TRATADO 63

Comentario a Jn 13,31-32, dictado en Hipona, probablemente el sábado 13 de diciembre de 419

Traductor: José Anoz Gutiérrez

Buscar siempre a Dios

1. Tensemos la mirada de la mente y, con la ayuda del Señor, busquemos con insistencia a Dios. Es voz de un cántico divino: Buscad a Dios y vivirá vuestra alma1. Busquémosle para hallarlo, busquémosle una vez hallado. Búsquesele para hallarlo, está oculto; búsquesele una vez hallado, es inmenso; por ende se dice en otra parte: Buscad siempre su faz2. En efecto, en la medida en que quien lo busca capta, lo sacia, y a quien lo ha hallado lo hace más capaz, para que de nuevo busque ser llenado cuando comenzare a captar más.

«Buscad siempre su faz» está, pues, dicho no como se dice de ciertas individuas: Aprendiendo siempre, mas sin llegar nunca al conocimiento de la verdad3, sino que, más bien, está dicho como asevera aquél: Cuando un hombre hubiere terminado, entonces comienza4: hasta que lleguemos a esa vida donde seamos llenados de forma que no seamos hechos más capaces, porque seremos tan perfectos que ya no progresaremos, pues se nos mostrará lo que nos basta. Aquí, en cambio, busquemos siempre y el fruto del hallazgo no sea el final de la búsqueda. En efecto, no digo que, porque sólo aquí hay que buscar, no hay que buscar siempre; sino que digo que aquí hay que buscar siempre, precisamente para que no supongamos que alguna vez hay que cesar aquí de la búsqueda. Por cierto, también esas acerca de las que está dicho: «Aprendiendo siempre, mas sin llegar nunca al conocimiento de la verdad», están aquí aprendiendo siempre, evidentemente; pero, cuando hayan salido de esta vida, ya no estarán aprendiendo, sino recibiendo la paga de su error, pues «Aprendiendo siempre, mas sin llegar nunca al conocimiento de la verdad» está dicho cual si se dijera: «Caminan siempre, mas nunca llegan al camino». Nosotros, en cambio, caminemos siempre en el Camino, hasta que lleguemos a ese hasta el que conduce el Camino; nunca nos quedemos en él, hasta que nos lleve adonde permanezcamos, y así, buscando tendemos, hallando llegamos a algo y, buscando y hallando, pasamos a lo que falta, hasta que el final del buscar se produzca allí donde al logro no le queda tensión de avanzar.

Que este preámbulo, queridísimos, ponga atenta a Vuestra Caridad a esa palabra del Señor, que él dirigió a los discípulos antes de la pasión. Es, en efecto, profunda y, evidentemente, donde mucho va a fatigarse el ponente, no debe en absoluto ser remiso el oyente.

Ahora es glorificado el Hijo del hombre

2. ¿Qué, pues, aseveró el Señor después de haber salido Judas a hacer muy pronto lo que iba a hacer, esto es, a entregar al Señor? ¿Qué aseveró el Día, cuando hubo salido la noche? ¿Qué aseveró el Comprador, cuando hubo salido el vendedor? Ahora, afirma, ha sido glorificado el Hijo del hombre5. ¿Por qué ahora? ¿Acaso porque salió quien lo entregará, acaso porque están muy cercanos quienes se apoderarán de él y lo asesinarán? Ahora ha sido glorificado, porque ser más humillado está cerca de ese a quien amenaza el ser atado, juzgado, condenado, ridiculizado, crucificado, matado; ¿no es así? Esto ¿es glorificación o, más bien, humillación? Cuando hacía milagros, ¿no aseveró empero acerca de él este Juan: No había sido dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado?6 ¿No había sido, pues, aún glorificado entonces, cuando resucitaba muertos, y ha sido glorificado ahora, cuando se acercaba a los muertos? ¿Aún no había sido glorificado al hacer cosas divinas, y ha sido glorificado cuando va a padecer cosas humanas? ¡Asombroso, si Dios, ese Maestro, con estas palabras significaba y enseñaba esto! Más profundamente ha de escudriñarse el dicho del Altísimo, quien, para que le hallemos, se manifiesta un poco mas de nuevo se oculta, para que intentemos descubrirlo y, de lo hallado a lo que ha de ser hallado, nos apoyemos en unos pasos, por así llamarlos.

Salió Judas y ha sido glorificado Jesús; salió el hijo de la perdición y ha sido glorificado el Hijo del hombre. Veo aquí algo que puede prefigurar algo grande, pues había salido ese en atención al cual se les había dicho: Y vosotros estáis limpios, pero no todos7. Así pues, al salir el no limpio, se quedaron todos los limpios y permanecieron con su Limpiador. Algo parecido sucederá cuando, vencido por Cristo,haya pasado este mundo y en el pueblo de Cristo no quedará nadie inmundo; cuando, separada del trigo la cizaña, en el reino de su Padre brillarán como el sol los justos8. El Señor, porque preveía que esto iba a suceder y para testificar que ahora se alude a ello, tras retirarse Judas cual separada la cizaña, cual al trigo dice a los apóstoles santos: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre», como si dijese: «He ahí lo que sucederá en esa glorificación mía, donde no habrá ninguno de los malos, donde ninguno de los buenos perece».

Por otra parte, no está dicho así: «Ahora ha sido significada la glorificación del Hijo del hombre», sino que está dicho: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre», como no está dicho: «La roca significaba al Mesías», sino: La roca era el Mesías9. Tampoco está dicho: «La semilla buena significaba los hijos del reino, o la cizaña significaba los hijos del Maligno», sino que está dicho: La semilla buena son éstos, los hijos del reino; en cambio, la cizaña, los hijos del Maligno10. Como, pues, la Escritura suele hablar nominando a las cosas significantes cual a las que son significadas, así ha hablado el Señor al decir: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre», después que, separado de allí el pésimo y al quedarse con él los santos, ha sido significada su glorificación: cuando, separados los inicuos, en la eternidad permanecerá él con los santos.

Dios lo glorificará

3. Pues bien, como hubiese dicho: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre», añadió: «Y Dios ha sido glorificado en él»11, pues la glorificación del Hijo del hombre es precisamente ésa: que en él sea glorificado Dios. En efecto, si ése no es glorificado en sí mismo, sino que en él es glorificado Dios, entonces Dios lo glorifica en sí. Por eso, cual si explicara esas cosas, añade y dice: Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo12. Esto es, si Dios ha sido glorificado en él porque éste ha venido no a hacer su voluntad, sino la voluntad de ese que lo ha enviado, también Dios lo glorificará en sí mismo, de forma que la naturaleza humana por la que es hijo de hombre, la cual fue asumida por la Palabra eterna, sea premiada con la inmortal eternidad. Y en seguida lo glorificará13, afirma, por supuesto para predecir con esta atestación que su resurrección sucederá no como la nuestra, al final del mundo, sino en seguida. Efectivamente, esa misma es la glorificación de la que el evangelista había ya dicho lo que poco antes he citado: que, en esos a quienes el Espíritu había de darse de modo nuevo por haber creído tras la resurrección, aún no había sido dado de ese modo, porque Jesús aún no había sido glorificado, esto es, aún no había sido vestida de inmortalidad la mortalidad ni cambiada en eterno vigor la temporal debilidad. «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre» puede también parecer dicho acerca de esa glorificación, de forma que se crea que lo que asevera, ahora, se refiere no a la inminente pasión, sino a la cercana resurrección, cual si se hubiere hecho lo que ya iba a suceder tan próximamente.

Hoy baste esto a Vuestra Dilección. Cuando el Señor lo diere, disertaré sobre lo siguiente.