Comentario a Jn 15,4-7, dictado en Hipona, probablemente el sábado 14 de febrero de 420
La mutua permanencia entre Cristo y los discípulos
1. Jesús ha dicho que él es la vid, sus discípulos los sarmientos y el Padre el agricultor, cuestión que, como pude, hace tiempo fue expuesta con detalle. Pues bien, en esta lectura, como aún hablase de sí mismo, que es la Vid, y de sus sarmientos, esto es, los discípulos, afirma: «Permaneced en mí, y yo en vosotros»1: ellos en él no de ese modo como él en ellos. Pues bien, una y otra cosa aprovechan no a él, sino a ellos. En efecto, los sarmientos están en la vid de forma que no son útiles a la vid, sino que de ahí reciben con qué vivan; de hecho, la vid está en los sarmientos de forma que les suministra el vital alimento, no de forma que lo tome de ellos. Y, por eso, una y otra cosa, tener a Cristo que permanece en ellos y permanecer en Cristo, aprovecha a los discípulos, no a Cristo, porque, cortado un sarmiento, otro puede retoñar de la raíz viva; en cambio, el que ha sido cortado no puede vivir sin la raíz.
Necesidad de la gracia
2. Por eso añade y dice: Como el sarmiento no puede por sí mismo dar fruto si no permaneciere en la vid, así tampoco vosotros si no permaneciereis en mí2. ¡Gran encomio de la gracia, hermanos míos: instruye los corazones de los humildes, cierra las bocas de los soberbios! He ahí a quién respondan, si se atreven, quienes, por ignorar la justicia de Dios y querer constituir la suya, no se sometieron a la justicia de Dios3. He ahí a quién respondan quienes están satisfechos de sí y suponen que Dios no les es necesario para hacer obras buenas. ¿Acaso no se oponen a esta verdad los hombres corruptos de mente, réprobos en cuanto a la fe4, que responden y hablan iniquidad, al decir: «De Dios tenemos ser hombres; en cambio, de nosotros mismos ser justos»? ¿Qué decís quienes os engañáis a vosotros mismos, del libre arbitrio no defensores sino despeñadores desde la altura del engreimiento, por el vacío del envanecimiento, a lo profundo del hundimiento? Como es notorio, fórmula vuestra es que el hombre practica en virtud de sí mismo la justicia. Esto es la altura de vuestro engreimiento. Pero la Verdad contradice y dice: El sarmiento no puede por sí mismo dar fruto si no permaneciere en la vid. Id ahora a través de precipicios y, al no tener dónde os sujetéis, la ventosa locuacidad os zarandee. Estas cosas son el vacío de vuestro envanecimiento. Pero ved qué os acaece en consecuencia y, si en vosotros hay algo de seso, horrorizaos. En efecto, quien estima que por sí mismo él da fruto, no está en la Vid; quien no está en la Vid, no está en Cristo; quien no está en Cristo no es cristiano. Esto es lo profundo de vuestro hundimiento.
O en la Vid o ¡al fuego!
3. Una y otra vez considerad que añade y dice aún la Verdad: Yo soy, afirma, la Vid; vosotros, los sarmientos. Quien permanece en mí y yo en él, éste da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer5. Para que nadie supusiera que por sí mismo puede el sarmiento dar algún fruto, pequeño al menos, tras haber dicho: «Éste da mucho fruto», no asevera: «Porque sin mí poco podéis hacer», sino: Nada podéis hacer. Sin ese, pues, sin el que nada puede hacerse, no puede hacerse ni poco ni mucho porque, aunque el sarmiento haya producido poco y, para que produzca más, lo limpia el agricultor, sin embargo, si no permaneciere en la vid y viviere de la raíz, por sí mismo no puede dar fruto de ningún tamaño. Por otra parte, aunque Cristo no sería la Vid si no fuese hombre, sin embargo, no proporcionaría a los sarmientos esa gracia si no fuese también Dios. Porque vivir sin esta gracia es en verdad tan imposible que en potestad del libre arbitrio está precisamente la muerte, afirma: Si alguien no permaneciere en mí, cual el sarmiento será echado fuera y se secará, y lo recogerán y lo enviarán al fuego, y arderá6. Así pues, las partes leñosas de la vid son tanto más despreciables si no permanecieren en la vid cuanto más gloriosas si permanecieren; por eso, como acerca de éstas dice también el Señor mediante el profeta Ezequiel, una vez cortadas, no aprovechan a ningún uso de los agricultores, no se las destina a ninguna obra de artesanía7. Al sarmiento se ajusta una de dos cosas, la vid o el fuego: si en la vid no está, en el fuego estará; para que, pues, en el fuego no esté, en la vid esté.
Cuándo se nos concede lo que pedimos
4. Si permaneciereis en mí, afirma, y mis palabras permanecieren en vosotros, pediréis cualquier cosa que quisiereis, y se os hará8. En efecto, permaneciendo en Cristo, ¿qué pueden querer sino lo que está de acuerdo con Cristo? ¿Qué pueden querer permaneciendo en el Salvador, sino lo que no es inadecuado a la salvación? En efecto, una cosa queremos porque estamos en Cristo, y otra queremos porque estamos aún en este mundo. De hecho, a causa de la permanencia en este mundo nos coge a veces a traición el pedir esto respecto a lo que desconocemos que no nos conviene. Pero ¡ni pensar que esto se nos haga si permanecemos en Cristo, el cual, cuando pedimos, no hace sino lo que nos conviene! Mientras, pues, permanezcamos en él cuando sus palabras permanecen en nosotros, pediremos y se nos hará cualquier cosa que quisiéremos. Por eso, si pedimos y no se hace, pedimos no lo que implica la permanencia en él ni lo que implican sus palabras que permanecen en nosotros, sino lo que implican la codicia y la debilidad de la carne, que no existen en él y en las que no permanecen sus palabras. Evidentemente, a sus palabras pertenece de hecho la oración que enseñó, en la que decimos: Padre nuestro, que estás en los cielos9. De las palabras y significados de esta oración no nos apartemos en nuestras peticiones y se nos hará cualquier cosa que pidiéremos.
Por cierto que sus palabras permanecen en nosotros ha de decirse cuando hacemos lo que ha preceptuado y amamos lo que ha prometido; en cambio, cuando sus palabras permanecen en la memoria, mas no se hallan en la vida, al sarmiento no se le considera en la vid porque a la vida no la tira hacia sí desde la raíz. Respecto a esta diferencia vale lo que está escrito: Y para quienes en la memoria retienen sus mandatos a fin de cumplirlos10. Por cierto, muchos los retienen en la memoria para despreciarlos o también ridiculizarlos y atacarlos. Las palabras de Cristo no permanecen en estos que en cierto modo las tocan ligeramente, mas no están sólidamente unidos a ellas; por eso, les servirán no de beneficio, sino de testimonio, y asimismo, porque se hallan en ellos sin permanecer en ellos, se las saben ellos para que se les juzgue conforme a ellas.