TRATADO 114

Comentario a Jn 18,28-32, dictado en Hipona, probablemente el domingo 13 de junio de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

Recorrido de Jesús por las autoridades

1. Lo que con el Señor o respecto a nuestro Señor Jesucristo se llevó a cabo ante el gobernador Poncio Pilato, veámoslo a continuación en cuanto lo indica el evangelista Juan. Regresa, en efecto, al lugar de su narración donde la había dejado para exponer la negación de Pedro. Ciertamente había dicho ya: «Y Anás lo envió atado a Caifás, el pontífice»1, y, tras regresar de ahí adonde había dejado a Pedro calentándose al fuego en el atrio después que hubo terminado su negación entera, que sucedió tres veces, afirma: Conducen, pues, a Jesús a Caifás al pretorio2. Por cierto, había dicho que había sido enviado a Caifás por Anás, colega y suegro suyo. Pero, si a Caifás, ¿por qué al pretorio? Quiere que por éste se entienda no otra cosa que donde habitaba el gobernador Pilato. Por tanto, o por alguna causa urgente se había dirigido Caifás al pretorio del gobernador desde la casa de Anás, donde ambos se habían reunido para oír a Jesús, y había dejado que su suegro oyese a Jesús, o Pilato había recibido el pretorio en la casa de Caifás y la casa era tan grande que permitía habitarla separadamente a su amo y separadamente al juez.

¡Oh ceguera impía!

2. Pues bien, era de mañana y esos mismos, esto es, quienes llevaban a Jesús, no entraron al pretorio, esto es, a esa parte de la casa que ocupaba Pilato, si esta misma era la casa de Caifás. Pues bien, al exponer la causa de por qué no entraron al pretorio, afirma: «Para no contaminarse, sino que pudieran comer la pascua»3, pues habían comenzado a celebrar los días de los ácimos, días en que para ellos era contaminación entrar a la vivienda de un extranjero. ¡Oh ceguera impía! ¡Sin duda, podía contaminarlos la vivienda ajena, mas no podía contaminarlos la fechoría propia!. Temían que los contaminase el pretorio de un juez extranjero, mas no temían que los contaminase la sangre de un hermano inocente, por decir yo, de momento, sólo esto a propósito de lo cual la conciencia de los malos quedaba convicta de ser rea; efectivamente, que su impiedad condujera a la muerte a quien era también el Señor y asesinase al Dador de la vida, atribúyase no a la conciencia de ellos, sino a su ignorancia.

3. Salió, pues, fuera Pilato hacia ellos y dijo: «¿Que acusación aducís contra este hombre?». Le respondieron y dijeron: «Si éste no fuese malhechor, no te lo habríamos entregado»4. Sean interrogados y respondan si Jesús es malhechor los librados de espíritus inmundos, los enfermos sanados, los leprosos limpiados, los sordos que oyen, los mudos que hablan, los ciegos que ven, los muertos que resucitan y, lo que supera a todo, los estultos sabios. Pero decían eso aquellos acerca de quienes mediante un profeta había predicho él en persona: Me devolvían males por bienes5.

No nos es lícito matar a nadie

4. Les dijo, pues, Pilato: «Tomadlo vosotros y juzgadlo según vuestra ley». Le dijeron, pues, los judíos: «No nos es lícito matar a nadie»6. ¿Qué es eso de que habla la crueldad loca? ¿No mataban a quien ofrecían para ser matado? La cruz ¿no mata acaso? Hasta tal punto dicen tonterías quienes no siguen, sino que persiguen a la Sabiduría. Pues bien, ¿qué significa: No nos es lícito matar a nadie? Si es malhechor, ¿por qué no es lícito? La ley ¿no les ha preceptuado no tener miramiento hacia los malhechores, sobre todo hacia quienes, cual suponían que era éste, los apartaban de su Dios?7 Pero ha de entenderse que ellos dijeron que no les era lícito matar a nadie, en atención a la santidad del día festivo que habían comenzado ya a celebrar, en atención al cual temían también contaminarse con la entrada al pretorio.

¿Hasta tal punto os habéis endurecido, falsos israelitas; por malicia exagerada habéis perdido toda sensibilidad, hasta el punto de creer que vosotros estáis impolutos de la sangre del inocente, precisamente por haberla entregado a otro para que la derrame? Es más, ¿tal vez Pilato va a asesinar con sus manos a ese que, para que lo asesine, presentáis a su autoridad? Si no quisisteis que lo asesinasen, si no le habéis tendido trampas, si no lo comprasteis con dinero para que os fuese entregado, si no lo apresasteis, atasteis, condujisteis, si no lo ofrecisteis con las manos para ser asesinado, si con gritos no exigisteis que lo fuese, jactaos de no haberlo matado. Si, en cambio, tras preceder todos esos hechos vuestros, también gritasteis: «Crucifica, crucifica»8, escuchad lo que contra vosotros grita también un profeta: Hijos de hombres, sus dientes son armas y saetas, y su lengua machete afilado9. He ahí con qué armas, con qué saetas, con qué machete matasteis al Justo cuando dijisteis que no os era lícito matar a nadie.

A eso se debe que, aunque los jefes de los sacerdotes no habían venido, sino enviado, a apresar a Jesús, sin embargo, el evangelista Lucas asevera en idéntico lugar de su narración: Por su parte, afirma, Jesús dijo a esos que habían venido a él, jefes de los sacerdotes y magistrados del templo y ancianos: «Cual hacia un bandido salisteis»10, etc. Como, pues, los jefes de los sacerdotes vinieron no por sí mismos, sino mediante esos a quienes habían enviado a apresar a Jesús —en el poder de su mandato, ¿qué otra cosa había que ellos en persona?—, así, todos los que con gritos impíos gritaron que había de crucificarse a Cristo, lo mataron no ciertamente por sí mismos, pero en todo caso ellos en persona mediante ese al que el griterío de ellos impulsó a esta abominación.

Autores verdaderos de la muerte de Jesús son los judíos

5. Por otra parte, respecto a lo que el evangelista Juan añade, Para que se cumpliera la palabra de Jesús, la que dijo para indicar con qué muerte iba a morir11, si queremos interpretar aquí la muerte de cruz, cual si los judíos hubieran dicho «No nos es lícito matar a nadie» precisamente porque una cosa es ser matado, otra ser crucificado, no veo cómo esto puede entenderse con razón, pues respondieron esto a las palabras de Pilato con que les había dicho: Tomadlo vosotros y juzgadlo según vuestra ley. ¿Tal vez, pues, no podían tomarlo y esos mismos crucificarlo, si mediante tal género de suplicio ansiaban evitar el asesinato de alguien? Ahora bien, ¿quién no verá cuán absurdo es que crucificar a alguien les sea lícito a quienes no es lícito matar a nadie? ¿Qué decir del hecho de que el Señor en persona llama también asesinato a su misma muerte, esto es, la muerte de cruz, como leemos en Marcos, donde asevera: He ahí que subimos a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles y lo ridiculizarán y le escupirán y lo flagelarán y lo asesinarán, mas al tercer día resucitará?12 Seguramente, pues, diciendo eso, el Señor ha indicado con qué muerte iba a morir: no que quisiera que aquí se entienda la muerte de cruz, sino que los judíos iban a entregarlo a los gentiles, esto es, a los romanos, porque Pilato era romano y los romanos lo habían enviado a Judea como gobernador.

Para que, pues, se cumpliera esa palabra de Jesús, esto es, que los gentiles lo asesinarían entregado a ellos, cosa que Jesús había predicho que iba a suceder, por eso, cuando Pilato, que era el juez romano, quiso devolverlo a los judíos para que lo juzgasen según su ley, no quisieron tomarlo, pues dijeron: No nos es lícito matar a nadie. Y así se cumplió la palabra de Jesús, la que respecto a su muerte predijo: que, entregado por los judíos, los gentiles lo asesinarían; con crimen menor que los judíos, los cuales quisieron de ese modo desentenderse, digamos, de su asesinato, no para que se mostrase su inocencia, sino para que se mostrase su demencia.