Comentario a Jn 11,55-12,11, predicado en Hipona en otoño de 414, al día siguiente del anterior
El cordero de la verdadera pascua
1. A la lectura del Santo Evangelio de ayer, de la que dije lo que el Señor dio, sigue la hodierna, de la cual voy a decir lo que el Señor dará. En las Escrituras hay ciertas cosas tan claras que reclaman un oyente más que un expositor; es preciso no detenernos en ellas, a fin de que el tiempo llegue para las necesarias, en las que hay que detenerse.
2. Próxima, pues, estaba la Pascua de los judíos1. Los judíos quisieron tener ensangrentado con la sangre del Señor ese día festivo. En ese día festivo fue matado el Cordero que con su sangre ha consagrado para nosotros ese mismo día festivo. Entre los judíos se tenía un consejo sobre matar a Jesús; ese que del cielo había venido a padecer, quiso acercarse al lugar de la pasión, porque estaba inminente la hora de la pasión. Muchos, pues, subieron de la región a Jerusalén antes de la Pascua a santificarse a sí mismos. Esto hacían los judíos según el precepto del Señor, mandado en la Ley mediante el santo Moisés: que, en el día festivo que era la Pascua, de todas partes se reuniesen todos y se santificasen con la celebración de ese día. Pero aquella celebración era sombra del futuro. ¿Qué significa «sombra del futuro»? Profecía de Cristo que iba a venir, profecía de quien ese día iba a padecer por nosotros; así la sombra pasaría y vendría la luz, para que pasase el anuncio y durase la realidad. Los judíos, pues, celebraban la Pascua como sombra; nosotros, como luz. Por cierto, ¿por qué era preciso que el Señor les preceptuase matar durante ese día festivo mismo una oveja, sino porque ella era ese de quien está profetizado: Fue conducido como oveja para ser inmolada?2 Con la sangre del ganado matado se marcaron las jambas de los judíos; con la sangre de Cristo se marcan nuestras frentes. Y, porque aquella signación era significación, se dice que de las casas marcadas alejaba al exterminador3; la señal de Cristo repele de nosotros al exterminador, si nuestro corazón recibe al Salvador. ¿Por qué he dicho esto? Porque muchos tienen marcadas las jambas, mas dentro no permanece el Habitante; fácilmente tienen en la frente la señal de Cristo, mas en su corazón no reciben la palabra de Cristo. Por eso he dicho, hermanos, lo que repito: la señal de Cristo repele de nosotros al exterminador, si nuestro corazón tiene a Cristo como habitante. He dicho estas cosas, por si alguien reflexionaba quizá sobre qué significarían esas fiestas de los judíos. Ha venido, pues, el Señor como para víctima, a fin de que nosotros tuviéramos la auténtica Pascua, cuando celebrásemos su pasión como la inmolación de una oveja.
Buscar a Cristo con buena intención
3. Buscaban, pues, a Jesús, pero mal. Dichosos, en efecto, quienes buscan a Jesús, pero bien. Ellos buscaban a Jesús para no tenerlo ellos ni nosotros; pero nosotros lo hemos acogido, tras alejarse de ellos. Se censura a quienes buscan, se loa a quienes buscan, pues alabanza o condena halla la intención de quien busca. En efecto, también en Salmos tienes: Sean confundidos y teman quienes buscan mi vida4: ésos son quienes buscaban mal. En cambio, en otro lugar dice: No tengo a dónde huir y no hay quien reclame mi vida5. Se culpa a quienes la buscaban, se culpa a quienes no la buscaban. Porque, pues, también aquéllos buscaban a Cristo precisamente para agarrarlo, pero para pronto no tenerlo, busquémosle para tenerlo; busquémosle para agarrarlo, pero no para asesinarlo. Le buscaban, pues, y decían entre ellos: ¿Qué suponéis? ¿Que no viene al día festivo?
Detén a Cristo con el corazón
4. Por su parte, los pontífices y los fariseos habían dado un mandato: que si alguien supiera dónde está, lo indique para que se apoderen de él6. Nosotros indiquemos ahora mismo a los judíos dónde está Cristo. Ojalá quieran oír y apoderarse de él cualesquiera que son del linaje de quienes habían dado un mandato: que se les indicase dónde está Cristo. Vengan a la Iglesia, oigan dónde está Cristo y que se apoderen de él. Óigannoslo, óiganlo al Evangelio. Fue asesinado por los padres de ellos, fue sepultado, resucitó, fue reconocido por los discípulos, ante sus ojos ha ascendido al cielo, allí está sentado a la diestra del Padre; quien fue juzgado va a venir como juez. ¡Oigan y agárrenlo! Responderán: «¿Cómo agarraré a un ausente? ¿Cómo echaré al cielo la mano para agarrar a quien allí está sentado?». Echa la fe y lo has agarrado. Tus padres lo agarraron en la carne; tú agárralo en el corazón, porque Cristo ausente está también presente. Si no estuviera presente, no podríamos agarrarlo nosotros mismos. Pero, porque es verdad lo que asevera: He ahí que yo estoy con vosotros hasta la consumación del mundo7, se marchó y está aquí; ha regresado y no nos abandona, pues ha metido en el cielo su cuerpo, no ha quitado su majestad al mundo.
Unge con María los pies de Jesús
5. Jesús, pues, seis días antes de la Pascua vino a Betania, donde había muerto Lázaro, a quien levantó Jesús. Pues bien, le hicieron allí una cena y Marta servía; Lázaro, en cambio, era uno de los que se habían puesto a la mesa8. Para que los hombres no supusiesen que él había sido hecho un fantasma porque, muerto, resucitó, era uno de los recostados; vivía, hablaba, tomaba parte en el festín; la verdad se mostraba, la incredulidad de los judíos era confundida. Se había puesto, pues, a la mesa el Señor con Lázaro y con los demás; servía Marta, una de las hermanas de Lázaro.
El buen olor de Cristo
6. En cambio, María, la otra hermana de Lázaro, tomó una libra de perfume de nardo pístico, caro; ungió los pies de Jesús y con sus cabellos enjugó los pies de él, y la casa se llenó con el olor del perfume9. Hemos escuchado el hecho; investiguemos el misterio. Tú, cualquiera que quieres ser una persona fiel, con María unge con perfume caro los pies del Señor. Ese perfume fue la justicia; por eso hubo una libra; además era perfume de nardo pístico, caro. Respecto a lo que asevera, pístico, debemos pensar en algún lugar de donde era este perfume caro; sin embargo, este adjetivo no es ocioso y está óptimamente en armonía con un sacramento. Pístis se llama en griego a la fe. Intentabas poner por obra la justicia: El justo vive de fe10. Unge tú los pies de Jesús: viviendo bien, ve en pos de las huellas del Señor. Enjúgalos con los cabellos: si tienes cosas superfluas, da a los pobres y has enjugado los pies del Señor, pues los cabellos parecen cosas superfluas del cuerpo. Tienes qué hacer con tus cosas superfluas; para ti son superfluas, pero para los pies del Señor son necesarias. Los pies del Señor pasan quizá necesidad en la tierra. En efecto, ¿de quiénes, sino de sus miembros, va a decir al final: «Cuando lo hicisteis a uno de mis mínimos, a mí lo hicisteis?11 Habéis gastado vuestras cosas superfluas, pero os habéis dedicado a mis pies».
7. Pues bien, la casa se llenó del olor, el mundo se ha llenado de la buena fama, porque olor bueno es la buena fama. Quienes viven mal y se llaman cristianos, hacen una injuria a Cristo; de quienes son así está dicho que por su culpa se denuesta el nombre de Dios. Si por culpa de tales individuos se denuesta el nombre de Dios12, mediante los buenos se loa el nombre del Señor. Escucha al Apóstol: Somos en todo lugar, afirma, olor bueno del Mesías. También en Cantar de Cantares se dice: Perfume derramado es tu nombre13. Haz volver de nuevo la atención hacia el Apóstol: Olor bueno del Mesías somos, afirma, en todo lugar, tanto entre estos que son hechos salvos como entre estos que perecen; para unos, olor de vida en orden a la vida; para otros, olor de muerte en orden a la muerte; y para estas cosas ¿quién es idóneo?14 La presente lectura del Santo Evangelio nos ofrece la ocasión de hablar sobre ese olor de forma que, pues el Apóstol mismo dice: «Y para estas cosas ¿quién es idóneo?», yo me exprese suficientemente y vosotros escuchéis diligentemente. ¿Acaso, pues, yo soy idóneo para intentar hablar de ello, o vosotros sois idóneos para oír estas cosas? Yo, ciertamente, no soy idóneo; pero es idóneo aquel que ojalá se digne decir mediante mí lo que a vosotros os aprovecha oír. He ahí que el Apóstol es, como él mismo dice, olor bueno; pero ese mismo olor bueno es para unos olor de vida en orden a la vida; para otros, en cambio, olor de muerte en orden a la muerte; olor bueno empero. Efectivamente, ¿acaso asevera: «Para unos somos olor bueno en orden a la vida; para otros olor malo en orden a la muerte»? Ha dicho que él es olor bueno, no malo; y ha dicho que idéntico olor bueno existe para unos en orden a la vida, para otros en orden a la muerte. Felices quienes viven gracias al olor bueno; en cambio, ¿qué más infeliz que los que mueren por el olor bueno?
La buena fama causa de vida y de muerte
8. ¿Y, pregunta alguno, quién es a quien mata el olor bueno? Esto es lo que responde el Apóstol: Y para estas cosas ¿quién es idóneo? Sin embargo, en la medida en que el Señor se digne inspirarme porque tal vez se oculte ahí un significado muy profundo que yo no puedo penetrar, hasta donde he podido penetrarlo, no debe denegarse a vosotros cómo es, cómo de modos admirables hace Dios esto: que con el olor bueno vivan los buenos y mueran los malos. La fama diseminaba en todas partes que el apóstol Pablo obraba bien, vivía bien, de palabra predicaba la justicia, la demostraba con los hechos, doctor admirable y dispensador fiel; unos le querían, otros le envidiaban. De hecho, él mismo, en cierto lugar, acerca de algunos asevera que anunciaban al Mesías no limpiamente, sino por envidia, al suponer,afirma, que provocan tribulación a mis cadenas. ¿Pero qué asevera? «Anúnciese al Mesías o por oportunidad o con verdad15. Lo anuncian quienes me aman, lo anuncian quienes me envidian; aquéllos viven por el olor bueno, éstos mueren también por el olor bueno; sin embargo, mientras unos y otros predican, anúnciese el nombre de Cristo, llénese de óptimo olor el mundo». Si has amado a quien obra bien, estás vivo por el olor bueno; si has envidiado a quien obra bien, estás muerto por el olor bueno. ¿Acaso precisamente por haber querido morir has hecho que sea malo ese olor? No envidies, y no te matará el olor bueno.
9. Por tanto, escucha cómo también aquí, respecto a ese perfume, para unos era olor bueno en orden a la vida, para otros olor bueno en orden a la muerte. Inmediatamente después que la religiosa María hizo esto como obsequio del Señor, uno de sus discípulos, Judas Iscariote, el que iba a entregarlo, dijo: ¿Por qué este perfume no se vendió en trescientos denarios, y se dio a los pobres?16 ¡Ay de ti, desgraciado! El olor bueno te ha matado. En efecto, el santo evangelista ha explicado por qué aquél dijo esto. Por nuestra parte, si mediante el evangelio no nos pusiera delante el sentimiento de aquél, también nosotros supondríamos que él pudo decir esto por preocupación por los pobres. No es así, sino ¿qué? Escucha a un testigo veraz: Ahora bien, dijo esto no porque le importaban los pobres, sino porque como era ladrón y, al tener los cofrecillos, llevaba también lo que se echaba17. ¿Lo llevaba o se lo llevaba? Pero por oficio lo llevaba, por el hurto se lo llevaba.
El caso de Judas, una lección de tolerancia
10. Escuchad; he ahí que el Judas ese no se hizo perverso cuando, sobornado por los judíos, entregó al Señor. En efecto, muchísimos descuidados del evangelio estiman que Judas pereció exactamente cuando de los judíos aceptó dinero para entregar al Señor. No pereció entonces; ya era ladrón y, porque seguía al Señor no con el corazón, sino con el cuerpo, lo seguía como un perdido. Completaba el duodenario número de los Apóstoles, no tenía la dicha apostólica; para prefigurar algo había sido el duodécimo; tras caer él y sucederle otro, se completó la realidad apostólica y permaneció la integridad del número18. ¿Qué, pues, hermanos míos, quiso nuestro Señor Jesucristo aconsejar a su Iglesia cuando quiso tener entre los doce a un perdido, sino que toleremos a los malos y no dividamos el cuerpo de Cristo? He ahí que Judas está entre los santos, he ahí que Judas es ladrón y —no lo pases por alto— ladrón y sacrílego, no un ladrón cualquiera: ladrón de los cofrecillos, pero de los del Señor; de los cofrecillos, pero sagrados. Si en el foro se disciernen los delitos de cualquier hurto y de peculado —peculado se llama efectivamente al hurto contra el Estado, y no se condena el hurto de una cosa privada como el de una pública—, ¿cuánto más enérgicamente será condenado el ladrón sacrílego, que haya osado no quitar algo de cualquier lugar, sino quitarlo de la Iglesia? Quien de la Iglesia hurta algo, se compara con el perdido Judas. Tal era ese Judas y empero entraba y salía con los once discípulos santos. Se acercó igualmente a la Cena misma del Señor; pudo convivir con ellos, no pudo corromperlos. De un único pan recibieron Pedro y Judas; y empero ¿qué parte tenía el fiel con el infiel? Pedro, en efecto, lo recibió en orden a la vida, Judas en orden a la muerte. Por cierto, como el olor bueno, así también el alimento bueno. Como, pues, el olor bueno, así también el alimento bueno: vivifica a los buenos, da muerte a los malos, pues quien comiere indignamente, para sí come y bebe la condena, la condena para sí19, no para ti. Si la condena es para sí, no para ti, como bueno tolera al malo para que vengas a los premios de los buenos y no seas enviado a la pena de los malos.
11. Tomad ejemplo del Señor mientras vivió en la tierra. ¿Por qué tuvo cofrecillos ese a quien los ángeles sirvieron, sino porque su Iglesia iba a tener sus cofrecillos? ¿Por qué admitió a un ladrón, sino para que su Iglesia tolere pacientemente a los ladrones? Pero el que solía quitar de los cofrecillos dinero, recibido el dinero, no dudó en vender al Señor en persona. Veamos qué responde a eso el Señor. Mirad, hermanos; no le contesta: «Por tus hurtos dices eso». Lo conocía como ladrón, mas no lo comprometía, sino que, más bien, lo toleraba y nos mostraba un ejemplo de paciencia para soportar en la Iglesia a los malos. Le dijo, pues, Jesús: Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura20. Notificó que él iba a morir.
Pedro representa al cuerpo de la Iglesia
12. Pero ¿qué es lo que sigue? Pues a los pobres los tendréis siempre con vosotros; a mí, en cambio, no me tendréis siempre21. Entendemos ciertamente «A los pobres los tendréis siempre»; es verdad lo que ha dicho. ¿Cuándo la Iglesia ha estado sin pobres? «A mí, en cambio, no me tendréis siempre», ¿qué significa? ¿Cómo ha de entenderse: A mí, en cambio, no me tendréis siempre? No os asustéis; a Judas está dicho. ¿Por qué, pues, no ha dicho «tendrás», sino tendréis? Porque no hay un único Judas. Un único malo significa la corporación de los malos, como Pedro la corporación de los buenos, mejor dicho, la corporación de la Iglesia, pero en cuanto a los buenos. Efectivamente, si en Pedro no estuviera el sacramento de la Iglesia, no le diría el Señor: Te daré las llaves del reino de los cielos; cualquier cosa que desatares en la tierra, quedará desatada también en el cielo, y cualquier cosa que atares en la tierra, quedará atada también en el cielo22. Si esto está dicho sólo a Pedro, la Iglesia no hace esto. Si, en cambio, también en la Iglesia sucede que lo que se ata en la tierra se ate en el cielo, y que lo que se desata en la tierra se desate en el cielo porque, cuando la Iglesia excomulga, el excomulgado es atado en el cielo y, cuando es reconciliado por la Iglesia, en el cielo es soltado el reconciliado; si, pues, esto sucede en la Iglesia, cuando Pedro recibió las llaves significó a la Iglesia. Si en la persona de Pedro están significados los buenos que hay en la Iglesia, en la persona de Judas están significados los malos que hay la Iglesia. A esos mismos está dicho: A mí, en cambio, no me tendréis siempre. En efecto, ¿qué quiere decir no siempre? Y ¿qué quiere decir siempre? Si eres bueno, si perteneces al cuerpo que Pedro significa, tienes a Cristo en el presente y en el futuro: en el presente, mediante la fe; en el presente, mediante la señal; en el presente, mediante el sacramento del bautismo; en el presente, mediante la comida y la bebida del altar. Tienes a Cristo en el presente; pero lo tendrás siempre porque, cuando de aquí salieres, llegarás al que dijo al bandido: Hoy estarás conmigo en el paraíso23. Si, en cambio, te comportas mal, parecerá que tienes en el presente a Cristo porque entras en la iglesia, te signas con la señal de Cristo, estás bautizado con el bautismo de Cristo, te mezclas con los miembros de Cristo y te acercas al altar de Cristo; en el presente tienes a Cristo, pero, viviendo mal, no lo tendrás siempre.
Cristo, presente por la fe
13. «A los pobres los tendréis siempre con vosotros; a mí, en cambio, no me tendréis siempre» puede entenderse también así: reciban esto también los buenos, pero no se preocupen, pues hablaba de la presencia de su cuerpo. Efectivamente, según su majestad, según su providencia, según su inefable e invisible gracia, se cumple lo que por él está dicho: He ahí que yo estoy con vosotros hasta la consumación del mundo24. En cambio, según la carne que la Palabra asumió en tanto que nació de la Virgen, en tanto que fue detenido por los judíos, clavado en un leño, depuesto de la cruz, envuelto en lienzos, enterrado en un sepulcro, manifestado en la resurrección, no lo tendréis siempre con vosotros. ¿Por qué? Porque según la presencia corporal convivió con sus discípulos cuarenta días y, mientras lo acompañaban viéndolo, no siguiéndolo, ha ascendido al cielo25 y no está aquí, pues está allí, está sentado a la diestra del Padre; mas está aquí, pues en cuanto a la presencia de la majestad no se ha retirado. Dicho de otra forma: según la presencia de la majestad tenemos siempre a Cristo; según la presencia de la carne, con razón está dicho a los discípulos: A mí, en cambio, no me tendréis siempre. En efecto, según la presencia de la carne lo tuvo la Iglesia pocos días; ahora mismo lo aferra con la fe, no lo ve con los ojos. Si, pues, en este sentido está dicho «A mí, en cambio, no me tendréis siempre», el problema, que se ha solucionado de dos modos, es ya, como opino, nulo.
¡Oh ciega crueldad!
14. Escuchemos lo poco restante que queda: La turbamulta de entre los judíos supo, pues, que está allí, y vinieron no sólo por Jesús, sino para ver a Lázaro, a quien Jesús levantó de entre los muertos26. La curiosidad los trajo, no la caridad; vinieron y vieron. Escuchad un sorprendente proyecto de inutilidad. Porque tan gran milagro del Señor había sido divulgado con tanta evidencia, proclamado con tanta publicidad que no podían ocultar ni negar lo que se hizo, ved qué inventaron tras ver resucitado a Lázaro: En cambio, los sumos sacerdotes planearon matar también a Lázaro, porque a causa de él muchos se iban de los judíos y creían en Jesús27. ¡Oh estulto plan y ciega crueldad! El Señor Cristo, que pudo resucitar a un muerto, ¿no podría resucitar a un asesinado? Cuando causabais a Lázaro la muerte violenta, ¿acaso quitabais al Señor la potestad? Si un muerto os parece una cosa y un asesinado otra, he ahí que el Señor hizo una y otra: levantó a Lázaro muerto y a sí mismo asesinado.