Comentario del Sal 32,1
1. Lo que acabamos de cantar: Exultad, justos, en el Señor; la alabanza cuadra con los rectos 1, nos exhorta a sentir gozo en el alabar a Dios y ajustar nuestra vida a esa alabanza. En efecto, si cuadra con los rectos, no va con los malvados. Mas lo que son rectos son también los justos a los que se dice que exulten en el Señor; pues, a ellos les cuadra la alabanza. ¿Quiénes son los malvados, sino los pecadores y los inicuos? Estos no pueden exultar en el Señor, porque la alabanza no va con ellos. Con razón se dice en otro salmo: Dios dice al pecador: ¿por qué proclamas mis decretos, y tienes siempre en la boca mi alianza? 2 Puesto que la alabanza cuadra con los rectos y, sin duda, los decretos y la alianza del Señor están donde está la alabanza al Señor, con razón se dice en otro lugar: No es hermosa la alabanza en boca del pecador 3. Pues allí donde no cuadra no es hermosa y, donde es hermosa, allí cuadra.
2. Examinando las Escrituras encontramos quiénes son propiamente los varones rectos, a fin de que cada uno conozca si en su boca es hermosa la alabanza del Señor. He aquí cómo. Cierto salmo dice: ¡Cuán bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón! Y continúa: Sin embargo, por poco vacilaron mis pies, ya que tuve envidia de los pecadores, al contemplar su paz 4. El salmista no confiesa un extravío o una caída, sino el peligro, pues no dice que él hubiera caído, sino que sus pies vacilaron, estando a punto de caer. Esto es lo que dice: ¡Cuán bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón! Sin embargo, por poco vacilaron mis pies 5. Al distinguirse él mismo de los rectos de corazón -de ahí el sin embargo-, confiesa que en algún momento él no fue recto de corazón y que, en consecuencia, por poco vacilaron sus pies. Así, pues -dice-, bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón; en cambio a mí en algún momento no me pareció bueno, porque no era yo recto de corazón. No se atrevió a decir: «Dios no me pareció bueno», pero lo dijo. En efecto, al decir: Bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón; sin embargo, por poco vacilaron mis pies 6, demuestra que le vacilaron los pies porque no le parecía bueno. ¿Por qué no le pareció bueno Dios? Por poco se debilitaron mis pasos. ¿Qué significa este por poco? Casi se debilitaron. ¿Por qué? Porque tuve envidia de los pecadores al contemplar su paz 7. «Puse mis ojos -dice- en los pecadores que no alaban a Dios, que blasfeman contra él y le irritan, y advertí que abundan en paz y en felicidad 8. Y me pareció que Dios no juzga con rectitud al conceder la felicidad a los que blasfeman». Dice que, al contemplar eso, esto es, la felicidad de los malos, vacilaron sus pies, de modo que Dios no le parecía bueno. Pero, dado que después supo que lo era, como dice en el mismo salmo: Me empeñé en conocerlo, añadiendo: esta es la fatigosa tarea que tengo ante mí, -por qué son felices los malvados: esta es la fatigosa tarea que tengo ante mí-, dice: Hasta que entre en el santuario de Dios y conozca el fin de ellos 9. En efecto, a los malvados a los que ahora, provisoriamente, se les concede la felicidad se les reserva para el último día la pena eterna. Una vez conocido esto, se volvió recto de corazón y comenzó a alabar a Dios por todo, tanto por las fatigas de los piadosos como por las dichas de los impíos, considerando que Dios será un justo pagador al final del tiempo 10, pero que ahora concede la felicidad temporal a algunos a los que les reserva la desdicha eterna en el último día, y que ejercita en la tribulación presente a algunas personas piadosas a las que, a su vez, reserva la felicidad eterna. Consideró también que conviene que se vuelvan las tornas, como la de aquel rico que banqueteaba opíparamente todos los días y la de aquel pobre ulceroso que yacía tendido a la puerta del rico y deseaba saciar su hambre con las migajas que caían de la mesa de aquel. Una vez muertos los dos, el primero fue a parar a las penas del infierno, y el otro descansó en el seno de Abrahán. Y como al rico le pareció indigno y quería que le cayese una gota de agua caída del dedo pequeño de Lázaro, -ahora le tocaba a él desear una gota del dedo de aquel que había deseado una migaja de su mesa-, oyó de Abrahán la sentencia del Dios justo 11: Hijo -dijo-, recuerda que recibiste bienes durante tu vida, y Lázaro, por el contrario, males; pero ahora él descansa y tú eres atormentado 12. Y aquel que sentía envidia al ver la paz de los pecadores y al que le parecía que Dios no era bueno, al penetrar ahora en el santuario de Dios, dirige su mirada hacia estas postrimerías. Y conociendo el juicio verdadero y justo de Dios -juicio que ciertamente se efectúa ya ahora, pero de modo oculto y que al final será a la vista de todos 13-, como si hubiera eliminado su maldad y ajustado su corazón a la rectitud, como si le hubiera aplicado la regla de la justicia con la que enderezó su corazón torcido, prorrumpe a gritar y dice: ¡Cuán bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón! 14Ahora comprendo que Dios es bueno, porque me he hecho recto de corazón; antes, sin embargo, no me parecía bueno, porque vacilaban mis pies, pues Tuve envidia de los pecadores al contemplar su paz 15.
3. Así, pues, si Dios ya te parece bueno, aun cuando da la felicidad a los malos, razón por la que solías murmurar contra él, te has hecho recto de corazón, te cuadra la alabanza, pues a los rectos les cuadra la alabanza 16. Si, por el contrario, eres malvado, no va contigo. ¿Por qué? Porque la alabanza con que alabas a Dios no perseverará, ya que le alabas cuando te va bien y le ultrajas cuando te va mal. En efecto, te agrada cuando te ofrece la felicidad y te desagrada cuando te castiga: no eres recto de corazón ni podrás cantar aquel cántico de otro salmo: Bendeciré en todo momento al Señor; su alabanza está siempre en mi boca 17. ¿Cómo va a estar siempre, si le alabas sólo cuando te va bien y no cuando te va mal? Pues incluso lo que consideras ser malo para ti es un bien, si comprendes que es tu padre el que te castiga. El niño irreflexivo a menudo ama al maestro que lo acaricia y odia al que lo castiga; en cambio, el inteligente comprende que el maestro es bueno tanto cuando acaricia como cuando castiga. En efecto, acaricia al niño para que se anime y lo castiga para que no se tuerza. Por tanto, cuando alguien tenga un corazón así, esto es, un corazón recto, de modo que no le desagrada Dios, alábele seguro, incluso cuando hace lo que de momento le parece que es llevarle la contraria. Seguro, porque le alabará siempre, porque en verdad a él le cuadra la alabanza y en verdad canta lleno de fe: Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza está siempre en mi boca. Sin embargo, azota a todo aquel que acoge como hijo 18. ¿Quéeliges, pues? ¿Ser castigado y acogido, o que no te toque y no te acoja? Considera qué clase de hijo eres. Si deseas la herencia paterna, no rehúses el azote; si rechazas el azote, renuncia a la herencia. ¿Para qué te corrige, si no para darte la herencia? Para ser heredero de tu padre, ¿acaso no te increpó, no te reprendió, no te castigó y no te azotó? ¿Y para qué hizo eso? Para que heredases una casa que habrá de caerse con el tiempo, un campo cuya propiedad en algún momento ha de caducar, el oro que no ha de permanecer aquí contigo más tiempo que tú que lo posees, pues o has de perder en vida lo que posees o lo has de dejar al morir. Habiendo soportado los azotes del padre pensando en esta herencia temporal, ¿murmuras ahora de Dios que te corrige para darte el reino de los cielos?
4. Por tanto, si eres tal que te agrada Dios y que te agrada incluso cuando te castiga -pues o bien hay algo en ti que debe corregirse con el azote, o bien tu misma rectitud se pone a prueba con él-, si eres así, alábale, pues le alabas seguro. ¿Por qué le alabas seguro? Porque le alabas como conviene, porque le alabas constantemente. Pues no temo que la alabes ahora, y poco después le maldigas; no temo que le alabes cuando estás sano y maldigas cuando estés enfermo; no temo que de la boca del sano salga la alabanza de Dios y de la boca del enfermo se busque al astrólogo o al adivino, se busque al hechicero o a quien aplica remedios demoníacos. No lo temo porque ya entendiste que Dios es bueno aun cuando castiga, y conoces que aquel que castiga al hijo sabe también cuándo tiene que perdonarle. También te cuadrará alabarle porque lo alabarás siempre y con perseverancia, y la alabanza de Dios estará siempre en tu boca 19. Aceptas con agrado al padre que te acaricia, aceptas también con agrado al padre que te azota; no corres hacia él cuando acaricia y huyes de él cuando castiga. Pues, si haces esto, serás como el niño que, huyendo del padre que castiga, se echa en manos del traficante de esclavos que acaricia: juzgó bueno a éste y malo al padre, y prefirió los engaños con caricias a la verdad con azotes; sólo que por esta preferencia perdió la herencia y rango social. Cambia de decisión y haz recto tu corazón, pues Dios no cambia por castigarte, sino que el sujeto a cambio eres tú. Él obra algo cuanto te cambia, para que tú, cambiado a mejor, recibas la herencia 20. Porque, si te abandona y no cuida de ti, cuando a ti te parece bueno, es cuando más airado está. Atienda vuestra caridad a lo que dice la Escritura de Dios en otro salmo: El pecador -dice- irritó al Señor 21. ¿Por qué le irritó? Advertid una exclamación motivada por la irritación de Dios. En verdad, el pecador irritó al Señor, sucitando en él una cólera mayor: Por su gran irritación -dice- no le pedirá cuentas 22.
5. Por el contrario, el santo Job, que bendecía al Señor en toda circunstancia 23, que tenía siempre la alabanza del Señor en su boca 24, siendo rico bendijo al Señor en sus riquezas, haciendo con ellas todas las obras buenas que se enumeran en el libro que lleva su nombre: dio pan al hambriento 25, vistió al desnudo 26, acogió al peregrino 27, etc., las únicas cosas que los ricos obtienen de sus riquezas, únicas ganancias. Pues ni ganan ni reciben nada por adelantado de las ganancias que dejan a sus hijos, ya que desconocen quién ha de poseer, después de su muerte, el fruto de sus sudores. Y la Escritura llamó a esto vanidad: Pero es vanidad completa todo hombre vivo; atesora y no sabe para quién acumula los bienes 28. Así, pues, la única ganancia que se obtiene de las riquezas es el tesoro del reino de los cielos 29. Por eso, en relación a tu oro, el Señor te aconsejó no que lo pierdas, sino que lo cambies de lugar. No te dice: «Si lo das, lo pierdes », sino: «Lo tienes en mal sitio en la tierra; yo te lo guardaré en el cielo. ¿Por qué temes perderlo? Lo depositas en el cielo 30, teniendo por guardián a Cristo. Si te preocupa el lugar, se trata del cielo; si el guardián, es Cristo. ¿Por qué temes perderlo?» Por tanto, cuando Job realizaba aquellas obras con sus riquezas 31, ciertamente estaba obrando y con sus mismas obras alababa a Dios y bendecía al Señor 32 con lo que había recibido de él. Hermanos, no responde, pues, a verdad censurar las riquezas. Cuando veis a ricos malos, ¿pensáis que las riquezas son malas? Las riquezas no son malas; los malos son ellos; las riquezas son dones de Dios. Dáselas al justo y verás qué acciones buenas realiza con ellas. ¿Por ventura es malo el vino porque se emborracha no sé quien? Dáselo al sobrio, que usa bien de él, y considéralo como un don de Dios. De igual manera, da oro a un hombre avaro: para aumentar lo que tiene, busca cometer toda clase de injusticias; da oro a un hombre justo y advierte cómo lo distribuye, cómo lo reparte, cómo socorre en cuanto puede a los hombres necesitados. Luego las riquezas no son malas; el malo es el que usa mal de ellas. Al usar bien de ellas Job 33, al igual que Abrahán... Ciertamente, hermanos, aquel mendigo ulceroso que yacía a la puerta del rico estaba tan necesitado que los perros lamían sus llagas 34. Así lo leemos en verdad, así está escrito. Y, sin embargo, ¿a dónde fue llevado? Al seno de Abrahán 35. Repasa las Escrituras. Considera si este Abrahán fue pobre: hallarás que dispuso aquí de mucho oro, de mucha plata, de abundantes rebaños, de mucha servidumbre y considerable hacienda 36. Por tanto, el pobre fue llevado al seno del rico. Si su mérito hubiera sido la pobreza, no le hubiera precedido Abrahán en persona a ese descanso ni le hubiera recibido a él que llegó después. Mas como el pobre Lázaro tenía lo mismo que el rico Abrahán, esto es, la humildad, la piedad, el culto a Dios, el respeto a Dios, ni al uno perjudicó la riqueza ni al otro la pobreza: su mérito fue la piedad. De ahí que en aquel el rico, al que, para su mal, se volvieron las tornas, no se reprueban sus riquezas, sino su actitud. Pues se vestía de lino y púrpura y banqueteaba cada día opíparamente 37, y toleraba que el mendigo ulceroso se hallase tendido a su puerta y, despreciándole orgullosamente, no satisfacía a su necesidad. ¿Qué pensáis que dijo el rico al mendigo molesto? «¿Por qué yace éste aquí?» Con razón aquella misma lengua, que despreció al mendigo, imploraba luego una gota de agua caída de su dedo 38.
6. A pesar de que el santo Job disponía de muchas riquezas, alabó a Dios, cuando fue tentado para ser probado 39 y probado para descubrir (cómo era), pues estaba oculto no sólo a los hombres, sino incluso al mismo diablo 40, que escruta con más empeño que cualquiera de los hombres. Al diablo se le ocultaba quién era Job, pero no al Señor. Dios que le ponía a prueba dio licencia al tentador 41; le ponía a prueba pensando no en sí, sino en nosotros para manifestarnos lo que debemos imitar. Pues Dios no quiso manifestar a Job a los ojos del diablo, sino, por medio del diablo, a nosotros para que, vencido este, tuviéramos qué imitar. Por tanto, tras haber perdido todos sus bienes dice repentina, no pausadamente: El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó; como agradó al Señor, así se hizo; sea bendito el nombre del Señor. Como agradó al Señor, así se hizo 42. No puede ser malo lo que agradó al recto; no puede ser malo lo que agradó al bueno, pues bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón 43. Job era recto de corazón, y por eso le cuadraba la alabanza. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como agradó al Señor, así se hizo 44. Recurrió a la alabanza para hacer su confesión: Sea bendito el nombre del Señor. El Señor me lo dio, y el Señor me lo quitó. Había abundancia, ahora hay penuria; ahora las cosas han cambiado para mí, pero él sigue inmutable. Yo unas veces soy rico, otras veces soy pobre; pero él permanece siempre rico, siempre recto, siempre padre. Sea bendito el nombre del Señor. Pues el nombre del Señor que era bendito en mi abundancia, no será maldito en mi miseria. ¡No lo quiera Dios! Esto decía Job, lleno de riquezas interiores. Había perdido toda su casa, pero su corazón estaba lleno; había perdido la casa, el oro, pero había llenado su corazón. Dios mismo estaba presente en él en lugar de todos los bienes que le había concedido: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Ved cómo entiende que está ante el poder superior a todo otro poder. No sea que, ¡oh cristiano!, quieras rendir culto a Dios por el reino de los cielos y temas al diablo pensando en tus bienes terrenos: en Dios reside absolutamente todo poder, el supremo poder 45. El diablo sólo quiso hacer daño, pero, si no se le hubiera permitido, no hubiera podido. En Dios, por tanto, reside el poder. Por lo demás, si al diablo se le permitiera todo lo que desea, ¿cuántos cristianos quedarían? ¿Qué adorador de Dios habría dejado en la tierra? ¿No veis que se derriban sus templos, que se destrozan sus imágenes y que sus sacerdotes se convierten a Dios? ¿Pensáis que al diablo se le duele eso y que eso no le atormenta? Por tanto, si ante su dolor, el diablo tuviera poder, ¿qué Iglesia quedaría en la tierra? Por ello, una vez que el santo Job perdió todos sus bienes por las insidias del diablo, no le atribuye ningún poder. Cuando Job alaba a Dios, no dice: «El Señor me lo dio, el diablo me lo quitó», sino: «El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Que el diablo no se atribuya nada: el ser antes rico lo debía a Dios, el ser ahora pobre lo debo a Dios». Y aunque se le permitió tentarle, no se le permitió ahogarle, que no sería por estrangulamiento físico, sino por asfixia de su espíritu. Si por casualidad Job, al sufrir las angustias de la tribulación, hubiera proferido una sola palabra blasfema, entonces habría exhalado, asfixiado, su último aliento, expulsando de sí el espíritu de vida. Cosa que no hizo ni en la pobreza inesperada ni en su última calamidad.
7. En efecto, como al diablo le pareció poco haberle arrebatado todo lo que poseía, le quitó hasta los hijos que tenía, dejándole solamente la mujer 46. Le dejó sólo la mujer, sabiendo lo que hacía. Sabía que había engañado a Adán por medio de Eva: a Job le dejaba la suya más para que colaborase con él que para que consolase al marido. Así, pues, habiéndole arrebatado todas sus cosas y habiéndole dejado solamente una para tentarle de nuevo por medio de ella, le pareció todavía poco. Pidió despojarle también de la salud corporal. Se le permitió también privarle de ella, para que, incluso en tal calamidad, Job alabara a Dios, no cambiando en nada; al ser recto de corazón, la alabanza cuadraba con él 47. Se le acercó su mujer, reservada con este objetivo, y le persuadió, mejor, le instigó a que blasfemase. De hecho, le dice: «¡Cuántos males padecemos! Maldice a Dios y muérete 48». En el principio, Eva, invitada por el diablo a la vida, fue seducida y encontró la muerte 49. Ved que el diablo le dice: No morirás de muerte 50 y ella,pensando que iba a obtener la vida, encontró la muerte, ya que obró contra el mandamiento de Dios y, contraviniéndolo, persuadió al varón. Ahora, por el contrario, le dice: Maldice a Dios y muérete 51. Baste a Eva haber persuadido a obrar contra el precepto divino. Ella era aún Eva, pero él ya no era Adán; ella estaba llena del diablo, él había aprendido del ejemplo de Adán. Fue mejor Job en el estercolero que Adán en el paraíso. Para que entendáis cuán gran cosa es tener un corazón recto, ¿cómo derribó, en medio de su pobreza y de sus llagas, Job al diablo? Respondió a la mujer y le dijo: Has hablado como una insensata: ¿si hemos recibido los bienes de mano del Señor, por qué no hemos de soportar los males? 52Bendijo al Señor en todo tiempo, la alabanza de Dios estuvo siempre en su boca 53. Como era recto de corazón 54, la alabanza cuadraba con él 55. Por tanto, si queréis que la alabanza cuadre también con vosotros, sed rectos de corazón, no os desagrade Dios en nada. Porque, una de dos: o adviertes la razón por la que Dios obra así y, al verla, no le censuras, o, si se te oculta la razón, sábete que quien obra es aquel que en nada podrá desagradarte.
8. Fulano derriba su casa y se le reprocha; pero si tú llegaras a conocer el motivo, quizá no se lo reprochases cuando lo hace. Ahora nos encontramos en esta basílica, nos resulta estrecha y algo pequeña; pero agradó al Señor que construyéramos otra, y ésta ha de ser destruida. Cualquiera que, en su momento, vea a los que la derriban dirá tal vez: «¿No se oró aquí? ¿No se ha invocado aquí el nombre del Señor? ¿Qué males les causa para que la destruyan?» Desagrada el hecho porque se ignora el motivo. Así obra también Dios algunas cosas: o sabes por qué las hace, y le alabas, o lo ignoras pero confías en él, si eres recto de corazón. En efecto, es recto de corazón aquel que en las asuntos conocidos alaba a Dios y en los que ignora no trata a Dios de necio. Sin razón alguna y neciamente te censura a ti, hombre que gobiernas tu casa, aquel que ignora tus razones y tus planes. Y tú, ¿te atreves a censurar al gobernador del mundo entero, al creador del cielo y de la tierra 56, porque sopló el viento y se secaron las viñas o porque se formaron las nubes y cayó una granizada? ¡No se lo censures! Él sabe bien gobernar y llevar cuenta de todas sus obras. Ciertamente tú no pudiste crear el cielo y la tierra, y, sin embargo, si te fuese lícito, dirías a Dios: «Si yo gobernase, no haría lo que tú haces». En efecto, cuando te desagrada no sé qué cosa hecha por Dios, ¿no quieres ser tú mismo quien gobierna? Avergüénzate. Advierte a quien quieres suplantar: tú, mortal, al inmortal; tú, hombre, a Dios; mejor te es someterte a él que buscar suplantarle. Sométete a Dios, ya que es Dios; y si por ventura obró en contra de tu voluntad, no obró en contra de tu utilidad. ¡Cuántas cosas hacen los médicos contra la voluntad del enfermo y, sin embargo, no actúan contra la salud! Y el médico se equivoca alguna vez, Dios nunca. Si, pues, te confías al médico que yerra de vez en cuando, te confías a una decisión humana, y no para que te ponga un sinapismo, que es cosa leve, o un emplasto para que no te duela; la mayor parte de las veces, te pones en sus manos para que cauterice, te abra, te ampute un miembro nacido contigo. Te confías a él y no dices: «Tal vez le salga mal y me quede con un dedo de menos». Permites que te corte un dedo para evitar que se gangrene el cuerpo entero, ¿y no permites que Dios te ampute, te quite algo de tus frutos, si tal vez esa misma disminución te va a servir de correctivo?
9. Por tanto, hermanos, sed rectos de corazón, es decir, no os desagrade Dios en nada. No digo que no le supliquéis. Suplicadle cuanto podáis si os halléis atribulados. Hizo que cesara la lluvia, hay que suplicársela; tanto si llueve como si no llueve, tenéis que alabarlo y, no obstante, suplicarle. No os digo que no le supliquéis, pues algunas veces accede y concede lo que se le pide a los que se lo suplican y no quiere concederlo mas que a ellos. ¿Es Dios un arrogante para no conceder algo mas que a quien se lo suplica? Pero entonces el alma humilde avanzará hacia la grandeza de Dios si él la socorre en su tribulación, para darnos el consuelo a nosotros que le rogamos en nuestra tribulación. Dios quiere mostrarse dulce para nuestro bien, no para el suyo. Ved, pues, el mal que es que te resulte dulce el mundo y amargo Dios que hizo el mundo. ¿Acaso no tienes que cambiar? ¿Acaso no tienes que corregirte para tener un corazón recto? Lo mejor: ¡sea amargo el mundo y dulce Dios! Por tanto, que el Señor nuestro Dios mezcle este mundo con amarguras; que lo mezcle en verdad. En él agrada que fluyan las riquezas, estar rodeado de ellas y que abunden, y olvidarse de Dios. Si uno posee un poco más de dinero, quiere ya divertirse con él, rehúsa hacer algo provechoso y adquirir algún bien celestial. Quiere perder el dinero, a sí mismo y a los demás para quienes lo gastó. ¿No queréis, pues, que Dios cercene lo superfluo para que no se corrompa todo el cuerpo por la podredumbre? Dios sabe lo que hace. Dejémosle obrar; nosotros confiémonos al médico para que nos cure, no le digamos lo que tiene que hacer. Vueltos al Señor...