TRATADO 27

Comentario a Jn 6,60-72, predicado en Hipona el lunes 10 de agosto de 414, en la fiesta de San Lorenzo

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

Entender la carne no según la carne

1. Del evangelio hemos oído las palabras del Señor que siguen al sermón anterior. Respecto a ellas se debe a vuestros oídos y mentes un sermón, y éste no es inadecuado al día hodierno, pues trata del cuerpo del Señor, que éldecía darlo a comer por la vida eterna. Pues bien, diciendo «Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él»1, expuso el modo de este reparto y don suyo, cómo da su carne a comer. Signo de que uno lo ha comido y bebido es esto: si permanece y es objeto de permanencia, si habita y es inhabitado, si se adhiere sin ser abandonado. Con palabras místicas, pues, nos ha enseñado y estimulado a esto: a estar en su cuerpo bajo esa misma cabeza, entre sus miembros, comiendo su carne, sin abandonar su unidad. Pero demasiados de quienes estaban presentes se escandalizaron por no entender, ya que, al oír esto, no pensaban sino en la carne, cosa que ésos mismos eran. Ahora bien, el Apóstol dice, y dice la verdad: Pensar según la carne es muerte2. El Señor nos da a comer su carne, mas pensar según la carne es muerte, aunque de su carne dice que allí hay vida eterna. Ni siquiera la carne, pues, debemos entenderla según la carne, como en las palabras siguientes.

Atención a los secretos de Dios

2. Así pues, muchos oyentes, no de sus enemigos, sino de sus discípulos, dijeron: Dura es esta palabra. ¿Quién puede oírla?3 Si los discípulos tuvieron por dura esta palabra, los enemigos ¿qué pensarían? Y, sin embargo, era preciso decir así lo que no todos podían entender. El secreto de Dios debe suscitar personas atentas, adversarias. En cambio, ésos desertaron pronto, tras decir tales palabras el Señor Jesús; no creyeron que decía algo importante y que con las palabras aquellas cubría enteramente alguna gracia; más bien, como quisieron y al modo humano entendieron que Jesús podía o disponía esto: distribuir como troceada, a quienes en él creen, la carne de que estaba vestida la Palabra. Afirman: Dura es esta palabra. ¿Quién puede oírla?

3. Ahora bien, porque Jesús sabía en su interior que sus discípulos murmuraban de esto. De hecho, dijeron esto entre ellos para que él no los oyese; pero él, que los conocía en sí mismos, por haber oído en su interior, respondió y preguntó: ¿Esto os escandaliza? Ciertamente os escandaliza esto, haber dicho yo: Os doy a comer mi carne y a beber mi sangre. ¿Si, pues, vierais al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes?4 ¿Qué significa esto? ¿Con esto resuelve lo que los había turbado? ¿Con esto aclara la causa que los había escandalizado? Con esto sencillamente, si entendieran. Ellos, en efecto, suponían que él iba a distribuir sucuerpo; él, en cambio, dijo que iba a subir al cielo, por supuesto, él íntegro. Cuando veáis al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes, entonces veréis ciertamente que distribuye su cuerpo no del modo que suponéis, o entonces entenderéis ciertamente que su gracia no se consume a bocados.

En Cristo hay una sola persona

4. Y asevera: El espíritu es quien vivifica; la carne no sirve de nada5. Antes de exponer esto según la donación del Señor, no ha de pasarse por alto negligentemente lo que aseveró: Si vierais al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes. Porque Cristo, el Hijo del hombre, nació de la Virgen María, el Hijo del hombre, pues, comenzó a estar aquí en la tierra cuando de la tierra tomó la carne. Por eso había sido dicho proféticamente: La verdad ha brotado de la tierra6. ¿Qué significa, pues, lo que asevera: Si vierais al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes? De hecho, no habría ningún problema si hubiera dicho así: Si vierais al Hijo de Dios subir adonde estaba antes. Pero, porque dijo que el Hijo del hombre sube adonde estaba antes, ¿acaso el Hijo del hombre estaba en el cielo antes, cuando comenzó a estar en la tierra? Aquí dijo, por cierto: «Adonde estaba antes», como si no estuviese allí cuando decía estas cosas. Ahora bien, dice en otro pasaje: Nadie ha ascendido al cielo sino quien ha descendido del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo7. No dice «estaba», sino que afirma: El Hijo del hombre que está en el cielo. Hablaba en la tierra y decía que él estaba en el cielo. Mas no dijo así: Nadie ha ascendido al cielo sino quien ha descendido del cielo, el Hijo de Dios, que está en el cielo. ¿A qué se refiere esto sino a que entendamos lo que ya encarecí a Vuestra Caridad en el sermón anterior: que Cristo Dios y hombre es una sola persona, no dos, de forma que nuestra fe es la Trinidad, no una cuaternidad? Cristo, pues, es un único individuo: la Palabra, el alma y la carne son el único Cristo; el Hijo de Dios y el Hijo del hombre son el único Cristo. Hijo de Dios siempre; Hijo del hombre en virtud del tiempo; sin embargo, el único Cristo según la unidad de la persona. Estaba en el cielo mientras hablaba en la tierra. En el cielo estaba el Hijo del hombre como el Hijo de Dios estaba en la tierra; por la carne asumida estaba en la tierra el Hijo de Dios; por la unidad de la persona estaba en el cielo el Hijo del hombre.

La carne no sirve de nada

5. ¿Qué significa, pues, lo que añade: El espíritu es quien vivifica; la carne no sirve de nada? Puesto que nos soporta, si, en vez de contradecirle, deseamos saber, digámosle: Oh Señor, Maestro bueno, ¿cómo la carne no sirve de nada, cuando tú has dicho: «Si alguien no comiere mi carne y bebiere mi sangre, no tendrá en vida?8 ¿O la vida no sirve de nada? Y ¿por qué somos lo que somos sino para tener la vida eterna que prometes con tu carne? ¿Qué significa, pues, la carne no sirve de nada? De nada sirve, pero como la entendieron aquéllos; por cierto, entendieron la carne como en un cadáver se desgarra o en el mercado se vende; no como la vivifica el espíritu. Por ende, está dicho: «La carne no sirve de nada», como está dicho: La ciencia infla. Deberemos, pues, odiar ya la ciencia? Ni hablar. Y ¿qué significa: La ciencia infla? Sola, sin la caridad. Por eso añadió: En cambio, la caridad edifica9. Añade, pues, a la ciencia caridad, y la ciencia será útil no por sí, sino por la caridad. Así también ahora: «La carne no sirve de nada», pero la carne sola; súmese a la carne el espíritu, como se suma a la ciencia la caridad, y servirá muchísimo. De hecho, si la carne no sirviese para nada, la Palabra no se habría hecho carne para habitar entre nosotros. Si Cristo nos ha servido de mucho mediante la carne, ¿cómo la carne no sirve de nada? Pero mediante la carne ha realizado algo el Espíritu por nuestra salvación. La carne fue el vaso; observa lo que tenía, no lo que era. Los apóstoles fueron enviados; ¿acaso su carne no nos sirvió de nada? Si la carne de los apóstoles nos sirvió, ¿pudo la carne del Señor no servir de nada? De hecho, ¿cómo llega a nosotros el sonido de la palabra sino mediante la voz de la carne? ¿Cómo funciona el estilete, cómo llega a nosotros un escrito? Todo eso son obras de la carne, pero porque el espíritu la pone en movimiento como a su instrumento. El Espíritu, pues, es quien vivifica; la carne no sirve de nada; yo no doy a comer mi carne como ellos entendieron la carne.

El Espíritu es quien da vida

6. Por eso afirma: Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida10. Ya dije, hermanos, que en el comer su carne y beber su sangre nos encarece el Señor esto: que permanezcamos en él y él en nosotros. Pues bien, permanecemos en él cuando somos sus miembros; por su parte, él mismo permanece en nosotros cuando somos su templo. Ahora bien, la unidad nos traba para ser sus miembros. ¿Quién, sino la caridad, hace que la unidad trabe? ¿Y la caridad de Dios de dónde viene? Interroga al Apóstol: La caridad de Dios, afirma, ha sido derramada en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos ha sido dado11. El Espíritu, pues, es quien vivifica, pues el espíritu hace vivos a los miembros. El espíritu no hace vivos sino a los miembros que hallare en el cuerpo al que vivifica el espíritu mismo. En efecto, oh hombre, el espíritu que hay en ti, del que constas para ser hombre, ¿acaso vivifica al miembro al que halle separado de tu carne? Llamo espíritu tuyo a tu alma; tu alma no vivifica sino a los miembros que están en tu carne; si retiras uno, ya no es vivificado en virtud de tu alma, por no estar asociado a la unidad de tu cuerpo. Se dice esto para que amemos la unidad y temamos la separación. Nada, en efecto, debe temer tanto el cristiano como separarse del cuerpo de Cristo, ya que, si se separa del cuerpo de Cristo, no es miembro suyo; si no es miembro suyo, no lo vivifica su Espíritu: Todo el que no tiene el Espíritu de Cristo, afirma el Apóstol, no es suyo12. El Espíritu, pues, es quien vivifica; la carne, en cambio, no sirve de nada. Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida. ¿Qué significa Son espíritu y vida? Que han de entenderse espiritualmente. ¿Las has entendido espiritualmente? Son espíritu y vida. ¿Las has entendido carnalmente? Aun así, ellas son espíritu y vida, pero para ti no lo son.

Cree para ser iluminado

7. Pero entre vosotros, afirma, hay algunos que no creen13. No ha dicho: Hay algunos entre vosotros que no entienden, sino que ha dicho la causa por la que no entienden: pues entre vosotros hay algunos que no creen, y no entienden precisamente porque no creen. En efecto, un profeta ha dicho: Si no creéis, no entenderéis14. Mediante la fe somos ligados, mediante la comprensión somos vivificados. Primeramente adhirámonos mediante la fe, para que haya algo que sea vivificado mediante la intelección. De hecho, quien no se adhiere se resiste; quien se resiste no cree. De hecho, quien se resiste, ¿cómo es vivificado? Es enemigo del rayo de luz que ha de penetrarlo; no aparta la mirada, sino que cierra la mente. Hay, pues, algunos que no creen. Crean y abran; abran y serán iluminados.

Pues desde el inicio sabía Jesús quiénes serían creyentes y quién iba a entregarlo15. Allí, en efecto, estaba también Judas. De hecho, algunos se escandalizaron; él, en cambio, permaneció para acechar, no para entender. Y, porque había permanecido para eso, el Señor no se calló respecto a él. No lo nombró expresamente, pero tampoco se calló, para que todos temieran, aunque uno solo pereciera. Pero, después dehablar y distinguir de los no creyentes a los creyentes, expresó la causa de que no creen: Por eso os he dicho, afirma, que nadie puede venir a mí si mi Padre no se lo diere16. Incluso creer, pues, se nos da, ya que creer no es nada. Ahora bien, si es algo importante, alégrate de haber creído, pero no te ensoberbezcas, pues ¿qué tienes que no hayas recibido?17

Fracaso de Cristo para nuestro consuelo

8. Desde entonces muchos discípulos suyos se volvieron atrás y ya no andaban con él18. Se volvieron atrás, pero detrás de Satanás, no detrás de Cristo. Por cierto, en cierta ocasión, Cristo el Señor llamó Satanás a Pedro, porque quería, más bien, preceder a su Señor y aconsejarle que no murieseél, que había venido a morir para que nosotros no muriésemos eternamente, y le dijo: Regresa detrás de mí, Satanás, pues no piensas en lo que es de Dios, sino en lo que es del hombre19. Lo rechazó y denominó Satanás no para que caminase tras Satanás, sino que lo hizo caminar tras de sí, para que, caminando tras el Señor, no fuese Satanás. En cambio, ésos regresaron atrás como de ciertas mujeres dice el Apóstol: Pues algunas se han vuelto atrás detrás de Satanás20. En adelante no anduvieron con él. He aquí que, desgajados del cuerpo, perdieron la vida, quizá porque ni siquiera estuvieron en el cuerpo. Entre quienes no creían han de contarse también ésos, aunque se llamasen discípulos. Se volvieron atrás no pocos, sino muchos. Esto sucedió quizá para consuelo, porque a veces sucede que un hombre dice la verdad y no se comprende lo que dice y quienes lo oyen se escandalizan y se retiran. Por otra parte, le pesa a ese hombre haber dicho lo que es verdadero; dice, en efecto, para sus adentros ese hombre: «No debí hablar así; no debí decir esto». He aquí que le sucedió al Señor: habló y perdió a muchos, se quedó para pocos. Pero él no se turbaba porque desde el inicio sabía quiénes serían creyentes y quiénes no creyentes; si nos sucede a nosotros, nos perturbamos. Hallemos solaz en el Señor y empero digamos cautamente las palabras.

Pedro responde por nosotros

9. Y él habla a los pocos que se habían quedado. Dijo, pues, Jesús a los doce, esto es, a los doce que se quedaron: ¿Acaso también vosotros, pregunta, queréis iros? Ni siquiera Judas se marchó. Pero para el Señor estaba claro por qué permanecía; después nos lo ha manifestado. Respondió Pedro por todos, uno por muchos, la unidad por todos sin excepción: Le respondió, pues, Simón Pedro: Señor, a quién iremos? Nos rechazas de ti, danos otro tú. ¿A quién iremos? Si de ti nos apartamos, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Mirad cómo Pedro, por donación de Dios, porque el Espíritu Santo ha vuelto a crearlo, ha entendido. ¿Por qué, sino porque ha creído? Tú tienes palabras de vida eterna, pues tienes la vida eterna en el servicio de tu cuerpo y tu sangre. Y nosotros hemos creído y conocido. No hemos conocido y hemos creído, sino hemos creído y conocido, pues hemos creído para conocer, porque, si quisiéramos primero conocer y después creer, no seríamos capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué hemos creído y qué hemos conocido? Que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios21, esto es, que tú eres la vida eterna misma, y que en tu carne y sangre no das sino lo que eres.

Dios permite el mal para bien

10. Pregunta, pues, el Señor Jesús: ¿Acaso no os elegí yo a vosotros doce, y uno de vosotros es diablo?22 Diría, pues, «elegí a once»; ¿o se elige también al diablo, o el diablo está entre los elegidos? De «elegidos» suele hablarse como loa; ¿o es también elegido ese de quien, sin quererlo ni saberlo él, se haría alguna gran cosa buena? Esto es propio de Dios y contrario a los malvados. En efecto, como los inicuos usan mal las buenas obras de Dios, así Dios, al contrario, usa bien las obras malas de los inicuos. ¡Qué bueno es que los miembros del cuerpo estén tal como sólo el artífice Dios puede disponerlos! Sin embargo, ¡qué mal usa los ojos el descaro! ¡Y qué mal usa la lengua la falacia! El testigo falso, ¿no mata primero su alma con la lengua y, muerto él, intenta dañar al otro? Usa mal la lengua, pero no por ellola lengua es algo malo; obra de Dios es la lengua; pero la maldad usa mal la buena obra de Dios. ¡Cómo usan los pies quienes corren a los delitos! ¡Cómo usan las manos los homicidas, y qué mal usan los malos a las buenas criaturas de Dios que por fuera les están próximas! Con el oro corrompen los juicios, oprimen a los inocentes. Mal usan los malos esa luz, ya que, viviendo mal, usurpan para servicio de sus delitos incluso la luz misma con que ven. En efecto, el malo, al ir a hacer algo malo, quiere disponer de luz para no tropezar él, que dentro tropezó ya y cayó; lo que teme en el cuerpo, ya ha acaecido en el corazón. Todos los bienes de Dios —para que no resulte largo recorrerlos uno por uno— los usa mal el malo; al contrario, el bueno usa bien las maldades de los hombres malos. ¿Y qué bien hay tan grande como el único Dios, siendo así que el Señor mismo dijo: Nadie hay bueno sino uno solo, Dios?23 Cuanto, pues, mejor es él, tanto mejor usa incluso nuestros males.

¿Qué hay peor que Judas? Entre todos los adheridos al Maestro, entre los doce, se le confiaron los cofrecillos y elreparto distribuido a los pobres; ingrato ante tamaño favor, ante tan gran honor, aceptó el dinero, perdió la justicia; muerto entregó la Vida; como enemigo persiguió a quien siguió como discípulo. Toda esta es la maldad de Judas; pero su maldad la usó bien el Señor. Soportó ser entregado para redimirnos. He aquí que la maldad de Judas se convirtió en un bien. ¿A cuántos mártires ha perseguido Satanás? Si Satanás cesara de perseguir, no celebraríamos hoy latan gloriosa corona de San Lorenzo. Si, pues, Dios usa bien las obras malas del diablo mismo, lo que el malo hace usando mal, le daña a él, no contradice a la bondad de Dios. El Artífice se sirve del mal; y, eminente Artífice, si no supiera servirse de él, no permitiría siquiera que existiese. Uno, pues, de vosotros es diablo, asevera, aunque yo os elegí a vosotros doce. Lo que asevera «Elegí a doce»: puede también entenderse así, por ser un número sagrado: que, en efecto, no por haber perecido uno de ellos, se ha quitado, por eso, el honor de ese número, pues en lugar del que pereció fue elegido otro como sustituto24. El número doce permaneció como número consagrado, porque iban a anunciar la Trinidad por todo el mundo, esto es, por los cuatro puntos cardinales. Por eso, tres veces de cuatro en cuatro. Se suicidó, pues, Judas, no violó el número doce; él mismo desertó del Preceptor porque Dios le puso un sucesor.

Comer su cuerpo y participar de su espíritu

11. Todo lo que el Señor nos ha hablado de su cuerpo y de su sangre es esto: en la gracia de su reparto nos ha prometido la vida eterna; quiso que con eso se entienda que los comensales y bebedores de su carne y de su sangre permanecen en él y él en ellos; no entendieron quienes no creyeron; se escandalizaron por haber entendido carnalmente lo espiritual, y, escandalizados y perecidos ellos, el Señor acudió, para consolación, a los discípulos que se habían quedado, para probar a los cuales interrogó: «¿Acaso también vosotros queréis iros?»25, para que se nos diera a conocer la respuesta de su permanencia, porque sabía que permanecían. Todo esto, pues, queridísimos, nos sirva, para que comamos la carne de Cristo y la sangre de Cristo no sólo en el sacramento, cosa que hacen también muchos malos, sino que la comamos y bebamos hasta la participación del Espíritu. Así permaneceremos en el cuerpo del Señor como miembros, para que su Espíritu nos vivifique y no nos escandalicemos aunque, de momento, con nosotros comen y beben temporalmente los sacramentos muchos que al final tendrán tormentos eternos. De hecho, el cuerpo de Cristo está por ahora mezclado como en la era; pero el Señor conoce a quienes son suyos26. Si tú sabes qué trillas, que la masa está allí latente y que la trilla no destruye lo que la bielda va a limpiar, estamos ciertos, hermanos, de que todos los que estamos en el cuerpo del Señor y permanecemos en él para que él mismo permanezca también en nosotros, en este mundo necesariamente tenemos que vivir hasta el final entre los malos. Digo: no entre los malos que denuestan a Cristo, pues se encuentra a pocos que lo denuestan con la lengua; pero se encuentra a muchos que lo hacen con la vida. Es, pues, necesario vivir hasta el final entre ellos.

Permanecer en Cristo como San Lorenzo

12. Pero ¿qué significa lo que asevera: «Quien permanece en mí y yo en él»27, qué, sino lo que oían los mártires: Quien persevere hasta el final, éste será salvo?28 ¿Cómo permaneció en él San Lorenzo, cuya fiesta celebramos hoy? Permaneció hasta la prueba, permaneció hasta el interrogatorio del tirano, permaneció hasta las más crueles amenazas, permaneció hasta la muerte; es poco, permaneció hasta la inhumana tortura, pues no fue asesinado rápidamente, sino que lo torturaron al fuego; se le permitió vivir largo rato; mejor dicho, no se le permitió vivir largo rato, sino que fue forzado a morir lentamente. En esa larga muerte, pues, en esos tormentos, cual cebado con esa comida y ebrio de esa copa, no sintió los tormentos porque había comido bien y había bebido bien. Allí, en efecto, estaba quien dijo: El Espíritu es quien vivifica29. Efectivamente, su carne ardía, pero el Espíritu vivificaba al alma. No cedió y accedió al reino. Por su parte, el santo mártir Sixto, cuyo día hemos celebrado cinco días atrás, le había dicho: «No te aflijas, hijo». Uno, en efecto, era obispo, diácono el otro. «No te aflijas, decía; me seguirás al cabo de un triduo». Ahora bien, llamó triduo al espacio entre el día de la pasión de San Sixto y el día de la pasión hodierna de San Lorenzo. Un triduo es un intervalo. ¡Oh consuelo! No asevera: «No te aflijas, hijo, cesará la persecución y estarás seguro», sino: «No te aflijas; me seguirás adonde yo te precedo; no se difiere tu seguimiento; un triduo será el intervalo, y estarás conmigo». Recibió el oráculo, venció al diablo, llegó al triunfo.