SERMÓN 18

Traductor: Pío de Luis, OSA

Comentario del Sal 49,3

1. 1. Acoged con agrado las pocas palabras sobre este salmo que, para exhortar a las mentes de vuestra caridad, me concede el Señor. Este salmo, del que hemos cantado el versículo: Dios, nuestro Dios, vendrá manifiestamente y no callará 1, es una profecía acerca de nuestro Señor Jesucristo. Pues Cristo, el Señor, Dios nuestro, el Hijo de Dios, vino de manera oculta en su primera venida, pero vendrá manifiestamente en la segunda 2. Cuando vino ocultamente, sólo se dio a conocer de sus siervos; cuando venga manifiestamente se dará a conocer a los buenos y a los malos. Cuando vino ocultamente, vino para ser juzgado; cuando venga manifiestamente, vendrá a juzgar. Además, cuando fue juzgado, calló 3; un silencio que el profeta había anunciado de antemano: Fue llevado a la inmolación como una oveja y, como un cordero ante el esquilador, no abrió su boca 4. Dios, nuestro Dios, vendrá manifiestamente y no callará 5. Cuando tenga que juzgar no callará igual que calló cuando tenía que ser juzgado. En realidad tampoco ahora calla, si hay alguien que escuche; pero se dijo que no callará entonces, cuando reconocerán su voz aun los que al presente la desprecian. Pues ahora, cuando se proponen los mandamientos de Dios, a algunos les entra la risa. Y como lo que Dios prometió no se muestra ahora ni se ven cumplidas sus amenazas, se toman a burla sus mandatos. En efecto, ahora hasta los mismos hombres malos gozan de la que se llama felicidad en este mundo; mientras que lo que se considera desgracia en este mundo la sufren también los buenos. Las personas que creen en los bienes presentes y no en los futuros se fijan en que los bienes y los males de este mundo los tienen por igual buenos y malos. Si desean riquezas, advierten que las tienen tanto los peores hombres como los buenos. Si les horroriza la pobreza y las miserias de este mundo, advierten también que en medio de ellas se fatigan no sólo los buenos, sino también los malos, y dicen para sus adentros que Dios no se preocupa de los asuntos humanos, ni los gobierna, sino que nos abandonó sin más para que seamos juego del destino en cierto rincón inferior de este mundo, sin mostrar ninguna providencia hacia nosotros. Y ésta es la razón por la que se origina en ellos el desprecio hacia lo mandado: el ver que no se manifiesta el juicio.

2. 2. A pesar de ello, todos deben tener presente ahora que Dios ve y juzga cuando quiere, y que en un determinado momento no difiere el juzgar y, cuando quiere, lo difiere. ¿Y cómo así? Porque si nunca juzgase ahora, se creería que Dios no existe; y si ahora lo juzgase todo, no reservaría nada para el día del juicio. Pues, si se reservan muchas cosas para el día del juicio y algunas otras se juzgan de inmediato, es para que a aquellos cuyo juicio se difiere les entre el temor y se conviertan. Dios no se complace en condenar, sino en salvar 6, y por eso es paciente con los malos, para hacerlos buenos. Pero dice el Apóstol: Se revelará la ira de Dios contra toda impiedad 7, y Dios dará a cada uno según sus obras 8. No obstante, él amonesta y corrige al hombre que le desdeña, y le dice: ¿Acaso desprecias las riquezas de la bondad y de la generosidad de Dios9 Porque es bueno contigo, porque es generoso, porque es paciente, porque te da un plazo y no te quita de en medio, ¿le desprecias y piensas que no habrá en absoluto juicio de Dios? ¿Ignoras que la paciencia de Dios te impulsa a la penitencia? Tú, en cambio, por la dureza de tu corazón, amontonas ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, el cual dará a cada uno según sus obras 10.

3. Todo lo que ahora hace el hombre lo deposita en un tesoro, pero ignora lo que amontona. Es igual que los ricos que lo depositan en un tesoro terreno: parece que saben lo que amontonan, pero ignoran para quién lo amontonan 11. Ignoran por completo quién poseerá sus riquezas después de su muerte y, algunas veces, van a parar a manos de sus enemigos. Y, por eso, el que renuncia a comer para enriquecerse se estafa a sí mismo para que otro, a cuenta de sus fatigas, abunde, viva en el derroche y en la disolución. 3. Por tanto, como algunos amontonan riquezas sabiendo que las amontonan pero ignorando para quién, de igual manera, pero al contrario, los buenos conocen bien qué depositan en el tesoro celeste pero los malos no saben qué amontonan. El bueno coloca en el tesoro celestial todas las obras de misericordia que hizo a favor de los hombres a los que socorrió, y sabe también que es fiel el guardián que le custodia lo que allí deposita. Y aunque no lo ve, está seguro de su tesoro, porque allí ningún ladrón sustrae nada 12, ningún adversario entra, ningún enemigo malvado y poderoso lo quitará como botín de guerra, sino que permanecerá por siempre, porque lo custodia el Señor todopoderoso. Pues si los hombres confían sus bienes a un mayordomo fiel y se sienten seguros, ¿han de estar inquietos cuando depositan sus obras de misericordia en manos del Señor todopoderoso? Así, pues, saben que todo lo que depositan está a salvo en su totalidad: los que son fieles cuentan con la fidelidad de su Señor, añadida a su poder. Creen, pues, que se lo guarda y descubren que se lo guarda. En efecto, ¿acaso los hombres que atesoran dinero están mirando el arca o recogen o depositan continuamente su dinero en el arca, o lo entierran y lo guardan? No lo ven y, sin embargo, se puede decir que su conciencia sabe que está en el lugar donde lo depositaron. Y tal vez ya se lo ha llevado el ladrón, mientras vive gozoso él que, en su vanidad, lo guardó en vano. En cambio, si depositamos algo en el tesoro celeste, tenemos la seguridad no sólo de que el Señor lo custodia, sino también de que no tenemos que sufrir a ningún ladrón 13 y de que no sufriremos ningún daño. En cuanto a los malos, ellos depositan también en su tesoro todas sus malas obras, y Dios se las guarda. Es lo que dice el Apóstol: Amontonas ira para el día de la ira del justo juicio de Dios 14.

4. 4. Mas, dado que se conserva también todo aquello que hacen los malos, sin que ellos lo sepan, cuando venga manifiestamente nuestro Dios y no calle 15, convocará ante sí a todos los hombres, -como dice en el Evangelio- y los separará, poniendo a unos a la derecha y a otros a la izquierda 16; y comenzará ya a examinar los tesoros de unos y de otros, para averiguar qué es lo que depositó cada uno. Venid, benditos de mi Padre -dirá a los que estén a su derecha-, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde el principio del mundo 17. Recibid el reino de los cielos, el reino sempiterno, la compañía de los ángeles, la vida eterna donde nadie nace y nadie muere. Cuando depositabais en el tesoro vuestras buenas obras, comprabais el reino de los cielos. Les mostrará también sus propios tesoros: Tuve hambre y me disteis de comer, sentí sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, fui peregrino y me hospedasteis, estuve encarcelado y os llegasteis hasta mí, estuve enfermo y me visitasteis 18. Y le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos en tales necesidades y te socorrimos19 Y él replicará: Cuando lo hicisteis a uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis 20. Así, pues, dado que, cuando lo hicisteis a uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis, recibid lo que depositasteis, poseed lo que comprasteis, dado que confiasteis en mí como depositario. A continuación se volverá a los que están a la izquierda y les mostrará sus tesoros vacíos de cualquier obra buena. Id -les dirá- al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles. Tuve hambre y no me disteis de comer 21. O, si habéis hallado algo en este tesoro, o depositasteis algo en él, pensad en ello y se os devolverá. Le dirán: Pero nunca te vimos hambriento 22. Y él les replicará: Cuando no lo hicisteis a uno de mis pequeños, tampoco a mí me lo hicisteis 23. ¿O es que tal vez no me lo hacíais a mí, porque no me veíais caminar en la tierra? Sois tan malos que, si me hubierais visto, me hubierais crucificado como los judíos. En efecto, ¿no matarían incluso hoy a Cristo mismo, si lo hallasen vivo en la tierra, aquellos hombres malvados que se esfuerzan para que, a poder ser, no haya iglesias en que se prediquen los preceptos de Dios? Pero ¿se atreverán a decir, como si hablasen a uno que desconociese los pensamientos de los hombres 24: Señor, cuándo te vimos hambriento? Y él les responderá: Cuando no lo hicisteis a uno de mis pequeños, tampoco a mí me lo hicisteis conmigo 25. Os había puesto en la tierra a mis pequeñuelos necesitados; yo, en cuanto Cabeza -les dirá- estaba sentado en el cielo a la derecha del Padre, pero mis miembros se fatigaban en la tierra, mis miembros tenían necesidades en la tierra. Debíais haberlo dado a mis miembros y la dádiva habría llegado a la Cabeza. Y sabríais que, cuando os puse en la tierra a mis pequeñuelos necesitados, los constituí en portaequipajes vuestros, para que llevasen vuestras buenas obras hasta mi tesoro. No habéis puesto nada en sus manos, y por eso no habéis encontrado nada vuestro en mí».

5. 5. Entonces, pues, no callará, pero se hará visible. Por eso se dijo: No callará 26. Lo lee ahora el lector en el códice y es objeto de desprecio; lo dice con sus palabras el obispo que lo expone o lo comenta, y es objeto de burla. ¿Por ventura será objeto de idéntica burla cuando lo diga el juez todopoderoso en persona? Cada cual recibirá conforme a lo que hizo, sea bueno o malo 27. En aquel día, dirán los malos con un arrepentimiento tardío e infructuoso: «¡Oh, si pudiéramos vivir de nuevo y escuchar y llevar a la práctica aquello que despreciamos!». Esto dirán entonces aquellos que se verán frente a frente con sus maldades, como se dice en el libro de la Sabiduría: ¿De qué nos aprovechó la soberbia y qué bien nos acarreó el jactarnos de las riquezas? Todo pasó como una sombra 28. Veis que se arrepentirán; pero su arrepentimiento ya no les salvará, sino que les atormentará. ¿Quieres tener un arrepentimiento provechoso? Tenlo ahora, pues si lo tienes ahora, te corregirás, y, una vez que te hayas corregido, se vaciará aquel tu tesoro en que amontonabas tus obras malas y se llenará tu otro tesoro en que se acumularán tus buenas acciones. Pero, en la eventualidad de que te conviertas al Señor, si mueres al instante, ¿no se encontrará acaso ninguna obra buena tuya en aquel tesoro? Sin duda alguna que encontrarás tus obras, ya que está escrito: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad 29. Dios no lleva cuenta del caudal, sino que premia la buena voluntad. Él sabe bien que quisiste y no pudiste; consigna como cosa hecha aquello que deseabas hacer. Luego es preciso que te conviertas, no sea que, retardando la conversión, mueras de repente y te halles sin poseer absolutamente nada ni ahora ni en el futuro. Vueltos al Señor...