TRATADO 96

Comentario a Jn 16,12-13, dictado en Hipona, probablemente el domingo 4 de abril de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

Antes y después del Espíritu Santo

1. En ese pasaje del santo evangelio donde el Señor asevera a sus discípulos: «Aún tengo muchas cosas para deciros, pero ahora mismo no podéis cargar»con ellas1, para ser investigado se presenta primero esto: cómo dijo más arriba: «Os di a conocer todas las cosas que oí a mi Padre»2 mas aquí dice: Aún tengo muchas cosas para deciros, pero ahora mismo no podéis cargar con ellas. Cuando expliqué aquellas palabras mismas, ciertamente expuse ya, según pude, cómo había dicho, cual si lo hubiera hecho, lo que aún no había hecho, igual que un profeta, al decir: «El cual hizo las cosas que van a suceder»3 atestigua que Dios hizo esas cosas que van a suceder. Ahora, pues, tal vez queréis saber qué cosas son esas con que los apóstoles no podían cargar entonces. Pero ¿quién de nosotros osará decir que él es ya capaz de esas cosas que ellos no podían captar? Y, por eso, ni de mí ha de aguardarse que diga lo que quizá no captaría si otro me lo dijese, ni vosotros podríais cargar con ello, aunque yo fuese tan inteligente que de mí oigáis lo que para vosotros es demasiado profundo. Y puede ciertamente suceder que entre vosotros haya algunos idóneos ya para captar esas cosas que aún no pueden captar otros y, si no todas acerca de las que el Maestro aquel, Dios, decía: «Aún tengo muchas cosas para deciros», tal vez empero algunas de ellas;pero es temerario querer conjeturar y decir cuáles son estas que él mismo no dijo.

Ciertamente, para morir por Cristo aún no eran entonces idóneos los apóstoles, a los que decía: No podéis seguirme ahora mismo4; por ende, el primero de ellos, Pedro, que había presumido de poderlo ya, experimentó algo distinto de lo que suponía;y, sin embargo, después, innumerables varones y mujeres, niños y niñas, jóvenes y vírgenes, viejos con muy jóvenes fueron coronados con el martirio, y se hallaron ovejas que pudieron cargar con lo que los pastores no podían entonces, cuando el Señor decía eso. ¿Acaso, pues, debió decirse a aquellas ovejas en aquel momento de prueba en que era preciso luchar por la verdad hasta la muerte y derramar la sangre por el nombre o la doctrina de Cristo; acaso, insisto, debió decírseles: «¿Quién de vosotros osará creerse idóneo para el martirio, para el que Pedro aún no había sido idóneo cuando el Señor en persona lo instruía boca a boca?»

Así pues, alguno dirá que a los pueblos cristianos, ansiosos de saber cuáles son las cosas respecto a las que el Señor decía entonces: «Aún tengo muchas cosas para deciros, pero ahora mismo no podéis cargar» con ellas, no debe decirse así: «Si los apóstoles aún no podían, mucho menos podéis vosotros», porque quizá muchos pueden oír lo que entonces no podía Pedro, igual que muchos pueden ser coronados con el martirio —cosa que entonces no podía aún Pedro—, sobre todo, enviado ya el Espíritu Santo, que entonces aún no había sido enviado, del que a continuación —evidentemente para así demostrar que, precisamente porque aún no había venido a ellos el Espíritu Santo, no podían cargar con lo que tenía para decirles— añadió y aseveró: «En cambio, cuando haya venido él, el Espíritu de la verdad, os enseñará toda la verdad»5.

No sabemos qué ocultó Jesús a sus discípulos

2. Concedamos, por ejemplo, que es así, que muchos, enviado ya el Espíritu Santo, pueden cargar ahora mismo con esas cosas con las que, aún no enviado, no podían cargar los discípulos; ¿tal vez sabemos, por eso, qué es lo que no quiso decir, lo cual sabríamos entonces, cuando lo leyéramos u oyéramos dicho por él? De hecho, una cosa es saber si yo o vosotros podemos cargar con ello, otra, en cambio, saber qué es, pueda o no pueda cargarse con ello. Porque él lo ha silenciado, ¿quién de nosotros dirá «Es esto o aquello» o, si osa decirlo, cómo lo prueba? En efecto, ¿quién es tan vano o temerario que, tras haber dicho a quienes quisiere incluso las verdades que quisiere, sin testimonio divino alguno afirme que ésas son las que el Señor no quiso decir entonces? ¿Quién de los nuestros, en el cual no destaca la autoridad profética ni apostólica, hace esto y no incurrirá en la máxima culpa de temeridad? Efectivamente, si en los libros consolidados por la autoridad canónica, que fueron escritos tras la ascensión del Señor, leyéramos algo de esas cosas, haberlo leído había sido verdaderamente poco, si allí no se leía también esto: que eso proviene de lo que el Señor no quiso decir entonces a los discípulos porque no podían cargar con ello. Como si, verbigracia, yo dijese que lo que leemos al comienzo de este evangelio: En el principio existía la Palabra y la Palabra existía en Dios y la Palabra era Dios; ésta existía en el principio en Dios6 y las otras cosas que siguen, por haberse escrito después y no narrarse que las había dicho el Señor Jesús cuando aquí estaba en la carne, sino que uno de sus apóstoles las redactó por habérselas revelado su Espíritu, provienen de esto que el Señor no quiso decir entonces porque los discípulos no podían cargar con ello: ¿quién me escuchará, si tan temerariamente lo digo? Si, en cambio, donde leemos esto, allí leyéramos también lo otro, ¿quién no creería a apóstol tan importante?

Por qué quiso Jesús ocultar algunas cosas

3. Pero me parece que también se dice absurdísimamente esto: que los discípulos no habían podido cargar con las cosas que acerca de las realidades invisibles y profundísimas hallamos en las cartas apostólicas, que han sido escritas después, y no se narra que las hubiera dicho el Señor cuando estaba visiblemente con ellos. En efecto, ¿por qué no podían llevar entonces esas cosas respecto a las que ahora no falta quien en los libros de ellos las lea, quien las lleve aunque no las entienda? Cuando los hombres incrédulos leen u oyen y no entienden en las Escrituras Santas algunas cosas, no pueden ciertamente llevar lo leído u oído: como los paganos, el que mediante ese que fue crucificado se hizo el mundo; como los judíos, el que sea el Hijo de Dios quien quebrantó el sábado en el modo en que esos mismos lo celebran; como los sabelianos, que la Trinidad es el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo; como los arrianos, que igual al Padre es el Hijo, y al Padre y al Hijo el Espíritu Santo; como los fotinianos, que Cristo es no sólo hombre similar a nosotros, sino también Dios, igual a Dios Padre; como los maniqueos, que Cristo Jesús, mediante el cual hemos de ser librados, se ha dignado nacer en carne y de la carne. Tampoco ninguno de los demás hombres de perversas y diversas sectas puede en absoluto llevar que se alegue contra sus errores cualquier cosa que se descubre en las Escrituras Santas y en la fe católica, como nosotros no podemos llevar sus sacrílegas vaciedades e insanias mendaces. Por cierto, ¿qué significa llevar, sino tener con ánimo tranquilo?

Pero todo lo que tras la ascensión del Señor ha quedado escrito con verdad y autoridad canónicas, ¿qué fiel o incluso que catecúmeno antes de recibir, una vez bautizado, el Espíritu Santo, no lo lee y oye con ánimo tranquilo, aun si aún no lo entiende como es preciso? ¿Cómo, pues, los discípulos, aun no enviado aún a ellos el Espíritu Santo, no podrían llevar algo de eso que ha quedado escrito tras la ascensión del Señor, siendo así que los catecúmenos, no recibido aún el Espíritu Santo, llevan ahora todo? Precisamente porque no se les descubren los sacramentos de los fieles, resulta, sin embargo, no que no pueden llevarlos, sino que ellos los ansían tanto más ardientemente cuanto más respetuosamente les son ocultados.

Progresad en la caridad para comprender la verdad

4. Por tanto, carísimos, no aguardéis oírme las cosas que entonces no quiso el Señor decir a los discípulos porque aún no podían cargar con ellas, sino, más bien, progresad en la caridad que se derrama en vuestros corazones mediante el Espíritu Santo que os ha sido dado7, para que, ardientes en el espíritu y queredores de lo espiritual, podáis conocer la luz espiritual y la voz espiritual, que los hombres carnales no pueden llevar, no mediante algún signo que se muestre a los ojos corporales ni mediante algún sonido que haga ruido en los oídos corporales, sino mediante la visión y audición interiores. En efecto, no se ama lo que se ignora totalmente; pero, cuando se ama lo que se conoce en parte por pequeña que sea, ese amor mismo logra que eso se conozca mejor y más plenamente. Si, pues, progresáis en la caridad que en los corazones derrama el Espíritu Santo, os enseñará toda la verdad8 o, como tienen otros códices, os guiará en toda la verdad; por ende, está dicho: Guíame, Señor, en tu camino y andaré en tu verdad9. Así sucederá no que aprenderéis de profesores exteriores lo que el Señor no quiso decir entonces, sino que todos seréis aprendices de Dios10, de forma que seáis capaces de contemplar con la mente misma eso mismo que, mediante las lecturas y sermones ofrecidos desde fuera, habéis aprendido y creído acerca de la naturaleza de Dios, no corpórea ni encerrada en lugar alguno ni extendida cual mole por espacios infinitos, sino por doquier entera, perfecta e infinita, sin brillos de colores, sin figuras de rasgos, sin caracteres de letras, sin serie de sílabas.

He ahí que acabo de decir algo que quizá provenga de allí y empero lo habéis acogido y no sólo habéis podido llevarlo, sino que también lo habéis oído a gusto. Pero, si ese Maestro interior que, cuando aún hablaba exteriormente a los discípulos, aseveró: «Aún tengo muchas cosas para deciros, pero ahora mismo no podéis cargar» con ellas, quisiera decirnos interiormente, como lo dice a los santos ángeles que ven siempre la faz del Padre11, esto que he dicho de la incorpórea naturaleza de Dios, no podríamos aún cargar con ello. Por ende, supongo no que lo que asevera: Os enseñará toda la verdad u os guiará en toda la verdad, puede en esta vida cumplirse en la mente de nadie —¿quién, en efecto, mientras vive en este cuerpo que se corrompe y embota al alma12, podrá conocer la verdad, pues el Apóstol dice: «Conocemos en parte»—, sino que mediante el Espíritu Santo, de quien ahora recibimos la prenda13, sucede que llegamos también a esa plenitud misma acerca de la cual dice idéntico Apóstol: «Entonces, en cambio, cara a cara», y «Ahora conozco en parte; entonces, en cambio, conoceré como soy también conocido»14, porque en esta vida no sabe todo entero, hasta esa perfección, lo que el Señor, al decir: «Os enseñará toda la verdad u os guiará en toda la verdad», nos ha prometido que sucederá gracias a la caridad del Espíritu.

Guardaos de las seducciones torpes y de las sectas

5. Pues si esto es así, queridísimos, en la caridad de Cristo, os aconsejo guardaros de los seductores impuros y de las sectas de obscena indecencia, acerca de los cuales el Apóstol asevera: «Ahora bien, indecente es incluso decir lo que ocultamente hacen ésos»15, no sea que, cuando hayan comenzado a enseñar horrendas inmundicias con que no pueden cargar los oídos humanos, cualesquiera que éstos sean, digan que esas mismas son las cosas respecto a la que el Señor asevera: «Aún tengo muchas cosas para deciros, pero ahora mismo no podéis cargar»con ellas, y defiendan que mediante el Espíritu Santo puede hacerse que se lleven esas cosas inmundas y nefandas. Unos son los males que no puede llevar el pudor humano, cualquiera que sea, y otros son los bienes que no puede llevar el pequeño conocimiento humano: aquéllos se hacen en los cuerpos impúdicos, éstos están lejanos de todos los cuerpos sin excepción; la carne impura comete aquello, apenas percibe esto la mente pura. Renovaos, pues, en el espíritu de vuestra mente16 y entended cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno y agradable y perfecto17 para que, enraizados y cimentados en la caridad, con todos los santos podáis comprender cuál es la longitud y anchura, altura y profundidad, también conocer la caridad del Mesías, la cual sobrepasa al conocimiento, para que seáis llenados hasta toda la plenitud de Dios18. En efecto, de ese modo os enseñará el Espíritu Santo toda la verdad cuando derrame más y más en vuestros corazones la caridad.