TRATADO 120

Comentario a Jn 19,31-20,9, dictado en Hipona, probablemente el domingo 4 de julio de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

El costado abierto, fuente de vida

1. Veamos lo que, según narra el evangelista, siguió a continuación, después que el Señor Jesús, realizado todo lo que preconocía que era preciso que se realizase antes de su muerte, entregó el espíritu cuando quiso. Los judíos, pues, afirma, porque era parasceve, para que en la cruz no permanecieran el sábado los cuerpos, pues era grande el día aquel de descanso, rogaron a Pilato que fuesen rotas sus piernas y se retirasen1. Se retirasen no las piernas, sino estos a quienes se les rompían precisamente para que muriesen, y fuesen quitados del madero para que, colgados en las cruces, no mancillasen con el horror de su suplicio a plena luz el gran día festivo.

2. Vinieron, pues, los soldados y, por cierto, rompieron las piernas del primero y del otro que fue crucificado con él. En cambio, como hubiesen llegado a Jesús, cuando lo vieron muerto ya, no rompieron sus piernas; pero uno de los soldados abrió con una lanza su costado y al instante salió sangre y agua2. El evangelista ha usado una palabra cuidadosa, de forma que dijera no «golpeó» o «hirió» su costado, u otra cosa cualquiera, sino abrió, para que la puerta de la vida se abriera allí de donde han manado los sacramentos de la Iglesia, sin los que no se entra a la vida que es la auténtica vida. Esa sangre ha sido derramada para remisión de los pecados; esa agua prepara la copa saludable; ella proporciona el baño y la bebida. Esto lo prenunciaba la puerta que Noé mando hacer en el costado del arca3, para que por ella entrasen los animales que no iban a perecer en el diluvio, los cuales prefiguraban la Iglesia. En atención a esto, la primera mujer fue hecha del costado del marido, que dormía4, y fue nominada vida y madre de los vivos5, pues antes del gran mal de la prevaricación significó un gran bien. Aquí, el segundo Adán, inclinada la cabeza, durmió en la cruz para que de ahí —de eso que fluyó del costado del durmiente— le fuese formada la esposa. ¡Oh muerte en virtud de la que los muertos reviven! ¿Qué más limpio que esa sangre? ¿Qué más saludable que esa herida?

No para saber, sino para creer

3. Afirma: Y quien ha visto dio testimonio y su testimonio es verdadero y él sabe que dice verdades para que también vosotros creáis6. Ha dicho no «para que también vosotros sepáis», sino «para que creáis». En efecto, sabe quien ha visto, a cuyo testimonio crea quien no ha visto. Por otra parte, a la fe atañe creer más bien que ver, porque creer ¿qué otra cosa es que otorgar fe?

Pues esto sucedió, afirma, para que se cumpliera la Escritura: No romperéis de él un hueso. Y a su vez otra Escritura dice: Mirarán hacia el que atravesaron7. Tomados de las Escrituras ha reproducido dos testimonios, uno para cada una de las cosas respecto a las que ha narrado que habían sucedido. Efectivamente, porque había dicho: «En cambio, como hubiesen llegado a Jesús, cuando lo vieron muerto ya, no rompieron sus piernas», a esto atañe el testimonio: «No romperéis de él un hueso», lo cual se preceptuó a esos a quienes en la Vieja Ley, que había precedido como sombra de la pasión del Señor, se mandó celebrar con inmolación de una oveja la Pascua, en razón de lo cual fue inmolado Cristo, nuestra Pascua8, de quien también el profeta Isaías había predicho: Fue conducido como oveja para ser inmolada9. Asimismo, porque había dicho a continuación: «Pero uno de los soldados abrió con una lanza su costado», a esto atañe el otro testimonio: Mirarán hacia el que atravesaron, donde ha quedado prometido Cristo, el cual va a venir en esa carne en que fue crucificado.

El entierro de Jesús

4. Pues bien, tras esto, José de Arimatea, porque era discípulo de Jesús, pero oculto a causa del miedo a los judíos, rogó a Pilato llevarse el cuerpo de Jesús, y Pilato se lo permitió. Vino, pues, y se llevó el cuerpo de Jesús. Por otra parte, Nicodemo, que primeramente había venido de noche a Jesús, vino trayendo una mixtura de mirra y áloe, casi cien libras10. Ha de puntuarse no de forma que digamos «primeramente trayendo una mixtura de mirra», sino de forma que lo que está dicho «primeramente» se relacione con el sentido anterior. En efecto, de noche había venido Nicodemo a Jesús, cosa que el mismo Juan ha narrado en las partes primeras de su evangelio11. Aquí, pues, ha de entenderse que Nicodemo había venido a Jesús no sólo entonces, sino entonces primeramente, y que, por otra parte, después había venido con frecuencia para, oyéndole, llegar a ser discípulo, cosa que ahora mismo se declara con certeza a casi todas las gentes a propósito del descubrimiento del cuerpo del felicísimo Esteban.

Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y con lienzos lo rodearon junto con los perfumes, como entre los judíos es costumbre enterrar. Me parece que no sin razón ha querido decir el evangelista «como entre los judíos es costumbre enterrar»12; en efecto, si no me engaño, así ha aconsejado que, en cuanto a los deberes de esta laya que se ejercen para los muertos, ha de guardarse la costumbre de cada pueblo.

El sepulcro nuevo y el seno de María

5. Pues bien, en el lugar donde fue crucificado había un huerto y en el huerto un sepulcro nuevo, en que nadie había sido puesto aún. Como en el útero de María virgen nadie fue concebido antes de él, nadie después de él, así en este sepulcro nadie fue sepultado antes de él, nadie después de él. Allí, pues, a causa de la paresceve de los judíos, pusieron a Jesús, porque el sepulcro estaba cerca13. Quiere que se entienda que por temor a que comenzase a anochecer se aceleró el entierro, pues a causa de la paresceve que, entre nosotros, los judíos llaman en nuestra lengua más usualmente «cena pura», no era ya lícito hacer algo semejante.

El día del Señor

6. Pues bien, el día uno de la semana, de mañana, cuando aún había tinieblas, María Magdalena vino al sepulcro y vio quitada del sepulcro la piedra14. El día uno de la semana es el que por la resurrección del Señor llama día dominical la costumbre cristiana; entre los evangelistas, solo Mateo lo ha nominado primero de la semana15. Corrió, pues, y vino a Simón Pedro y al otro discípulo, al que Jesús amaba, y les dice: «Se llevaron del sepulcro al Señor y desconocemos dónde lo pusieron»16. Algunos códices, incluso griegos, tienen «Se llevaron a mi Señor», lo cual puede parecer dicho a causa de un afecto muy intenso de amor o de servidumbre; pero en la mayoría de los códices que he tenido a mi disposición no he hallado esto.

Pedro y Juan corren al sepulcro

7. Salió, pues, Pedro y ese otro discípulo y llegaron al sepulcro. Pues bien, corrían los dos juntos, mas ese otro discípulo corrió delante más aprisa que Pedro y llegó el primero al sepulcro17. Aquí es de advertir y valorar la recapitulación: cómo se ha regresado a eso que se había pasado por alto y que empero, cual si esto siguiera, se ha añadido. En efecto, aunque ya había dicho: «Llegaron al sepulcro», ha vuelto atrás para narrar cómo llegaron y asevera: «Pues bien, corrían los dos juntos», etc., donde muestra que, al correr delante al sepulcro, llegó primero ese otro discípulo; en él alude a sí mismo, pero narra todo cual acerca de otro.

Significado oculto de cada detalle

8. Afirma: Y, como se hubiese inclinado, ve puestos los lienzos; sin embargo, no entró. Llega, pues, Simón Pedro siguiéndolo y entró al sepulcro y vio puestos los lienzos, y el sudario, que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino separadamente enrollado en un lugar18. ¿Suponemos que esos datos no significan nada? De ningún modo pensaría yo esto. Pero me apresuro hacia otras cosas en que la necesidad de algún problema u oscuridad me fuerza a detenerme. En efecto, indagar también qué significan una por una las cosas que por sí mismas son manifiestas, es delicias santas ciertamente, pero de quienes disponen de tiempo, lo cual no es mi caso.

Vio y creyó; ¿qué creyó?

9. Entonces, pues, entró también ese discípulo que había llegado el primero al sepulcro. Llegó el primero y entró el último. Evidentemente, tampoco esto es ocioso, pero no tengo ocio para ello. Y vio, afirma, y creyó. Algunos, por estar poco atentos, suponen aquí que Juan había creído esto: que Jesús resucitó; pero lo que sigue no indica esto. En efecto, ¿qué significa lo que ha añadido inmediatamente: Pues aún no conocían la Escritura: que es preciso que él resucite de entre los muertos?19 No creyó, pues, que había resucitado ese respecto a quien desconocía que era preciso que resucitase. ¿Qué, pues, vio; qué creyó? Por supuesto, vio vacío el sepulcro y, pues aún no conocían la Escritura —que es preciso que él resucite de entre los muertos—, creyó lo que había dicho la mujer: que lo habían retirado del sepulcro. Y, por tanto, cuando al Señor en persona le oían eso, aunque lo decía clarísimamente, por la costumbre de oírle parábolas no entendían y creían que él aludía a alguna otra cosa. Pero diferamos a otro sermón lo que sigue.