Comentario a Jn 2,12-21, predicado en Hipona, en 407, ¿domingo 24 de febrero?
Dios te escucha desde tu interior
1. En el salmo habéis oído el gemido del Pobre cuyos miembros padecen tribulaciones por la tierra entera hasta el final del mundo. Poned empeño, hermanos míos, por estar entre estos miembros y ser de estos miembros, porque la tribulación es, toda, transitoria. ¡Ay de los que gozan!1 La Verdad dice: Dichosos los que lloran, porque ésos serán consolados2. Dios se ha hecho hombre. ¿Qué llegará a ser el hombre por quien Dios se ha hecho hombre? En toda tribulación y tentación de esta vida consuélenos esta esperanza, pues el enemigo no cesa de perseguir y, si no se ensaña abiertamente, actúa con insidias. En efecto, ¿qué hace? Y además de ira, actuaban dolosamente3. Por eso se le ha llamado león y dragón. Pero ¿qué se dice de Cristo? Y conculcarás león y dragón4. León, por la ira evidente; dragón, por las ocultas insidias. El dragón echó del paraíso a Adán; león él mismo, persiguió a la Iglesia, según Pedro dice: Porque vuestro adversario, el diablo, como león rugiente merodea, buscando a quién devorar5. No te parezca que el diablo ha perdido su saña; cuando halaga, entonces hay que precaverse más de él. Pero, entre todas estas insidias y tentaciones suyas, ¿qué haremos sino lo que ahí hemos oído: Yo, en cambio, cuando me eran molestos, me vestía de saco y humillaba con ayuno mi alma?6 Hay quien escuche, no dudéis en orar; ahora bien, dentro permanece quien escucha. No dirijáis a monte alguno los ojos7; no elevéis el rostro a las estrellas, al sol o a la luna. No supongáis que sois oídos cuando oráis a la orilla del mar; al contrario, detestad tales oraciones. Limítate a limpiar la alcoba del corazón; donde estuvieres, doquiera ores, dentro está quien escucha; dentro, en el lugar apartado que denomina seno cuando dice: Y mi oración girará en mi seno8. Quien te escucha no está fuera de ti. No vayas lejos ni te empines como para tocarlo con las manos. Más bien, si te empinas caerás; si te abajas, él se acercará. Éste es el Señor Dios nuestro, Palabra de Dios, Palabra hecha carne, Hijo del Padre, Hijo de Dios, Hijo del hombre, excelso para nos, humilde para rehacernos, que caminó entre los hombres, padeció lo humano, escondió lo divino.
Los hermanos de Jesús
2. Descendió, como dice el evangelista, a Cafarnaún él y su madre y sus hermanos y sus discípulos, y allí se quedaron no muchos días9. He aquí que tiene madre, tiene hermanos, tiene también discípulos. Hermanos, porque tiene madre. Efectivamente, nuestra Escritura suele llamar hermanos no sólo a los que nacen de idénticos varón y mujer o de idéntico útero o de idéntico padre aunque de diversas madres, o ciertamente de idéntico grado, como los primos hermanos, paternos o maternos; no sólo a éstos acostumbra a denominar hermanos nuestra Escritura. Como habla, así ha de entenderse. Tiene su lenguaje; cualquiera que no conoce este lenguaje, se turba y dice: «¿Cómo tiene hermanos el Señor? ¿Acaso María parió de nuevo?» ¡Ni hablar! En ella comenzó la dignidad de las vírgenes. Ella, fémina, pudo ser madre, no pudo ser mujer; pero se la denominó mujer, según el sexo femenino, no según la corrupción de la integridad; y esto, con el lenguaje de la Escritura misma. En efecto, sabéis que Eva, inmediatamente después de haber sido hecha del costado de su marido, aún no tocada por su marido, fue denominada «mujer»: Y la formó como mujer10. ¿Cómo, pues, tiene hermanos? Los parientes de María, parientes en cualquier grado, son hermanos del Señor. ¿Cómo lo pruebo? Por la Escritura misma. Hermano de Abrahán se llama a Lot; era hijo de su hermano11. Lee y hallarás que Abrahán era tío de Lot, y se los llamó12; hermanos. ¿Por qué, sino porque eran parientes? Asimismo, Jacob tuvo un tío materno, el sirio Labán, pues Labán era hermano de la madre de Jacob, esto es, Rebeca, esposa de Isaac13. Lee la Escritura y hallarás que se llama hermanos al tío y al hijo de la hermana14. Conocida esta norma, hallarás que todos los consanguíneos de María son hermanos de Cristo.
María es más dichosa por cumplir la palabra
3. Pero aquellos discípulos eran hermanos, más bien porque aquellos parientes no serían hermanos si no fueran discípulos, y sin razón serían hermanos, si no reconociesen como hermano al Maestro. Efectivamente. En cierto pasaje, tras habérsele comunicado que su madre y hermanos estaban fuera —por su parte, él hablaba con los discípulos—15, preguntó: ¿Qué madre o qué hermanos tengo? Y, extendiendo la mano sobre sus discípulos, dijo: «Éstos son mis hermanos», y: «Todo el que hiciere la voluntad de mi Padre, ése es para mí madre y hermano y hermana»16; también, pues, María, que hizo la voluntad del Padre. Esto ha alabado en ella el Señor: que hizo la voluntad del Padre, no que la carne engendró la carne. Atienda Vuestra Caridad. Por eso, cuando el Señor se manifestaba admirable entre la turba porque hacía signos y prodigios17, y al mostrar qué se escondía en la carne, ciertas personas dijeron admiradas: «Feliz el vientre que te llevó», y él: Más bien, felices quienes oyen y custodian la palabra de Dios18. Esto equivale a decir: también mi madre, a quien habéis calificado de feliz, es feliz precisamente porque custodia la palabra de Dios; no porque en ella la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros19, sino porque custodia la Palabra misma de Dios mediante la que ha sido hecha y que en ella se hizo carne. No se alegren los hombres por la prole temporal; exulten si mediante el espíritu están unidos a Dios. He dicho esto en atención a lo que el evangelista afirma: que en Cafarnaún habitó pocos días con su madre, sus hermanos y discípulos.
El templo, casa de oración
4. ¿Qué sigue después? Y estaba cerca la Pascua de los judíos y subió a Jerusalén. Narra otra cosa, como la recordaba el informador. Y encontró en el templo a los que vendían bueyes y ovejas y palomas y, sentados, a los cambistas; y, como hubiese hecho cual un látigo de cuerdas, a todos echó del templo, también las ovejas y los bueyes, y desparramó el dinero de los cambistas y volcó las mesas y a quienes vendían las palomas dijo: Quitad eso de aquí y no convirtáis la casa de mi Padre en casa de negocio20. ¿Qué hemos oído, hermanos? He aquí que el templo ese era aún figura, y de ahí echó el Señor a todos los que buscaban lo suyo21, los que habían venido a los mercados. ¿Y qué vendían allí ellos? Lo que los hombres necesitaban para los sacrificios de aquel tiempo. Sabe, en efecto, Vuestra Caridad que a aquel pueblo, conforme a su carnalidad y corazón pétreo aún, se habían dado sacrificios tales que le impidieran pasarse poco a poco a los ídolos, e inmolaban allí sacrificios —bueyes, ovejas y palomas—; lo sabéis porque lo habéis leído. No había, pues, pecado grande si en el templo vendían lo que se compraba para ser ofrecido en el templo. Y, sin embargo, los echó de allí. Si a quienes vendían lo que es lícito y no es contra justicia —pues lo que honestamente se compra, no se vende ilícitamente—, los expulsó empero y no soportó que la casa de oración22 se convirtiera en casa de negocio, ¿qué haría el Señor si encontrase allí borrachos, qué? Si la casa de Dios no debe convertirse en casa de negocio, ¿debe convertirse en casa de bebidas? En cambio, cuando digo esto rechinan con sus dientes contra mí. Mas me consuela el salmo que habéis oído: Sobre mí rechinaron con sus dientes23. También yo sé oír dónde ser curado, aunque se redoblen los azotes a Cristo, porque es flagelada su palabra. Dice: Se han congregado contra mí azotes y no lo supieron24. Lo flagelaron los látigos de los judíos, lo flagelan las blasfemias de los cristianos falsos; multiplican los azotes a su Señor y no lo saben. En la medida en que él nos ayuda, hagamos esto: Yo, en cambio, cuando me eran molestos, me vestía de saco y humillaba con ayuno mi alma25.
Cada uno teje un látigo con sus pecados
5. Sin embargo, hermanos, pues tampoco él les tuvo consideración —quien había de ser flagelado por ellos los flageló el primero—, digo: nos muestra cierto signo, porque hizo un látigo de cuerdas y con él flageló a los indisciplinados que hacían del templo de Dios una empresa comercial. El hecho es que cada uno se ha tejido con sus pecados una soga. Un profeta dice: ¡Ay de quienes arrastran los pecados como soga larga!26 ¿Quién hace una soga larga? Quien a pecado agrega pecado27. ¿Cómo se agregan pecados a pecados? Cuando unos pecados cubren los pecados que se han cometido. Alguien ha cometido un hurto; para que no se descubra que lo ha cometido, busca a un adivino. Bastaría haber cometido el hurto; ¿por qué quieres añadir pecado a pecado? He ahí dos pecados. Cuando el obispo te prohíbe acudir al astrólogo, injurias al obispo; he ahí tres pecados. Cuando oyes: «Échalo fuera de la Iglesia», dices: «Me paso al partido de Donato». He ahí que añades el cuarto. Crece la soga; teme a la soga. Bueno es para ti que, a partir del instante en que eres flagelado, te corrijas, para que al final no se diga: Atadle pies y manos y arrojadlo a las tinieblas exteriores28. Efectivamente, sujetan a cada uno las trabas de sus pecados29. El Señor dice lo primero, otra Escritura lo segundo, pero una y otra cosa dice el Señor. Por sus pecados son ligados los hombres y enviados a las tinieblas exteriores.
Los que todo lo ponen en venta
6. Y, para que busquemos el misterio de lo hecho en figura, ¿quiénes son los que venden bueyes, quiénes son los que venden ovejas y palomas? Son esos mismos que en la Iglesia buscan lo suyo, no lo de Jesucristo30. Por venal tienen todo quienes no quieren ser redimidos; no quieren ser comprados, mas quieren vender. En efecto, es bueno para ellos que los redima la sangre de Cristo para que lleguen a la paz de Cristo. ¿Qué aprovecha, en efecto, adquirir en este mundo cualquier cosa temporal y transitoria, ora sea dinero, ora sea el placer del vientre y el gaznate, ora sea el honor en la alabanza humana? ¿Acaso todo no es humo y viento? ¿Acaso no pasa todo y corre? Y ¡ay de quienes se hubiesen adherido a lo pasajero, porque pasan juntamente! ¿Acaso no es todo una corriente precipitada que corre al mar? Y ¡ay quien hubiese caído, porque será arrastrado al mar! Debemos, pues, mantener todos los afectos lejos de tales concupiscencias.
Hermanos míos, quienes buscan tales cosas, venden. Ciertamente, el célebre Simón también quería comprar el Espíritu Santo porque quería vender el Espíritu Santo31 y suponía que los apóstoles eran mercaderes de la misma clase que esos a quienes el Señor echó del templo con el látigo. Efectivamente, él era de esa clase y quería comprar lo que vendería; era de esos que venden palomas, pues como paloma apareció el Espíritu Santo32. ¿Quienes, pues, venden palomas, hermanos, quiénes son sino los que dicen: «Nosotros damos el Espíritu Santo»? De hecho, ¿por qué lo dicen y a qué precio venden? Al precio de su honor. Aceptan como precio sedes episcopales temporales, para que se vea que ellos venden palomas. ¡Cuídense del látigo de cuerdas! La Paloma no es venal; se da gratis, porque se llama Gracia. Por eso, hermanos míos, cada cual loa lo que vende, como veis que hacen quienes venden, los chamarileros. ¡Cuántas propuestas han hecho! En Cartago tiene Primiano una propuesta, Maximiano tiene otra, en Mauritania tiene otra Rogato, en Numidia tienen otra éstos y aquéllos, a los que ya no soy capaz ni siquiera de nombrar. Alguien, pues, va de acá para allá a comprar la Paloma: a favor de su propuesta loa cada cual lo que vende. El corazón de aquél aléjese de todo vendedor, venga adonde se recibe gratis. ¡Ni aun así se ruborizan, hermanos, de haber hecho de sí tantas facciones mediante esas mismas disensiones suyas, amargas y maliciosas, cuando se atribuyen lo que no son, cuando se ensalzan al suponer que, aunque son nada, ellos son algo!33 Y, porque no quieren corregirse, ¿qué se cumple en ellos sino lo que habéis oído en el salmo: Se han desgarrado, pero no se han compungido?34
7. ¿Quiénes pues, venden bueyes? Por bueyes se entiende a quienes nos han dispensado las Santas Escrituras. Bueyes eran los apóstoles, bueyes eran los profetas. Por ende dice el Apóstol: No enfrenarás la boca a buey que trilla. ¿Acaso Dios se preocupa de los bueyes? ¿O lo dice por nosotros? Por nosotros, en efecto, lo dice, porque con esperanza debe arar quien ara, y quien trilla, con esperanza de participar35. Esos bueyes, pues, nos han dejado la memoria de las Escrituras, ya que, porque buscaron la gloria del Señor, repartieron de lo que no era suyo.
Efectivamente, ¿qué habéis oído en ese salmo? Y digan siempre: «Sea engrandecido el Señor», quienes quieren la paz de su siervo36. Siervo de Dios es el pueblo de Dios, la Iglesia de Dios37. Quienes quieren la paz de su Iglesia glorifiquen al Señor, no al siervo y digan siempre: Sea engrandecido el Señor. ¿Quiénes han de decirlo? Quienes quieren la paz de su siervo. De este pueblo, de este siervo es aquella voz clara que como lamentaciones habéis oído en el salmo, y os conmovíais al oírla, porque vosotros sois de ahí. Lo que uno solo cantaba, resonaba desde todos los corazones. ¡Felices quienes en esas voces se conocían como en un espejo! ¿Quiénes, pues, quieren la paz de su siervo, la paz de su pueblo, la paz de una sola a la que denomina única y que quiere que sea arrancada del león, pues dice: Arranca de la mano del perro mi única?38 Los que dicen siempre: Sea engrandecido el Señor. Esos bueyes, pues, glorificaron al Señor, no a sí mismos. Ved al buey engrandecer a su Señor, porque reconoció el buey a su propietario39; fijaos en el buey que teme que se abandone al propietario del buey y se presuma del buey; ¡cómo se asusta de quienes quieren poner en él la esperanza!: «¿Acaso Pablo ha sido crucificado por vosotros, o habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?40 Lo que os he dado, no os lo he dado yo; gratis lo habéis recibido41; la Paloma descendió del cielo». Yo, afirma, planté, Apolo regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Ni quien planta es algo, ni quien riega, sino quien da el crecimiento, Dios42. Y digan siempre: «Sea engrandecido el Señor», quienes quieren la paz de su siervo43.
8. Ésos, en cambio, con Escrituras mismas engañan a los pueblos para recibir de ellos honores y loas, y que los hombres no se conviertan a la verdad. Pero, porque con las Escrituras mismas engañan a los pueblos a los que exigen honores, venden bueyes, venden también las ovejas, esto es, la plebe misma. Y ¿a quién las venden sino al diablo? De hecho, hermanos míos, si la Iglesia de Cristo es única y es una sola, ¿quién se lleva cualquier cosa que de ahí se desgaja sino el león aquel rugiente y merodeador, que busca a quién devorar?44 Porque la Iglesia permanecerá íntegra, pues el Señor conoce a quienes son suyos46. ¡Ay de quienes se desgajan! Sin embargo, en lo que de ellos depende, venden bueyes y ovejas, venden también palomas. ¡Observen el látigo de sus pecados! Al menos cuando por esas iniquidades suyas sufren algo así, reconozcan que el Señor hizo un látigo de sogas y los estimula a cambiar de vida, a que no sean negociantes. En verdad, si no cambian de vida, al final oirán: Atadles pies y manos y arrojadlos a las tinieblas exteriores47.
El celo de tu casa me devora
9. Entonces, porque por el celo de la casa de Dios echó del templo a ésos el Señor, los discípulos recordaron que está escrito: El celo de tu casa me devora48. Hermanos, el celo de la casa de Dios devore a cada cristiano de entre los miembros de Cristo. ¿A quién devora el celo de la casa de Dios? A quien procura que se corrija y desea que se enmiende todo lo defectuoso que quizás viere allí; no descansa; si no puede enmendarlo, lo tolera, gime. El grano no se expulsa de la era, soporta a la paja para entrar en el granero cuando la paja sea separada. Antes que se abra el granero, tú, si eres grano, no quieras ser expulsado de la era, no sea que las aves te recojan antes de ser congregado en el granero. En efecto, las aves del cielo, las potestades aéreas49, aguardan a arrebatar de la era algo, y no arrebatan sino lo que haya sido expulsado de allí. Devórete, pues, el celo de la casa de Dios; devore a cada cristiano el celo de la casa de Dios, casa de Dios en que es miembro. Tu casa, en efecto, no es más que la casa donde tienes salvación sempiterna. A tu casa entras por el descanso temporal; a la casa de Dios entras por el descanso sempiterno. Si, pues, procuras que en tu casa no suceda algún desorden, en la casa de Dios, donde están servidos salvación y descanso sin fin, si vieses algún desorden, ¿debes soportarlo, en cuanto esté de tu parte? Verbigracia, ¿ves a un hermano acudir al teatro? Oponte, amonéstalo, contrístate, si el celo de la casa de Dios te devora. ¿Ves a otros correr y querer emborracharse y querer en los lugares santos esto que en ningún sitio está bien? Oponte a los que puedas, detén a los que puedas, aterroriza a los que puedas, halaga a los que puedas; pero no descanses. ¿Es un amigo? Sea amonestado suavemente. ¿Es la esposa? Sea refrenada severísimamente. ¿Es una criada? Sea reprimida incluso con azotes. Haz lo que puedas, según la función que desempeñas, y realizarás lo de el celo de tu casa me devora.
Si, en cambio, eres frío, débil, que miras sólo a ti, como si contigo tuvieras bastante y dijeras en tu corazón. «¿Por qué tengo yo que cuidar pecados ajenos? Me basta mi alma, ¡consérvela yo íntegra para Dios!», ¡ea! ¿no te viene a la mente el siervo aquel que escondió el talento y no quiso gastar?50 Efectivamente, ¿se le acusó acaso de haberlo perdido, y no de haberlo guardado sin ganancia? Escuchad, pues, hermanos míos, de forma que no descanséis. Yo voy a daros un consejo —lo dé quien está dentro, porque, aunque lo diese por medio de mí, él lo da; sabéis qué hacéis cada uno en su casa con su amigo, con su inquilino, con su protegido, con un superior, con un inferior—: como Dios da los medios, como abre la puerta a su palabra51, no descanséis de ganar para Cristo52, porque habéis sido ganados por Cristo.
Derribad este templo
10. Le dijeron los judíos: Porque haces esto, ¿qué señal nos muestras? Y el Señor: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron, pues, los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, y tú dices: «En tres días lo levantaré»?53 Carne eran, comprendían lo carnal; pero él hablaba en sentido espiritual. Ahora bien, ¿quién podría entender de qué templo hablaba? Pero no investigamos mucho; mediante el evangelista nos ha aclarado y dicho de qué templo decía: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». En cuarenta y seis años fue edificado el templo, y en un triduo lo levantarás? Pero hablaba, afirma el evangelista, del templo de su cuerpo. Y es manifiesto que tras un triduo resucitó el Señor asesinado. De este modo conocemos las cosas todos nosotros, y, si para los judíos están cerradas porque se mantienen fuera, para nosotros, en cambio, están abiertas porque sabemos en quién hemos creído. Vamos a celebrar la destrucción y reedificación de ese templo en la solemnidad aniversaria, a prepararos para la cual os exhorto, si algunos sois catecúmenos, para recibir la gracia; ahora ya es tiempo; engéndrese ya ahora lo que entonces ha de nacer. Eso, pues, sabemos.
11. Pero quizá se me pregunta si el templo edificado en cuarenta y seis años tiene algún misterio. Ciertamente es mucho lo que puede decirse al respecto; pero esta vez digo lo que puede decirse brevemente y entenderse fácilmente. Hermanos, ya dije ayer, si no me equivoco, que Adán fue un único hombre y que él es el género humano entero. En verdad, así dije, si recordáis. Se fraccionó, digamos; esparcido, la sociedad y concordia espiritual lo recogen y funden en uno. Y en este momento un único pobre, Adán en persona, gime; pero en Cristo es renovado porque éste, Adán sin pecado, ha venido a destruir en su carne el pecado de Adán y a que Adán restaure para sí la imagen de Dios. De Adán, pues, la carne de Cristo; de Adán, pues, el templo que destruyeron los judíos y que resucitó el Señor en un triduo, pues resucitó su carne; ved que era Dios igual al Padre. Hermanos míos, el Apóstol dice: El cual lo hizo salir de entre los muertos. ¿De quién habla? Del Padre: Hecho, afirma, obediente hasta la muerte; ahora bien, muerte de cruz. Por eso, Dios lo levantó de entre los muertos y le dio el nombre que está sobre todo nombre54. Fue resucitado y exaltado el Señor. Lo ha resucitado. ¿Quién? El Padre, a quien en los Salmos dijo: Levántame y les daré su merecido55. El Padre, pues, lo ha resucitado. ¿No él a sí mismo? Ahora bien, ¿qué hace el Padre sin la Palabra? ¿Qué hace el Padre sin su Único? Por cierto, oye tú que también él en persona era Dios: Destruid este templo, y lo levantaré en tres días. ¿Dijo acaso: «Destruid el templo que en un triduo pondrá el Padre de nuevo en pie»? Más bien, como cuando el Padre levanta, también el Hijo levanta, así, cuando el Hijo levanta, también el Padre levanta, porque el Hijo ha dicho: Yo y el Padre somos una única cosa56.
Los cuarenta y seis años del templo
12. ¿Qué significa, pues, el número cuarenta y seis? De momento, a propósito de cuatro letras griegas de cuatro palabras griegas, ayer ya oísteis que Adán mismo está por el entero orbe de las tierras. De hecho, si escribes una debajo de otra estas palabras, los nombres de las cuatro partes del mundo: oriente, occidente, aquilón y sur, lo cual es el orbe entero y por ende dice el Señor que de los cuatro vientos va a reunir él a sus elegidos cuando venga al juicio57; si, en efecto, formas estos cuatro nombres griegos —ἀνατολή, que es oriente, δύσις, que es occidente, ἅρκτος, que es septentrión, y μεσημβρία, que es mediodía; anatolé, dysis, arctos, mesembría—, las iniciales de las palabras tienen ADAM. ¿Cómo, pues, encontramos aquí el número cuarenta y seis? Porque la carne de Cristo venía de la carne de Adán. Los griegos computan los números según las letras. Lo que nosotros formamos como letra «a», ellos en su lengua ponen alfa y se llama alfa al uno. Donde, por otra parte, con números escriben beta, que es su «b», en números se llama dos. Donde escriben gamma, en sus números se llama tres. Donde escriben delta, en sus números se llama cuatro; y así mediante todas las letras tienen los números. Lo que nosotros llamamos «m» y ellos «my», significa cuarenta, pues llaman «my» a τεσσαράκοντα. Ved ya qué número tienen estas letras y ahí hallaréis que el templo fue edificado en cuarenta y seis años. Efectivamente, ADAM tiene el alfa, que es uno; tiene la delta, que son cuatro —tienes cinco—; de nuevo tiene el alfa, que es uno —tienes seis—; tiene también la «my», que es cuarenta: tienes cuarenta y seis. Hermanos míos, también nuestros anteriores mayores han dicho esto, y este número cuarenta y seis fue hallado en las letras. Y, porque de Adán ha recibido nuestro Señor Jesucristo el cuerpo, pero de Adán no ha adquirido pecado, de allí ha tomado el templo corporal, no la iniquidad que hay que arrojar del templo. Ahora bien, pues María viene de Adán y de María la carne del Señor, los judíos crucificaron esa carne que de Adán ha adquirido, y él iba a resucitar en un triduo esa carne que ellos iban a matar en la cruz. Ellos destruyeron el templo edificado en cuarenta y seis años, y él en un triduo lo puso de nuevo en pie.
Conclusión: que nuestros deseos sean de vida eterna
13. Bendecimos al Señor nuestro Dios, que nos ha congregado para la alegría espiritual. Estemos siempre en la humildad de corazón y nuestro gozo esté en él. No nos inflemos por ninguna prosperidad de este mundo, sino sepamos que nuestra felicidad no existe sino cuando esto haya pasado. Por ahora, hermanos míos, nuestro gozo esté en la esperanza; por así decirlo, nadie goce en la realidad presente, no sea que se adhiera al camino. El gozo entero sea por la esperanza futura, el deseo entero sea el de la vida eterna. Todos los suspiros anhelen a Cristo; sea deseado el único bellísimo, que amó incluso a los feos para hacerlos bellos; córrase hacia él solo58, sean por él los gemidos, y quienes quieren la paz de su siervo dirán siempre: «Sea engrandecido el Señor»59.