Comentario del Sal 93,12-13
1. Acabamos de cantar al Señor: Dichoso el hombre a quien tú enseñes, Señor, y le instruyas con tu ley, para endulzarle los días aciagos en tanto se cava la fosa al pecador 1. Por lo tanto, el hombre instruido por el Señor en la ley de Dios -no el instruido en la ley de Dios, sino el instruido en ella por el Señor- ve endulzados los días aciagos, en tanto se cava una fosa al pecador. En este mundo, la felicidad de los malos se convierte en una fosa para los pecadores. Esa felicidad hace que los hombres, sobre todo los piadosos, se hagan preguntas y quienes no se atreven a reprochárselo al Señor se extrañan en su interior de que ordinariamente los malos vivan felices. Quienes más preguntas se hacen son los que, sabiendo que ellos viven más santamente, se hallan envueltos en miserias y calamidades. Pues contemplan cómo los malos gozan de todo tipo de felicidad en toda clase de bienes, aunque sean terrenos y temporales. En sus miserias no cesan de suspirar y a duras penas contienen sus corazones para no acusar a Dios. Escuchen el salmo y sean felices; instrúyalos el Señor en su ley. Dígales con las palabras de otro salmo: No tengas celos de los malvados ni envidies a los que obran la maldad 2. En efecto, tú, que sentías celos de ellos y les envidiabas, sólo preguntabas «¿por qué florecen?» Escucha lo dicho en la ley de Dios: Porque, como el heno, pronto se secarán 3. Florece el heno: ¿por qué alabas su verdor? Pregunta al verano: pronto se secarán. Toda carne es heno: el heno se secó, la flor se cayó 4. Mira dónde tienes la raíz: La palabra del Señor permanece para siempre 5. Aquellos impíos florecen como el heno: en invierno está verde, seco en verano. Tú, en cambio, fija la raíz en la palabra de Dios, que permanece para siempre; sé un árbol verde aunque no se advierta. Vosotros estáis muertos -dice el Apóstol- y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios 6. Allí está tu raíz; de allí te llega la vida: allí pusiste tu esperanza, si no has fingido la fe. No te apene el invierno, durante el cual muchos árboles fecundos y fructíferos, privados del adorno de las hojas y sin el honor de los frutos, se parecen a los secos, pero no lo están. Cuando florece el heno, estos ni siquiera tienen hojas. Pero lo que he dicho del heno, esto mismo digo también del árbol que vive en forma oculta. ¿Qué he dicho del heno? Si admiras su verdor, pregunta al verano. El verano se constituye en juez entre el heno verde en invierno y el árbol fructífero seco en aquella época. Del mismo modo, el sol de justicia 7 se constituye en juez entre los piadosos que, como en tiempo de invierno, se fatigan en este mundo, y los impíos, que florecen en este período. He aquí que llega el juicio. Dice el árbol al heno florido: «¿Por qué te engríes? Llegará el verano que nos probará». Así, pues, para que tales árboles se amansen en los días aciagos 8, el Apóstol les habla y los consuela anunciándoles el verano, prometiéndoles el verdor: Vosotros estáis muertos -dijo- y vuestra vida -donde está vuestra raíz- está escondida con Cristo en Dios 9. Cuando llegue el verano, cuando aparezca Cristo, vuestra vida -momento del verdor- entonces apareceréis con él en la gloria 10. Finalmente, ¿qué ha de hacer en el verano el sol de justicia? Conoce su sentencia: Pues vendrá -dijo- el Hijo del hombre en su majestad, y todos los ángeles con él, y congregarán en su presencia a todos los pueblos 11. Contempla ahora los árboles y el heno: Los separará, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos, por el contrario, a su izquierda 12. Tal es el juicio del verano. En el verano hay calor. ¿Qué calor? También para los árboles fructífero hay calor, pero a tales calores sigue el verdor. ¿De qué calores se trata? Cuando el rey justo se siente en su trono, ¿quién se gloriará de tener el corazón casto? 13 ¿Quién se gloriará de estar limpio de pecado? ¡Fuertes calores! Pero el mismo juez a quien se temía nos consuela; inmediatamente da un refrigerio que apague los calores y refresque a quienes los sufren. Conservaban la vida en la raíz, no eran árboles secos. Mirad su verdor: Venid, benditos de mi Padre 14. Venid, recibid lo que esperasteis, ved lo que creísteis, tened lo que ansiasteis, poseed lo que amasteis. Venid, benditos de mí Padre, recibid el reino 15. Este es el verdor de verano de los árboles aparentemente secos en invierno, pero verdes en lo oculto. Contemplad ahora la sequedad del heno. El heno seco, ¿a qué fue destinado? Id al fuego eterno 16. Por lo tanto, en los árboles buenos y fructíferos, que se han amansado en los días aciagos, el refrigerio de los premios, el refrigerio del reino de los cielos da consuelo en medio de los calores. Allí se vive para siempre. Lo que se dice en la tierra de cierta hierba denominada «siempreviva», se realiza verdaderamente allí: allí la vida dura por siempre; allí hay solamente vida, no existe corrupción o indigencia alguna, se obtiene un verdor eterno, no se teme la sequedad. A los impíos les dice: Id al fuego eterno 17. Esa es la fosa para el pecador; es una fosa que se cava, y ello se hace en este tiempo. La felicidad del hombre extraviado es la fosa para el pecador. En efecto, cuando obra el mal y es feliz, juzga que Dios no se preocupa de los asuntos humanos. Esta es la fosa para el pecador.
2. Me dirijo, pues, a vuestra caridad: no améis la felicidad de este mundo; y quienes tal vez la poseáis, no pongáis en ella vuestra esperanza; es falsa, engaña, no se la posee. Y si la poseéis, no la améis, no pongáis en ella vuestra esperanza y no se convertirá en fosa. Manda -dice el Apóstol- a los ricos de este mundo; mándales que sean ricos. Pero los ricos de este mundo son los cristianos, los creyentes. Mándales. ¿Qué? Que no se comporten altivamente ni pongan su esperanza en riquezas inseguras 18. Igual que dice también el salmo: Si llueven riquezas 19, como si se tratase de una fuente de donde sacas sin esfuerzo cuanto deseas, y lo que has sacado ha de perecer acto seguido; si fluyen riquezas, no pongas tu corazón en algo que fluye. Si fluye, forma un río; sumerges tu corazón y te lo arrastra. Si también a ti te aconteciese llegar a ser rico, no te dejes llevar por la codicia: recibe lo que se te ofrece, pero no robes lo ajeno; recibe lo que se te ofrece, pero no vendas la justicia. Pues, si vendes la justicia, no pienses que recibes lo que se te ofrece. Recibes lo que se te ofrece cuando te lo da quien quiere, no cuando da también quien no quiere hacerlo. «Vendo la justicia -dice-. ¿Qué mal recibo de un bien?» Entonces, ¡la justicia es para ti en esta tierra algo que se puede comprar! No tienes la justicia, pues, para obtener en cambio el premio celeste, sino para venderla en la tierra. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa 20. He aquí cuando no se lastima la integridad: cuando aceptas lo que libremente te donaron y lo que un amigo te dejó en herencia. No condenó, por lo tanto, la Escritura a los ricos cuando dice: Teniendo con qué alimentarnos y con qué vestirnos, estemos contentos 21. Pues quienes quieren -dijo- hacerse ricos. No dijo: quienes son ricos, sino quienes quieren hacerse ricos, por su misma codicia caen en tentaciones y en múltiples y dañinos deseos, que sumergen a los hombres en la muerte y en la perdición 22. ¿Quieres saber qué vicio denunciaba? La avaricia es la raíz de todos los males 23. No tengas tal raíz; es la raíz del heno que se seca.
3. Por tanto, hermanos míos, los que sois pobres no os despreciéis. Nada es tan rico como la fe. Vuestra despensa exterior está vacía, pero vuestra arca interior está llena. El arca llena es la conciencia buena. El diablo quitó al santo varón (Job) todo lo que poseía exteriormente 24, pero en esta arca no penetró. En ella era rico quien decía: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó 25. El Señor me lo dio, no se gloríe el diablo, el Señor me lo quitó. El malo no quitó sino lo que permitió el bueno que quiso probar mediante la tentación para proponer un ejemplo que imitar. Como al Señor plugo, así se hizo; sea bendito el nombre del Señor 26. Si era pobre, ¿de dónde sacaba cosas tan preciosas? Estaba llena el arca interior, cuyas ganancias crecían a medida que las donaba; además, las donaba y no las perdía. Por tanto, los que sois pobres esforzaos por poseer riquezas interiores, por llenar los corazones de virtudes, por poseer la justicia, la piedad, la caridad, la fe y la esperanza. Estas son las verdaderas riquezas que ni siquiera en un naufragio podéis perder. Y para que la felicidad de los malos no inunde de tristeza a los buenos, que Dios os amanse en los días aciagos 27. Pasan los días desdichados, en los que se ve esta aparente incongruencia; y llegarán los días en que ningún malo sea feliz y ningún bueno infeliz.
4. En cambio, vosotros, los ricos en este mundo, haced lo que aconseja el Apóstol: Sean ricos -dijo- en obras buenas; den con facilidad 28. ¿Por qué han de hacerlo con dificultad, cuando hay de dónde dar fácilmente? Opino que a las riquezas se las llama también facultades, como queriendo decir facilidades, pues también a la pobreza suele llamarse dificultad. Luego den con facilidad, repartan con los demás 29. Tengan ellos, sí, pero den al necesitado; ayuden al compañero y aligeren su peso a la vez. ¡Rico!, en esta vida el pobre se ha convertido en tu compañero de viaje. Adviertes que vais fatigados los dos: él porque no tiene, y tú porque tienes. Él, al no poseer, no tiene donde apoyarse; tú, poseyendo demasiado, tienes algo que te oprime. Ayuda a su pobreza y disminuye tu carga. Por esto se dijo: Repartan con los demás 30. El mismo Apóstol dice también en otro lugar: No se trata de que para otros haya alivio y para vosotros estrechez 31. Por lo tanto, repartan. Posean; pero lo que poseen de más, repártanlo. Así tienen lo necesario y no pierden lo que hayan dado. Serán más dueños de lo que dan que de lo que les quede. Pues esto o bien lo han de dejar aquí 32, o bien lo han de consumir en sus necesidades. ¿Qué se hará de lo que hayan dado? Óyelo también. Sigue así: Atesoren para sí una buena base para el futuro, a fin de conseguir la verdadera vida 33. ¿Qué tiene de grande el haber dado, si has dispuesto emigrar de este lugar donde todo perece 34? Por el hecho de dar a los pobres, los convertiste en tus portaequipajes. En consecuencia, si sois así no floreceréis como el heno en la travesía de este mundo, sino como el olivo, que está verde aun en el invierno, y se dirá por vuestra boca: Yo soy como el olivo fructífero en la casa de Dios 35. Pero, como olivo fructífero en la casa de Dios, mira lo que sigue: He esperado en la misericordia de Dios, no en las riquezas inseguras 36.