SERMÓN 29

Traductor: Pío de Luis, OSA

Comentario del Sal 117,1

1. 1. Se nos ha exhortado y el Espíritu de Dios nos ha mandado que confesemos a Dios. Y se nos ha indicado también el motivo para hacerlo: Porque es bueno. Realidad que se expresa en pocas palabras, pero que encierra un pensamiento muy profundo. Confesad -dice- al Señor. Y como si preguntáramos: «¿Por qué?», respondió: Porque es bueno 1. ¿Qué más quieres? O, si buscas otro bien, ¿de qué grado de bondad? Tanta es la fuerza del bien que hasta los malos lo buscan. Pero las otras cosas que se llaman buenas, de algún otro bien reciben el ser buenas. Y si investigamos de quién reciben todas las cosas buenas el serlo, recordemos: Y Dios hizo todas las cosas y he aquí que eran muy buenas 2. Luego no habría ningún ser bueno si no hubiera sido hecho por el Bien. ¿Y por cuál bien? Por aquel que nadie hizo. Así, pues, no habría ningún bien si no hubiera sido hecho por el Bien que no ha sido hecho. El cielo es un bien, pero es un bien creado; buenos son los ángeles, pero fueron creados buenos; buenos son los astros, el sol, la luna, el alternarse de la noche y el día, las estaciones, el sucederse de los siglos, el curso de los años, los retoños de hierbas y árboles, la naturaleza de los animales y, de entre todas estas cosas, el hombre, la criatura que puede confesarle. Todas estas cosas son bienes, pero bienes creados. El ser bienes lo reciben de Dios, no de sí mismas. El que las hizo es el Bien sobre todas las cosas, porque nadie le creó bueno, sino que es bueno por mí mismo. Y no sólo es bueno para sí, sino también para nosotros. Por lo tanto, confesad al Señor porque es bueno 3.

2. 2. La confesión es propia tanto del que alaba como del que se arrepiente. Hay algunos poco instruidos que, en cuanto oyen la palabra «confesión» en las Escrituras, como si no pudiera tratarse más que de la confesión de los pecados, luego comienzan a darse golpes de pecho, como si se les amonestase a confesar sus pecados. Mas, para que sepa vuestra caridad que «confesar» no significa sólo reconocerse pecador, escuchemos a uno de quien jamás podemos dudar que tuviera en absoluto pecado alguno; este exclamaba y decía: Te confieso a ti, Padre, Señor del cielo y de la tierra 4. ¿Quién dijo esto? El que no cometió pecado ni se encontró engaño en su boca 5; el único que pudo decir con verdad: Ved que viene el príncipe del mundo, y no hallará nada en mí 6. Noobstante, confiesa. Pero este que confiesa es uno que alaba, no un pecador. Además, escucha el contenido de su confesión, escucha sus alabanzas: su alabanza es también nuestra salvación. ¿Qué confiesa a Dios Padre el Hijo sin pecado? Dice: Te confieso, Padre, Señor de cielos y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y lo has revelado a los pequeñuelos 7. Esta es la alabanza al Padre que encareció: el haber escondido tales cosas a los sabios y prudentes, es decir, a los soberbios y arrogantes, haberlas revelado a los pequeñuelos, es decir, a los débiles y a los humildes.

3. 3. Es verdad que existe también una saludable confesión de los pecados. Por esto oímos en el salmo que antes se leyó: Pon, Señor, un centinela en mi boca y una puerta de contención en torno a mis labios, de modo que no dirijas mi corazón hacia palabras malignas para buscar excusas en mis pecados 8. Pide a Dios que ponga un centinela a su boca. Expone también y dice para qué necesita el centinela. Hay hombres, y por cierto abundan, que, en cuanto se les acusa de algo, se apresuran a buscar excusas. Excusarse es buscar causas y aducir pretextos por los que parezca que el pecado no tiene que ver con él. Uno dice: «El diablo me lo hizo»; otro: «El destino fue el causante»; un tercero: «Me obligó el hado». Nadie lo pone en su haber. Cuando quieres excusarte a ti mismo es cuando tu acusador triunfa sobre ti. ¿Quieres que sufra y se lamente tu acusador, es decir, el diablo? Haz lo que has oído, haz lo que has aprendido y di a tu Dios: Yo dije, Señor, ten piedad de mí; sana mi alma porque he pecado contra ti 9. Yo -consigna el salmo- yo dije; no lo dijo ni el diablo, ni el destino, ni el hado. Yo dije; no me excuso, sino que me acuso. Yo dije: ten piedad de mí, sana mi alma. ¿De dónde le viene su enfermedad? Porque he pecado contra ti.

4. Por tanto, confesad al Señor porque es bueno 10. Si quieres alabar, ¿qué puedes alabar con mayor seguridad que el bien? Si quieres alabar, si quieres proferir una confesión de alabanza, ¿qué puedes alabar con mayor seguridad que el bien? Y si quieres confesar tus pecados, ¿a quién puedes confesárselos con más seguridad que al Bien? Si los confiesas a un hombre, como es malo, sales además condenado; pero si los confiesas a Dios, como es bueno, quedas además purificado. Si piensas en la confesión de alabanza, sea lo que sea lo que alabes con profusión, tu intención está ocupada en mostrar que es bueno lo que alabas. La razón es que es recto alabar las cosas buenas igual que lo es vituperar las malas. En pocas palabras se te indicó cómo alabar al Señor, tu Dios: Es bueno. 4. Si también tú eres bueno, alaba la fuente de tu bondad presente; si eres malo, alaba la fuente de tu bondad futura. Pues, si eres bueno, lo recibes del que es bueno, si eres malo, lo tienes de ti. Huye de ti mismo y vete al que te creó, porque huyendo de ti, te sigues a ti; y siguiéndote a ti, estás unido a quien te creó.

5. ¡Cuántos bienes deseas, oh hombre malo! Indiscutiblemente eres malo; dime, ¿qué otra cosa quieres sino el bien? No buscas un caballo si no es bueno; no buscas una finca si no es buena; asimismo buscas una buena casa, una esposa buena, una túnica buena, unas cáligas buenas; sólo el alma quieres tener mala. ¿Pero no te das cuenta de que, siendo malo y buscando cosas buenas, te estás contradiciendo a ti mismo? Si buscas cosas buenas, sé tú primero eso que andas buscando. Y si, siendo malo, encontraste muchas cosas buenas, ¿de qué te sirve, puesto que te perdiste a ti mismo 11? Amad vuestras almas si son buenas y odiadlas si son malas. Si amáis a aquel de quien procede todo bien, seréis buenos vosotros. Aborreciendo vuestros males, escoged los bienes.

6. ¿Qué significa aborrecer tus males? Confesar tus pecados con el arrepentimiento. Pues todo el que se arrepiente y confiesa sus pecados con el arrepentimiento se aíra contra sí mismo, y, al arrepentirse, de alguna manera castiga en sí mismo lo que le desagrada. Dios aborrece el pecado. Si también tú aborreces en ti mismo lo que Dios aborrece, de momento ya estás unido a Dios por un deseo, al aborrecer en ti lo mismo que también él aborrece. Ensáñate contra ti, para que Dios intervenga a favor tuyo y no te condene. Sin duda alguna, el pecado tiene que ser castigado; y lo que merece es el castigo y la condenación. El pecado hay que castigarlo necesariamente; o lo castigas tú, o lo castiga Dios. Si lo castigas tú, entonces será castigado sin ti; si, por el contrario, no lo castigas tú, recibe el castigo contigo. Confesad, pues, al Señor, porque es bueno 12. Alabadle cuanto podáis y amadle lo más que podáis. Derramad vuestros corazones en su presencia; pues Dios es nuestro auxilio 13, porque es bueno 14.