TRATADO 26

Comentario a Jn 6,41-59, predicado en Hipona a primeros de agosto de 414

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

El pan del hombre interior

1. Porque nuestro Señor Jesucristo, como hemos oído en el evangelio cuando se leía, dijo que el pan venido del cielo es él, los judíos murmuraron y dijeron: ¿Acaso éste no es Jesús, el hijo de José, cuyos padre y madre conocemos? ¿Cómo, pues, dice que «he descendido del cielo»?1 Ésos estaban lejos del pan venido del cielo y no sabían tener hambre de él. Tenían enferma la garganta del corazón, eran sordos aun abiertos los oídos, veían y estaban ciegos. Por cierto, ese pan exige el hambre del hombre interior. Por eso dice en otro lugar: Dichosos quienes tienen hambre y sed de la justicia, porque ésos serán saciados2. Ahora bien, el apóstol Pablo dice que nuestra justicia es Cristo3. Y, por esto, quien tiene hambre de este pan, tenga hambre de la justicia; pero de la justicia que desciende del cielo, de la justicia que da Dios, no de la que el hombre hace para sí. Si, en efecto, el hombre no hiciese para sí ninguna justicia, el mismo Apóstol no diría de los judíos: Pues, al ignorar la justicia de Dios y al querer establecer la suya, no se sometieron a la justicia de Dios4. De éstos eran esos que no entendían el pan venido del cielo, porque, saturados de su justicia, no sentían hambre de la justicia de Dios.

¿Qué significa esto, «justicia de Dios» y «justicia del hombre»? Se llama aquí justicia de Dios no a esa con queDios es justo, sino a la que Dios da al hombre, para que el hombre sea justo gracias a Dios. En cambio, ¿cuál era la justicia de aquéllos? Con la que presumían de sus fuerzas y se llamaban a sí mismos cumplidores de la Ley, digamos, en virtud de su fuerza. Ahora bien, nadie cumple la Ley sino a quien ayudare la gracia, esto es, el pan que desciende del cielo. En efecto, plenitud de la Ley, como el Apóstol asevera resumiendo, es la caridad5; amor no al dinero, sino a Dios; amor no a la tierra, no al cielo, sino al que hizo cielo y tierra. ¿De dónde viene al hombre ese amor? Escuchémosle a él mismo: La caridad de Dios, afirma, ha sido derramada en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos ha sido dado6. El Señor, pues, que iba a dar el Espíritu Santo, dijo que él es el pan que desciende del cielo, para exhortarnos a creer en él, pues comer el pan vivo es esto: creer en él. Quien cree lo come; es cebado invisiblemente porque renace invisiblemente. Dentro es bebé, dentro es nuevo; donde se renueva, allí se sacia.

¿Es libre quien es llevado?

2. ¿Qué respondió, pues, Jesús a tales murmuradores? No murmuréis entre vosotros. Como si dijera: Sé por qué no tenéis hambre ni entendéis ni buscáis ese pan. No murmuréis entre vosotros; nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no tira de él7. ¡Gran encomio de la gracia! Nadie viene si no se tira de él. Si no quieres errar, no juzgues a ese de quien tira ni a ese de quien no, por qué tira de éste y no tira de aquél. Acéptalo una vez por todas y entenderás. ¿Aún no se tira de ti? Ora para que se tire de ti. ¿Qué digo aquí, hermanos? Si se tira de nosotros hacia Cristo, creemos,pues, forzados; se emplea, pues, la violencia, no se estimula a la voluntad. Alguien puede entrar a la iglesia sin querer, puede acercarse al altar sin querer, puede recibir el sacramento sin querer; no puede creer sino porque quiere. Si se creyera con el cuerpo, sucedería en quienes no creen; pero no se cree con el cuerpo. Escucha al Apóstol: Con el corazón se cree para justicia. ¿Y qué sigue? En cambio, con la boca se hace la confesión para salvación8. Esa confesión surge de la raíz del corazón. A veces oyes a alguien confesar, y no sabes si cree. Pero no debes llamar confesor a quien juzgas que no cree. En efecto, confesar es decir lo que tienes en tu corazón; si empero en el corazón tienes una cosa y dices otra, hablas, no confiesas. Porque, pues, se cree en Cristo con el corazón, cosa que nadie, no, hace forzado, y, por otra parte, porque se tira de él parece que es obligado como a la fuerza, ¿cómo resolveremos ese problema: Nadie viene a mí si el Padre que me envió no tira de él?

Sólo la fe nos acerca a Cristo

3. Si se tira de él, asevera alguien, viene forzado. Si viene forzado, no cree; si no cree, tampoco viene, pues a Cristo corremos no caminando, sino creyendo; ni nos acercamos con un movimiento del cuerpo, sino con la decisión del corazón. Por eso la mujer que tocó la orla, le tocó más que la turba que presionaba. Por eso dijo el Señor: ¿Quién me ha tocado? Y los discípulos dijeron asombrados: Las turbas te estrujan y dices «quién te ha tocado»? Pero él repitió: Alguien me ha tocado9. Ella tocó; la turba presionó. ¿Qué significa «ha tocado», sino «ha creído»? Por eso, tras la resurrección dijo también a la mujer que quería echarse a sus pies: No me toques, pues todavía no he subido al Padre10. Supones que yo soy sólo lo que ves; no me toques. ¿Qué significa? Supones que yo soy sólo lo que aparezco ante ti; no creas así; esto significa «No me toques, pues todavía no he ascendido al Padre»; para ti no he subido, porque de allí nunca me he apartado. Si no tocaba al que en la tierra estaba en pie, ¿cómo tocaría a quien asciende al Padre? Así, empero, así quiso ser tocado; así lo tocan quienes tocan bien a quien asciende al Padre y con el Padre permanece igual al Padre.

Los placeres del espíritu

4. Por eso, si también aquí observas: «Nadie viene a mí sino ese a quien el Padre atraiga», no pienses que se tira de ti a la fuerza: también el amor tira del ánimo. No debemos temer que hombres que examinan minuciosamente las palabras y están muy alejados de entender las cosas, máxime las divinas, respecto a esta palabra evangélica de las Santas Escrituras, nos critiquen y se nos diga: «¿Cómo creo con la voluntad si se tira de mí?». Yo digo: «Poco es “con la voluntad”; incluso el placer tira de ti». ¿Qué significa que el placer tira de uno? Deléitate en el Señor, y te dará las peticiones de tu corazón11. Hay cierto placer del corazón, para el que es dulce el pan celeste. Además, si a un poeta fue lícito decir: «Su placer tira de cada cual»12; —no la necesidad, sino el placer; no la obligación, sino la delectación—, ¿con cuánta más fuerza debemos nosotros decir que hacia Cristo se tira del hombre que se deleita en la verdad, se deleita en la dicha, se deleita en la justicia, se deleita en la vida sempiterna, todo lo cual es Cristo? En verdad, ¿acaso los sentidos del cuerpo tienen sus placeres, y el ánimo es abandonado por sus placeres? Si el ánimo no tiene sus placeres,¿por qué se dice: Ahora bien, los hijos de los hombres esperarán bajo la cubierta de tus alas, se embriagarán de la fertilidad de tu casa y les darás a beber con el torrente de tu deleite, porque en ti está la fuente de la vida y en tu luz veremos la luz?13 Presenta tú uno que ame, y entenderá lo que digo. Presenta un deseoso, presenta un hambriento; presenta uno, desterrado y sediento en esta soledad, y que suspira por la fuente de la patria eterna; presenta uno así, y sabrá qué digo. Si, en cambio, hablo a alguien frío, desconoce de qué hablo. Tales eran quienes murmuraban entre ellos. Viene a mí, dice, ese de quien el Padre tire.

Dios lleva sin violentar la libertad

5. ¿Qué significa «de quien el Padre tire», cuando Cristo mismo arrastra? ¿Por qué quiso decir: De quien el Padre tire? Si ha de tirarse de nosotros, tire de nosotros aquel a quien dice cierta mujer que ama: Correremos tras el olor de tus perfumes14. Pero observemos, hermanos, qué quiso dar a entender, y comprendámoslo, en la medida en que podemos. El Padre arrastra hacia el Hijo a quienes creen en el Hijo precisamente porque piensan que tiene a Dios por Padre, pues Dios Padre se engendró un Hijo igual a sí; como a quien piensa y con su fe siente y rumia que ese en quien cree es igual al Padre, de ése tira el Padre hacia el Hijo. Arrio le creyó criatura; el Padre no tiró de él, porque no lo considera Padre quien no cree que el Hijo es igual. ¿Qué dices, oh Arrio? ¿De qué hablas, hereje? ¿Qué es Cristo? «No es verdadero Dios, responde, sino alguien aquien hizo el Dios verdadero». No ha tirado de ti el Padre, pues no has entendido al Padre cuyo Hijo niegas; piensas que es otra cosa, no es eso el Hijo mismo; ni el Padre tira de ti ni tira de ti hacia el Hijo, pues el Hijo es otra cosa, cosa distinta de lo que tú dices. Fotino dijo: «Cristo es sólo hombre, no es también Dios». El Padre no ha tirado de quien así cree. El Padre tiró de quien afirmó: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. No como un profeta, no como Juan, no como algún gran justo, sino como el Único, como el igual al Padre, tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. Mira que se ha tirado de él y el Padre ha tirado de él: Dichoso eres, Simón Barjoná, porque no te lo ha revelado carne y sangre, sino mi Padre que está en los cielos15. Esa revelación es ella misma la atracción. Muestras un ramo verde a una oveja y tiras de ella. Se muestran nueces a un niño y se tira de él; y hacia donde corre se tira de él; amando se tira de él, sin lesión del cuerpo se tira de él, el vínculo del corazón tira de él. Si, pues, eso que entre las delicias y placeres terrenos se les revela a los amantes, tira de ellos porque es verdad que «su placer tira de cada cual», ¿no arrastrará Cristo, revelado por el Padre? En efecto, ¿qué desea el alma más fuertemente que la verdad? ¿De qué debetener ávida la garganta, por qué debe desear que dentro esté sano el paladar con que juzgar la verdad, sino para comer y beber la sabiduría, la justicia, la verdad, la eternidad?

La saciedad definitiva

6. ¿Dónde está esto? Allí mejor; allí de modo enteramente verdadero; allí de modo enteramente pleno. En efecto, aquí podemos más fácilmente sentir hambre que ser saciados, y esto aunque tenemos una esperanza buena, pues afirma: «Dichosos quienes tienen hambre y sed de la justicia», pero aquí, porque ésos serán saciados16, pero allí. Por eso, cuando dijo: «Nadie viene a mí si el Padre que me envió no tira de él», ¿qué añadió? Y yo le resucitaré en el último día17. Le pago con lo que ama, le pago con lo que espera; verá lo que creyó sin verlo 3, comerá lo que hambrea, se saciará de eso de que tiene sed. ¿Cuándo? En la resurrección de los muertos, porque yo le resucitaré en el último día.

El maestro interior

7. Pues está escrito en los profetas: Y todos serán aprendices de Dios18. ¿Por qué he dicho esto, oh judíos? El Padre no os ha instruido; ¿cómo podréis reconocerme? Todos los hombres de aquel reino serán aprendices de Dios, no oirán a los hombres. Y, si algo oyen a los hombres, sin embargo, lo que entienden se da dentro; dentro resplandece, dentro se revela. ¿Qué hacen los hombres que informan por fuera? ¿Qué hago yo ahora, cuando hablo? Introduzco en vuestros oídos el ruido de las palabras. Si, pues, no revela quien está dentro, ¿por qué explico, por qué hablo? El cultivador de árboles está fuera; el Creador está dentro. Quien planta y quien riega trabajan por fuera; esto hago yo. Pero ni quien planta es algo ni quien riega, sino quien da el crecimiento, Dios19; esto significa: Todos serán aprendices de Dios. ¿Qué todos? Todo el que oyó al Padre y aprendió, viene a mí20. Mirad cómo arrastra el Padre: enseñando deleita, no imponiendo algo inexorable. He aquí cómo arrastra. «Serán todos aprendices de Dios» es el arrastrar de Dios. «Todo el que oyó al Padre y aprendió, viene a mí» es el arrastrar de Dios.

El Padre, maestro por su palabra

8. ¿Qué decir, pues, hermanos? Si todo el que oyó al Padre y aprendió, viene a Cristo, ¿Cristo no ha enseñado aquí nada? ¿Qué significa el que los hombres no han visto al Padre como a maestro, pero han visto como tal a Cristo? El Hijo hablaba, pero el Padre enseñaba. Yo, por ser hombre, ¿a quién enseño? ¿A quién, hermanos, sino a quien oyó mi palabra? Si yo, por ser hombre, enseño a quien oye mi palabra, también el Padre enseña a quien oye su Palabra; si el Padre enseña a quien oye su Palabra, pregúntate quién es Cristo, y hallarás que es su Palabra: En el principio existía la Palabra. No «en el principio hizo Dios la Palabra», como en el principio hizo Dios el cielo y la tierra21; he aquí que no es criatura. Aprende a dejar que el Padre tire de ti hacia el Hijo; enséñete el Padre, oye su Palabra. ¿Qué Palabra suya, preguntas, oigo? En el principio existía la Palabra; no fue hecha, sino que existía: Y la Palabra existía en Dios, y la Palabra era Dios. ¿Cómo los hombres, establecidos en la carne, oirán tal Palabra? Porque la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros22.

9. Él mismo expone esto y nos muestra por qué dijo: Quien oyó al Padre y aprendió, viene a mí. A continuación añade algo que podríamos pensar: No porque alguien haya visto al Padre, sino que este que procede de Dios, éste ha visto al Padre23. ¿Qué es lo que asevera? Yo he visto al Padre; vosotros no habéis visto al Padre; y, sin embargo, no venís a mí si el Padre no tira de vosotros. Ahora bien, ¿qué significa ser arrastrados por el Padre sino aprender del Padre? ¿Qué significa aprender del Padre sino escuchar al Padre? ¿Qué significa escuchar al Padre sino escuchar la Palabra del Padre, esto es, a mí? Para que, pues, cuando os digo: «Todo el que oyó al Padre y aprendió», no digáis quizá entre vosotros: «Pero nunca hemos visto al Padre, ¿cómo hemos podido aprender de él?», escuchadme: No porque alguien haya visto al Padre, sino que este que procede de Dios, éste ha visto al Padre. Yo conozco al Padre, procedo de él; pero como la palabra procede de aquel cuya palabra es; no la que suena y pasa, sino la que permanece con quien la dice y tira de quien la oye.

La Vida dio muerte a la muerte

10. Sirva de estímulo lo que sigue: En verdad, en verdad os digo: quien cree en mí tiene vida eterna24. Quiso revelar qué es él, porque pudo decir en síntesis: «Quien cree en mí, me tiene», pues Cristo es verdadero Dios y la vida eterna. Quien, pues, cree en mí, afirma, va a mí; y el que va a mí, me tiene. Ahora bien, ¿qué es tenerme? Tener vida eterna. La Vida eterna asumió la muerte, la Vida eterna quiso morir; pero con lo tuyo, no con lo suyo; de ti tomó con qué morir por ti. De los hombres tomó, en efecto, la carne, pero no al modo de los hombres, porque, mientras tenía padre en el cielo, eligió madre en la tierra; allí nació sin madre y aquí sin padre. La Vida, pues, asumió la muerte para que la Vida matase a la muerte. De hecho, afirma:« Quien cree en mí tiene vida eterna», no es lo patente, sino lo latente, pues la Vida eterna es: En el principio la Palabra existía en Dios, y la Palabra era Dios, y la vida era la luz de los hombres25. Él mismo, la Vida eterna, dio también a la carne asumida la vida eterna. Vino a morir, pero resucitó al tercer día. Fue destruida la muerte, intermedia entre la Palabra que asumió la carne y la carne que resucita.

Cómo recibir este sacramento

11. Yo soy, afirma, el pan de la vida. Y ¿de qué se ensoberbecían ellos? Vuestros padres, afirma, comieron en el desierto el maná y murieron. ¿Qué hay para ensoberbeceros? Comieron el maná y murieron26. ¿Por qué comieron y murieron? Porque creían lo que veían; no entendían lo que no veían. Padres vuestros, precisamente porque vosotros sois semejantes a ellos. Por cierto, en cuanto se refiere, hermanos míos, a esa muerte visible y corporal, ¿acaso no morimos nosotros que comemos el pan que desciende del cielo? Aquéllos murieron como nosotros vamos a morir, en cuanto, como he dicho, atañe a la muerte visible y carnal de este cuerpo. En cambio, en cuanto se refiere a la muerte con que el Señor aterroriza, muerte con que murieron los padres de ésos, comió el maná Moisés, comió el maná Aarón, comió el maná Finés, comieron allí muchos que agradaron al Señor, y no murieron. ¿Por qué? Porque entendieron espiritualmente el alimento visible, espiritualmente lo hambrearon, espiritualmente lo gustaron para ser saciados espiritualmente. De hecho, también nosotros recibimos hoy un alimento visible; pero una cosa es el sacramento, otra la eficacia del sacramento. ¡Cuantísimos lo reciben del altar y mueren, y mueren por recibirlo! Por ende dice el Apóstol: Se come y bebe la condena27. En efecto, el bocado del Señor no fue veneno para Judas, y, sin embargo, lo recibió y, cuando lo recibió, entró en él el enemigo, no por haber recibido algo malo, sino porque, malo, recibió mal algo bueno. Mirad, pues, hermanos, comed espiritualmente el pan celeste, traed inocencia al altar. Los pecados, aunque son cotidianos, al menos no sean mortíferos. Antes de acercaros al altar observad qué decís: Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores28. Perdonas: se te perdonará; acércate seguro, es pan, no veneno. Pero mira si perdonas, porque, si no perdonas, mientes, y mientes a quien no engañas. Puedes mentir a Dios, no puedes engañar a Dios. Sabe qué hacer. Dentro te ve, dentro te examina, dentro te inspecciona, dentro te juzga, dentro te condena o te corona. Pues bien, los padres de ésos, esto es, los malos padres de malos, son infieles padres de infieles, murmuradores padres de murmuradores. De hecho, se dice que con ninguna cosa ofendió más a Dios aquel pueblo que murmurando contra Dios. Y, precisamente por eso, el Señor, al querer presentarlos como hijos de tales individuos, comienza respecto a ellos: ¿Por qué murmuráis entre vosotros29, murmuradores hijos de murmuradores? Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron, no porque el maná era malo, sino porque lo comieron mal.

Comer espiritualmente

12. Éste es el pan que desciende del cielo30. A este pan significó el maná, a este pan significó el altar de Dios. Sacramentos eran aquellas cosas; en cuanto signos, eran diversos; en cuanto a la realidad que se significaba, son iguales. Escucha el Apóstol, afirma: Pues no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos atravesaron el mar, y todos fueron bautizados en Moisés mediante la nube y mediante el mar, y todos comieron idéntica comida espiritual31. Sí, idéntica comida espiritual; de hecho comieron otra corporal porque ellos comieron el maná, nosotros otra cosa; mas comieron la comida espiritual que nosotros comemos; pero la comieron nuestros padres, a los que nosotros somos similares, no los padres de ellos, a los que ellos fueron similares. Y añade: Y todos bebieron idéntica bebida espiritual. Ellos una, nosotros otra, pero en su apariencia corporal, porque, sin embargo, en cuanto a la fuerza espiritual significa esto mismo. ¿Cómo, en efecto, idéntica bebida? Bebían, afirma, de la roca espiritual que los seguía; ahora bien, la roca era el Mesías32. De ahí el pan, de ahí la bebida. La roca era Cristo, el verdadero Cristo en cuanto a la Palabra y en cuanto a la carne. ¿Y cómo bebieron? Fue golpeada dos veces la roca con la vara33; la doble percusión significa los dos maderos de la cruz. Éste es, pues, el pan que desciende del cielo, para que, si alguien comiere de él, no muera34. Pero en cuanto a lo que se refiere a la fuerza del sacramento, no en cuanto se refiere al sacramento visible: quien lo come dentro, no fuera; quien lo come con el corazón, no quien lo aplasta con los dientes.

¡Oh misterio de amor!

13. Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo. Vivo precisamente porque he descendido del cielo. También el maná bajó del cielo. Pero el maná era la sombra; éste es la realidad. Si alguien comiere de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo35. ¿Cuándo la carne entendería que llamó pan a la carne? Se llama carne a lo que la carne no entiende, y mucho menos lo entiende, precisamente, por llamarle carne. Por cierto, de esto se horrorizaron, dijeron que esto era demasiado para ellos, supusieron que esto no podía suceder. Es mi carne, afirma, por la vida del mundo. Los fieles conocen el cuerpo de Cristo si no descuidan ser cuerpo de Cristo. Sean hechos cuerpo de Cristo si quieren vivir del Espíritu de Cristo. Del Espíritu de Cristo no vive sino el cuerpo de Cristo. Entended, hermanos míos, qué he dicho. Eres hombre, tienes cuerpo y tienes espíritu. Llamo espíritu a lo que se llama alma, de la que consta lo que eres en cuanto hombre, pues constas de alma y cuerpo. Tienes, pues, un espíritu invisible, un cuerpo visible. Dime qué vive en virtud de qué: ¿tu espíritu vive en virtud de tu cuerpo, o tu cuerpo en virtud de tu espíritu? Responde todo el que vive —quien, en cambio, no puede responder a esto, no sé si vive—; ¿qué responde todo el que vive? Mi cuerpo vive, sí, de mi espíritu. ¿Y tú, pues, quieres vivir del Espíritu de Cristo? Mantente en el cuerpo de Cristo. Por cierto, ¿acaso mi cuerpo vive de tu espíritu? El mío vive de mi espíritu, y el tuyo del tuyo. El cuerpo de Cristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo. De ahí es que, al explicarnos el apóstol Pablo este pan, afirme: Los muchos somos un único pan, un único cuerpo36. ¡Oh sacramento de piedad! ¡O signo de unidad! ¡Oh vínculo de caridad! Quien quiere vivir, tiene dónde vivir, tiene de qué vivir. Acérquese, crea, incorpórese para ser vivificado. No sienta repugnancia de la trabazón de los miembros, no sea un miembro podrido que merezca ser amputado, no sea deforme que deba ruborizarse de ello; sea bello, sea proporcionado, sea sano, adhiérase al cuerpo; de Dios viva para Dios; fatíguese ahora en la tierra, para reinar después en el cielo.

El pan de la concordia

14. Litigaban, pues, entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?37 Litigaban, sí, entre ellos porque no entendían ni querían comer el pan de la concordia. De hecho, quienes comen tal pan no litigan entre sí, porque los muchos somos un único pan, un único cuerpo, y mediante este pan hace Dios habitar de una única manera en la casa38.

Tiene vida eterna

15. Ahora bien, lo que preguntan litigando, cómo pueda el Señor dar a comer su carne, no lo oyen inmediatamente, sino que se les dice aún: En verdad, en verdad os digo: si no comiereis la carne del Hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tendréis en vosotros vida. Ignoráis ciertamente cómo se come y cuál es el modo de comer ese pan; sin embargo, si no comiereis la carne del Hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tendréis en vosotros vida. Decía esto no a cadáveres, no, sino a vivientes. Por ende, para que al entender esa vida no litigasen tampoco sobre este punto, añadió a continuación: Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna39. No la tiene, pues, quien no come ese pan ni bebe esa sangre. Sin eso pueden, sí, los hombres tener vida temporal, pero no pueden tener en absoluto vida eterna. Quien, pues, no come su carne ni bebe su sangre, no tiene en él vida; y quien come su carne y bebe su sangre, tiene vida. Ahora bien, a una y otra cosa responde lo que ha dicho: eterna. No es así respecto a esta comida que tomamos para sustentar esta vida temporal. En efecto, quien no la tome, no vivirá; tampoco empero quien la tome vivirá, pues puede suceder que, por vejez o enfermedad o por otra circunstancia, mueran muchísimos que incluso la han tomado. En cambio, respecto a este alimento y bebida, esto es, el cuerpo y la sangre del Señor, no es así, porque quien no lo come no tiene vida y quien lo come tiene vida, y ésta eterna, sí.

Así pues, quiere que este alimento y bebida se entienda como la sociedad del cuerpo y de sus miembros, cosa que es la santa Iglesia en sus predestinados, llamados, justificados, santos glorificados y fieles. La primera de estas cosas ya ha sucedido, esto es, la predestinación; la segunda y tercera han sucedido, suceden y sucederán, esto es, la vocación y la justificación; la cuarta, en cambio, esto es, la glorificación, existe ahora en esperanza; es futura, en cambio, en la realidad. El sacramento de esta realidad, esto es, de la unidad del cuerpo y de la sangre de Cristo, se prepara en la mesa del Señor, en algunos lugares diariamente, en otros cada ciertos días, y de la mesa del Señor unos lo toman para la vida, otros para el desastre. En cambio, la realidad de este sacramento sirve para la vida a todo hombre que participa de él, a ninguno para el desastre.

Prenda de la vida eterna

16. Ahora bien, para que no supusieran que en esa comida y bebida se promete vida eterna de forma que ya no morirían en cuanto al cuerpo, se dignó salir al paso de este pensamiento. Efectivamente, tras haber dicho: «Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna», añadió a continuación: Y yo lo resucitaré el último día40. Así, mientras tanto, según el espíritu tendrá vida eterna en cuanto al descanso que acoge a los espíritus de los santos; por otra parte, en cuanto atañe al cuerpo, tampoco se le priva de vida eterna, pero en la resurrección de los muertos el último día.

Signo de la unidad

17. Pues mi carne es verdaderamente comida, afirma, y mi sangre es verdaderamente bebida41. Por cierto, aunque mediante el alimento y la bebida los hombres buscan esto, no tener hambre ni sed, esto no lo proporciona realmente sino ese alimento y esa bebida que hacen inmortales e incorruptibles a quienes los toman, esto es, a la sociedad misma de los santos, donde habrá paz y unidad plenas y perfectas. Por eso ciertamente, como algunos hombres de Dios lo han entendido antes que nosotros, nuestro Señor Jesucristo ha confiado su cuerpo y sangre mediante cosas que, de muchas, se reducen a alguna unidad. En efecto, uno se constituye en unidad a partir de muchos granos; el otro confluye a la unidad a partir de muchos granos.

La permanencia mutua

18. Finalmente expone ya cómo sucede lo que dice, y qué significa comer su cuerpo y beber su sangre. Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él42. Comer, pues, aquella comida y beber aquella bebida es esto: permanecer en Cristo y tenerlo a él, que permanece en nosotros. Y, por eso, quien no permanece en Cristo y aquel en quien Cristo no permanece, sin duda no come su carne ni bebe su sangre, sino que, más bien, come y bebe para su condena el sacramento de realidad tan grande, porque se atrevió a acercarse inmundo a los sacramentos de Cristo, los cuales nadie toma dignamente, sino quien está limpio; de éstos está dicho: Dichosos los de corazón limpio, porque ésos verán a Dios43.

Vivirá por mí

19. Afirma: Como me envió el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también quien me come vivirá también ése mismo por mí44. No asevera: «Igual que como al Padre y vivo por el Padre, también quien me come vivirá también ese mismo por mí». En efecto, a diferencia de la participación en el Hijo, la cual nos hace mejores mediante la unidad de su cuerpo y sangre, cosa que significan ese comer y beber, la participación en el Padre no hace mejor al Hijo, que nació igual. Nosotros, pues, vivimos por él mismo al comerlo, esto es, al recibirlo a él, Vida eterna que no teníamos en virtud de nosotros; en cambio, por el Padre vive él, enviadopor él porque se vació a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte de cruz45. De hecho, si, como también nosotros vivimos por él, que es mayor que nosotros, «Vivo por el Padre» lo entendemos según lo que en otra parte asevera: El Padre es mayor que yo46, esto ha sucedido porque fue enviado. El envío es ciertamente su vaciamiento de sí mismo y la aceptación de la forma de esclavo, lo cual se entiende rectamente si se conserva también la igualdad de la naturaleza del Hijo con el Padre. El Padre, en efecto, es mayor que el Hijo hombre, pero tiene al Hijo, Dios igual, ya que el mismo en persona, el único Cristo Jesús, es Dios y hombre, Hijo de Dios e hijo de hombre. Respecto a esa afirmación, si se entienden rectamente estas palabras, ha dicho: «Como me envió el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también quien me come vivirá también ése mismo por mí», como si dijera: «Mi vaciamiento, en el que me envió, ha hecho que yo viva por el Padre, esto es, que refiera a él, como a mayor, mi vida; en cambio, que cada uno viva por mí, lo hace la participación con que me come. Así pues, yo, rebajado, vivo por el Padre; aquél, erguido, vive por mí». Ahora bien, si« Vivo por el Padre» está dicho porque aquél procede de éste, no éste de aquél, sin detrimento de la igualdad está dicho. Sin embargo, diciendo «Quien me come vivirá por mí», no significó la idéntica igualdad suya y nuestra, sino que muestra la gracia de Mediador.

Cristo, Vida eterna

20. Éste es el pan que ha bajado del cielo47 para que, comiéndolo, vivamos, ya que por nosotros no podemos tener vida eterna. Afirma: A diferencia de vuestros padres, que comieron el maná y murieron, quien come este pan vivirá eternamente48. Quiere, pues, que el que ellos murieron se entienda de forma que no viven eternamente. De hecho, temporalmente morirán en realidad aun quienes comen a Cristo; pero viven eternamente, porque Cristo es la Vida eterna.