TRATADO 97

Comentario a Jn 16,12, dictado en Hipona, probablemente el sábado 10 de abril de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

¿Quién es capaz de comprender todos los misterios revelados?

1. El Espíritu Santo que el Señor prometió que él iba a enviar a sus discípulos a enseñarles toda la verdad con que entonces, cuando les hablaba, no podían cargar —de este Espíritu Santo recibimos ahora, como dice el Apóstol, la prenda1, vocablo gracias al que entendiéramos que su plenitud se nos reserva en la otra vida—; ese Espíritu Santo mismo, pues, enseña también ahora a los fieles cuantas cosas espirituales puede captar cada uno, e inflama en deseo mayor sus pechos, si cada uno progresa en esa caridad con que ame lo conocido y desee lo que ha de conocerse de forma que sepa que, ni siquiera esas cosas mismas que ahora conoce de algún modo, las sabe aún como han de saberse en esa vida que ni ojo vio ni oído oyó ni a corazón de hombre ascendió2. Si con ese modo de saber quisiera ahora el Maestro interior decirlas, esto es, abrirlas y mostrarlas a nuestra mente, la humana debilidad no podría cargar con ellas.

Vuestra dilección recuerda que, cuando expliqué las palabras del evangelio donde el Señor asevera: «Aún tengo muchas cosas para deciros, pero ahora mismo no podéis cargar»con ellas3, dije ya acerca de esto no que a propósito de estas palabras del Señor conjeturemos no sé qué secretos excesivamente arcanos con los que, aunque pueda decirlos quien los enseña, no puede cargar quien los aprende, sino que, si esas cosas mismas que respecto a la doctrina de la religión leemos y escribimos, oímos y decimos según el conocimiento de cualesquiera hombres, Cristo —en sí mismo, Palabra unigénita del Padre y coeterna con el Padre— quisiera decírnoslas como las dice a los ángeles santos, ¿qué hombres podrían cargar con ellas, aun si fuesen ya espirituales cuales no fueron aún los apóstoles cuando el Señor les decía eso, y cuales los hizo después el Espíritu Santo, al venir?

En verdad, cualquier cosa que de la criatura puede saberse es, evidentemente, menor que el Creador en persona, el cual es el sumo, verdadero e inmutable Dios. Y ¿quién no habla de él? ¿Dónde no lo nombran quienes leen, disputan, preguntan, responden, loan, cantan, dialogan de cualquier modo, por último incluso los blasfemos mismos?. Y, aunque nadie deja de hablar de él, ¿quién hay que lo capte como ha de ser entendido, aunque no se retira de las bocas y oídos de los hombres? ¿Quién hay cuya inteligencia se acerque a él? ¿Quién hay que supiera que él es la Trinidad, si él en persona no hubiese querido darse a conocer así? Y ¿cuál de los hombres guardará ya silencio acerca de esa Trinidad? Y, empero, ¿cuál de los hombres saboreará como los ángeles a la Trinidad? Eso mismo, pues, que de la eternidad, verdad, santidad de Dios se dice sin cesar, al descubierto y abiertamente, unos lo entienden bien, otros mal; mejor dicho, unos lo entienden, otros no, pues quien entiende mal no entiende.

Por otra parte, esos mismos que lo entienden bien, con la vivacidad de la mente lo perciben unos menos, otros más, y ningún hombre lo capta como los ángeles. En la mente misma, pues, esto es, en el hombre interior, se crece de algún modo, no sólo de forma que de la leche se pasa a la comida, sino también de forma que la comida misma se toma más y más. Ahora bien, se crece no en mole espaciosa, sino en inteligencia luminosa, porque esta comida misma es luz inteligible. Que, pues, crezcáis y la captéis y, cuanto más crecéis, tanto más y más la captéis, debéis pedirlo y esperarlo no de este profesor que emite sonidos a vuestros oídos, esto es, planta y riega trabajando por fuera, sino de ese que da el crecimiento4.

¡Cuidado con la curiosidad por el pan escondido y el agua furtiva!

2. Por ende, como aconsejé en el sermón pasado, a hombres engañados y engañadores a causa de esta ocasión —porque el Señor asevera: «Aún tengo muchas cosas para deciros, pero ahora mismo no podéis cargar» con ellas—, máxime quienes sois pequeñines y necesitáis aún alimentos lácteos, evitad ofrecerles para saber lo incógnito un oído curioso, porque tenéis mentes incapaces de discernir verdades y falsedades; máxime en razón de las obscenísimas torpezas que a almas inestables y carnales ha enseñado Satanás, si bien Dios lo permite para esto: a fin de que sus juicios sean por doquier terribles, en comparación con la impura maldad resulte dulce la purísima disciplina y, quien regido por él no ha caído a esos males o, levantado por él, de ahí se ha alzado, le dé honor y, en cambio, temor o pudor a sí mismo.

Temiendo y orando, evitad incurrir en ese acertijo de Salomón donde mujer insipiente y audaz, hecha desprovista de pan5 invita a los que pasan por delante, cuando dice: Coged con gusto panes ocultos y la dulzura del agua hurtada6. Esta mujer es, en efecto, la vaciedad de los impíos, porque son insipientísimos pues se imaginan saber algo, como de esa mujer está dicho: hecha desprovista de pan. Ella, aunque está desprovista de pan, promete panes; esto es, aunque es ignara de la verdad, promete el conocimiento de la verdad. Promete empero panes ocultos, respecto a los que dice que se los coja con gusto, y la dulzura del agua hurtada, para que, por supuesto, se oiga y realice más gustosa y dulcemente lo que en la Iglesia se prohíbe que se diga y se crea abiertamente. Con esa misma ocultación sin duda, para los curiosos sazonan en cierto modo los profesores abominables sus venenos, a fin de que aquéllos estimen que aprenden algo importante precisamente porque esto merece tener un secreto, y más suavemente beban la insipiencia, que suponen ciencia, cuya audición prohibida hurtan en cierto modo.

¡Cuidado con la curiosidad por las artes mágicas!

3. Por eso, la doctrina de las artes mágicas recomienda también sus abominables ritos a hombres que la curiosidad sacrílega ha engañado o ha de engañar; por eso, esas ilícitas adivinaciones, examinadas las vísceras de bestias matadas o las voces y vuelos de las aves o los signos multiformes de los demonios, mediante las conversaciones con los perdidos se cuchichean a los oídos de hombres que van a perecer. A causa de estos secretos ilícitos y punibles se llama a la mujer esa no sólo insipiente, sino también audaz. Pero estas cosas son ajenas no sólo a la realidad misma de nuestra religión, sino incluso a su nombre. ¿Qué razón hay para que esta mujer insipiente y audaz haya fundado bajo apariencia cristiana tantas horribles herejías e inventado tantas fábulas nefandas? ¡Ojalá tales cuales en los teatros se cantan o se bailan o de las que se mofa la bufonería mímica y no algunas de tal naturaleza que, como hemos de asombrarnos de que esa insipiencia haya podido inventarlas contra Dios, así deploremos esa audacia! Pues bien, todos los insipientísimos herejes, que quieren que se les llame cristianos; las audacias de sus inventos, de las que se horroriza en grado máximo el sentir humano, intentan colorearlas con ocasión de la frase evangélica donde el Señor asevera: «Aún tengo muchas cosas para deciros, pero ahora mismo no podéis cargar»con ellas, cual si éstas fuesen esas mismas conque los discípulos no podían cargar entonces, y el Espíritu Santo hubiere enseñado esas que el espíritu inmundo, sea cual fuese la audacia que lo pone en movimiento, se sonroja de enseñar y predicar abiertamente.

Novedades legítimas y novedades impías

4. Porque el Apóstol los previó por influjo del Espíritu Santo, aseveró: Habrá, en efecto, un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que, al sentir prurito en el oído, según sus deseos amontonarán para sí maestros y de la verdad desviarán ciertamente su oído y, en cambio, se girarán hacia las fábulas7. En efecto, esa cita del secreto y hurto por la que se dice: «Coged con gusto panes ocultos y la dulzura del agua hurtada»8 produce prurito en los oídos espiritualmente fornicadores que la oyen, como cierto prurito de la sensualidad corrompe también en la carne la integridad de la castidad.

Así pues, escuchad al Apóstol prever tales cosas y aconsejar saludablemente evitarlas: Evita, afirma, los neologismos profanos, pues aprovechan mucho para irreligiosidad y la palabra de ésos serpea como cáncer9. Y no asevera «neologismos», sino que ha añadido: profanos. En efecto, hay también neologismos congruentes con la doctrina de la religión, como está escrito cuándo ha comenzado a decirse ese nombre mismo de los cristianos. En efecto, como se lee en Hechos de los Apóstoles, tras la ascensión del Señor, en Antioquía se nominó por vez primera cristianos a los discípulos10; a los albergues para forasteros y a los monasterios se los nominó después con nombres nuevos; sin embargo, estas cosas mismas existían aun antes de sus nombres y las apoya la verdad de la religión que incluso las defiende de los malvados. Contra la impiedad de los herejes arrianos compusieron también un nuevo nombre, «homousion» del Padre, pero con tal nombre no designaron una realidad nueva, pues se llama «homousion» a lo que significa «Yo y el Padre somos una única cosa»11, a saber, de una única e idéntica sustancia. Por cierto, si toda novedad fuese profana, el Señor no diría: «Os doy un mandato nuevo»12, ni se mencionaría la alianza nueva ni se cantaría en toda la tierra el cántico nuevo. Pero neologismos profanos hay donde una mujer insipiente y audaz13 dice: Coged con gusto panes ocultos y la dulzura del agua hurtada. De esta oferta de falsa ciencia aparta también el Apóstol en ese lugar donde dice: Oh Timoteo, custodia el depósito, evitando los neologismos profanos y las objeciones de la mal llamada ciencia; al prometerla, algunos se perdieron acerca de la fe14. En efecto, nada gusta a ésos tanto como prometer ciencia y burlarse, cual de incultura, de la fe en las realidades verdaderas que a los pequeñines se preceptúa creer.

Las novedades de los adelantados

5. Dirá alguien: «En cuanto a la doctrina, ¿los varones espirituales no tienen nada que callar a los carnales y explicar a los espirituales?». Si yo respondiere «No tienen», al instante se me dirá según una carta a los Corintios del apóstol Pablo: No pude hablaros cual a espirituales, sino cual a carnales. Cual a pequeñines en Cristo os di bebida, leche, no comida, pues no podíais aún. Pero ni siquiera podéis aún, pues aún sois carnales15, y esto: De sabiduría hablamos entre los perfectos, y aquello: Para acomodar a los espirituales lo espiritual; en cambio, un hombre animal no percibe lo que es del Espíritu de Dios, pues para aquél es estulticia16. Para cerrar ya este sermón: en otro, si el Señor lo diere, ha de examinarse de qué naturaleza es todo esto, a fin de que, a causa de estas palabras del Apóstol, mediante neologismos profanos no se indaguen secretos ni se diga que los carnales no pueden soportar eso que el espíritu y el cuerpo de los castos deben evitar.