TRATADO 94

Comentario a Jn 16,5-11, dictado en Hipona, probablemente el domingo 28 de marzo de 420

Traductor: José Anoz Gutiérrez

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1. El Señor Jesús, después de haber predicho a sus discípulos las persecuciones que iban a padecer tras su partida, ha añadido y aseverado: «Ahora bien, no os dije desde el inicio estas cosas, porque estaba con vosotros; ahora, en cambio, voy a este que me ha enviado»1, donde ha de estudiarse con atención, si no les había predicho antes los sufrimientos futuros. Pero los otros tres evangelistas demuestran suficientemente que él lo había predicho antes que se viniera a la cena2, terminada la cual, habló de ello, según Juan, cuando aseveró: Ahora bien, no os dije desde el inicio estas cosas, porque estaba con vosotros. ¿O quizá se resuelve esta cuestión precisamente porque aquéllos narran también que él había estado próximo a la pasión cuando decía estas cosas? No dijo, pues, estas cosas desde el inicio, cuando estaba con ellos, porque las dijo al ir ya a marcharse y encaminarse ya al Padre y, por tanto, también según esos evangelistas es verdad lo que aquí está dicho: Ahora bien, no os dije desde el inicio estas cosas.

Pero ¿qué hacemos de la veracidad del evangelio según Mateo, el cual menciona que estas cosas fueron notificadas por el Señor no sólo cuando, inminente la pasión, iba ya a cenar con los discípulos la Pascua, sino también desde el inicio, cuando por vez primera se designa nominalmente a los doce apóstoles y son enviados a obras divinas?3 ¿Qué significa, pues, lo que aquí asevera: «Ahora bien, no os dije desde el inicio estas cosas, porque estaba con vosotros», sino que estas cosas —las que aquí dice del Espíritu Santo: que va a venir a ellos y va a dar testimonio, cuando van a padecer los males esos— no se las dijo desde el principio, porque estaba con esos mismos?

El Espíritu Santo, fuente de paciencia y fortaleza

2. Ese consolador, pues, o abogado —por cierto, una y otra cosa se traduce lo que en griego es parákletos—, había sido necesario al irse Cristo, mas acerca de él no había hablado desde el inicio, cuando estaba con ellos, precisamente porque eran consolados con su presencia. En cambio, era preciso que, a punto de irse, dijera que iba a venir ese mediante el que iba a suceder que, derramada en sus corazones la caridad, predicasen con aplomo la palabra de Dios y, porque en ellos, por dentro, aquél daba testimonio de Cristo, también esos mismos, cuando los enemigos judíos hicieran de ellos excluidos de las sinagogas y los matasen por estimar ellos ofrecer a Dios homenaje, dieran testimonio y no se escandalizasen, porque todo lo tolera la caridad4 que había de ser derramada en sus corazones mediante el don del Espíritu Santo5. De aquí, pues, se deriva entero este significado: que mediante el Espíritu Santo iba a hacerlos mártires suyos, esto es, testigos suyos, de forma que, por obrar él en ellos, tolerasen cualesquiera asperezas de persecuciones e, inflamados por ese Divino Fuego, no se enfriasen respecto a la caridad de predicar.

Afirma, pues: Os he hablado de estas cosas para que, cuando haya venido la hora de ellos, recordéis que yo os las dije6. O sea, os he hablado de estas cosas no sólo porque vais a padecer eso, sino porque, cuando hubiere venido el Paráclito, él dará testimonio de mí, no sea que temiéndolas calléis, de donde resultará que también vosotros deis testimonio. Ahora bien, no os dije desde el inicio estas cosas, porque estaba con vosotros y yo os consolaba con mi presencia corporal, mostrada a vuestros sentidos humanos, la cual podíais captar los pequeñines.

Os conviene que yo me vaya

3. Ahora, en cambio, voy a ese que me envió y, afirma, nadie de vosotros me interroga: «¿A dónde vas?»7 Indica que él va a irse sin que ninguno le interrogase, porque con la vista del cuerpo percibirían abiertamente que sucedería —en verdad, más arriba le habían interrogado a dónde iba a ir, y les había respondido que él iba a ir donde estos mismos no podían venir entonces8; pero ahora promete que él va a irse sin que ninguno de ellos interrogue a dónde va—, pues una nube lo recogió cuando ascendió desde ellos, y a él que se iba al cielo no lo buscaron con palabras, sino que lo escoltaron con los ojos9.

4. Pero, porque os he hablado de estas cosas, afirma, la tristeza ha llenado vuestro corazón10. Evidentemente, veía que esas palabras suyas actuaban en sus corazones. Efectivamente, al no tener aún, bien adentro, el consuelo espiritual que iban a tener mediante el Espíritu Santo, temían perder lo que exteriormente veían en Cristo y, porque no podían dudar que ellos iban a perder al que notificaba verdades, el afecto humano se conturbaba porque la mirada carnal quedaba sin objeto. Por su parte, él sabía qué les convenía más bien, porque, evidentemente, es mejor esa vista interior misma con que el Espíritu Santo iba a consolarlos, él que iba no a meter un cuerpo humano en los cuerpos de quienes le veían, sino a infundirse a sí mismo en los pechos de quienes creen.

Por eso ha añadido: «Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; en efecto, si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros; si, en cambio, me marchare, lo enviaré a vosotros»11, cual si dijera: «Os conviene que esta forma de esclavo os sea quitada. Palabra hecha carne, habito ciertamente entre vosotros; pero no quiero que me queráis aún carnalmente ni que, contentos con esa leche, ansiéis ser siempre bebés. Os conviene que yo me vaya; en efecto, si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros. Si no hubiere retirado los alimentos tiernos con que os he alimentado, no hambrearéis el alimento sólido; si os hubiereis adherido carnalmente a la carne, no seréis capaces del Espíritu».

Porque ¿qué significa: Si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros; si, en cambio, me marchare, lo enviaré a vosotros? Puesto aquí, ¿tal vez no podía enviarlo? ¿Quién diría esto? En efecto, de allí donde aquél estaba no se había retirado éste ni había venido del Padre sin permanecer en el Padre; por último, aun establecido aquí, ¿cómo no podía enviar a ese de quien sabemos que sobre él, bautizado, había venido y se había quedado12; más aún, ese respecto a quien sabemos que de él nunca había sido separable aquél?. ¿Qué significa, pues, «Si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros», sino: «No podéis captar el Espíritu mientras persistís en conocer según la carne a Cristo?». Por ende, el que ya había recibido el Espíritu afirma: «Aunque habíamos conocido según la carne, a Cristo, sin embargo, ahora ya no lo conocemos así»13, puesto que no conoce según la carne ni aun a la carne misma de Cristo, quien conoce espiritualmente a la Palabra hecha carne. Seguramente esto quiso el Maestro bueno indicar diciendo: En efecto, si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros; si, en cambio, me marchare, lo enviaré a vosotros.

El Espíritu Santo estará presente con toda la Trinidad

5. Ahora bien, tras marcharse corporalmente Cristo, les asistieron espiritualmente no sólo el Espíritu Santo, sino también el Padre y el Hijo. Efectivamente, si Cristo se fue de ellos de forma que en vez de él, no con él, estuviese en ellos el Espíritu Santo, la promesa del que dice «He ahí que yo estoy con vosotros hasta la consumación del mundo»14 y «yo y el Padre vendremos a él y haremos morada en él15, ¿dónde está, ya que había prometido que él iba a enviar el Espíritu Santo de forma que con ellos estuviese por la eternidad?. Y por esto, en realidad iban a tener más capazmente al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, ya que de carnal o animales iban a ser espirituales. Pues bien, ha de creerse no que sin el Hijo y el Espíritu Santo está en alguno el Padre, ni sin el Espíritu el Padre y el Hijo, ni sin el Padre y el Espíritu Santo el Hijo, ni sin el Padre y el Hijo el Espíritu Santo, ni sin el Hijo el Padre y el Espíritu Santo, sino que donde está uno solo de ellos, cualquiera, allí está la Trinidad, Dios único. Ahora bien, era preciso insinuar la Trinidad de forma que, aunque no hubiese ninguna diversidad de sustancias, sin embargo, la diferencia de las personas, una a una, se hiciese valer donde ella, a esos que entienden rectamente, nunca puede parecerles separación de naturalezas.

6. Por otra parte, lo que sigue: Y cuando haya venido él, acusará al mundo respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio; por cierto, respecto a pecado porque no creen en mí; en cambio, respecto a justicia porque voy al Padre y ya no me veréis; por otra parte, respecto a juicio porque el jefe de este mundo ha sido juzgado —cual si el único pecado fuese no creer en Cristo, y cual si la justicia misma fuese no ver a Cristo, y cual si el juicio mismo fuese que el jefe de este mundo, esto es, el diablo, ha sido juzgado16, es muy misterioso y, para que la brevedad no lo haga más oscuro, no ha de resumirlo este sermón, sino que, más bien, en la medida en que el Señor ayudare, ha de explicarlo otro.