manera que en el Evangelio se llama necio al que goza de la felicidad temporal, aunque traiga su origen de propiedad particular y no del robo de cosas ajenas, así también en este salmo se denuesta la felicidad temporal para que el alma, renovada y regenerada por la gracia de la leche, aprenda a desear la felicidad perpetua y sempiterna. Mira cómo están ligadas las ideas: Sus hijos, como renuevos bien arraigados. Sus hijas están adornadas a semejanza del templo. Sus graneros, rebosantes de frutos de toda especie. Sus ovejas son fecundas, multiplicándose con sus partos; sus bueyes, bien cebados. No hay ninguna brecha en la cerca, ni lugar de salida, ni griterío en sus plazas. Llamaron feliz al pueblo que tiene todo eso 48. Pero ¿quiénes lo dijeron? Aquellos cuya boca ha hablado vanidad 49, antes descritos.
28. Y si aquellos llamaron feliz al pueblo que tiene todo eso, ¿qué dices tú? -¿Qué digo yo? Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor 50. Por lo tanto, es feliz el pueblo que, en lugar de hijos y de hijas ataviadas, en lugar de la gordura de los bueyes, en vez de la fecundidad de las ovejas, en vez de graneros repletos, en lugar de casas sólidas, en lugar de paz, disputas y pleitos civiles; en lugar de toda esta felicidad, quiere poseer a su Dios, para poseer a quien creó todas las cosas, en lugar de ellas, y decir: Para mí es un bien estar unido a Dios 51. Ríndale culto desinteresadamente; ríndaselo cuando le regala todo esto, cuando se lo quita y cuando no se lo concede, y nada tema tanto como verse privado de él. De esta manera, hermanos, el pueblo cristiano que dice en su corazón: «Quíteme lo que él quiera, pero no me prive de él», es el pueblo dichoso, cuyo Dios es el Señor 52.