TRATADO 5

Comentario a Jn 1,33, predicado en Hipona, en enero de 407, ¿domingo 6?

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

Aparente contradicción en las palabras de Juan

1. Como el Señor ha querido, hemos llegado al día de mi promesa; también otorgará que pueda llegar al cumplimiento de esa promesa. En efecto, lo que digo, si es útil para mí y para vosotros, de él viene; en cambio, lo que del hombre viene, son mentiras, como dijo nuestro Señor Jesucristo en persona: Quien dice la mentira, de lo suyo habla1. Nadie tiene de suyo sino mentira y pecado. Si, en cambio, el hombre tiene algo de verdad y justicia, viene de esa fuente de la que en este desierto debemos tener sed para que, como rociados por ella cual por ciertas gotas y consolados mientras tanto en esta peregrinación para no desfallecer en el camino, podamos llegar a su descanso y saciedad. Si, pues, de lo suyo habla quien dice la mentira, quien dice la verdad habla de lo de Dios.

Veraz es Juan, la Verdad es Cristo; veraz Juan, pero todo veraz es veraz gracias a la Verdad; si, pues, Juan es veraz y el hombre no puede ser veraz sino gracias a la Verdad, ¿gracias a quién era veraz sino gracias a quien dijo: Yo soy la verdad?2 No podría, pues, la Verdad hablar contra el veraz, ni el veraz contra la Verdad. La Verdad envió al veraz; y veraz era precisamente porque había sido enviado por la Verdad. Si la Verdad había enviado a Juan, Cristo lo había enviado. Pero el Padre hace lo que Cristo hace con el Padre, y Cristo hace lo que el Padre hace con Cristo. Ni el Padre hace algo aparte sin el Hijo, ni aparte hace algo el Hijo sin el Padre. Inseparable es la caridad, inseparable la unidad, inseparable la majestad, inseparable la potestad, según estas palabras que él ha propuesto: Yo y el Padre somos una única cosa3. ¿Quién, pues, envió a Juan? Si decimos «el Padre», decimos la verdad; si decimos «el Hijo», decimos la verdad; más claro empero es que digamos «el Padre y el Hijo». Ahora bien, porque el Hijo ha dicho: «Yo y el Padre somos una única cosa», el único Dios envió a quien enviaron el Padre y el Hijo.

¿Cómo, pues, no conocía a ese por quien fue enviado?, pues dijo: Yo no le conocía; pero quien me envió a bautizar con agua, ése me dijo. Interrogo a Juan: «Quien te envió a bautizar con agua, ¿qué te dijo?». Sobre quien veas al Espíritu descender como una paloma y permanecer sobre él, ése es quien bautiza con Espíritu Santo4. ¿Esto, oh Juan, te dijo quien te envió? Es evidente que dijo esto. ¿Quién, pues, te envió? Quizá el Padre. Verdadero Dios es el Padre, y Dios Verdad el Hijo. Si te envió el Padre sin el Hijo, Dios te envió sin la Verdad. Ahora bien, si eres veraz precisamente porque dices la verdad y en virtud de la Verdad hablas, no te envió el Padre sin el Hijo, sino que a una te envió el Padre y el Hijo. Si, pues, te envió el Hijo con el Padre, ¿cómo no conocías a ese por quien fuiste enviado? Al que habías visto en la Verdad, ése te envió para que fuese reconocido en la carne y dijo: Sobre quien veas al Espíritu descender como una paloma y permanecer sobre él, ése es quien bautiza con Espíritu Santo.

Cuánto conocía Juan al Señor

2. ¿Oyó esto Juan para conocer al que no conocía, o para conocer más plenamente de lo que ya le conocía? Pues si no le conociese totalmente, no le diría al venir al río a ser bautizado: Yo debo ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?5 Luego le conocía. Por otra parte, ¿cuándo descendió la paloma? Bautizado ya el Señor y al ascender del agua. Pero, si el que lo envió dijo: «Sobre quien veas al Espíritu descender como una paloma y permanecer sobre él, ése es quien bautizará con Espíritu Santo», y no le conocía, sino que le conoció al descender la paloma, y, por otra parte, Juan había conocido al Señor entonces, cuando el Señor venía al agua, se nos manifiesta que Juan conocía al Señor en un aspecto, aún no le conocía en otro. Ahora bien, si no entendemos esto, era mendaz. Quien dice: «Tú vienes a mí para ser bautizado, y yo debo ser bautizado por ti», ¿cómo era veraz al reconocerle? ¿Es veraz cuando dice esto? E inversamente, ¿cómo es veraz cuando dice: Yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, ése me dijo: «Sobre quien veas al Espíritu descender como paloma y permanecer sobre él, ése es quien bautiza con Espíritu Santo»? Mediante la paloma se dio el Señor a conocer no a quien no le conocía, sino quien respecto a él conocía algo y no conocía algo. Nos toca, pues, averiguar qué no conocía aún Juan respecto a él y mediante la paloma aprendió.

La misión de Juan el Bautista

3. ¿Por qué fue enviado Juan a bautizar? Recuerdo haberlo dicho ya a Vuestra Caridad, según mis posibilidades. En efecto, si el bautismo de Juan era necesario para nuestra salvación, también ha debido ser administrado ahora, ya que ni dejan de ser salvados ahora los hombres ni dejan de ser salvados ahora en gran número ni la salvación era entonces una y ahora otra. Si Cristo ha cambiado, ha cambiado también la salvación; si la salvación está en Cristo y Cristo mismo es idéntico6, tenemos idéntica salvación. Pero ¿por qué fue enviado Juan a bautizar? Porque era necesario que Cristo fuese bautizado. ¿Por qué era necesario que Cristo fuese bautizado? ¿Por qué era necesario que Cristo naciera? ¿Por qué era necesario que Cristo fuera crucificado? Porque, si había venido a mostrar el camino de la humildad y a hacerse él personalmente el camino mismo de la humildad, en todo había él de cumplir la humildad. Se dignó con este gesto dar autoridad a su bautismo, para que los siervos conociesen con cuánta rapidez debían correr al bautismo del Señor, siendo así que él no se desdeñó de recibir el bautismo del siervo. Ése, en efecto, había sido dado a Juan, para que fuese denominado bautismo suyo.

Bautismo propio de Juan

4. Atienda, distinga y conozca esto Vuestra Caridad. El bautismo que Juan recibió fue denominado bautismo de Juan. Él solo recibió tal don. Ningún justo antes de él, ninguno después de él hubo para recibir el bautismo que llevara su nombre. Ciertamente se le encomendó, pues por sí nada podía, ya que, si alguien habla por sí, de suyo dice la mentira7. ¿De dónde lo recibió sino del Señor Jesucristo? Recibió poder bautizar de aquel a quien luego bautizó. No os extrañéis, pues Cristo hizo esto con Juan, como en su madre hizo cierta cosa. En efecto, de Cristo está dicho: Todo se hizo mediante él8; si todo mediante él, también mediante él fue hecha María, de la que luego nació Cristo. Atienda Vuestra Caridad: como creó a María y fue creado mediante María, así dio el bautismo a Juan y fue bautizado por Juan.

Bautismo del Señor y bautismo del siervo

5. Para esto, pues, recibió de Juan el bautismo: para que, al recibir de un inferior lo que era inferior, exhortase a los inferiores a recibir lo que era superior. Pero ¿por qué no fue bautizado por Juan él solo, si Juan, mediante el cual Cristo sería bautizado, había sido enviado a preparar el camino al Señor, esto es, a Cristo mismo? También lo he dicho ya, pero lo recuerdo, porque es necesario para la presente cuestión. Si con el bautismo de Juan hubiera sido bautizado nuestro Señor Jesucristo solo —retened lo que digo; no tenga el mundo tanta fuerza, que de vuestros corazones borre lo que ahí ha escrito el Espíritu de Dios; no tengan las espinas de las preocupaciones tanta fuerza que sofoquen la semilla que se siembra en vosotros; en efecto, ¿por qué me veo obligado a repetir las mismas cosas, sino porque no me fío de la memoria de vuestro corazón?—; si, pues, con el bautismo de Juan hubiera sido bautizado el Señor solo, no faltarían quienes lo tratasen de forma que supusieran que el bautismo de Juan era más excelente de lo que es el bautismo de Cristo. Dirían, en efecto: «Ese bautismo es más excelente, hasta el punto de que mereció ser bautizado con él Cristo solo». Para darnos, pues, el Señor ejemplo de humildad con el fin de que recibiéramos la salvación bautismal, Cristo recibió lo que no le era necesario, pero era necesario por nosotros. Y asimismo se permitió también a otros ser bautizados por Juan, para que lo que Cristo recibió de Juan no fuese antepuesto al bautismo de Cristo. Pero a quienes Juan bautizó no les bastó, pues fueron bautizados con el bautismo de Cristo, porque el bautismo de Cristo no era el bautismo de Juan. Quienes reciben el bautismo de Cristo no buscan el bautismo de Juan; quienes recibieron el bautismo de Juan buscaron el bautismo de Cristo. Bastó, pues, a Cristo el bautismo de Juan. ¿Cómo no le bastaría, siendo así que ni siquiera ése le era necesario? En efecto, ningún bautismo le era necesario; pero para exhortarnos a su bautismo recibió el bautismo del siervo. Y, para que el bautismo del siervo no fuese antepuesto al bautismo del Señor, otros fueron bautizados con el bautismo del consiervo. Pero era necesario que fuesen bautizados con el bautismo del Señor quienes fueron bautizados con el bautismo del consiervo; en cambio, no necesitan el bautismo del consiervo quienes son bautizados con el bautismo del Señor.

6. Porque, pues, Juan había recibido un bautismo al que propiamente denominarían de Juan, y el Señor Jesucristo, por su parte, no quiso dar su bautismo a nadie, no para que nadie fuese bautizado con el bautismo del Señor, sino para que bautizase siempre el Señor en persona, esto se hizo para que el Señor bautizase mediante ministros, esto es, para que a quienes iban a bautizar los ministros del Señor, los bautizase el Señor, no ellos. En efecto, una cosa es bautizar por ministerio, otra bautizar por potestad, pues el bautismo es tal cual es aquel en virtud de cuya potestad se da, no cual es ese mediante cuyo ministerio se da. El bautismo de Juan era como era Juan: bautismo justo por venir de un justo, pero hombre, el cual empero había recibido del Señor esta gracia, ¡y gracia tan grande!: ser digno de preceder al juez, mostrarlo con el dedo y cumplir la palabra de aquella profecía: Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor9. En cambio, el bautismo del Señor es cual el Señor; el bautismo del Señor, pues, es divino porque el Señor es Dios.

Cristo no cedió la autoridad sobre su bautismo a nadie

7. Ahora bien, el Señor Jesucristo pudo, si quería, dar a algún siervo suyo la potestad de dar su bautismo como en vez suya, transferir de su persona la potestad de bautizar, establecerla en algún siervo suyo y dar al bautismo trasladado al siervo tanta eficacia cuanta tendría el bautismo dado por el Señor. No lo quiso, precisamente para que la esperanza de los bautizados estuviera en ese por quien se reconocerían bautizados. No quiso, pues, que el siervo pusiera en el siervo la esperanza. Y, por eso, el Apóstol, como viera que los hombres querían poner en él mismo la esperanza, clamaba: ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros, o fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?10 Bautizó, pues, Pablo como ministro, no como la potestad misma; el Señor, en cambio, bautizó como potestad.

Fijaos. Pudo dar esta potestad a los siervos y no quiso, porque, si daba a los siervos esta potestad, esto es, que fuese de ellos lo que era del Señor, habría tantos bautismos cuantos fuesen los siervos, de forma que, como se habló del bautismo de Juan, así se hablase del bautismo de Pedro, así del bautismo de Santiago, del bautismo de Tomás, de Mateo, de Bartolomé, pues aquel bautismo fue denominado de Juan. Pero quizá alguien se opone y dice: «Pruébanos que aquel bautismo fue denominado de Juan». Lo probaré, pues la Verdad en persona lo dice cuando preguntó a los judíos: El bautismo de Juan, ¿de dónde viene, del cielo o de hombres?11 Para que, pues, no se hablase de tantos bautismos cuantos serían los siervos que bautizasen con la potestad recibida del Señor, se guardó el Señor la potestad de bautizar, a los siervos dio el ministerio. El siervo dice que él bautiza; correctamente habla, como el Apóstol dice: «Por mi parte, he bautizado a la casa de Estefanía»12, pero como ministro. Por eso, si es malo y le toca en suerte tener el ministerio, y si los hombres no le conocen, pero Dios le conoce, Dios, que se ha guardado la potestad, permite que sean bautizados mediante él.

Cumplamos toda justicia

8. Ahora bien, Juan no sabía esto del Señor. Sabía que era el Señor; sabía y confesó que debía ser bautizado por él; sabía que aquél era la Verdad y que por la Verdad había sido enviado él como veraz. Pero ¿qué no sabía de aquél? Que había de retener para sí la potestad de su bautismo, y que no iba a transmitirla ni transferirla a algún siervo; que, en cambio, ora bautizase ministerialmente un siervo bueno, ora bautizase ministerialmente un siervo malo, quien fuese bautizado supiese que no le bautizaba sino quien se guardó la potestad de bautizar. Y, para que sepáis, hermanos, que Juan no sabía esto de aquél y lo aprendió mediante la paloma —pues conocía al Señor, pero aún no sabía que iba a retener para sí la potestad de bautizar y no iba a darla a ningún siervo—, según esto dijo: Y yo no le conocía. Y, para que sepáis que allí aprendió esto, atended a lo que sigue: Pero el que me envió a bautizar con agua, ése me dijo: «Sobre quien veas al Espíritu descender como paloma y permanecer sobre él, ése es». ¿Qué es ése? El Señor.

Pero ya conocía al Señor. Suponed, pues, que Juan hubiera dicho hasta aquí: Yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, ése me dijo. Preguntamos qué dijo. Sigue: Sobre quien veas al Espíritu descender como paloma y permanecer sobre él. No digo lo siguiente; entre tanto atended: Sobre quien veas al Espíritu descender como paloma y permanecer sobre él, ése es. Pero ¿qué es ése? «Quien me envió, ¿qué quiso enseñarme mediante la paloma? ¿Que ése era el Señor? Ya conocía a quien me había enviado; ya conocía a ese a quien dije: ¿Tú vienes a mí a ser bautizado? Yo debo ser bautizado por ti. Conocía, pues, al Señor hasta tal punto, que yo quería ser bautizado por él, no bautizarlo yo a él. Y me dijo entonces: «Deja de momento; cúmplase toda justicia13. He venido a padecer, ¿no vengo a ser bautizado? Cúmplase toda justicia, me dijo mi Dios; cúmplase toda justicia, enseñaré la plena humildad. Conozco a quienes en mi pueblo futuro se ensoberbecerán; sé que habrá algunos hombres con alguna gracia tan excelente que, cuando vean que son bautizados algunos ignorantes, ellos, por creerse mejores o en continencia o en limosnas o en doctrina, quizá se desdeñen de recibir lo que recibieron los inferiores. Es preciso que los sane para que, porque yo he venido al bautismo del siervo, no se desdeñen de venir al bautismo del Señor».

Lo que Juan ignoraba del bautismo del Señor

9. Juan, pues, ya sabía esto y conocía al Señor. ¿Qué le enseñó, pues, la paloma? Mediante la paloma, esto es, mediante el Espíritu Santo que así venía, ¿qué quiso enseñar quien había enviado a ese a quien dijo: Sobre quien veas al Espíritu descender como paloma y permanecer sobre él, ése es? ¿Quién es ése? El Señor. «Lo sé». Pero ¿sabías también que este Señor que tiene potestad de bautizar no va a dar a ningún siervo esta potestad, sino que va a reservársela, para que todo el que mediante el ministerio de un siervo es bautizado atribuya el bautismo no al siervo, sino al Señor? ¿Acaso sabías ya esto? «No lo sabía. Más aún, ¿qué me dijo? Sobre quien veas al Espíritu descender como paloma y permanecer sobre él, ése es quien bautiza con Espíritu Santo». No dice «Ése es el Señor»; no dice «Ése es el Mesías; no dice «Ése es Dios»; no dice «Ése es Jesús»; no dice «Ése, posterior a ti, anterior a ti, es quien nació de la Virgen María». No dice esto, pues Juan ya lo sabía. Pero ¿qué no sabía? Que el Señor en persona —o presente en la tierra o ausente con el cuerpo en el cielo y presente por majestad— iba a tener y a reservarse la potestad tan grande del bautismo; que iba a reservarse la potestad del bautismo, para que Pablo no dijese: «Mi bautismo»; para que Pedro no dijese: «Mi bautismo». Por tanto, ved, atended a las palabras de los apóstoles. Ningún apóstol dijo: «Mi bautismo». Aunque el Evangelio de todos era único, sin embargo, hallas que uno dijo: «Mi Evangelio»; no hallas que alguno dijera: «Mi bautismo».

Como Juan aprendamos de la paloma

10. Esto, pues, aprendió Juan, hermanos míos. Lo que Juan aprendió mediante la paloma, aprendámoslo también nosotros, pues la paloma no enseñó a Juan, mas no enseñó a la Iglesia, Iglesia a la que se dijo: Única es mi paloma14. La paloma enseñe a la paloma; sepa la paloma lo que Juan aprendió mediante la paloma. El Espíritu Santo descendió en forma de paloma. Ahora bien, esto que Juan aprendía en la paloma, ¿por qué lo aprendió en ella? Porque necesitaba aprenderlo, mas quizá era preciso que no lo aprendiese sino mediante la paloma. ¿Qué diré de la paloma, hermanos míos, o cuándo la facultad del corazón o de la lengua me bastará para decirlo como quiero? Y quizá no quiero decirlo dignamente como ha de decirse; si empero no puedo decirlo como quiero, ¿cuánto menos como ha de decirse? Querría yo oírselo a uno mejor, no decíroslo.

Ningún ministro tiene la autoridad de Cristo en el bautismo

11. Juan aprende a conocer al que conocía; pero aprende respecto a eso en lo que no le conocía; no aprende respecto a eso en que le conocía. ¿Y qué conocía? Al Señor. ¿Qué no conocía? Que la potestad del bautismo del Señor no iba a pasar del Señor a ningún hombre, pero el ministerio sí iba a pasar: del Señor, a nadie pasaría la potestad; el ministerio, a buenos y a malos. La paloma no se horrorice del ministerio de los malos; mire la potestad del Señor. ¿Qué te hace un ministro malo, cuando es bueno el Señor? ¿Qué te impide un heraldo malicioso, si el juez es benévolo? Mediante la paloma aprendió Juan esto. ¿Qué es lo que aprendió? Repita él. Ése me dijo, afirma: «Sobre quien veas al Espíritu descender como paloma y permanecer sobre él, éste es quien bautiza con Espíritu Santo. No te engañen, pues, ¡oh paloma!, los seductores que dicen: «Nosotros bautizamos». Paloma, reconoce qué enseñó la paloma: Éste es quien bautiza con Espíritu Santo. Mediante la paloma se aprende que es éste, ¿y tú supones que eres bautizado por la potestad de ese por cuyo ministerio eres bautizado? Si esto supones, aún no estás en el cuerpo de la paloma; y, si no estás en el cuerpo de la paloma, no es de extrañar que no tengas sencillez, pues la sencillez se representa principalmente mediante la paloma.

Los donatistas, halcones contra la paloma

12. ¿Por qué mediante la sencillez de la paloma aprendió Juan que éste es quien bautiza con Espíritu Santo, hermanos míos, sino porque no eran de la paloma quienes han destrozado la Iglesia? Halcones eran, milanos eran. La paloma no despedaza. Y los ves acarrearnos envidia, por las persecuciones, llamémoslas así, que han sufrido. Ciertamente han sufrido persecuciones, llamémoslas así, corporales, aunque eran flagelos del Señor que les daba manifiestamente una enseñanza temporal, para no condenarlos eternamente si no la reconocían ni se corregían. Persiguen verdaderamente a la Iglesia quienes la persiguen con engaños; muy violentamente hieren el corazón quienes hieren con el puñal de la lengua; muy cruelmente derraman sangre quienes, en cuanto de ellos depende, matan a Cristo en el hombre. Parecen aterrados cual por la sentencia de las autoridades. ¿Qué te hace la autoridad si eres bueno? Si, en cambio, eres malo, teme a la autoridad, pues no en vano lleva la espada15, dice el Apóstol. No saques tu espada con que golpeas a Cristo. Cristiano, ¿qué persigues en un cristiano? ¿Qué ha perseguido en ti el emperador? La carne ha perseguido; en un cristiano persigues el espíritu. No matas tú la carne. Y, sin embargo, ni con la carne tienen miramiento; a golpes han asesinado a cuantos han podido y no han tenido miramiento ni con los suyos ni con los extraños. De todos es conocido esto. Odio provoca la autoridad porque es legítima; obra provocando odio quien obra según derecho. No suscita odios quien obra fuera de la ley.

Atienda cada uno de vosotros, hermanos míos, qué tiene el cristiano. Con muchos tiene en común ser hombre; porque es cristiano se distingue de muchos; pero ser cristiano le pertenece más que ser hombre. Efectivamente, en cuanto cristiano es renovado a imagen del Dios por el que el hombre ha sido hecho a imagen de Dios16; en cambio, en cuanto hombre podría ser malo, podría ser pagano, podría ser idólatra. Persigues tú en el cristiano lo mejor que tiene, pues quieres quitarle aquello por lo que vive. En efecto, vive temporalmente según el espíritu de vida que anima al cuerpo; en cambio, vive para la eternidad según el bautismo que ha recibido del Señor. Quieres quitarle esto que ha recibido del Señor; quieres quitarle aquello por lo que vive. A esos a quienes los bandidos quieren despojar, quieren despojarlos de forma que ellos tengan más y aquéllos no tengan nada; tú se lo quitas a éste, pero nunca tendrás más en tu casa, pues no se te acrecienta por quitárselo a él. Pero hacen verdaderamente lo que estos que quitan la vida: se la quitan a otro, pero ellos no tienen dos vidas.

Jamás se pierde el bautismo de Cristo

13. ¿Qué quieres robar, pues? ¿En qué te disgusta ese a quien quieres rebautizar? No puedes darle lo que ya tiene, pero haces que niegue lo que tiene. ¿Qué crueldades mayores cometían los paganos al perseguir a la Iglesia? Blandían la espada contra los mártires, les soltaban las fieras, les aplicaban fuego. ¿Con qué fin? Para que quien sufría esto dijera: «No soy cristiano». ¿Y qué enseñas tú a quien quieres rebautizar sino que diga primeramente: «No soy cristiano»? Donde el perseguidor aplicaba la llama, tú aplicas tu lengua; seduciendo, haces lo que el otro no hizo matando. ¿Y qué es lo que vas a dar y a quién? Si te dice la verdad y, sin dejarse seducir por ti, no miente, dirá: «Lo tengo». Preguntas: «¿Tienes el bautismo?» «Lo tengo», dice. Piensas: «Mientras dice “lo tengo”, no voy a dárselo». «No me lo des, pues lo que quieres darme no puede grabarse en mí, porque no puede serme quitado lo que he recibido. Pero ¡aguarda! Veré qué quieres enseñarme». Responde el otro: «Primero di “No lo tengo”». «Pero lo tengo; si digo “no lo tengo”, miento, pues tengo lo que tengo». Replica: «No lo tienes». «Prueba que no lo tengo». «Te lo ha dado un malvado». «Si Cristo es malvado, me lo ha dado un malvado». Contesta: «Cristo no es malvado, pero no te lo ha dado Cristo». «¿Quién, pues, me lo ha dado?». Responde tú: «Yo sé que yo lo he recibido de Cristo». «Te lo ha dado no Cristo —replica—, sino no sé qué traidor». «Veré quién ha sido el ministro, veré quién ha sido el heraldo. No discuto sobre el oficial; me fijo en el juez. Quizá mientes incluso en lo que achacas al oficial. Pero no quiero discutir. El Señor de ambos instruya la causa del oficial. Si exijo que pruebes, quizá no pruebes o, por mejor decir, mientas. Está probado que tú no has podido probar. Pero no pongo en eso mi causa, para que, cuando comienzo a defender acaloradamente a hombres inocentes, no supongas que yo he puesto esperanza ni siquiera en hombres inocentes. Hayan sido los hombres como quieran, yo lo he recibido de Cristo; yo he sido bautizado por Cristo». «No —replica—, sino que te ha bautizado aquel obispo, y ese obispo está en comunión con aquéllos». «Cristo me ha bautizado; yo lo sé». «¿Cómo lo sabes?». «Me lo ha enseñado la paloma que vio Juan. ¡Oh milano cruel! No me desgarrarás de las entrañas de la paloma. Me cuento entre los miembros de la paloma, porque sé lo que la paloma ha enseñado. Tú me dices: «Te bautizó éste o te bautizo aquél»; mediante la paloma se nos dice a mí y a ti: Éste es quien bautiza. ¿A quién creo, al milano o a la paloma?».

La confusión de los enemigos

14. Dímelo con certeza para que quedes confundido mediante la lámpara que dejó confundidos también a los anteriores enemigos, iguales que tú, los fariseos, a los que, tras preguntar al Señor con qué autoridad hacía eso, respondió: Os interrogaré yo también esa palabra; decidme, el bautismo de Juan, ¿de dónde es, del cielo o de los hombres? Y ellos, que preparaban disparar trampas, fueron cazados por la pregunta; comenzaron a darle vueltas entre ellos y a decir: Si decimos que es del cielo, va a decirnos: ¿Por qué no le creísteis?17 Juan, en efecto, había dicho del Señor: He aquí el cordero de Dios; he aquí el que quita el pecado del mundo18. «¿Por qué, pues, me preguntáis con qué autoridad actúo?» ¡Oh lobos! Con la autoridad del Cordero hago lo que hago. Pero para conocer al cordero, ¿por qué no habéis creído a Juan, que dijo: He aquí el cordero de Dios; he aquí el que quita el pecado del mundo? Porque, pues, ellos sabían qué había dicho Juan del Señor, dijeron entre sí: Si decimos que el bautismo de Juan es del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Si decimos «de los hombres», el pueblo nos lapidará, porque tienen a Juan por profeta. Por un lado, temían a los hombres; por otro, les daba vergüenza confesar la verdad. Las tinieblas respondieron a las tinieblas, pero la luz las ha vencido. En efecto, ¿qué respondieron? No sabemos. Respecto a lo que sabían, dijeron: No sabemos. Y el Señor replicó: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago eso19. Y quedaron confundidos los primeros enemigos. ¿Cómo? Por la lámpara. ¿Quién era la lámpara? Juan. ¿Demostramos que era una lámpara? Lo demostramos, pues el Señor dice: Él era la lámpara que ardía y lucía20. ¿Demostramos que también mediante él quedaron confundidos los enemigos? Oye el salmo: He preparado una lámpara para mi Cristo; vestiré de confusión a sus enemigos21.

El don de Cristo permanece intacto

15. Todavía en las tinieblas de esta vida, caminamos a la lámpara de la fe; agarremos también nosotros la lámpara, Juan, y con ella confundamos a los enemigos de Cristo; mejor dicho, confunda él mediante su lámpara a sus enemigos. Preguntemos también nosotros lo que el Señor a los judíos; preguntemos y digamos: El bautismo de Juan, ¿de dónde es, del cielo o de los hombres? Por si también ellos mediante la lámpara quedan confundidos como enemigos, ved qué van a decir. ¿Qué van a decir? Si dicen «de los hombres», los lapidarán incluso los suyos mismos; si, en cambio, dicen «del cielo», digámosles: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Quizá dicen: «Le creemos». ¿Cómo, pues, decís que bautizáis vosotros, y Juan dice: Éste es quien bautiza? Replican: «Pero conviene que sean justos los ministros de juez tan importante». También yo digo y todos decimos que conviene que sean justos los ministros de juez tan importante. Sean justos los ministros, si quieren; pero, si no quieren ser justos quienes se sientan en la cátedra de Moisés, me da seguridad mi Maestro, de quien su Espíritu dijo: Éste es quien bautiza. ¿Cómo me da seguridad? Los escribas y los fariseos, afirma, se sientan en la cátedra de Moisés; haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen, pues dicen, pero no hacen22.

Si el ministro es justo, lo cuento con Pablo, lo cuento con Pedro. Con éstos cuento a los ministros justos, porque los ministros verdaderamente justos no buscan su gloria, pues son ministros, no quieren ser tenidos por jueces, se horrorizan de que se ponga en ellos la esperanza; cuento, pues, con Pablo al ministro justo. En efecto, ¿qué dice Pablo? Yo planté, Apolo regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Ni quien planta ni quien riega es algo, sino quien da el crecimiento, Dios23. A quien, en cambio, es ministro orgulloso se le cuanta con el diablo. Pero no se contamina el don de Cristo: lo que a través de aquél fluye puro, lo que por aquél pasa límpido, llega a la tierra fértil. Supón que aquél es de piedra porque del agua no puede sacar fruto: por un canal también de piedra pasa el agua, pasa el agua a los arriates; en el canal de piedra nada engendra; en cambio trae a los huertos muchísimo fruto. En efecto, el vigor espiritual del sacramento es como la luz: pura la reciben esos a quienes va a iluminar y, aunque pase por inmundos, no se ensucia. Los ministros sean simple y llanamente justos y busquen no su gloria, sino la de ese cuyos ministros son. No digan: «El bautismo es mío», porque no es de ellos. Fíjense en Juan mismo. He aquí que Juan estaba lleno del Espíritu Santo y recibido del cielo, no de hombres, tenía el bautismo. Pero ¿hasta qué punto lo tenía? Él dijo: Preparad el camino al Señor24. Pero, cuando el Señor fue conocido, él en persona se hizo el Camino. Ya no hacía falta el bautismo de Juan para preparar el camino al Señor.

Falsas razones para rebautizar

16. Sin embargo, ¿qué suelen decirnos? «He aquí que después de Juan se ha bautizado». Efectivamente, antes de que esta cuestión se tratase bien en la Iglesia católica, muchos de ella, incluso importantes y buenos, erraron; pero, porque eran de los miembros de la paloma, no se desgajaron y se realizó en ellos lo que dijo el Apóstol: Si en algo pensáis de otra manera, esto también os lo revelará Dios25. Por tanto, estos que se han separado, se han hecho rebeldes. ¿Qué suelen, pues, decir? «He aquí que después de Juan se ha bautizado; después de los herejes ¿no se bautiza?». Es que Pablo mandó que algunos que tenían el bautismo de Juan fuesen bautizados26, pues no tenían el bautismo de Cristo. ¿Por qué, pues, exageras el mérito de Juan y como que abaratas la infelicidad de los herejes? También yo te concedo que los herejes son criminales; pero los herejes dieron el bautismo de Cristo, bautismo que no dio Juan.

17. Recurro a Juan y digo: Éste es quien bautiza. En efecto, Juan es mejor que un hereje, como Juan es mejor que un borracho, como Juan es mejor que un homicida. Si, porque los apóstoles bautizaron después de uno mejor, debemos bautizar después de uno peor, todos los que entre los donatistas han sido bautizados por un borracho —no digo por un homicida, no digo por el satélite de algún criminal, no digo por un raptor de cosas ajenas, no digo por un opresor de huérfanos, no por un separador de casados; no digo nada de esto; digo lo que es habitual, lo que es cotidiano digo, eso a que todos son llamados, y en esta ciudad, cuando se les dice: «¡Vamos a divertirnos, vamos a pasarlo bien, no tienes por qué ayunar en tal fiesta de enero!»; digo estas cosas leves, cotidianas—; cuando, pues, bautiza un borracho, ¿quién es mejor, Juan o el borracho? Responde, si puedes, que tu borracho es mejor que Juan. Nunca lo osarás. Tú, pues, porque eres sobrio, bautiza después de tu borracho, ya que, si después de Juan bautizaron los apóstoles, ¡cuánto más debe bautizar un sobrio a quien bautizó un borracho! ¿Quizá dices: «El borracho está en unidad conmigo»? Juan, pues, el amigo del Novio, ¿no estaba en unidad con el Novio?

Aunque bautice Judas, bautiza Cristo

18. Pero a ti mismo, cualquiera que seas, te digo: «¿Eres mejor tú o Juan?». No osarás decir: «Yo soy mejor que Juan». Bauticen, pues, después de ti los tuyos, si son mejores que tú. Efectivamente, si después de Juan se bautizó, sonrójate de que después de ti no se bautiza. Vas a decir: «Pero yo tengo y enseño el bautismo de Cristo». Reconoce, pues, alguna vez al Juez, y no seas heraldo soberbio. Das el bautismo de Cristo; por eso no se bautiza después de ti. Después de Juan se bautizó, precisamente porque daba no el bautismo de Cristo, sino el suyo, porque lo había recibido de forma que fuese suyo. Tú, pues, no eres mejor que Juan; pero el bautismo que se da por medio de ti es mejor que el de Juan, pues ése es de Cristo; éste, en cambio, de Juan. Y lo que daba Pablo y lo que daba Pedro es de Cristo; y si lo dio Judas, de Cristo era. Lo dio Judas, y no se bautizó después de Judas; lo dio Juan, y se bautizó después de Juan, porque, si el bautismo fue dado por Judas, era de Cristo; el que, en cambio, fue dado por Juan, de Juan era. Rectamente no anteponemos Judas a Juan, sino el bautismo de Cristo, incluso dado mediante las manos de Judas, al bautismo de Juan, incluso dado también mediante las manos de Juan. Efectivamente, del Señor, antes que padeciera, se dijo que bautizaba a más que Juan. A continuación se añade: Aunque no bautizaba él en persona, sino sus discípulos27. Él y no él: él por potestad, ellos por ministerio; ellos aplicaban el servicio para bautizar, la potestad de bautizar permanecía en Cristo. Bautizaban, pues, los discípulos, y allí estaba todavía Judas entre sus discípulos. No fueron, pues, bautizados de nuevo esos a quienes bautizó Judas, ¿y a los que bautizó Juan han sido bautizados de nuevo? De nuevo, simple y llanamente; pero sin iterar el bautismo, ya que Juan bautizó a los que bautizó Juan; en cambio, Cristo bautizó a los que bautizó Judas. Del mismo modo, pues, a los que bautizó un borracho, a los que bautizó un homicida, a los que bautizó un adúltero, si era el bautismo de Cristo, Cristo los bautizó. No temo al adúltero ni al borracho ni al homicida, porque presto atención a la paloma, por medio de la que se me dice: Éste es quien bautiza.

Santidad inviolable del bautismo

19. Por lo demás, hermanos míos, es una locura decir que —no digo Judas, sino cualquier hombre— ha sido superior en méritos a aquel de quien se dijo: Entre los nacidos de mujeres nadie ha surgido mayor que Juan el Bautista28. Se antepone, pues, a este bautismo, incluso del siervo amigo, no un siervo, sino el bautismo del Señor, incluso dado mediante un siervo malo. Oye qué clase de falsos hermanos recuerda el apóstol Pablo, los cuales por envidia predicaban la palabra de Dios, y qué dice de ellos: Y de esto me alegro; pero me alegraré también29. De hecho, anunciaban a Cristo; por envidia, sí, mas a Cristo empero. Mira no por qué, sino a quién. ¿Por envidia se te predica a Cristo? Mira a Cristo, evita la envidia. No imites al predicador malo, sino imita al Bueno que se te predica. Algunos, pues, predicaban a Cristo por envidia. ¿Y qué es envidiar? Un mal horrendo. Este mal precipitó de lo alto al diablo, lo precipitó una peste muy maligna; y la tenían ciertos predicadores de Cristo, a quienes, no obstante, el Apóstol permite que prediquen. ¿Por qué? Porque predicaban a Cristo. Ahora bien, quien envidia, odia; y quien envidia, ¿qué se dice de él? Oye al apóstol Juan: El que odia a su hermano es homicida30. He aquí que después de Juan se ha bautizado, después de un homicida no se ha bautizado, porque Juan dio un bautismo suyo, el homicida dio el bautismo de Cristo. Este sacramento es tan santo, que no queda mancillado ni aunque lo administre un homicida.

Agustín promete ampliar el tema

20. No rechazo a Juan, sino que, más bien, creo a Juan. ¿Qué creo a Juan? Lo que aprendió mediante la paloma. ¿Qué aprendió mediante la paloma? Éste es quien bautiza con Espíritu Santo31. Hermanos, retened, pues, ya y grabad esto en vuestros corazones, ya que, si quisiera decir hoy con todas las letras por qué mediante la paloma, no habría tiempo. Efectivamente, hasta donde estimo, he expuesto a Vuestra Santidad que a Juan fue insinuada mediante la paloma la cosa por aprender, la cual Juan no conocía en Cristo, aunque ya conociese a Cristo; pero, si pudiera decirse brevemente, diría por qué fue preciso que esta misma cosa se mostrase mediante la paloma. Pero, porque ha de decirse durante largo rato y no quiero cansaros, como vuestras oraciones me han ayudado a cumplir lo que prometí, con la ayuda insistente de la atención piadosa y de los deseos buenos os quedará claro por qué Juan no debió aprender, sino mediante la paloma, lo que en el Señor aprendió: que él es quien bautiza con Espíritu Santo, y que a ningún siervo suyo legó en herencia la potestad de bautizar.