TRATADO 4

Comentario a Jn 1,19-33, predicado en Hipona, en diciembre de 406 ¿domingo 30?

Traductores: Miguel Fuertes Lanero y José Anoz Gutiérrez

La humildad de Juan Bautista y de Cristo

1. Frecuentísimamente ha oído Vuestra Santidad, y lo sabéis muy bien, que Juan el Bautista, cuanto más preclaro era entre los nacidos de mujeres y cuanto más débil para conocer al Señor, tanto más mereció ser amigo del Novio, celoso del Novio, no de sí mismo, pues buscaba no su honor, sino el de su juez, a quien precedía como heraldo. Así pues, se concedió a los profetas precedentes predecir el futuro sobre Cristo; a ése, en cambio, señalarlo con el dedo. En efecto, como ignoraban a Cristo quienes, antes que viniera, no creyeron a los profetas, así, incluso presente, lo ignoraban. En efecto, primeramente vino humildemente y oculto, tanto más oculto cuanto más humilde. Por su parte, las gentes que por su soberbia despreciaron la condición baja de Dios, crucificaron a su Salvador y lo convirtieron en su condenador.

El silencio actual de Cristo

2. Pero quien primeramente vino oculto porque vino humilde, ¿acaso no va a venir después manifiesto, porque vendrá excelso? Acabáis de oír el salmo: Dios vendrá manifiesto, nuestro Dios, y no callará1. Calló para ser juzgado, no callará cuando empiece a juzgar. No se diría: «Vendrá manifiesto», si primeramente no hubiese venido oculto; ni se diría: «No callará», sino porque primeramente calló. ¿Cómo calló? Interroga a Isaías: Fue llevado como oveja al matadero y, como estuvo sin voz un cordero ante quien lo esquilase, así no abrió su boca2. Pues bien, vendrá manifiesto y no callará. «Manifiesto» ¿cómo? Fuego irá por delante de él y a su alrededor tempestad violenta3. Esa tempestad tiene que retirar de la era toda la paja que ahora se trilla, y el fuego, quemar lo que la tempestad se haya llevado. Ahora, en cambio, se calla; calla en cuanto al juicio, pero no en cuanto al precepto. Por cierto, si Cristo calla, ¿qué significan estos evangelios?, ¿qué significan estas voces apostólicas?, ¿qué los cánticos de los salmos?, ¿qué los oráculos de los profetas? En efecto, en todo esto no calla Cristo. Pero de momento calla para no castigar; no calla de forma que no amoneste. Pues bien, vendrá preclaro a castigar, y aparecerá a todos, incluso a los que no creen en él. Pero de momento, porque, aun presente, estaba oculto, era preciso que fuese despreciado, ya que, si no fuese despreciado, no sería crucificado; si no fuese crucificado, no derramaría la sangre, precio con que nos ha redimido. Pues bien, para dar por nosotros el precio, fue crucificado; para ser crucificado fue despreciado; para ser despreciado apareció en condición baja.

Juan Bautista y su importancia

3. Sin embargo, porque cual en la noche apareció en cuerpo mortal, encendió para sí una antorcha para ser visto. Esa antorcha misma era Juan4, de quien ya habéis oído muchas cosas. También la presente lectura del evangelio contiene palabras de Juan, quien primeramente, y esto es lo principal, confiesa que él no era el Mesías. Ahora bien, en Juan había tanta excelencia, que podía ser creído como el Mesías, y su humildad quedó demostrada precisamente porque dijo que él no lo era, cuando podía creerse que era. Éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Tú, quién eres?». Ahora bien, no los enviarían si, porque osó bautizar, la excelencia de su autoridad no los impresionase. Y confesó y no negó. ¿Qué confesó? Y confesó: «Que no soy yo el Mesías»5.

Los judíos tropezaron en la humildad de Cristo

4. Y, pues sabían que Elías había de preceder al Mesías, le preguntaron: «Qué, pues? ¿Eres tú Elías?»6. Entre los judíos nadie ignoraba el nombre de Mesías. A Cristo no lo tuvieron por tal, aunque absolutamente siguieron creyendo que vendría. Al seguir esperando en su venida, tropezaron con él ya presente, tropezaron como contra una piedra insignificante. En efecto, pequeña era aún esa piedra; desprendida ya, sí, de un monte sin intervención de manos, como dice el profeta Daniel que él vio desprenderse de un monte sin intervención de manos una piedra. Pero ¿qué sigue? Creció, afirma, esa piedra y se convirtió en un monte grande y llenó toda la haz de la tierra7. Vea, pues, Vuestra Caridad lo que digo: ante los judíos, Cristo se había desprendido ya de un monte. El monte significaba el reino judío. Pero el reino de los judíos no había llenado toda la haz de la tierra. De allí se desgajó aquella piedra, porque de ahí ha nacido ahora el Señor. ¿Y por qué sin manos? Porque la Virgen parió a Cristo sin colaboración de varón8. Esa piedra, pues, ante los ojos de los judíos estaba ya desprendida sin manos; pero era insignificante. Y con razón, porque esa piedra todavía no había crecido ni llenado el orbe de la tierra. Esto muestra en su reino, que es la Iglesia, con la que ha llenado toda la haz de la tierra.

Porque, pues, aún no había crecido, tropezaron con él como en una piedra y sucedió en ellos lo que está escrito: Quien caiga sobre esta piedra será destrozado, y esa piedra triturará a esos sobre quienes caiga9. Cayeron primero sobre él, de condición baja; excelso vendrá sobre ellos; pero para triturarlos quien vendrá excelso, primero los destrozó en condición baja. Tropezaron con él y fueron destrozados; no triturados, sino destrozados. Vendrá excelso y los triturará. Pero los judíos tienen disculpa por haber tropezado en la piedra que aún no había crecido. ¿Cómo son quienes han tropezado con el monte mismo? Ya sabéis de quiénes hablo. Quienes niegan que la Iglesia esté difundida por el orbe entero tropiezan no con una piedra insignificante, sino con el monte mismo, que es en lo que se convirtió la piedra aquella al crecer. Ciegos, los judíos, no vieron la piedra insignificante; ¡qué gran ceguera es no ver un monte!

Cómo conciliar la afirmación de Jesús con la negación de Juan

5. Vieron, pues, y no conocieron al Humilde. Se les mostraba mediante una antorcha. En efecto, aquél, mayor que el cual nadie había surgido entre los nacidos de mujeres10, dijo: Yo no soy el Mesías. Y se le dijo: ¿Acaso eres tú Elías? Respondió: No soy11. Efectivamente, Cristo envió delante de sí a Elías, y dijo Juan: «No soy», y planteó un problema. En efecto, es de temer que los de pocos alcances supongan que Juan dijo lo contrario que Cristo. Efectivamente, en cierto pasaje, al decir el Señor Jesucristo en el evangelio algo sobre sí, le respondieron los discípulos: ¿Cómo, pues, dicen los escribas, esto es, los peritos en la Ley, que es preciso que primero venga Elías? Y el Señor afirma: Elías ya vino, y le hicieron lo que quisieron. Y si queréis saberlo, ése es Juan Bautista12. El Señor Jesucristo dijo: Elías ya vino y ése es Juan Bautista; Juan, en cambio, interrogado, confesó por igual que no era Elías ni el Mesías. Y, como confesó, sí, la verdad de que él no era el Mesías, así confesó la verdad de que él tampoco era Elías. ¿Cómo, pues, acoplaremos los dichos del heraldo con los dichos del juez? ¡Ni hablar de que el heraldo mienta, pues habla lo que oye al juez. ¿Por qué, pues, aquél dice: «No soy Elías», y el Señor: «Ése mismo es Elías»? Porque el Señor Jesucristo quiso prefigurar en ése su venida futura y decir esto: que Juan tenía el espíritu de Elías, y que lo que Juan era respecto a la primera venida, esto será Elías respecto a la segunda venida. Como hay dos venidas del Juez, así hay dos heraldos. Sí, el Juez era él; los heraldos, en cambio, dos; los jueces no eran dos. Por cierto, era preciso que el Juez viniera primeramente a ser juzgado. Envió delante de sí al primer heraldo; lo llamó Elías, porque Elías será en la segunda venida lo que Juan en la primera.

Elías y Juan Bautista

6. De hecho, atienda Vuestra Caridad a qué cosa tan verdadera digo. Cuando Juan fue concebido, o mejor, cuando nació, el Espíritu Santo profetizó que respecto a ese hombre se cumpliría esto: Y será, afirma, precursor del Altísimo, con el espíritu y fuerza de Elías13. No Elías, pues, sino con el espíritu y fuerza de Elías. ¿Qué significa «con el espíritu y fuerza de Elías? En vez de Elías, con el mismo Espíritu Santo. ¿Por qué en vez de Elías? Porque lo que será Elías en la segunda venida, esto fue Juan en la primera. Correctamente, pues, responde Juan ahora en sentido propio, porque el Señor decía figuradamente: «Ese Elías es Juan»; éste, en cambio, como he dicho, afirma en sentido propio: Yo no soy Elías. Si te fijas en la figura de la precursión, Juan mismo es Elías, ya que lo que aquél fue respecto a la primera venida, esto será éste respecto a la segunda. Si preguntas por la persona en sentido propio, Juan es Juan, Elías es Elías. El Señor, pues, respecto a la prefiguración dice correctamente: «Ése mismo es Elías»; Juan, a su vez, respecto al sentido propio dice correctamente: No soy Elías. Ni Juan dice falsedad ni el Señor dice falsedad; ni el heraldo dice falsedad ni el juez dice falsedad; pero si entiendes.

Ahora bien, ¿quién entenderá? Quien imite la humildad del heraldo y conozca la excelsitud del juez. En efecto, nada más humilde que el heraldo mismo. Hermanos míos, Juan no tuvo ningún mérito tan grande como el nacido de esta humildad, porque, aunque podía engañar a los hombres, ser considerado el Mesías y ser tenido por el Mesías —pues fue de tanta gracia y de tanta excelencia—, confesó empero abiertamente y dijo: «Yo no soy el Mesías». ¿Acaso eres tú Elías? Si dijera ya: «Soy Elías», consiguientemente juzgaría Cristo, al venir en la segunda venida; no sería juzgado ahora en la primera. Afirma: «No soy Elías», como diciendo: Elías está por venir. Pero, para que no experimentéis al Excelso antes del cual va a venir Elías, observad al Humilde antes del cual vino Juan. Efectivamente, el Señor concluyó así: Ése mismo, Juan Bautista, es quien va a venir. Su venida es prefiguradamente lo que propiamente será la venida de Elías. Elías será entonces con propiedad Elías; ahora es Juan por semejanza. De momento, Juan es con propiedad Juan, por semejanza Elías. Ambos heraldos se intercambiaron sus semejanzas y conservaron su personalidad. En cambio, el juez es uno solo, el Señor, sea éste o aquél el heraldo que le precede.

La voz del heraldo

7. Y le interrogaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». Y dijo: «No». Y le dijeron: ¿Eres tú el Profeta? Y respondió: «No». Le dijeron, pues: «Para que demos una respuesta a quienes nos han enviado, ¿quién eres tú? ¿Qué dices de ti mismo?» Contestó: Yo soy voz del que clama en el desierto14. Isaías dijo esto. En Juan se cumplió esta profecía: Yo soy voz del que clama en el desierto. Del que clama ¿qué? Enderezad el camino del Señor; haced rectas las sendas de nuestro Dios15. ¿No os parece propio de un heraldo decir: «¡Salid! Dejad libre el camino»? Con la diferencia de que un heraldo dice«Salid» y Juan dice «Venid». El heraldo aparta del juez; Juan llama hacia el juez. Mejor dicho, Juan invita a acercarse al Humilde para no experimentar al Excelso Juez. Yo soy voz del que clama en el desierto: «Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías»16. No dijo: «Yo soy Juan; yo soy Elías; yo soy el Profeta». Pero ¿qué dijo? «Me llamo esto: Voz del que clama en el desierto: «Enderezad el camino para el Señor; yo soy esta misma profecía».

Más que profeta

8. Y quienes fueron enviados eran de entre los fariseos, esto es, de entre los príncipes de los judíos. E interrogaron y le dijeron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres el Mesías ni Elías ni el Profeta?»17 Parecía casi una osadía bautizar. Como si dijesen: «¿A quién representas? Preguntamos si tú eres el Mesías; tú dices que tú no eres. Preguntamos si quizá eres su precursor, porque sabemos que antes de la llegada del Mesías va a venir Elías; niegas serlo. Preguntamos si acaso eres uno de los heraldos que vendrán con mucha antelación, esto es, un profeta, y si has recibido esta potestad; dices que tú tampoco eres profeta». Y Juan no era un profeta; era mayor que un profeta. El Señor dio de él tal testimonio: Salisteis al desierto a ver qué: ¿que el viento agita una caña? Sobreentiendes seguramente que no lo agitaba el viento, porque Juan no era esto, cual uno a quien moviera el viento; en efecto, a quien el viento mueve, sobre él sopla el espíritu seductor por todas partes. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas delicadas? Por cierto, Juan se vestía con ropas bastas, esto es, una túnica hecha con pelo de camello. He aquí que quienes visten con ropas delicadas están en las casas de los reyes. No salisteis, pues, a ver un hombre vestido con ropas delicadas. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? También os digo: éste es mayor que un profeta18, porque los profetas prenunciaron mucho antes a quien Juan mostraba presente.

El que se humilla será ensalzado

9. ¿Por qué, pues, bautizas tú, si no eres el Cristo ni Elías ni el Profeta? Juan les respondió y dijo: Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros se puso uno a quien vosotros desconocéis19. En efecto, no se veía al Humilde, y por eso se encendió una antorcha. Fijaos cómo cede el puesto quien podía pasar por otra cosa. Este mismo es quien viene detrás de mí: el que ha sido hecho antes de mí, esto es, como ya he dicho, ha sido antepuesto a mí. La correa de cuya sandalia no soy yo digno de desatar20. ¡Cuánto se rebaja! Y se lo levanta mucho, precisamente porque el que se humilla será ensalzado21. Por ende debe ver Vuestra Santidad que, si Juan se humilló hasta decir: «No soy digno de desatar la correa», cómo tienen que humillarse quienes dicen: «Nosotros bautizamos, lo que damos es nuestro, y lo que nuestro es, santo es». Dice él: «Yo no, sino él»; ellos dicen: «Nosotros». Juan no es digno de desatar la correa de su sandalia; pero, si dijese que él era digno, ¿cuán humilde sería? Aunque dijera que él era digno y se expresase así: «Viene detrás de mí el que ha sido hecho antes de mí, la correa de cuya sandalia soy digno de desatar», mucho se habría humillado. Cuando, en cambio, dice que ni siquiera de esto es digno él, verdaderamente estaba lleno del Espíritu Santo quien así, como siervo, ha reconocido al Señor y merecido ser hecho, de siervo, amigo.

Éste es el Cordero de Dios

10. Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando. Al día siguiente vio Juan venir a Jesús hacia él y dijo: He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo22. Nadie se arrogue y diga que él retira el pecado del mundo. Atended ya contra qué soberbios estiraba Juan el dedo. Aún no habían nacido los herejes y ya eran delatados. Desde el río clamaba entonces contra esos contra los que ahora clama desde el evangelio. Viene Jesús, y aquél ¿qué dice? He aquí el Cordero de Dios. Si un cordero es inocente, Juan es también cordero. ¿O acaso no es inocente también él? ¿Pero quién será inocente?¿Y hasta qué punto? Todos vienen del mugrón y del linaje sobre los que David cantaba con gemidos: Yo fui concebido en medio de iniquidad, y entre pecados me alimentó mi madre en el útero. Cordero23, pues, es sólo aquel que no ha venido así, pues no fue concebido en medio de iniquidad, porque no fue concebido a partir de la condición mortal; tampoco entre pecados alimentó su madre en el útero a ese que concibió virgen y virgen parió, porque lo concibió por la fe y por la fe lo recibió. He aquí, pues, el Cordero de Dios. Ése no tiene de Adán el mugrón; de Adán tomó sólo la carne, no asumió el pecado. Quien de nuestra masa no asumió el pecado, ése es el que quita nuestro pecado. He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo.

¿Quién quita el pecado del mundo?

11. Sabéis que algunos hombres dicen a veces: «Nosotros, que somos santos, quitamos a los hombres los pecados, ya que, si no fuese santo el que bautiza, ¿cómo quita el pecado de otro, siendo él hombre lleno de pecado?». Contra estas disputas no digamos palabras nuestras, leamos a éste: He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo. De los hombres no presuman los hombres; no transmigre el pájaro a los montes, confíe en el Señor24 y, si levanta los ojos a los montes de donde le vendrá el auxilio, entienda que su auxilio viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra25. ¡Qué grandeza la de Juan! Se le dice: «¿Eres tú el Mesías?». Dice: «No». «¿Eres tú Elías?». Dice: «No». «¿Eres tú el Profeta?». Dice: «No». ¿Por qué, pues, bautizas? He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita el pecado del mundo. Éste es de quien dije: Detrás de mí viene un varón que ha sido hecho antes de mí porque estaba primero que yo26. Viene detrás de mí, porque ha nacido después; ha sido hecho antes de mí, porque ha sido preferido a mí; estaba primero que yo, porque En el principio existía la Palabra, y la Palabra existía en Dios, y la Palabra era Dios27.

El bautismo de Juan

12. Yo no le conocía, dijo; pero, para que fuese manifestado a Israel, por eso he venido yo a bautizar con agua. Y Juan dio testimonio, diciendo que «he visto al Espíritu descender del cielo como una paloma y se quedó sobre él; y yo no le conocía; pero, quien me envió a bautizar con agua, él me dijo: «Sobre quien veas al Espíritu descender y quedarse sobre él, éste es quien bautiza con Espíritu Santo». Y yo he visto y he testificado que éste es el Hijo de Dios»28. Atienda un poco Vuestra Caridad. ¿Cuándo conoció Juan a Cristo? Fue enviado, en efecto, a bautizar con agua. Y surge la pregunta: ¿para qué? Para que fuese manifestado a Israel, dijo. ¿Para qué sirvió el bautismo de Juan? Hermanos míos, si sirvió de algo, subsistiría incluso en este momento, los hombres se bautizarían con el bautismo de Juan y así vendrían al bautismo de Cristo. Pero ¿qué dice? Para que fuese manifestado a Israel. Esto es, vino a bautizar con agua, para que Cristo fuese manifestado a Israel mismo, al pueblo de Israel. Recibió Juan el ministerio del bautismo con agua de penitencia, para preparar el camino al Señor, cuando el Señor no existía. Pero, cuando el Señor se dio a conocer, superfluamente se le preparaba el camino, porque él se hizo el Camino para quienes le conocieron; así pues, no duró mucho el bautismo de Juan. Pero ¿cómo se manifestó el Señor? En condición baja, para que, por eso, Juan recibiera el bautismo con que sería bautizado el Señor en persona.

¿Por qué quiso el Señor ser bautizado?

13. Y ¿necesitaba el Señor ser bautizado? También preguntado, respondo yo inmediatamente: ¿Necesitaba el Señor nacer? ¿Necesitaba el Señor ser crucificado? ¿Necesitaba el Señor morir? ¿Necesitaba el Señor ser sepultado? Si, pues, por nosotros recibió tamañas humillaciones, ¿no iba a recibir el bautismo? ¿Para qué sirvió que recibiese el bautismo del siervo? Para que tú no te desdeñes de recibir el bautismo del Señor. Atienda Vuestra Caridad. Iban a aparecer en la Iglesia algunos catecúmenos con gracia muy excelente. En efecto, a veces sucede que ves a un catecúmeno abstenerse de todo contacto carnal, decir adiós al mundo, renunciar a todo lo que poseía, distribuirlo a los pobres, y es un catecúmeno instruido quizá en la doctrina salvadora, incluso más que muchos fieles. Es de temer que éste, al pensar en los fieles casados o quizá ignorantes o que tienen y poseen sus cosas, que él ya ha distribuido a los pobres, respecto al santo bautismo mediante el que son perdonados los pecados, diga para sus adentros: «¿Qué más voy a recibir? He aquí que yo soy mejor que este y aquel fiel»; y, al suponer que él es mejor que aquél, que ya está bautizado, se desdeñe de venir al bautismo, diciendo: «Voy a recibir lo que tienen éste y aquél», y ponga ante sí a los que desprecia, y que para él no tenga valor recibir lo que han recibido quienes, porque él se considera ya mejor, son inferiores y, sin embargo, todos los pecados están sobre él y, si no viniere al bautismo salvador, donde se disuelven los pecados, con toda su excelencia no puede entrar al reino de los cielos.

Pero el Señor, para invitar a su bautismo a esa excelencia, para que se le perdonasen los pecados, vino en persona al bautismo de su siervo y, aunque no tenía nada que se le perdonase ni que se lavase en él, de un siervo recibió el bautismo. Parece como si hablase a un hijo que se ensoberbece, se encumbra y que quizá se desdeña de recibir con ignorantes aquello de donde pueda venirle la salvación, y que le dijera: «¿Cuánto te creces? ¿Cuánto te encumbras? ¿Cuánta es tu excelencia? ¿Cuánta tu gracia? ¿Puede ser mayor que la mía? Si yo vine al siervo, ¿te desdeñas tú de venir al Señor? Si yo recibí el bautismo del siervo, ¿te desdeñas tú de que te bautice el Señor?»

Misión del bautismo de Juan

14. Y, para que sepáis, hermanos míos, que el Señor venía a Juan mismo no por necesidad de algún vínculo de pecado, al venir el Señor a ser bautizado, Juan, como dicen otros evangelistas, pregunta: ¿Tú vienes a mí? Yo debo ser bautizado por ti. ¿Y qué le respondió él? Deja ahora; cúmplase toda justicia29. ¿Qué significa «cúmplase toda justicia»? He venido a morir por los hombres; no tengo que ser bautizado por los hombres? ¿Qué significa «cúmplase toda justicia»? Cúmplase toda clase de abajamiento. ¿Qué, pues? ¿De un siervo bueno no iba a recibir el bautismo quien de siervos malvados recibió la pasión? Atended, pues. Si Juan bautizó precisamente para que en su bautismo mostrase el Señor el abajamiento, ¿ningún otro iba a ser bautizado con el bautismo de Juan, una vez bautizado el Señor? Ahora bien, muchos fueron bautizados con el bautismo de Juan. Fue bautizado el Señor con el bautismo de Juan, y cesó el bautismo de Juan. En seguida fue enviado Juan a la cárcel; desde entonces, de nadie se sabe que haya sido bautizado con ese bautismo.

Si, pues, Juan vino a bautizar precisamente para que se nos mostrase el abajamiento del Señor y así, porque él recibió de un siervo el bautismo, nosotros no nos desdeñáramos de recibirlo del Señor, ¿debía Juan bautizar al Señor solo? Pero, si Juan bautizase sólo al Señor, no faltarían quienes juzgasen que el bautismo de Juan era más santo que el de Cristo, como si Cristo y nadie más hubiese merecido ser bautizado con el bautismo de Juan y, en cambio, con el bautismo de Cristo, el género humano. Atienda Vuestra Caridad. Con el bautismo de Cristo estamos bautizados no sólo nosotros, sino el mundo entero, y se seguirá bautizando hasta el final. ¿Quién de nosotros puede compararse en algo con Cristo, la correa de cuya sandalia Juan dijo ser indigno de desatar? Si, pues, este Cristo de tamaña excelencia, Hombre-Dios, fuese el único bautizado con el bautismo de Juan, ¿qué iban a decir los hombres? «¿Qué bautismo tuvo Juan? ¡Gran bautismo tuvo, sacramento inefable! Ve que solo Cristo mereció ser bautizado con el bautismo de Juan». Y así parecería mayor el bautismo del siervo que el bautismo del Señor. También otros fueron bautizados con el bautismo de Juan, para que el bautismo de Juan no pareciera mejor que el de Cristo; ahora bien, el Señor fue también bautizado, para que, tras recibir el Señor el bautismo del siervo, los otros siervos no se desdeñasen de recibir el bautismo del Señor. Para esto, pues, había sido enviado Juan.

¿Conocía Juan al Señor?

15. ¿Pero Juan conocía a Cristo, o no? Si no lo conocía, ¿por qué, cuando Cristo llegó al río, dijo: «Yo debo ser bautizado por ti»30, esto es: «Sé quién eres»?. Si, pues, ya lo conocía, lo conoció ciertamente cuando vio a la paloma bajar. Es manifiesto que la paloma no descendió sobre el Señor, sino después de subir él del agua del bautismo. Bautizado, el Señor ascendió del agua; los cielos se abrieron y vio la paloma sobre él. Si, pues, tras el bautismo descendió la paloma y, antes que fuese bautizado el Señor, le dijo Juan: «¿Tú vienes a mí? Yo debo ser bautizado por ti», antes conocía a ese a quien dijo: ¿Tú vienes a mí? Yo debo ser bautizado por ti». ¿Cómo, pues, dijo: Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, ése me dijo: «Sobre quien veas al Espíritu descender como una paloma y permanecer sobre él, ése es quien bautiza con Espíritu Santo?»31 No es pequeña cuestión, hermanos míos. Si habéis visto la cuestión, no habéis visto poco; resta que el Señor dé la solución de ella. Sin embargo, digo esto: si habéis visto la cuestión, no es poco.

He aquí a Juan, puesto ante vuestros ojos, Juan Bautista de pie junto al río. He aquí que el Señor viene, todavía por bautizar, aún no bautizado. Oye la voz de Juan: ¿Tú vienes a mí? Yo debo ser bautizado por ti. He aquí que ya conoce al Señor, por quien quiere ser bautizado. Bautizado, el Señor ascendió del agua; se abren los cielos, desciende el Espíritu, en este momento le conoce Juan. Si en este momento le conoce, ¿por qué dijo antes: Yo debo ser bautizado por ti? Si, en cambio, porque ya lo conocía, no le conoce en este momento, ¿qué significa lo que dijo: No le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, ése me dijo: «Sobre quien veas al Espíritu descender y permanecer sobre él, como paloma, ése es quien bautiza con Espíritu Santo?

Planteamiento del problema y promesa de solución

16. Hermanos, no dudo que, porque ya he dicho muchas cosas, os abruma que se solucione hoy esta cuestión. Sabed empero que esta cuestión es tal, que ella sola puede suprimir el partido de Donato. Como suelo hacer otras veces, he dicho esto a Vuestra Caridad para estimular vuestra atención; al mismo tiempo, para que oréis por mí y por vosotros, para que el Señor me dé decir cosas dignas, y vosotros merezcáis comprender cosas dignas. Dignaos, entre tanto, diferirla. Pero, entre tanto, hasta que se solucione, os digo brevemente esto: interrogad pacíficamente, sin riña, sin discusión, sin altercados, sin enemistades; consultad con vosotros, interrogad a otros y decid: «Nuestro obispo nos ha propuesto hoy esta cuestión, que resolverá, si Dios se lo concediere, en otra ocasión». Pero, se resuelva o no se resuelva, pensad que he propuesto algo que me preocupa. En efecto, estoy muy preocupado.

Dice Juan: «Yo debo ser bautizado por ti», como si conociera a Cristo, ya que, si no conocía a ese por quien quería ser bautizado, temerariamente decía: Yo debo ser bautizado por ti. Le conocía, pues. Si le conocía, ¿qué significa lo que dice: No le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, ése me dijo: «Sobre quien veas al Espíritu descender y permanecer sobre él, como paloma, ése es quien bautiza con Espíritu Santo?32 ¿Qué vamos a decir? ¿Que no sabemos cuándo vino la paloma? Por si acaso están ahí escondidos, léanse los otros evangelistas que lo han dicho con todas las letras, y hallamos clarísimamente que la paloma descendió cuando el Señor subió del agua. En efecto, sobre él bautizado se abrieron los cielos y vio al Espíritu descender33. Si le conoció ya bautizado, ¿cómo, al venir al bautismo, dice: Yo debo ser bautizado por ti? Entre tanto, rumiad con vosotros esta cuestión, consultadla con vosotros, tratadla con vosotros. El Señor Dios nuestro tenga a bien, antes de que me oigáis la solución, revelarla primero a alguno de vosotros. Sin embargo, hermanos, sabed esto: que, mediante la solución de esta cuestión, el partido de Donato, si tienen vergüenza, absolutamente no tendrán voz, absolutamente se cerrarán sus bocas respecto a la gracia del bautismo, en la que extienden tinieblas ante los ignorantes y tienden redes a las aves voladoras.