TRATADO 100

Comentario a Jn 16,14, dictado en Hipona, probablemente el domingo 25 de abril de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

El Espíritu Santo me glorificará

1. Como el Señor prometiera que iba a venir el Espíritu Santo, afirma: «Os enseñará toda la verdad —o lo que se lee en algunos códices: Os guiará en toda la verdad—, pues no hablará por sí mismo, sino que hablará de cualesquiera cosas que oirá»; palabras evangélicas acerca de las que he disertado lo que el Señor me dio. Ahora atended a esas que siguen: Y os hará saber lo que va a venir. Porque están claras, pues no tienen ningún problema cuya aclaración se nos exija, no hay que detenerse aquí; pero lo que añade: Él me esclarecerá porque de lo mío recibirá y os lo hará saber1, no ha de pasarse por alto negligentemente. En efecto, respecto a lo que asevera: Él me esclarecerá, puede entenderse que, derramando en los corazones de los creyentes la caridad y haciéndolos espirituales, les ha declarado cómo es igual al Padre el Hijo, a quien antes habían conocido sólo según la carne y de quien pensaban que era hombre como los hombres, o ciertamente puede entenderse que repletos de confianza gracias a la caridad misma y, expulsado el temor, anunciaron a los hombres a Cristo así se difundió su fama por el entero orbe de las tierras, de forma que ha dicho: «Él me esclarecerá», como si dijera: «Él os quitará el temor y os dará el amor con que, cuando prediquéis muy ardientemente mi persona, por el mundo entero daréis el olor de mi gloria, encomiaréis mi honor». En efecto, ha dicho que, lo que iban a hacer por influjo del Espíritu Santo, esto iba a hacerlo idéntico Espíritu, cual es también aquello: Pues no sois vosotros quienes habláis, sino que quien habla en vosotros es el Espíritu de vuestro Padre2.

Por cierto, el vocablo griego que es doxásei, los traductores latinos lo han puesto, cada cual en su traslación, uno clarificabit (esclarecerá), otro glorificabit (glorificará), porque esa misma que en griego se dice doxa, de donde se dice doxásei, se traduce claridad y gloria, pues la gloria hace claro a cada cual y la claridad glorioso y, por eso, lo que uno y otro verbo significan es lo mismo. Por otra parte, como definieron clarísimos autores antiguos de lengua latina, «gloria es la fama generalizada acerca de alguno, con loa». Cuando acerca de Cristo se ha producido en este mundo aquélla, ha de creerse que ha conferido algo grande no a Cristo, sino al mundo, pues loar al bueno aprovecha no al loado, sino a los loadores. 

Gloria verdadera y falsa

2. Por otra parte, existe también la gloria falsa: cuando el error respecto a las cosas o a los hombres o a unas y otros engaña a los loadores. De hecho, respecto a las cosas se engañan cuando suponen que es bueno eso que es malo; respecto a los hombres, por otra parte, cuando suponen que es bueno ese que es malo; respecto a unas y otros, en cambio, cuando se supone ser virtud lo que es vicio y ese mismo al que por eso se loa no tiene lo que se supone que tiene, ora sea él bueno, ora sea malo. 

En efecto, donar sus cosas a los pantomimos es vicio inmane, no virtud, y sabéis cuán «generalizada es la fama acerca de» tales individuos «con loa», porque, como está escrito: Se loa al pecador por los deseos de su alma, y se bendice a quien ejecuta iniquidades3. Estos loadores se engañan no respecto a los hombres, sino respecto a las cosas, pues es malo lo que creen ser bueno. Por otra parte, esos que por este mal de la prodigalidad son viciosos, son, evidentemente, no tales cuales sospechan estos que los loan, sino cuales éstos ven que aquéllos son. Aún más, si alguien se finge justo y no lo es, sino que cualquier cosa que parece realizar loablemente ante los hombres la realiza enteramente no por Dios, esto es, por la justicia verdadera, sino que busca y ama sola la gloria venida de los hombres y si, por otra parte, esos entre los que «con loa está generalizada la fama» de él, suponen que él no vive loablemente sino por Dios, éstos no se engañan respecto a la cosa, sino que se engañan respecto al hombre, pues es bueno lo que creen que es bueno, pero al que creen que es bueno no es bueno. Pero, si se supone, verbigracia, que es un bien la pericia de las artes mágicas y, mientras de alguien se cree que ha librado a la patria con esas mismas artes que desconoce absolutamente, entre los hombres impíos consigue la generalizada fama «con loa», que se ha definido como gloria, quienes le loan yerran en cuanto a una y otro, a saber, respecto a la cosa porque suponen bueno eso que es malo, y respecto al hombre porque no es lo que suponen. 

Por lo cual, falsa es la gloria respecto a estas tres categorías. En cambio, cuando «acerca de alguien» justo gracias a Dios y por Dios, esto es, realmente justo, a causa de esa justicia misma «hay generalizada fama con loa», la gloria es ciertamente verdadera. Sin embargo, no ha de creerse que ella hace feliz al justo, sino que ha de felicitarse a los loadores, porque juzgan rectamente y quieren al justo. ¡Cuánto más, pues, el Señor Cristo aprovechó con su gloria no a sí, sino a esos a quienes aprovechó con su muerte!

El error no puede dar gloria a Cristo

3. Pero su gloria no es verdadera entre los herejes, entre los que empero parece tener fama generalizada «con loa». Ésta no es gloria verdadera, porque se engañan respecto a uno y otro asunto, pues suponen bueno lo que no es bueno, y suponen que Cristo es lo que Cristo no es. En efecto, que el Unigénito Hijo no sea igual a su Engendrador no es un bien; que el Unigénito Hijo de Dios sea sólo hombre, no Dios, no es un bien; que la carne de la Verdad no sea carne verdadera no es un bien. Los arrianos opinan la primera de estas tres cosas que he dicho, los fotinianos la segunda, los maniqueos la tercera. Pero, porque nada de éstas es un bien y Cristo no es nada de éstas, se engañan respecto a uno y otro asunto y no dan a Cristo gloria verdadera, aunque parece que entre ellos hay «acerca de» Cristo «fama generalizada, con loa». Y absolutamente todos los herejes, citar a los cuales es exageradamente largo, los cuales no opinan rectamente acerca de Cristo, yerran precisamente porque acerca de las cosas buenas y malas no opinan verdad. También los paganos —¡que muchísimos son loadores de Cristo!—, aun esos mismos se engañan respecto a uno y otro asunto: no según la verdad de Dios, sino, más bien, según su conjetura, ellos dicen que él fue un hombre mago. En efecto, vituperan cual a incultos a los cristianos; en cambio, loan cual a un mago a Cristo y así ponen a la vista lo que aman; no aman de verdad a Cristo porque aman esto que Cristo no era. Se engañan, pues, respecto a uno y otro asunto, precisamente porque ser mago es malo y Cristo no fue mago porque es bueno. 

Por tanto, porque de estos que vituperan y denuestan a Cristo nada ha de decirse en este lugar porque hablamos de su gloria con que fue glorificado en el mundo, el Espíritu Santo no lo ha glorificado con gloria verdadera, sino en la santa Iglesia católica. Efectivamente, en otra parte, esto es, entre los herejes o entre ciertos paganos, no puede ser verdadera en las tierras la gloria de él, ni siquiera donde «acerca de» él parece haber «fama generalizada, con loa». Su verdadera gloria en la Iglesia católica es, pues, cantada así por un profeta: Sé exaltado sobre los cielos, Dios, y sobre toda la tierra tu gloria4. Así pues, que tras su exaltación iba a venir el Espíritu Santo e iba a glorificarlo, esto que vemos cumplido, el sagrado salmo ha prometido que va a suceder, esto ha prometido el Unigénito mismo. 

El Espíritu Santo no es inferior a Cristo

4. Por otra parte, oíd con oídos católicos, percibid con mentes católicas lo que asevera: De lo mío recibirá y os lo hará saber. En efecto, no por eso, como supusieron ciertos herejes, es menor que el Hijo el Espíritu Santo, cual si en virtud de ciertos grados de las naturalezas el Hijo reciba del Padre, y del Hijo el Espíritu Santo. ¡Lejos de corazones cristianos creer esto, lejos decir esto, lejos pensarlo! Por eso ha solucionado él en persona la cuestión y ha explanado por qué ha dicho esto. Afirma: Cualesquiera cosas que tiene el Padre, todas son mías; por eso he dicho que de lo mío recibirá y os lo hará saber5. ¿Qué más queréis? El Espíritu Santo, pues, recibe del Padre, de donde recibe el Hijo, porque en esta Trinidad el Hijo ha nacido del Padre y del Padre procede el Espíritu Santo; en cambio, quien de nadie ha nacido y de nadie procede es solo el Padre. Ahora bien —para que este sermón se concluya aquí, porque lo que sigue exige otro exordio en que se desarrolle—, en ese lugar donde el Unigénito dice al Padre: «Y todas mis cosas son tuyas, y las tuyas son mías»6, con consideración concienzuda se tratará, si el Señor quisiere, cómo el Unigénito Hijo ha dicho: «Todas las cosas que tiene el Padre son mías», porque, evidentemente, no está dicho como se dice a ese hijo no unigénito, sino mayor de los dos: Tú estás siempre conmigo y todas mis cosas son tuyas7.