TRATADO 12

Comentario a Jn 3,6-21, predicado en Hipona, en 407, entre el lunes 4 y el sábado 9 de marzo

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

Concurrencia de la asamblea

1. Sé que vosotros habéis acudido con más ardor y en mayor número, porque en el día de ayer conseguí que Vuestra Caridad atendiese. Pero, si os place, de momento paguemos a la lectura evangélica, según el orden, el sermón debido. Después oirá Vuestra Caridad qué he hecho o qué espero hacer aún respecto a la paz de la Iglesia. Llévese, pues, ahora hacia el evangelio la atención entera del corazón; nadie piense en otra cosa, ya que, si quien está presente todo él apenas capta, ¿acaso quien se divide entre diversos pensamientos no derrama aun lo que había captado? Por otra parte, Vuestra Caridad recuerda que el domingo pasado, en la medida en que el Señor se dignó ayudar, diserté sobre la regeneración espiritual, lectura que he hecho que se os lea otra vez para con la ayuda de vuestras oraciones, completar en el nombre del Señor lo que entonces no se dijo.

Sólo hay un nacimiento espiritual

2. La regeneración espiritual es única, como la generación carnal es única. Y, respecto a lo que respondió Nicodemo al Señor, dijo la verdad: Cuando un hombre es viejo no puede regresar otra vez al útero de su madre y nacer1. Él ciertamente dijo que cuando un hombre es viejo no puede esto, como si pudiera aunque fuese un recién nacido. De hecho no puede en absoluto regresar otra vez a las entrañas maternas y nacer, ora nada más salir del útero, ora en edad ya añosa. Ahora bien, como en cuanto al nacimiento carnal las entrañas femeninas tienen vigor para parir a uno sólo una vez, así en cuanto al nacimiento espiritual las entrañas de la Iglesia tienen vigor para que cada uno sea bautizado sólo una vez. Por eso, para que nadie diga quizá: «Pero éste nació en la herejía y aquél nació en el cisma», quedaron suprimidas, si recordáis, todas las dificultades que se os aclararon sobre nuestros tres padres, Dios de los cuales quiso Dios ser llamado no porque eran los únicos, sino porque en ellos solos se ha logrado significar íntegramente al pueblo futuro.

Efectivamente, hallamos desheredado al nacido de esclava, heredero al nacido de libre; al revés, hallamos desheredado al nacido de libre, heredero al nacido de esclava: nacido de esclava el desheredado Ismael, nacido de libre el heredero Isaac2; nacido de libre el desheredado Esaú, nacidos de esclavas los herederos hijos de Jacob3. Así pues, en estos tres padres se ha contemplado la figura de todo el pueblo futuro y no sin razón afirma Dios: Yo soy el Dios de Abrahán y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Éste es mi nombre para siempre4, afirma. Por otra parte, recordemos lo que fue prometido a Abrahán mismo, pues esto fue prometido a Isaac, esto fue prometido también a Jacob. ¿Qué hallamos? En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones5. Uno solo creyó entonces lo que aún no veía; lo ven los hombres y se quedan ciegos. Se ha realizado en las naciones lo que se prometió a uno solo, y se separan de la comunión de las naciones quienes no quieren ver ni lo que se ha cumplido. Pero ¿de qué les sirve no querer ver? Ven, quieran o no quieran; la verdad abierta hiere incluso los ojos cerrados.

Exhortación a los catecúmenos

3. Se respondió a Nicodemo, que era de esos que habían creído en Jesús, pero a los que Jesús mismo no se confiaba. En efecto, no se confiaba a algunos, aunque habían creído ya en él. Así tienes escrito: Muchos creyeron en su nombre, al ver los signos que hacía. Jesús mismo, empero, no se confiaba a ellos. Efectivamente, no tenía necesidad de que nadie diese testimonio sobre el hombre, pues él sabía qué había en el hombre6. He aquí que ellos creían ya en Jesús, pero Jesús no se confiaba a ellos. ¿Por qué? Porque todavía no habían nacido de agua y Espíritu7. Por ende, he exhortado y exhorto a nuestros hermanos catecúmenos. En efecto, si les preguntas, ya han creído en Jesús. Pero, porque todavía no reciben su carne y su sangre, todavía Jesús no se les confía. ¿Qué deberán hacer para que Jesús se les confíe? Renazcan de agua y Espíritu; la Iglesia dé a luz a quienes está gestando. Han sido concebidos; sean hechos salir a la luz. Tienen pechos que los amamanten; no teman ser sofocados una vez nacidos; no se aparten de los pechos maternos.

Importa la vida, no el nacimiento

4. Ningún hombre puede regresar a las entrañas de la madre y nacer otra vez. Pero no sé quién nació de esclava. ¿Acaso quienes entonces nacieron de esclavas regresaron al seno de las libres para nacer de nuevo? El linaje de Abrahán está también en Ismael, mas la esposa fue responsable de que de la esclava pudiera Abrahán hacer un hijo: nació del linaje del marido, mas no del seno de la esposa, sino por solo el consentimiento8. ¿Acaso porque nació de esclava fue por eso desheredado? Si fue desheredado por haber nacido de esclava, ninguno de los hijos de esclavas sería admitido a la herencia. Los hijos de Jacob fueron admitidos a la herencia; Ismael, en cambio, fue desheredado no por haber nacido de esclava, sino porque fue soberbio hacia la madre, soberbio contra el hijo de su madre. De hecho, madre suya fue Sara más bien que Agar: el seno de ésta fue prestado, se sumó la decisión de aquélla; jamás haría Abrahán lo que Sara no quisiera; aquél, pues, es más bien hijo de Sara. Pero, porque fue soberbio contra su hermano, y soberbio jugando porque se burlaba, ¿qué dice Sara? Echa a la esclava y a su hijo, pues el hijo de la esclava no será heredero con mi hijo Isaac9. Lo echó, pues, fuera no la sangre de esclava, sino la osadía de siervo. A propósito, si uno libre es soberbio, es esclavo y, lo que es peor, de una mala ama: la soberbia misma.

Así pues, hermanos míos, responded al hombre que un hombre no puede nacer otra vez; seguros responded que un hombre no puede nacer otra vez. Cualquier cosa que se hace por segunda vez es engaño; cualquier cosa que se hace por segunda vez es juego. Ismael juega: sea echado fuera. En efecto, Sara, cuenta la Escritura, se dio cuenta de que ellos jugaban y dijo a Abrahán: Echa a la esclava y a su hijo. Disgustó a Sara el juego de los niños: algo raro vio en que los niños jugasen. ¿Acaso las que tienen hijos no desean esto: ver jugar a sus hijos? Ella lo vio y reprobó. No sé qué vio en el juego: engaño vio en aquel juego, se dio cuenta de la soberbia del siervo, le disgustó, lo echó fuera. Los nacidos de esclavas, si son malvados, son echados fuera; también es echado fuera Esaú, nacido de libre. Nadie, pues, presuma de nacer de buenos, nadie presuma de ser bautizado mediante santos. Quien es bautizado mediante santos, vigile para no ser Esaú en lugar de Jacob.

Esto, pues, hermanos, querría deciros: ser bautizado por hombres que buscan lo suyo y aman el mundo10 —esto significa el nombre de esclava—, y buscar espiritualmente la heredad de Cristo de forma que haya un hijo de Jacob, digamos, nacido de esclava, es mejor que ser bautizado mediante santos y ensoberbecerse de forma que, aun nacido de libre, haya un Esaú, digamos, al que arrojar fuera; quedaos, hermanos, con esto. No os halago, ninguna esperanza vuestra esté en mí. Ni me lisonjeo ni os lisonjeo; cada uno lleva su propio fardo. Lo mío es hablar para no ser juzgado negativamente; lo vuestro es oír y oír con el corazón, para que no se os exija lo que doy, mejor dicho, para que cuando se os exige, se halle ganancia, no detrimento.

Nacer del espíritu

5. El Señor dice a Nicodemo y le explica: En verdad, en verdad te digo: «Si alguien no hubiese renacido de agua y Espíritu no puede entrar al reino de Dios»11. Tú, afirma, entiendes la generación carnal, cuando dices: ¿Acaso puede un hombre regresar a las entrañas de la madre?12 De agua y Espíritu es preciso nacer en atención al reino de Dios. Si se nace por la herencia temporal de padre humano, názcase de las entrañas de madre carnal; si por la herencia sempiterna del Padre Dios, názcase de las entrañas de la Iglesia. Un padre, que ha de morir, engendra mediante la esposa un hijo sucesor; de la Iglesia engendra Dios hijos que no le sucederán, sino que con él permanecerán.

Y sigue: Lo que ha nacido de la carne es carne; mas lo que ha nacido del Espíritu es espíritu. Espiritualmente, pues, nacemos y en el Espíritu nacemos por la palabra y el sacramento. Asiste el Espíritu, para que nazcamos; invisiblemente asiste el Espíritu del que naces, porque también tú naces invisiblemente. Sigue, en efecto, y dice: No te extrañes de que te he dicho: «Es preciso que vosotros nazcáis de nuevo». El Espíritu sopla donde quiere y oyes su voz, mas no sabes de dónde viene ni a dónde va. Nadie ve al Espíritu. ¿Y cómo oímos la voz del Espíritu? Suena un salmo: voz es del Espíritu; suena el evangelio: voz es del Espíritu; suena la palabra divina: voz es del Espíritu. Oyes su voz, mas no sabes de dónde viene ni a dónde va. Pero, si también tú naces del Espíritu, serás esto, de forma que quien aún no ha nacido del Espíritu no sepa sobre ti de dónde vienes ni a dónde vas. En efecto, a continuación dijo esto: Así es todo el que ha nacido del Espíritu13.

La humildad, condición indispensable

6. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede suceder esto? En verdad, carnalmente no entendía. En él sucedía lo que había dicho el Señor: oía la voz del Espíritu, mas no sabía de dónde había venido ni a dónde iba. Respondió Jesús y le dijo: ¿Tú eres el maestro en Israel e ignoras esto?14 ¡Oh, hermanos! ¿Qué? ¿Suponemos que el Señor ha querido como insultar a este maestro de los judíos? Sabía el Señor lo que hacía, quería que aquél naciese de Espíritu. Nadie nace de Espíritu si no es humilde, porque la humildad misma nos hace nacer del Espíritu, porque el Señor está cerca de los triturados en cuanto al corazón15. Aquél estaba inflado de magisterio y se daba alguna importancia, porque era doctor de los judíos. Jesús le tira por los suelos la soberbia, para que pueda nacer de Espíritu; le escarnece como a indocto, no porque el Señor quiera parecer superior. ¿Qué grandeza pretenderá Dios frente al hombre, la Verdad frente a la mentira? ¿Debe decirse, puede decirse, hay que pensar que Cristo es superior a Nicodemo? Ya que ese mediante quien ha sido hecha toda criatura es incomparablemente mayor que toda criatura, sería ridículo si se dijera que Cristo es mayor que los ángeles. Pero fustiga la soberbia del hombre —¿Tú eres el maestro en Israel e ignoras esto?— como diciendo: «He aquí que no sabes nada, jefe soberbio; nace de Espíritu, ya que, si nacieses de Espíritu, te atendrás a los caminos de Dios de forma que sigas la humildad de Cristo». En efecto, está elevado sobre todos los ángeles así: porque, como existiese en forma de Dios, no consideró rapiña ser igual a Dios, sino que se vació a sí mismo al tomar forma de esclavo, hecho a semejanza de hombres; y hallado como hombre en el porte, se rebajó a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte; y para que no te plazca algún género de muerte: ahora bien, muerte de cruz16.

Colgado estaba y se le escarnecía. Podía descender de la cruz, pero lo aplazaba para resurgir del sepulcro. El Señor soportó a los esclavos soberbios, el médico a los enfermos. Si esto hizo él, ¿qué deberán hacer los que es preciso que nazcan de Espíritu, si esto hizo quien en el cielo es verdadero maestro no sólo de los hombres, sino también de los ángeles? En efecto, si los ángeles han sido enseñados, la Palabra de Dios les ha enseñado; si la Palabra de Dios les ha enseñado, buscad cómo han sido enseñados y hallaréis17: En el principio existía la Palabra, y la Palabra existía en Dios, y la Palabra era Dios18. Se le quita al hombre la cerviz, pero la áspera y dura, para que haya una cerviz blanda para llevar el yugo de Cristo, del que se dice: Mi yugo es blando y mi fardo es ligero19.

Las cosas de la tierra

7. Y sigue: Si os he dicho cosas terrenas y no creéis, ¿cómo creeréis, si os digo cosas celestes?20 ¿Qué cosas terrenas ha dicho, hermanos? ¿Es terrenal «Si alguien no hubiere nacido de nuevo»? ¿Es terrenal «el Espíritu sopla donde quiere y oyes su voz, mas no sabes de dónde viene ni a dónde va»? En efecto, si hablase de este viento, como algunos entendieron cuando se les preguntó qué cosa terrena dijo el Señor mientras afirma: «Si os he dicho cosas terrenas y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo cosas celestes?»; cuando, pues, se preguntó a algunos qué cosa terrena dijo el Señor, padeciendo aprietos dijeron: «De este viento dijo lo que afirma: El Espíritu sopla donde quiere y oyes su voz, mas no sabes de dónde viene ni a dónde va». Por cierto, ¿qué cosa terrena ha dicho, si hablaba de la generación espiritual, pues siguió diciendo: Así es todo el que ha nacido del Espíritu?

Además, hermanos, ¿quién de nosotros no ve, verbigracia, al bochorno ir del sur al norte, o a otro viento venir de oriente a occidente? ¿Cómo, pues, no sabemos de dónde viene ni a dónde va? ¿Qué cosa terrena, pues, dijo, que no creían los hombres? ¿Acaso lo que había dicho sobre volver a levantar el templo?21 Efectivamente, de la tierra había recibido su cuerpo y se preparaba para resucitar esta tierra tomada de cuerpo terreno. No se le creyó que iba él a resucitar la tierra. Si os he dicho cosas terrenas y no creéis, afirma, ¿cómo creeréis si os digo cosas celestes? Esto es, si no creéis que puedo volver a levantar el templo derribado por vosotros, ¿cómo creeréis que los hombres pueden ser reengendrados mediante el Espíritu?

El Hijo del hombre que está en el cielo

8. Y sigue: Y nadie ha ascendido al cielo, sino quien ha descendido del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo22. Fijaos, estaba aquí y estaba en el cielo; aquí estaba por la carne, en el cielo estaba por la divinidad; mejor dicho, por la divinidad en todas partes. Nació de la madre sin separarse del Padre. Conocemos dos nacimientos de Cristo: uno divino, otro humano; uno mediante el que fuésemos hechos, otro mediante el que fuésemos rehechos; ambos admirables; éste sin madre, aquél sin padre. Pero, porque de Adán había recibido el cuerpo, pues María viene de Adán, y porque él iba a resucitar ese cuerpo, había dicho cierta cosa terrenal: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré23. En cambio, dijo cierta cosa celestial: Si alguien no hubiere renacido de agua y de Espíritu, no verá el reino de Dios24. ¡Ea, hermanos! Dios ha querido ser el Hijo del hombre y ha querido que los hombres sean hijos de Dios. Él ha descendido por nosotros; subamos nosotros por él.

Por cierto, solo ha descendido y ascendido quien ha afirmado esto: Nadie ha ascendido al cielo, sino el que ha descendido del cielo. ¿No van a subir, pues, al cielo esos a quienes hace hijos de Dios? ¡Claro que van a subir! Esta promesa tenemos: Serán iguales a ángeles de Dios25. ¿Cómo, pues, nadie ha ascendido, sino el que ha descendido? Porque uno solo ha descendido, uno solo ha ascendido. De los demás, ¿qué? ¿Qué ha de entenderse sino que serán miembros suyos, de forma que un solo individuo ascienda? Por eso sigue: Nadie ha ascendido al cielo, sino el que ha descendido del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. ¿Te extraña que estuviese aquí y también en el cielo? Tales ha hecho a sus discípulos. Oye al Apóstol decir: Ahora bien, nuestra residencia está en el cielo26. Si un hombre, el apóstol Pablo, andaba con su carne en la tierra y residía en el cielo, el Dios de cielo y tierra ¿no podía estar en el cielo y en la tierra?

Ser uno para subir al cielo

9. Si, pues, nadie sino él ha descendido y ascendido, ¿qué esperanza tienen los demás? Los demás tienen la esperanza de que ha descendido precisamente para que en él y con él fuesen un solo individuo quienes mediante él iban a subir. El Apóstol afirma: No dice «y a las descendencias», como respecto a muchas; sino, como respecto a una sola, «y a tu descendencia», que es Cristo. Y a los fieles dice: Por vuestra parte sois de Cristo27; ahora bien, si sois de Cristo, sois, pues, descendencia de Abrahán28. Ha dicho que todos nosotros somos ese «uno» de que ha hablado. A veces, en los salmos cantan varios, precisamente para que se muestre que de varios se hace un único individuo; a veces canta uno solo, para que se muestre qué se hace de varios. Por eso era sanado uno solo en aquella piscina, y cualquier otro que descendía no era sanado29. Este único encomia, pues, la unidad de la Iglesia. ¡Ay de quienes odian la unidad y para sí hacen bandos entre los hombres! Oigan a quien, para que fuesen una única realidad, quería hacerlos un único individuo en el Único; óiganle decir: No os hagáis muchos; yo planté, Apolo regó, pero Dios ha dado crecimiento; ahora bien, ni quien planta es algo ni quien riega, sino quien da crecimiento, Dios30. Ellos decían: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas. Y él: ¿Está dividido el Mesías?31 Estad en el Único, sed una sola realidad, sed un único individuo. Nadie ha ascendido al cielo, sino el que del cielo ha descendido. «He aquí que queremos ser tuyos», decían a Pablo. Y él: «No seáis de Pablo; más bien, de aquel de quien es Pablo con vosotros».

Libres de muerte

10. Efectivamente ha descendido, ha muerto y con la muerte nos ha liberado de la muerte. Matado por la muerte, a la muerte ha matado. Y sabéis, hermanos, que esa muerte entró al mundo por envidia del diablo. Dios no ha hecho la muerte, dice la Escritura, ni se alegra, afirma, en la ruina de los vivos, pues creó todo para que existiera32. Pero ¿qué dice allí? Ahora bien, por envidia del diablo ha entrado la muerte al orbe de las tierras33. A la muerte propinada por el diablo no vendría traído por la fuerza el hombre, pues el diablo tenía no poder para forzar, sino astucia para seducir. Si no consentías, el diablo nada ocasionaba. Tu consentimiento, oh hombre, te ha conducido a la muerte. De mortal nacidos mortales, de inmortales hemos sido hechos mortales. Por Adán son mortales todos los hombres. En cambio, Jesús, el Hijo de Dios, la Palabra de Dios mediante la que todo se ha hecho34, el Único igual al Padre, se hizo mortal, porque la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros35.

11. Cogió, pues, la muerte, en la cruz colgó a la muerte y de esa muerte misma son liberados los mortales. El Señor recuerda lo que en figura sucedió entre los antiguos: Y como Moisés, afirma, levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna36. Conocen un misterio grande también quienes lo han leído. Óiganlo además o quienes no lo han leído, o quienes quizá han olvidado lo leído u oído. Los mordiscos de las serpientes abatían en el desierto al pueblo de Israel, gran estrago de muchas muertes sucedía37, pues era castigo de Dios, quien, para enseñar, corregía y flagelaba. Aparece allí el gran misterio de una realidad futura; el Señor en persona lo atestigua en esta lectura, para que nadie pueda interpretar otra cosa, sino la que la Verdad en persona indica acerca de sí.

El Señor, en efecto, dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce, en el desierto la levantase sobre un palo y avisase al pueblo de Israel que, si una serpiente mordía a alguien, se fijase en la serpiente levantada en el palo. Sucedió: los hombres eran mordidos, miraban y eran sanados38. ¿Qué son las serpientes mordedoras? Los pecados nacidos de la condición mortal de la carne. ¿Qué es la serpiente levantada? La muerte del Señor en la cruz. Efectivamente, porque la muerte viene de la serpiente, fue figurada mediante la efigie de una serpiente. Letal el mordisco de la serpiente; vital la muerte del Señor. Se presta atención a la serpiente, para que la serpiente no tenga fuerza. ¿Qué significa esto? Se presta atención a la muerte, para que la muerte no tenga fuerza. Pero ¿la muerte de quién? La muerte de la vida, si puede decirse; la muerte de la vida. Mejor aún, porque se puede decir, se dice admirablemente. Pero ¿acaso no había que decir lo que iba a ser hecho? ¿Dudaré yo en decir lo que el Señor se dignó hacer por mí? ¿No es Cristo la Vida? Y, sin embargo, Cristo está en la cruz. ¿No es Cristo la Vida? Y, sin embargo, Cristo murió. Pero en la muerte de Cristo murió la muerte, porque la vida muerta mató a la muerte, la plenitud de la vida se tragó la muerte; engullida en el cuerpo de Cristo quedó la muerte. Así lo diremos también nosotros en la resurrección, cuando cantemos triunfadores: ¿Dónde está, muerte, tu conato? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?39

Mientras tanto, hermanos, para ser sanados del pecado, miremos de momento a Cristo crucificado, porque como Moisés, afirma, levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Como quienes miraban la serpiente no perecían por las mordeduras de las serpientes, así también quienes con fe miran la muerte de Cristo son sanados de las mordeduras del pecado. Pero para una vida temporal eran sanados de la muerte aquéllos; éste, en cambio, dice: Para que tengan vida eterna. De hecho, esta diferencia hay entre la imagen figurada y la realidad misma: la figura ofrecía vida temporal; la realidad misma, de la que era la figura, ofrece vida eterna.

El juicio y la fe

12. Pues Dios envió su Hijo al mundo no para que juzgue al mundo, sino para que el mundo se salve mediante él40. En cuanto, pues, depende del médico, ha venido a sanar al enfermo. Se suicida el que no quiere observar los preceptos del médico. Ha venido el Salvador al mundo. ¿Por qué se le ha llamado Salvador del mundo, sino para que salve al mundo, no para que juzgue al mundo? Si no quieres que te salve, serás juzgado por ti mismo. ¿Y por qué diré «serás juzgado»? Mira qué afirma: El que cree en él no es juzgado; quien, en cambio, no cree —¿qué esperas que diga sino que es juzgado?— ya está juzgado, asevera. Aún no ha aparecido el juicio, pero ya está hecho el juicio. El Señor conoce a quienes son suyos41: conoce quiénes permanecerán hasta la corona, quiénes permanecerán hasta la llama; en su era conoce el trigo, conoce la paja; conoce la mies, conoce la cizaña. Ya está juzgado quien no cree. ¿Por qué juzgado? Porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios42.

La confesión de los pecados

13. Ahora bien, éste es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron las tinieblas más que la luz, pues eran malas las obras de ellos. Hermanos míos, ¿de quiénes encontró el Señor obras buenas? De nadie. Malas encontró las obras de todos. ¿Cómo, pues, algunos han practicado la verdad y llegado a la luz? En efecto, sigue también esto: Quien, en cambio, hace la verdad viene a la luz para que se manifiesten sus obras, porque están hechas según Dios43. ¿Cómo algunos han hecho la buena obra de venir a la Luz, es decir, a Cristo, y cómo algunos amaron las tinieblas? Efectivamente, si pecadores encontró a todos y a todos sana del pecado, y si la serpiente en que está figurada la muerte del Señor sana a esos que habían sido mordidos, y por la mordedura de la serpiente fue erguida la serpiente, esto es, la muerte del Señor por los hombres mortales, a los que halló injustos, ¿cómo se entiende: «Éste es el juicio: que la luz ha venido al mundo, y los hombres amaron las tinieblas más que la luz, pues eran malas las obras de ellos? ¿Qué significa esto? En efecto, ¿de quiénes eran buenas las obras? ¿Acaso no has venido a justificar a los impíos?44 Pero amaron las tinieblas más que la luz, afirma.

Pues muchos han amado sus pecados y muchos han confesado sus pecados, ha puesto el acento ahí: en que quien confiesa sus pecados y acusa sus pecados ya obra con Dios. Dios acusa tus pecados; si también tú los acusas, te unes con Dios. Hombre y pecador: son como dos realidades. Dios ha hecho lo que oyes nombrar «hombre»; ese hombre mismo ha hecho lo que oyes nombrar «pecador». Para que Dios salve lo que ha hecho, destruye tú lo que has hecho. Es preciso que odies en ti tu obra y ames en ti la obra de Dios. Ahora bien, cuando empiece a disgustarte lo que has hecho, a partir de entonces empiezan tus obras buenas, porque acusas tus obras malas. Inicio de las obras buenas es la confesión de las obras malas. Haces la verdad y vienes a la luz. ¿Qué significa «haces la verdad»? No te halagas, no te lisonjeas, no te adulas; porque eres inicuo no dices «soy justo», y comienzas a hacer la verdad. Por otra parte, vienes a la luz, para que se manifiesten tus obras, porque están hechas según Dios, ya que esto mismo, que te desagrada tu pecado, no sucedería si Dios no te iluminase y su verdad no te lo mostrase. Pero quien, aun amonestado, ama sus pecados, odia la luz amonestadora y la rehúye, para que no sean argüidas sus malas obras que ama. Quien, en cambio, hace la verdad, acusa en su persona sus males, no se tiene consideración, para que Dios le perdone no se perdona porque él mismo reconoce lo que quiere que Dios perdone, y viene a la luz, a la que agradece haberle mostrado lo que él había de odiar en su persona. Dice a Dios: Aparta de mis pecados tu rostro45. Y ¿con qué cara lo dice, si no dijera a su vez: Porque yo reconozco mi fechoría y mi pecado está delante de mí?46 Esté ante ti lo que no quieres que esté ante Dios. Si, en cambio, pones detrás de ti tu pecado, Dios te lo dirigirá ante tus ojos, y lo dirigirá cuando ya no habrá fruto alguno de la enmienda47.

Consejos cotidianos

14. Corred, hermanos míos, para que no os envuelvan las tinieblas48. Sin tregua trabajad para vuestra salvación; trabajad sin tregua, mientras hay tiempo: nadie permita que se le impida venir al templo de Dios, nadie permita que se le impida hacer la obra del Señor, nadie permita que se le impida la oración continua, nadie permita que se le distraiga de la devoción habitual. Trabajad, pues, sin tregua, cuando es de día, luce el día: Cristo es el día. Está dispuesto a perdonar, pero a los que reconocen su pecado; en cambio, lo está a castigar a quienes se defienden, se jactan de ser justos y suponen ser algo, aunque son nada49. Ahora bien, quien camina en su amor y en su misericordia, liberado también de pecados cuales son crímenes, homicidios, hurtos, adulterios y robos —letales y grandes por relación a los que parecen ser menudos, pecados de la lengua o de los pensamientos o de inmoderación en cosas lícitas—, hace la verdad de la confesión y por las obras buenas viene a la luz, porque muchos pecados menudos matan si se los descuida. Menudas son las gotas que llenan los ríos; menudos son los granos de arena; pero, si se amontona mucha arena, oprime y aplasta. La sentina, si se la descuida, hace lo que al precipitarse hace el oleaje: paulatinamente entra por la sentina; pero, si entra largo rato y no se lo saca, hunde la nave. Ahora bien, ¿qué significa sacar, sino con obras buenas —gimiendo, ayunando, repartiendo, perdonando— tratar de que los pecados no ahoguen?

Por otra parte, el viaje de este mundo es molesto, está lleno de tentaciones: ¡en la prosperidad no encumbre, en la adversidad no desanime! Quien te ha dado la felicidad de este mundo, te la ha dado para tu consuelo, no para tu seducción. A la inversa, quien te flagela en este mundo lo hace para tu enmienda, no para tu condena. Soporta al padre educador, para que no sientas al juez castigador. Cotidianamente os digo estas cosas y han de decirse con frecuencia, porque son buenas y saludables.